El Camino al Maratón y un Sábado de Pijamas.

•agosto 12, 2017 • Deja un comentario

Desde muy pequeña quedarme quieta ha sido casi una misión imposible para mí. Soy hiperactiva y necesito estar siempre en movimiento. Cuando veo series o películas suelo ponerme a tejer o a hacer pulseras con hilos de bordar.  Por eso la idea de pasar un día en pijama, flojeando a gusto, me parecía inaceptable; sin embargo, las cosas cambian después de varios días de entrenamiento intenso.

Correr me transforma y todavía me falta un largo camino que seguir. Después de los 21k del Día del Padre, mi rutina se volvió más pesada y siguió aumentando la cantidad de kilómetros que corría a la semana.  Empecé a sentirme fuerte de nuevo.  El tiempo de recuperación había terminado y ya estaba completamente sana.

Después de lesionarme, en mi proceso de recuperación me puse dos metas: la primera y más importante fue correr sin dolor; la segunda, fue llegar al maratón.  Cuando llegó el día del Medio Maratón de la Ciudad de México ya estaba lista para cumplir la primera meta. A pesar de los obstáculos ese medio maratón fue increíble.

El comienzo fue difícil pues éramos alrededor de 25,000 corredores buscando avanzar. Los primeros cinco kilómetros tuve que encontrar la forma de abrirme camino y fue muy estresante.  Claro que no todos corremos al mismo ritmo, pero me desesperó mucho que hubiera grupos de personas trotando despacio y platicando muy a gusto sin permitir el paso a quienes necesitábamos ir a una mayor velocidad. Tenía que frenar con frecuencia y buscar un lugar para poder ir a mi velocidad. Afortunadamente más adelante ya pude relajarme y avanzar a mi ritmo.

Me preocupaban las pendientes pues han sido mi talón de Aquiles en las carreras pasadas; sin embargo, esta vez no sufrí con ellas y las corvas no me dolieron nunca. Eso me puso eufórica en el kilómetro quince e incrementé la velocidad.  ¡Mi objetivo de correr sin dolor se estaba cumpliendo! Corrí sonriendo, dando las gracias, llena de viento y en las nubes.  Llegué a la meta entera sin haber perdido el aliento. Le tomé una foto al Ángel de la Independencia. Me sentí más viva y sana que nunca. Quise brincar y gritar cuando tuve la medalla en mis manos. Mejoré un poco mi tiempo en comparación con la carrera anterior.  Sé que todavía tengo mucho que aprender, pero ya no le tengo miedo a las pendientes.

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Ángel de la Independencia Ciudad de México

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Medio Maratón Día del Padre 2017 Ciudad de México

Me hace feliz correr. Disfruto el movimiento: soy libre cuando corro y  amo la velocidad; sin embargo, he de decir que correr para mí no es una moda ni tampoco un hobby sino un estilo de vida que no siempre es el paraíso. Para cumplir mis objetivos he tenido que cambiar mi alimentación y mis hábitos. He tenido que lidiar con dolorosas ampollas, uñas negras, rozaduras, dolores musculares, agotamiento.   Muchas veces mi mente dice basta y el último kilómetro parece durar una eternidad.  No importa cuánto coma,  siempre tengo hambre. Pese a todo, estoy contenta pues es el camino que elegí y el que me ha enseñado a conocer mejor mi cuerpo, a superar los límites que me había impuesto, a ser una persona más disciplinada y segura de sí misma.

Al día siguiente de la carrera, había que continuar con el entrenamiento: nos esperaba una semana muy pesada. No hubo descanso por eso el miércoles yo ya estaba exhausta. Fue un gran esfuerzo levantarme temprano pero lo logré.  Descubrí que entrenar para un maratón es la mejor cura para el insomnio.  Además de dormir profundamente en las noches, también necesité tomar una siesta (y eso que no me gusta dormir).  Ahora ya hay días en los que puedo estar tranquila al ver una película o una serie.

El viernes llegué a entrenar con la misma cara de agotamiento que mi compañero. Fue bueno saber que no era la única que se sentía así.  A pesar del cansancio, estaba de muy buen humor y satisfecha. Eso sí, ya me había prometido que el día siguiente (mi único día de descanso) sería un sábado de pijamas y mi familia estuvo de acuerdo.

Cumplí mi promesa: me desperté después de las nueve pero me volví a dormir un rato más. Me levanté cerca del mediodía y sólo porque tenía hambre. Mi cuerpo estaba muy relajado.  Nos la pasamos en la flojera viendo videos en YouTube, como en aquellos tiempos cuando el MTV era bueno y con mi amiga podíamos pasar la tarde viendo los videos de nuestros grupos favoritos.

Fue una tarde reparadora en la que mi yo hiperactivo brilló por su ausencia. Cumplí mi objetivo y logré estarme quieta.

Con energía renovada, ya estaba lista para continuar con mi camino para llegar al Maratón. El domingo tocó correr en CU. Sobreviví al sol y a las pendientes.

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Estadio Olímpico CU Ciudad de México

Esta semana ya no sentí agotamiento. Cada día estoy un poco más fuerte. Los retos que he aceptado no son pocos ni tampoco fáciles, pero estoy en paz con eso.

Faltan menos de veinte días para el maratón. Tengo miedo. A veces me pregunto si estoy lista para esos 42.195 kilómetros. Me han dicho tanto del muro de los 30/32 kilómetros que no puedo evitar temblar un poco.  No logro imaginarme qué sucederá mientras corro y cómo se verá la vida después de cruzar la meta.

¡Voy a correr un maratón! Absorbo el peso de esas palabras y busco mantener la calma. Pienso en lo mucho que trabajado para llegar a este momento. He sido disciplinada. Tengo un gran entrenador en quien confío plenamente.  Creo en mí y sé que puedo lograrlo.  Es el momento de dejar atrás a la flaca fea, a todo aquello que me ha impedido llegar a donde quiero.

Entrenar para el maratón me está convirtiendo en una persona más consciente de sus fortalezas, más firme y, sobre todo, más libre.  Cada día me siento mejor conmigo misma. y me alejo de los pensamientos negativos, de mis no puedos.

Ahora soy más fuerte que los demonios que a veces me acompañan. Seguiré corriendo con garra, sin detenerme porque la meta me espera y estoy decidida a cruzarla.

Harry Potter y el Mesón de los Tres Magos.

•julio 24, 2017 • 2 comentarios

No importa cuánto tiempo pase, mi marido y yo seguimos disfrutando de la saga de Harry Potter. A ambos nos gusta la idea de visitar un restaurante / cafetería que reproduzca el universo de esta historia.

Hace dos años fuimos al Caldero Chorreado en Tlalpan, pero no llenó nuestras expectativas. Este fin de semana decidimos visitar El Mesón de los Tres Magos en Andorra #16, Colonia Del Carmen, muy cerca del Metro Nativitas.  La entrada es a través de una cabina telefónica roja como las de Londres.

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Entrada El Mesón de los Tres Magos Harry Potter

Una vez adentro,  podemos ver el frente del coche volador de los Weasley, justo arriba del sofá donde las personas se sientan a esperar a que les toque su turno. Nos recibió un hada muy amable que enseguida nos llevó a nuestra mesa (tuvimos suerte en encontrar lugar, pues había mucha gente).

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Coche volador de los Weasley El Mesón de los Tres Magos Harry Potter

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Entrando al Méson de los Tres Magos Harry Potter

Frente a nosotros vimos a un goblin y al subir las escaleras nos encontramos con la imponente mirada de Lord Voldemort. Un niño se asustó y no quería subir las escaleras para evitar encontrarse con él. El hada le dijo que no se preocupara pues estaba protegido y nada malo iba a pasarle.  Después de eso, el niño subió contento.

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Goblin El Meson de los Tres Magos Harry Potter

 

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Lord Voldemort El Mesón de los Tres Magos Harry Potter

Una vez en nuestra mesa, el hada nos pasó el sombrero seleccionador y mientras me lo ponía imaginé que entraba a Gryffindor. Lo devolvimos después de tomarnos algunas fotos.

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Con el Sombrero Seleccionador en el Mesón de los Tres Magos

Las paredes están decoradas con dibujos que hacen referencia a las películas. Nosotros estábamos junto al centauro.  A ambos nos gustó mucho la decoración del lugar.

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El Mesón de los Tres Magos

La atención que recibimos fue excelente: los meseros eran muy amables y se preocupaban porque los comensales estuviéramos a gusto, porque nos quedaran ganas de volver a este bonito lugar. Nunca hubo malas caras ni groserías. Además, fueron especialmente atentos con las personas que tuvieron que esperar mucho tiempo para  encontrar mesa.  Eso me pareció muy bien.

Me encantó el menú de las bebidas. ¡La descripción es genial! Escogí la Piel de Serpiente (cada dos años la naturaleza provoca que las serpientes cambien de piel, en ese momento el equipo del mesón se da a la tarea de recolectar todas esas pieles para que todos ustedes lo puedan degustar). En realidad se trata de una especie de mojito pero sin alcohol.  Me emocioné cuando trajeron mi bebida bien humeante.  Sí parecía que iba a tomarme una poción mágica (y, por cierto, estaba deliciosa).

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El Mesón de los Tres Magos

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Bebidas El Mesón de los Tres Magos

 

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Piel de Serpiente El Mesón de los Tres Magos

También hay bebidas que llevan hielos de colores y/o que se sirven en matraces de Erlen Meyer. Los niños de la mesa de al lado estaban muy emocionados con los hielos de colores.

Esa tarde no fuimos a comer, a pesar de que la comida se veía muy rica.  Tienen botanas, ensaladas, pizzas, alitas de pollo, paninis. Estoy segura de que pronto regresaremos a probarlos.  Los comensales a nuestro alrededor se veían contentos y satisfechos.

Pedimos un postre cada uno: un cheesecake de elote (que no se veía nada mal) y una ranita mágica de chocolate. La trajeron bañada en salsa de chocolate y con chispitas de colores.  Estaba deliciosa.

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Rana mágica de chocolate El Mesón de los Tres Magos

Nos gustó mucho el ambiente de este lugar. A pesar de que estaba lleno, no había ruido y pudimos platicar tranquilos.

Es posible comprar souvenirs de Harry Potter en este lugar y tienen los famosos Bertie Botts: los jelly beans de sabores descabellados.

Vale la pena visitar el universo potteriano del Mesón de los Tres Magos.  Quedamos muy contentos y con muchas ganas de volver. La próxima vez llevaremos a nuestras adolescentes, a mi hermana y a mi sobrino quien ya se convirtió en fan de Harry Potter. Estoy segura de que les va a gustar.

Entre Palabras de Tatzudanza para Celebrar el Día de la Danza

•julio 17, 2017 • Deja un comentario

Entre palabras el silencio oprime, el deseo se extingue y un beso se vuelve suspiro.

Entre palabras el abrazo de una pareja pesa como la interminable cuerda que los obliga a estar juntos. Se miran mientras la música se disuelve. Antes se movían juntos en armonía ahora están solos pero la cuerda los mantiene unidos.

Esta íntima danza comienza con la búsqueda de la libertad. Para separarse deben encontrar juntos la salida. La cuerda se mantiene firme y sólo con sus cuerpos podrán desenredarse.

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Entre Palabras Tatzudanza Teatro El Galeón

Esa cuerda que los aprisiona es la misma que les permite seguir juntos…

En la sala a media luz, yo los observo y siento una intensa opresión en el pecho. No quiero ver hacia al pasado pero esa cuerda me es muy conocida. Me duele como si me estuviera amarrando a mí.

Ellos bailan juntos en ese laberinto. Ágiles y flexibles, con movimientos lentos luchan por liberarse. Escapar es una implacable batalla que podría durar toda la vida.

Bailan y sus movimientos desgarran. Caen al suelo.  ¿Los quebrará la lucha? ¿Sucumbirán a la voluntad de la cuerda? ¿Se desamarán para liberarse?

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Entre Palabras Tatzudanza Teatro El Galeón

Alguna vez eso fue el amor para mí: una pesada cuerda que me robó la voluntad y también la alegría.  No logro ser indiferente aunque tengo claro que esta batalla no es mía. Soy sólo una espectadora más en la sala de su duelo.

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Entre Palabras Tatzudanza Teatro El Galeón

Quizá están logrando salir del laberinto: dejan la cuerda en el suelo y se levantan. Se alejan pero en sus pasos no hay alivio ni felicidad. Percibo la impotencia y el sufrimiento que llegan después de la lucha. Ninguno de los dos puede olvidarse de la cuerda.

No siempre sabemos ser libres. Me repito que esta no es mi danza y recuerdo cuando encontré mi libertad. Me siento un poco rota y un poco ansiosa. Sus movimientos tan perfectos me conmocionan. Me tiemblan un poco las manos. Quiero que se encuentren a sí mismos, que superen esta batalla, que sean libres…

No siempre vivimos finales felices. Él regresa. Extenuado y dócil se acurruca encima de la cuerda.  Ella lo mira. Intenta alejarse pero sucumbe: extenuada y dócil se acurruca encima de la cuerda junto a él. La luz se extingue y los sueños también.

Nadie habla en la sala. Los miramos sin poder movernos. Entre palabras queda el silencio que a veces mata aunque el corazón siga latiendo. Desconsolada me quedé sin lágrimas.

Unos segundos más tarde, llenamos la sala de aplausos, maravillados.

Entre Palabras con Tatiana Zugazagoitia y Tomás Gómez: una obra extraordinaria, intensa y breve. La sentí en todo el cuerpo.

 

De cómo el Astronauta de Bohemia trajo la ópera a mi vida.

•julio 12, 2017 • Deja un comentario

Escucho Rusalka mientras escribo.  Es una ópera y la disfruto.  Me cuesta trabajo creerlo: yo odiaba la ópera. ¡La odiaba! ¿Qué me está pasando?  La culpa es de la ciencia ficción, de Jaroslav Kalfař autor  del Astronauta de Bohemia, el libro que acabo de leer.

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El Astronauta de Bohemia

Me encontré esta novela en la Gandhi.  Estaba ahí buscando libros con mi marido mientras nuestras adolescentes compraban ropa. No suelo leer ciencia ficción pero me atrapó el título. Bohemia es una región de la República Checa donde yo estuve. Conocí algunas de sus ciudades, entre ellas Praga.  Recordé mis clases de checo y un viejo sueño de vivir ahí.  ¿Cómo resistirme a leer una novela de este país y de un escritor de este siglo?  Lo único que  me hizo dudar fue el género: ciencia ficción; sin embargo, me arriesgué y tomé el libro.  Lo peor que podría pasar es que no me gustara. Entonces lo dejaría  y buscaría otra historia; sin embargo,  una vez que lo abrí  ya no pude despegarme de él.

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El Astronauta de Bohemia

Esta es la historia de un astronauta checo cuya misión consiste en capturar las partículas de Chopra, una nube que se formó entre Venus y la Tierra y la cual sumió las noches terrestres en una luz zodiacal color violeta.  Su viaje tendría una duración aproximada de ocho meses y él, Jakub Procházka, sería el único tripulante del Jan Hus 1.  En este largo, incierto y solitario viaje, tendrá tiempo para reflexionar, recordar los momentos importantes de su vida y también de la historia de su país, como la caída del comunismo en 1989.

Casi no leo ciencia ficción porque, por lo general, me resulta aburrida. Pierdo la paciencia con el exceso de la tecnología, el liderazgo de las máquinas o la invasión de los extraterrestres, el futuro oscuro casi siempre apocalíptico donde el hombre está condenado a su destrucción (resultado de sus acciones egoístas y nocivas para la Tierra). El Astronauta de Bohemia no sigue este patrón. El futuro no lo es todo en esta aventura. No sólo se trata de la misión de Jakub Procházka y los obstáculos que pueda encontrarse para cumplir su misión o de si la nube es dañina o no para el planeta y sus habitantes, sino también de la historia de la República Checa (antes Checoslovaquía), de las consecuencias de la caída del comunismo, de un análisis de la sociedad (y una crítica también).  Hay momentos en los que la ironía con la que Jaroslav Kalfař cuenta algunos hechos me hizo reír, como cuando menciona varias veces a las compañías patrocinadoras de los productos que lleva en su transbordador espacial, como, por ejemplo, su cepillo de dientes azul, cortesía de Superzub, destacado distribuidor de productos dentales y patrocinador de la misión.  

Me gustó mucho no poder predecir lo que sucedería con el personaje central ni cómo terminaría su aventura. ¿Tendría éxito en su misión? ¿Moriría en el camino? ¿Lo secuestrarían los extraterrestres? ¿Lo esperaría su esposa? ¿Volvería la humanidad a tener sus noches oscuras o se quedaría la Chopra llenándolas de violeta?  ¿Era la nube inofensiva o terminaría con la vida en el planeta?

Buscando las respuestas me topé con la visión de Jakob quien mira al mundo desde lejos, como si él ya no perteneciera a él.  Me gusta su análisis de la sociedad y su manera de criticarla.  Unas veces me reí un poco; otras, sólo me quedé en silencio.

No se equivoca cuando dice que casi todo aquello que amamos está abocado a convertirse en polvo.  Aunque es algo que quizá ya sabía, no pude evitar quedarme pensando en eso un largo rato. Me vinieron a la mente las famosas palabras que me decían cada año el miércoles de ceniza: polvo eres y en polvo te convertirás. En fin, también me quedo con dos sencillas (en apariencia) leyes que se mencionan en la historia: No se debe violentar el cuerpo. No se debe temer a las verdades.  Me gustó la manera tan directa y concisa de decir algo, para mí, tan fuerte y cierto.

Sobre la aventura de Jakub Procházka sólo diré que valió la pena leerla.  Lo que todavía no sé si agradecer o reprochar al Astronauta de Bohemia es que me haya acercado a la ópera, pues antes de leer este libro, la detestaba. ¿Pero cómo no sentir curiosidad cuando Jakob habla de Rusalka con tanta pasión?

Es una ninfa acuática que se enamora de un príncipe, y para captar su atención, acepta beberse la poción de la bruja y volverse humana. El príncipe se lleva a Rusalka a su castillo pero cómo no (yo ya me lo imaginaba), aquel patán de mandíbula cuadrada la traiciona y deja por una princesa extranjera. Yo desearía que esta representación no terminara nunca, estoy cautivado, me limpio los mocos del labio superior. […] En mi futuro sólo habría una mujer  a la que amaría tanto como a Rusalka».

Al leerlo, me di cuenta de que se trataba de una versión de la Sirenita de Hans Christian Andersen, mi cuento favorito.  Eso despertó en mí la necesidad de escucharla.  El astronauta me contagió su entusiasmo.  Después de leer el libro buscaría la ópera en internet para disfrutarla. Di por hecho que me iba a gustar,  en ese momento se me olvidó mi aversión por ese género. Sólo deseaba conocer a Rusalka, sentir la música en mis venas, conmoverme.

Cuando llegué al final, cerré el libro con la tristeza habitual de haber terminado una buena historia, con esa sensación de haber perdido algo y el vacío de haberme quedado sin mi lectura. Viví el duelo que tanto me abruma cuando me despido de un buen libro. Me quedé sin nada que leer, extrañando al Astronauta de Bohemia.

Para animarme cumplí con lo dicho, busqué Rusalka en internet y me sorprendí al saber que era una ópera de Antonín Leopold Dvořák. Escucharla me enterneció y me dejó el dulce abrazo de la melancolía.   Necesité escucharla un par de veces más.  Hipersensible y soñadora, enamorada de las dulces voces, sorprendida. Jamás imaginé que este género de música pudiera hacerme eso.

Hace una semana no me interesaba leer ciencia ficción y me parecía terrible escuchar ópera. Ahora ya viajé al espacio y me enamoré de Rusalka.  Una vez más la literatura me enseña, me obliga a mirar horizontes que menospreciaba y me transforma, renueva y reconstruye.

Mi sed de volver a Bohemia me regaló esta aventura. Regresaré pronto y veré Rusalka en Praga. Mientras tanto, recomiendo leer El Astronauta de Jaroslav Kalfař porque  me parece necesario nadar en el caos, nadar sin temor, nadar sin expectativas pero siempre valorando cada antojo, la belleza de los estrafalarios giros y sacudidas que bombean la sangre por nuestras raquíticas venas.

Después de la ansiedad llega la calma.

•junio 30, 2017 • Deja un comentario

Una vez más tu cuerpo se desacomoda, no sabes dónde comienzan o terminan los hormigueos. Las sábanas son nudos que ahorcan. Las noches son casi tan largas como la muerte.  Los grillos enmudecen, taciturnos se ocultan en la negrura insondable y ni siquiera el viento habla.

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No tienes idea de porqué te visita de nuevo. No logras quitártela de la piel, del cuello, de la conciencia. Sientes que te asfixias.  Lloras sin lágrimas y después de un par de horas (o el tiempo que haya sido) tomas la pastilla que adormece el cuerpo: una ligera dosis de valeriana para relajar los músculos y poner las ideas en blanco. Duermes sin sueños, desconectada de todo.

A la mañana siguiente, despiertas con el agotamiento posterior a la crisis. Estás un poco rota y desorientada. El ejercicio ayuda pero no es suficiente. Al llegar a casa duermes un poco, eso te reanima.

Terminas de leer La Romana de Alberto Moravia. ¡Qué buen libro!, pero  también qué intensa melancolía se queda contigo.

Tu cuerpo ya no duele: llega la paz después de la ansiedad. Si tuvieras fuerzas sonreirías pero ahora estás obligada a enfrentarte a tus errores.  El trabajo que hiciste no quedó bien y ahora debes corregirlo. Te sientes muy mal contigo misma. Estás enojada y no comprendes cómo sucedió esto.

En días como éste parece que no vales nada, que haces mal las cosas como cuando en la escuela se burlaban de tu letra horrible o de tu forma de cortar el papel. Te agobia esa sensación de ineptitud que ha estado contigo varios momentos de tu vida.

En fin, ya no tienes tiempo para seguir atormentándote. Corriges tus errores, buscas hacerlo  lo mejor posible y terminas casi hasta la madrugada. Cenicienta ya se habría convertido en calabaza.

Te duelen los hombros y el cuello, pero sobre todo te dueles tú. Se queda contigo esta abrumadora sensación de inutilidad. Te percibes tan destructiva como la tormenta que azota a la ciudad.

Te tiras a la cama y caes rendida en los brazos de Morfeo. Por primera vez en la semana duermes sin dolor ni miedo, pierdes la conciencia por varias horas y  al fin descansas.

Cuando despiertas estás en paz pero muy triste. Dejas de recriminarte pero la sensación de malestar no se desvanece. Todavía necesitas ser más flexible y también más segura. Nunca te has creído perfecta pero hoy eres demasiado imperfecta. Te crees lejos de las personas que admiras.  ¿Dónde está la mujer que persigue sus sueños?

Un día a la vez, un logro a la vez. Tu cuerpo se está acomodando de nuevo. Poderte mover con ligereza es el logro de hoy. Tu lucha porque estos ataques no se repitan apenas comienza. Salir de la ansiedad es un proceso largo, no es algo que desaparezca después de unos meses. ¡Ánimo! Tienes la fuerza de voluntad para lograrlo.

Cierto es que te equivocaste, pero eso no es el fin del mundo. Sueles decir que el fracaso no existe: el  fracaso es aprendizaje, es una oportunidad para ser mejor. ¿Por qué no pones en práctica tus palabras? Tus aciertos pesan más que tus fallas. ¿Cuándo vas a darte cuenta?

Después de la ansiedad llega la calma. Visitas tus flores para sentirte un poquito viva. Te sorprende la belleza de la rosa anaranjada (casi no ha dado flores en los años anteriores),  te acaricia su perfume esta vez muy profundo.  Mientras disfrutas ese exquisito aroma recuerdas que los seres humanos somos perfectamente imperfectos y sientes alivio. Eso le da sentido a la vida.  Entonces tu imperfección ya no causa tanta angustia.  Después de todo, cada día es una oportunidad para comenzar de nuevo.

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Medio Maratón de Día del Padre.

•junio 24, 2017 • Deja un comentario

El domingo pasado llegó el esperado día: la Carrera del Día del Padre. Estaba tan emocionada que casi no dormí la noche anterior.  Afortunadamente había descansado lo suficiente durante la semana por lo que estaba lista para lo que venía.  ¡Después de nueve meses por fin podría participar en una carrera!  No sólo eso, mi papá me estaría esperando en la meta, en su día.  Desde siempre nos ha impulsado (a mis hermanos y a mí) a hacer deporte.

Una vez más, mi marido madrugó conmigo y me apoyó durante el evento.  Me ayudó a calmarme cuando me puse nerviosa. Estuvo ahí aunque se moría de sueño. Siempre me acompaña en las carreras y eso me hace feliz.

Estaba muy entusiasmada porque empezaría la carrera desde el bloque A,  el más cercano a la salida justo después del bloque élite. No estaba sola, correría con una buena amiga y compañera de entrenamiento.  Fue la primera carrera en la que coincidimos y ambas estábamos entusiasmadas.

Me sorprendió la gran cantidad de corredores que participan en este evento, éramos alrededor de 20,000 personas.  Nunca había participado en una carrera tan grande.  Me tocó ver el amanecer minutos antes de que dieran la salida.  Me sentí contenta y también segura de que todo saldría bien. Estaba tranquila: ya había corrido esta distancia antes, por lo tanto tenía la certeza de que podría hacerlo de  nuevo.   Pienso que sí pude una vez, puedo siempre.  Esta vez el reto no era terminar sino hacerlo en menos de dos horas. Mi objetivo era tardarme máximo una hora y cincuenta minutos en llegar  a la meta.  Estaba consciente de que no iba por mi mejor tiempo pues acababa de recuperarme de una lesión, pero me sentía fuerte y capaz de hacerlo en menos de dos horas.

No importa en cuántas carreras participemos, ninguna será igual a la anterior: el desafío es diferente y también nuestros objetivos cambian.  Cada carrera es para mí una nueva aventura.

A las siete de la mañana sonó el disparo que marcó la salida. No tenía miedo ni nervios, sólo mucha emoción. ¡Cuánto tiempo esperé para llegar a ese momento!  Empecé a correr al ritmo de mi amiga. Al principio eso estuvo bien pero después me di cuenta de que me estaba presionando mucho. No puedo negar que fueron los cinco kilómetros más rápidos de mi vida (hasta ahora) pero no iba ni a la mitad y ya me estaba quedando sin aliento. Bajé la velocidad, tomé agua y me sentí un poco desorientada. Seguí avanzando pero no aceleraba. Entonces un corredor me dijo: «¡No es momento para aflojar! ¡Vamos, vamos!».  Le agradecí con una sonrisa. Sus palabras me sacaron del trance. Me relajé y aumenté la velocidad sin volver a detenerme.  Mis pensamientos estaban desordenados y no lo estaba disfrutando. En lugar de alegrarme porque estaba sana, porque por fin podía competir de nuevo, me estaba exigiendo una velocidad para la que mi cuerpo todavía no estaba listo. Por momentos me sentí como una tortuga desconcertada.  Seguí corriendo al mismo ritmo y me concentré en buscar la respiración adecuada.

Me sorprendió ver un camión de bomberos en el camino. Los bomberos estaban ahí, con la sirena encendida y nos gritaban alegres palabras de aliento.  ¡Qué increíble experiencia!  Esa porra me dio mucho bienestar.

Además del reto de empezar descendiendo (las bajadas nunca han sido mi fuerte), había que lidiar con el intenso sol que nos deslumbraba.  Era difícil ver y me estaba derritiendo.  Contaba los kilómetros para cambiar de dirección y poder darle la espalda.

Me sentía un poco desmoralizada. Tenía la certeza de estar corriendo muy lento. Por eso me quedé boquiabierta cuando llegué al kilómetro diez y vi que llevaba cuarenta y cuatro minutos. ¡Diez kilómetros en cuarenta y seis minutos! Iba a buen ritmo y con buenas posibilidades de cumplir mi objetivo.  Por un rato me deshice de mis inútiles telarañas y la emoción me dio energía para aumentar mi velocidad.  Lenta o no, nunca más debo de llamarme tortuga. Tomé agua y no permití que el sol me siguiera intimidando.  Pensé en mi papá, en lo emocionado que estaba por esta carrera. Quería que se sintiera orgulloso de mí.

No busqué un corredor a quién seguir.  Esta vez me tocaba reencontrarme a mí misma, escuchar a mi cuerpo, aplicar lo aprendido en mi tiempo de reposo y de entrenamiento. No llevaba reloj  para medir la velocidad a la que voy ni tampoco tenía alguna aplicación de internet que lo hiciera. Tenía que confiar en mí.

Me llamó la atención y me gustó mucho  que en esta carrera había muchas personas apoyando a los corredores: hubo quienes llevaron cajas de kleenex  y nos ofrecían pañuelos desechables; otros llevaron naranjas, también hubo quienes llevaron dulces e incluso quienes llevaron agua para los corredores sin número.  Me conmovieron estos detalles.   No deja de sorprenderme y de hacerme feliz el ambiente de solidaridad que se vive en las carreras.

Alrededor del kilómetro trece comenzó la subida y por fin pude darle la espalda al sol, eso me dio mucho alivio. ¡No podía creer que ya me faltaba menos de la mitad del recorrido!

Éramos tantas personas que a veces aumentaba un poco la velocidad sólo para abrirme camino, para tener espacio.  ¡Estaba corriendo de nuevo y físicamente  me sentía muy bien!

Pasando el kilómetro catorce me dolieron un poco las corvas: todavía me falta mucho  que aprender con las pendientes. Me dieron ganas de llorar.  Otra vez mi mente con sus telarañas. Me pregunté porqué me pongo estas metas, porqué me esfuerzo tanto en correr, porqué quiero llegar al maratón.  Bajé la velocidad hasta encontrarme frente a un espectacular que decía: No te rindas.   Fui acelerando poco a poco, ya no tenía dolor. Eso me animó. Cada vez faltaba menos.

En mi playlist salió una canción de Depeche Mode.  Necesito más canciones de este grupo en mi playlist para correr. Cuando escojo la música para estos momentos busco mantener un equilibrio entre canciones muy movidas y canciones con las que tengo un vínculo emocional pues no se trata sólo de mover mi cuerpo sino también mis emociones. Depeche Mode me ayudó a ir más rápido.

La pendiente no terminaba y yo buscaba la mejor manera de abordarla. Por fin encontré la manera de estar tranquila: estaba dando mi mejor esfuerzo, sin miedos ni reservas. A veces deseaba ser más veloz, pero prometí no excederme.

Disfruté mucho los momentos en los que iba corriendo casi sola; era como si la calle me perteneciera, como si fuera la dueña del mundo. Dejó de importarme que los demás me rebasaran. Ya no me presionaba por el tiempo.  Era genial ya no tener el sol en la cara.

Me encontré con un halcón, fue maravilloso verlo. Los halcones son personas que corren con los invidentes, son sus guías. Van juntos, amarrados de la mano. El halcón va a la velocidad de la persona a la que guía. Mi admiración para ambos.  Una vez más lo repito: ¡Sí se puede!  ¡No hay imposibles!

Cerca del kilómetro dieciocho las corvas me dolieron otra vez.  De pronto me sentí extremadamente cansada. No se trataba de mi cuerpo sino de mi mente que se estaba dando por vencida.

Alguna vez alguien me habló del muro en las carreras. El muro es el momento en el que el corredor siente que ya no puede más, que ha llegado a su límite, que debe parar. Según lo que me han contado, es común que esto ocurra en el maratón, alrededor del kilómetro treinta. Creo que por primera vez me topé con él.  Por una fracción de segundo creí que me derrumbaría, pero recordé las palabras de mi hermano: en una carrera el reto es la mente. El cuerpo aguanta pero si la mente dice basta, hasta ahí llegamos.  Justo después de eso pensé en mi papá  y mi marido esperándome en la meta, en lo mucho que entrené para llegar a este medio maratón, en lo feliz que me sentí cuando empecé a correr de nuevo. ¡Este era mi momento, estaba corriendo veintiún kilómetros! Estaba lista para esto y más. ¡No iba a derrumbarme ahora! ¡No hay muro que me detenga!

Amo correr. Sentí la adrenalina en mi sangre y aceleré. Avancé con zancadas firmes, abrazando mis sueños y visualizándome en la meta.

Agradezco a las personas que nos echan porras en la ruta, que nos animan a seguir adelante. En ese momento complicado sus palabras de aliento me ayudaron a atravesar el muro.  Quiero que sepan que sus gritos, sus sonrisas, sus letreros sí hacen una diferencia, una gran diferencia. Gracias por ese entusiasmo, por esas horas de acompañarnos en el recorrido a la meta.  Me ayudaron a sentirme fuerte de nuevo.

Cuando me rebasaron los rabbits que planeaban terminar la carrera en una hora cuarenta y cinco minutos, me percaté de que todavía tenía oportunidad de llegar a la meta en el tiempo deseado.

Hacía tanto calor que no sentí el viento. ¡Había llegado al kilómetro dieciocho! ¡Sólo dos kilómetros más!  «¡Vamos!» me dije a mí misma en voz alta varias veces. Los corredores que me escuchaban me daban ánimos también. Hubo algunos que me ayudaron a ir más rápido.

Pensé en mi papá. Llegar a la meta era mi regalo para él en su día.  ¡Ya me faltaba poco!

Después del kilómetro veinte vi a mi papá y a mi marido. ¡Qué gran regalo fue verlos ahí!  Alcé las manos feliz y les sonreí a ambos.  ¡Me sentí muy afortunada!

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A punto de llegar a la meta. Carrera del Día del Padre Junio 2017

El último kilómetro es el más pesado, el más largo pues estamos tan ansiosos por terminar que el tiempo parece eterno… Y, sin embargo, llegué.  ¡Lo hice! ¡Corrí este medio maratón en una hora con cincuenta y dos minutos y cuarenta y seis segundos! Casi pierdo el equilibrio de la emoción. Tuve que controlarme, estuve a punto de ceder al llanto.   Tuve presente mi lucha de estos meses y mi sueño de correr otra vez. ¡Lo logré!  Terminé entera y sin dolor.  Mi espalda estaba en excelentes condiciones.  Satisfecha y agradecida caminé hacia la zona de recuperación.  Tomé agua y me comí un plátano.  Después  me tomé una foto con la medalla  e hice mis estiramientos. Nada me dolía, ¡nada!

Carrera Día del Padre (25)

Mi voluntad es más fuerte que mis dudas. No hay muro que me detenga. Carrera Día del Padre Junio 2017

Hay veces en las que correr me da placer, libertad y sueños, pero hay otras que me obliga a enfrentarme a mis miedos, a superar mis inseguridades y me enseña a ir más allá de los límites.

Alguna vez me creí incapaz de correr, no aguantaba más de cien metros. Ahora avanzo hacia mi primer maratón.

En esta carrera aprendí que mi voluntad es más fuerte que mis dudas. No hay muro que me detenga. ¡Voy por más! ¡El maratón me está esperando!

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Carrera del Día del Padre Junio 2017

 

 

 

 

Un Picnic Nocturno en Chapultepec

•junio 15, 2017 • Deja un comentario

¿A quién se le ocurriría un picnic nocturno como una opción para salir un sábado en la noche en la Ciudad de México?  ¡Un picnic! ¿Cuándo fue la última vez que participé en uno?  Claro que siempre me ha gustado la idea de extender un mantel en el pasto y sentarme a comer rodeada de naturaleza.  Varias veces fuimos en familia al Valle del Silencio y eso me encantaba. Sin embargo, hoy en día y en esta ajetreada ciudad, ¿quién piensa en eso?  Yo no estaría escribiendo esto de no haberme encontrado un espectacular en el metro que hablaba del picnic nocturno que se realiza el segundo sábado del mes en el Jardín Botánico  de la Primera Sección del Bosque de Chapultepec.  El horario: de las 20:00 a las 23:00 hrs. y la entrada es libre para todos.

Me pareció una idea increíble. ¡Cenar a la luz de la luna en un jardín botánico! Me emocioné sólo de pensarlo.  Además es una buena oportunidad para vivir una velada romántica, para convivir en familia o con amigos.  Nunca pensé que una actividad así fuera posible en esta ciudad.

A mi marido le agradó la idea y decidimos ir el sábado pasado.  Ese día, en la tarde, preparamos nuestro pequeño lunch, tomamos un mantel y también una cobija.  Una vez listos, nos fuimos al Jardín Botánico.  Llegamos poco después de las ocho y ya había mucha gente.  No recuerdo haber visitado antes este jardín y vi unos lirios que me gustaron mucho.

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Jardín Botánico Chapultepec

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Lirio Jardín Botánico Chapultepec

El jardín estaba bien iluminado y había  música agradable (afortunadamente nada de reggaeton).  Por lo general en este evento suele haber música en vivo. Me agradó mucho la idea. Ese día iba a haber un concierto de jazz.

Había muchos petates en el suelo tanto el pasto como en el cemento.  Son propiedad del jardín pero están disponibles para el público los días en que se realiza este evento.  Todavía alcanzamos petate. Ya teníamos nuestro lugar, así que extendimos nuestro mantel y nos acomodamos.  Me sentí en paz y contenta.

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Picnic Nocturno Jardín Botánico Chapultepec

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Petates Picnic Nocturno Jardín Botánico Chapultepec

Hubo quienes llegaron ya listos con sus botanas, refrescos, vino, sándwiches o tortas. Sin embargo, también es posible llegar sin alimentos y comprar ahí lo necesario, aunque eso implique gastar dinero. Con 300 pesos se puede comprar una canasta que contiene una botella pequeña de vino tinto, dos copas de plástico, dos chapatas, un mantel, dos velas led, chocolates y no recuerdo qué más.  Nosotros compramos una más pequeña, de 150 pesos, que trae una botellita de vino, dos copas de plástico y una vela led.

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Picnic Nocturno Jardín Botánico Chapultepec

Me llamó la atención la cantidad de personas que vi, todas entusiasmadas, felices, con actitud de pasarla bien. Fueron parejas, grupos de amigos y también familias. Los niños corrían y jugaban muy alegres. A pesar de que había mucha gente, no estábamos amontonados y nadie invadía el espacio de nadie.

Siempre he pensado que la felicidad se encuentra en los pequeños detalles, detalles que a veces perdemos de vista porque nuestras expectativas son demasiado altas o porque nos agobian las presiones de la vida diaria.   Este picnic nocturno me hizo muy feliz. Nos dio la oportunidad, a mi marido y a mí, de platicar a la luz de la luna, a veces sentados, a veces recostados mirando al cielo, soñando despiertos.  Estábamos ahí en Chapultepec de noche, con una cena sencilla pero sabrosa y un brindis para celebrar la vida.  Hubiera sido genial poder ver las estrellas, pero eso casi nunca sucede en esta ciudad y menos en un día nublado.

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Picnic Nocturno Jardín Botánico Chapultepec

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Picnic Nocturno Jardín Botánico Chapultepec

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Picnic Nocturno Jardín Botánico Chapultepec

 

Todo parecía perfecto.  En algún momento empezaría la música en vivo.  Había muchas nubes pero no perdía la esperanza de ver la luna… Y de pronto, la lluvia se llevó el encanto.  Al principio era ligera, pero fue arreciando hasta convertirse en aguacero. Nos cubrimos con el petate y esperamos.  La calma no llegaba, cada vez más agua caía del cielo. Dejar el petate fue un acto de valor, pues eso implicaba caminar varios minutos sin poder cubrirnos.   El coche estaba en el estacionamiento del Museo de Antropología que ese día, debido al picnic nocturno, permaneció abierto las 24 horas del día.  Nos empapamos. Por si fuera poco, un coche pasó a toda velocidad y nos salpicó. No pudimos evitar reírnos. Ambos traíamos jeans y vaya qué pesan cuando están mojados.

A pesar de que nos hubiera gustado que la velada durara más, con todo y lluvia nos divertimos mucho.

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Lluvia Picnic Nocturno Jardín Botánico Chapultepec

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Lluvia Picnic Nocturno Jardín Botánico Chapultepec

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Lluvia. El petate como único refugio. Picnic Nocturno Jardín Botánico Chapultepec

Hay tantos eventos gratuitos que valen la pena en esta ciudad, sólo hay que estar al pendiente de ellos.

Sé que sería imposible hacer un picnic nocturno una vez al mes, pero tengo la certeza de que repetiré esta experiencia las veces que me sea posible. Eso sí, la próxima vez llevaré más comida y confío en que no caiga un aguacero. Me encantaría poder escuchar la música en vivo.

 

 

Playmohistoria en el Caracol.

•junio 14, 2017 • Deja un comentario

Era muy divertido jugar con Playmobil. A mis hermanos, primos y a mí nos encantaba jugar con ellos. Lo primero que había que hacer era seguir las instrucciones para poder armar los juguetes ya fuera el barco pirata, el circo, la nave. Armar los objetos era parte de la diversión.  Los muñecos eran muy sencillos pero con ellos era posible crear un universo infinito de juegos.  Su vestimenta variaba según el escenario al que pertenecieran, aunque la cara era prácticamente la misma. El barco pirata era de mis favoritos, aunque también me gustaba jugar al hospital con los doctores y enfermeras.

Ya casi me había olvidado de Playmobil, hasta ahora, cuando me enteré que están en el Museo del Caracol en Chapultepec.  Me llamó la atención que uno de mis juguetes favoritos de la infancia fuera parte de una exposición de historia en un museo.  Me dio mucha curiosidad y desde ese momento supe que tenía que ir.  Me hizo muy feliz que mis adolescentes quisieran acompañarme y escogimos el viernes para ir al Caracol.

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Playmohistoria en el Museo del Caracol

La exposición se inauguró el   27 de mayo de este año y estará abierta hasta el 15 de agosto en el Museo del Caracol en Chapultepec. La entrada cuesta 70 pesos pero con credencial de maestro o estudiante vigente es gratuita. Los domingos la entrada es libre para todos. El horario en el que es posible visitar el museo es de las 9:00 a las 16:00 hrs.

Nosotras nos fuimos en metro, nos bajamos en la estación Chapultepec (línea 1) y tomamos la salida que decía «Castillo de Chapultepec».  El Museo del Caracol está muy cerca del Castillo y el camino para llegar es el mismo.

Me encanta el camino hacia al Castillo.  Ya se me había olvidado qué bien se siente estar ahí.  Además, fuimos a una hora en la que no había mucha gente. Pudimos pasear tranquilamente.

Vimos el Altar a la Patria, monumento que honra la memoria de los Niños Héroes. En este monumento, obra del escultor Ernesto Tamariz y del Arquitecto Enrique Aragón, se encuentran los restos de los seis cadetes militares que defendieron al Antiguo Colegio Militar y también los del General Felipe Santiago Xicoténcatl.

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Altar a la Patria, Chapultepec

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Altar a la Patria Chapultepec

Un poco más adelante el majestuoso Castillo de Chapultepec ya podía verse.

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Castillo de Chapultepec

Estábamos rodeadas de árboles y varias veces nos detuvimos para disfrutar la vista panorámica del bosque y absorber su aire siempre fresco.

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Camino hacia el Museo del Caracol

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Camino hacia el Museo del Caracol

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Camino hacia el Museo del Caracol

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Camino hacia el Museo del Caracol

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Camino hacia el Museo del Caracol

Antes por ese camino pasaba un trenecito que llevaba a las personas al Castillo. Tengo entendido que ya no existe ahora. ¡Es una lástima! ¡Me encantaba ese paseo en tren!

Llegamos al Museo del Caracol. La última vez que lo visité era una adolescente y no recordaba casi nada. Se le llama Museo del Caracol porque tiene forma de caracol marino.  En este museo podemos conocer la historia de México desde la Lucha de Independencia hasta la Revolución Mexicana.  Lo que me gustó mucho fue que nos muestra los eventos históricos a través de maquetas y pinturas de excelente calidad.

Nuestra idea era irnos directamente a la sala de Playmohistoria (la última sala) pero no pudimos evitar detenernos en cada sala, admirar las maquetas y recordar los momentos importantes de esa época en nuestro país. Entonces caminamos por la Independencia de México, por las tertulias literarias en la casa del corregidor Miguel Domínguez en las cuales comenzó a gestarse el plan de independencia para Nueva España.

Más adelante nos encontramos con el Imperio: la llegada de Maximiliano y Carlota a México. No pude evitar tener presentes las imágenes del excelente libro de Fernando del Paso: Noticias del Imperio.  Me pareció sobrecogedora la escena del fusilamiento de Maximiliano. Los rifles se ven enormes y sentí escalofríos.

Pasamos por la República, la Invasión Norteamericana, la Reforma y la República Restaurada. El recorrido termina con el Porfiriato y la Revolución.  La exposición permanente del museo nos gustó mucho a las tres.

Al final se exhibe la Playmohistoria, donde hay seis maquetas hechas con Playmobil que recrean diferentes momentos históricos.

La primera maqueta que vi fue la de la Plaza Mayor de México, mejor conocida como el Zócalo de la Ciudad de México. Es la recreación de una mañana calurosa de 1767 en el mercado del Baratillo. En esta época México todavía era una colonia de España.  Podemos ver los diferentes grupos sociales de ese entonces: indígenas, españoles, criollos, etc.  La maqueta es una belleza.

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Plaza Mayor de México Playmobil Museo del Caracol

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Plaza Mayor de México Playmobil Museo del Caracol

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Plaza Mayor de México Playmobil Museo del Caracol

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Plaza Mayor de México Playmobil Museo del Caracol

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Plaza Mayor de México Playmobil Museo del Caracol

La siguiente era sobre la civilización del Antiguo Egipto. Además de la Gran Pirámide y de la Esfinge, podemos ver a los faraones, a los guerreros. También hay palmeras y dromedarios. Se percibe bien la sensación de calor extremo del desierto.

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Civilización del Antiguo Egipto Playmobil Museo del Caracol

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Civilización del Antiguo Egipto Playmobil Museo del Caracol

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Civilización del Antiguo Egipto Playmobil Museo del Caracol

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Civilización del Antiguo Egipto Playmobil Museo del Caracol

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Civilización del Antiguo Egipto Playmobil Museo del Caracol

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Civilización del Antiguo Egipto Playmobil Museo del Caracol

No deja de impresionarme todo lo que se puede expresar con los juguetes Playmobil. Esta vez no se trataba de un juego, sino de mostrar la historia de manera divertida. Creo que es una buena idea para atraer la atención de quienes consideran que la historia es aburrida.

La tercera maqueta fue la de los míticos y bárbaros vikingos de Escandinavia. Estos temidos guerreros que me hacen pensar en el poderoso Thor, dios del trueno. Además de ser grandes navegantes, también se dedicaban a la agricultura y ganadería. En esta recreación podemos darnos una idea de cómo vivían. Los vemos construyendo barcos, preparando la comida, y, por supuesto, también navegando.

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Vikingos Playmobil Museo del Caracol

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Vikingos Playmobil Museo del Caracol

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Vikingos Playmobil Museo del Caracol

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Vikingos Playmobil Museo del Caracol

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Vikingos Playmobil Museo del Caracol

Hablando de barcos, la siguiente maqueta se llama Piratería en la Nueva España. Aunque es un poco más sencilla que las otras, ésta me gustó mucho pues es una recreación de los piratas que llegaron a Campeche, la ciudad amurallada que visité hace algunos meses y a la cual llegó mi antepasado pirata.

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Piratas en la Nueva España Playmobil Museo del Caracol

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Piratas en la Nueva España Playmobil Museo del Caracol

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Piratas en la Nueva España Playmobil Museo del Caracol

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Piratas en la Nueva España Playmobil Museo del Caracol

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Piratas en la Nueva España Playmobil Museo del Caracoll

Después viene  la maqueta del  Puente de Metlac.  Cuando se creo la primera línea de ferrocarriles en México, se construyó el puente de Metlac para hacer posible la comunicación entre la Ciudad de México y el Puerto de Veracruz.  Con los ferrocarriles se volvió más barato transportar las mercancías.  Este puente llamaba la atención por su exuberante vegetación.

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Puente de Metlac Playmobil Museo del Caracol

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Puente de Metlac Playmobil Museo del Caracol

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Puente de Metlac Playmobil Museo del Caracol

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Puente de Metlac Playmobil Museo del Caracol

Por último, en el centro de la sala, hay un Árbol de la Vida, la mejor maqueta de todas. Mide como 80 centímetros y muestra la historia de México desde Tenochtitlán hasta la Constitución de 1917.  En ella encontré a Miguel Hidalgo, a Maximiliano y Carlota, a Porfirio Díaz.  En la cima se encuentra el águila devorando a una serpiente. ¡Una gran parte de la historia de nuestro país plasmada en un Árbol de la Vida! ¡Me encantó! Como no había mucha gente pude admirarlo sin prisa para no perderme ningún detalle.

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Árbol de la Vida Playmobil Museo del Caracol

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Árbol de la Vida Playmobil Museo del Caracol

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Árbol de la Vida Playmobil Museo del Caracol

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Árbol de la Vida Playmobil Museo del Caracol

Antes de salir del Museo, hay dos muñecos Playmobil gigantes. No podía faltar mi foto con ellos. ¡Cómo gozamos esa visita!

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Playmohistoria Playmobil Museo del Caracol

Una vez más disfrutamos el paisaje alrededor en el camino de regreso. Antes de salir de Chapultepec nos encontramos a muchas ardillas en una de las bancas del parque. ¡Amo la naturaleza!

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Chapultepec Saliendo del Museo del Caracol

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Chapultepec Saliendo del Museo del Caracol

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Chapultepec Saliendo del Museo del Caracol

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Chapultepec Saliendo del Museo del Caracol

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Chapultepec Saliendo del Museo del Caracol

Visitar el Museo del Caracol fue una excelente idea. Ahora queda pendiente una visita al Castillo, espero que sea pronto.

 

 

 

Volver a Correr

•junio 2, 2017 • Deja un comentario

En dos semanas participaré en el Medio Maratón del Día del Padre, mi primera carrera de este año (2017), la primera desde que me lesioné…

Luego de un prolongado reposo, en diciembre llegó el momento de rehabilitarme.  Mi entrenador (y también gran amigo) me dijo que comenzaríamos desde cero y que íbamos a avanzar muy lento, que necesitaba ser paciente (enorme reto para alguien tan hiperactiva como yo).  Prometí ser obediente, seguir las instrucciones al pie de la letra sin acelerarme.

Mientras mis amigos corrían, yo hacía ejercicios de piso para fortalecer mi espalda y extremidades, también nadaba despacio o caminaba en el agua.  Casi no tenía masa muscular y me sentía débil.

Mi regreso fue un poco frustrante: mis movimientos todavía estaban un poco limitados y correr no era una opción.  Ser constante y disciplinada requirió de mucha fuerza de voluntad.

Poco a poco mi espalda y abdomen se fueron fortaleciendo. Empecé a hacer ejercicio con los aparatos en el gimnasio (con muy poco peso) para recuperar la masa muscular.  A menudo me preguntaba cuánto tiempo me faltaba para volver a la normalidad.  En los momentos de desesperación me visualizaba corriendo sin dolor y tenía claro que la única manera para lograrlo era siendo paciente y disciplinada.

La recuperación no fue un proceso sencillo pero en esos meses aprendí a comunicarme con mi cuerpo, a no excederme. Uno de los errores que cometí antes de lesionarme fue no saber cuándo parar. Es difícil detenernos cuando estamos cargados de adrenalina y nos damos cuenta de nuestra capacidad para cumplir nuestros objetivos; sin embargo, a veces es necesario hacer una pausa para recuperarnos, para cargar las pilas, para llegar a donde queremos.  Aprendí también a escoger mis batallas: es imposible participar en todas con éxito.

No pude correr por casi seis meses y cuando empecé sólo debía trotar muy despacio. Tuve que modificar mi pisada.  Me costó un poco de trabajo lograrlo pero ahora ya puedo correr sin dolor. Ni siquiera las corvas me lastiman cuando hago fondos.

Poder trotar fue mi primer éxito.  A partir de ese momento mi entrenamiento ha sido cada vez más intenso.  Todavía necesito que mi espalda y abdomen estén más fuertes. Nunca me han gustado las pesas pero confieso que en esos días y ahora han hecho posible que cada día esté más cerca de la meta.

En este periodo para recuperarme he podido conocer mejor a mi cuerpo y ahora lo escucho antes de tomar cualquier decisión. Hoy tengo más claros cuales límites sí puedo romper y cuáles no.  Mi primer objetivo no era volver a participar en una carrera sino correr sin dolor.

No me gustaba trotar porque me sentía una tortuga. Mi entrenador se sorprendió cuando le dije eso. No supe qué responderle cuando me preguntó porqué me pasaba eso. Entonces mencionó que tal vez alguien me llamó así en el pasado y que ya era momento de superarlo.  Tenía razón.  Me acordé de sus palabras cuando se me aparecieron algunos recuerdos borrosos y los dejé ir.  Unos días después logré lo impensable: trotar por mucho tiempo sin desesperarme o presionarme. No sólo eso: también pude disfrutarlo.

Cuando menos lo esperé, por fin, empecé a correr.  La primera vez que pude hacerlo, sentí unas enormes ganas de llorar, llorar de alivio, de felicidad y de agradecimiento.

Regresar a los Viveros me rejuveneció.  Al sentir el viento en mi cuerpo, se liberaron mis pensamientos y por primera vez en muchos años pude escuchar con claridad la voz de los personajes de la novela que debo escribir.  Corrí con la certeza de que estaría bien y así fue. ¡Así fue!

Ya  puedo trotar y correr distancias cada vez más grandes. El día que llegué a los 14 kilómetros sin molestias ni dolor en las corvas me sentí la reina del mundo.  En esa misma semana mi entrenador me dijo que, aunque no iba a hacer mi mejor tiempo, sí podría participar en el Medio Maratón del Día del Padre.  ¡Sí puedo! ¡Sí! ¡Y vaya que estoy lista para hacerlo!

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Viveros, Coyoacán Ciudad de México

Hoy, como parte de mi entrenamiento, me tocó correr 10 kilómetros. Los primeros cinco a una velocidad cómoda para mí y los cinco restantes a una velocidad más intensa, que me costara trabajo.  Me quedé sin aliento, felizmente agotada, llena de sudor y sonriendo. ¡Cómo me hacía falta correr así! ¡Necesitaba la velocidad en mi cuerpo! Lo más extraordinario fue no haber sentido ningún tipo de dolor; en cambio, me inundó una enorme sensación de bienestar. Estoy fuerte, sana y lista para lo que viene.

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Lista para el medio maratón. 🙂

Este año sí cumpliré mi meta de correr un maratón, el primero. Mi cuerpo es mi aliado y nunca más volveré a ignorarlo.

Ahora corro sin dolor, con firmeza y tengo fe en mí.  Corro sin miedo, con amor y dispuesta a llegar lo más lejos posible. Escogeré mis batallas y disfrutaré cada una de ellas.

Me siento muy feliz hoy. Estoy sana y fuerte. No me rindo ni me rendiré.  Avanzo un paso a la vez siempre visualizándome en la meta.

Terrorismo y violencia. Dolor por la humanidad. ¿Es la ignorancia felicidad?

•mayo 25, 2017 • Deja un comentario

Estoy sola, sólo la música me acompaña en esta tarde tranquila. Me tomo un té de frutos rojos para enfrentarme a mis palabras.  

Me desperté sintiéndome feliz pero después me atacó este dolor profundo ya tan conocido que viene siempre acompañado de una empatía colmada de  impotencia. Una vez más me agobian las preguntas sin respuesta con respecto  a lo que sucede en mi país y en el resto del mundo: los narcos,  las bombas del terrorismo, las guerras, la violencia y sus vestidos tan diversos pero siempre con el mismo resultado: dañar a personas inocentes.

Alguna vez, para sobrevivir a este dolor -al cual le puse el nombre  de dolor por la humanidad-, busqué evadirme de las noticias, cobijarme en la frase la ignorancia es felicidad. Era una adolescente entonces y las  noticias de la Guerra del Golfo en 1991 (si mal no recuerdo fue la primera guerra televisada) me dejaron desolada.  Sin embargo,  ¿la ignorancia da felicidad? ¿De verdad me gustaría vivir encerrada en una burbuja rosa que me impidiera enterarme de lo que sucediera a mi alrededor? ¿Me sentiría bien siendo indiferente al sufrimiento y a las necesidades de los demás?   Ignorar las cosas no me permitiría tener conciencia ni tampoco empatía. Quizá la ignorancia podría protegerme de alguna cosas pero eso me debilitaría y, además, no me haría feliz.  No, la ignorancia no da felicidad, aunque a veces lo parezca.

Desde que tengo memoria llevo en mí el dolor por la humanidad y ese fue el motivo de las grandes depresiones de mi adolescencia y de mis veintes; algunas veces sigue siendo el motivo de mis mayores crisis existenciales.

A pesar de tanta oscuridad, la vida es un regalo que atesoro y agradezco.  No aspiro a entender la crueldad que hay en el mundo y tampoco está en mis manos detenerla. Sé que no está bien deprimirme o llenarme de angustia por lo que sucede en el mundo, y todavía me cuesta trabajo entender que no debo de sentirme culpable por las bendiciones que tengo en la vida.

No sé qué hacer con las noticias que últimamente invaden las redes sociales sobre la violencia de los narcos en México, las explosiones en Manchester, Marawi, Bangkok, Jakarta,  la situación en Siria y la lista de tragedias no se acaba. Tantas muertes de inocentes, tantos heridos, tanta pobreza. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué? Las razones, motivos, para mí, siempre carecen de sentido.  No explican nada ni mucho menos justifican lo que sucede (como si fuera posible justificarlo).  No sé cómo disolver este nudo en mi pecho, esta desesperación, esta impotencia.

La mayor parte del tiempo no tengo idea de cómo abordar este tema. No puedo ser indiferente pero tampoco puedo sumergirme en esta oscuridad en la que navego justo ahora. Vuelven los dilemas de mi adolescencia: ¿Cómo ser feliz mientras tantas personas sufren así? ¿Cómo sonreír cuándo el mundo parece un lugar tan violento?  ¿Cómo aceptar (si se le puede decir así) que estas cosas sucedan?

¡Cómo quisiera tener superpoderes y salvar al mundo como en las películas de superhéroes! Aunque, siendo realistas, ni Supermán, Batmán o Hulk, podrían salvarnos de nosotros mismos.

  ¿Qué hacer con la impotencia, el dolor, las tragedias?

Creo que ni siquiera frente al espejo jamás sabré cómo abordar este tema.  Rara vez hablo de él en mis redes sociales. No soy indiferente, sólo no deseo intensificar el dolor que ya muchos sentimos. Tampoco deseo emitir juicios, creo que esos sobran ahora.  No quiero ser parte de la oscuridad que desmorona al mundo.

Muchas personas me han dicho que la vida es para ser felices, para eso estamos aquí. Estoy convencida de que eso es cierto y hoy es uno de esos días en los que necesito creerlo.   Me niego a vivir con miedo, con resentimiento, ira, rencor, deseo de venganza. Me niego también a emitir juicios o condenas.  La única manera de lograr marcar una diferencia es con mi actitud ante la vida y, sobre todo, ante los demás.  Me niego a actuar con indiferencia.  He de ayudar en medida de mis posibilidades.  En lugar de que el dolor me consuma y la oscuridad me devore, puedo regalar una sonrisa, tratar a los demás con amabilidad, saludar a quien se cruce en mi camino, ser más empática y juzgar menos, perdonar siempre: amar más.

¿Cambiaré al mundo? Eso nunca pues eso depende de cada uno de nosotros y somos muchos. Lo que sí puedo hacer es cambiar mi mundo y compartir mi luz con quien quiera recibirla.

¿Qué he hecho en otras ocasiones cuando me encuentro con noticias tan oscuras? Me aferro a la luz de las personas que siempre encuentran una razón para vivir, que nunca pierden la esperanza ni tampoco se rinden. Esas personas me contagian sus ganas de vivir y me enseñan a creer que todo es posible si uno actúa con amor a sí mismo y al prójimo, con profundo respeto a los seres vivos y a la naturaleza.

Creo en el poder de la oración, de la energía positiva de los pensamientos, del amor. Por eso pido por el mundo, por esta humanidad tan herida.  Nos necesitamos unos a otros para poder sanarla.  El amor al prójimo puede marcar la diferencia y ayudarnos a construir un lugar de paz.

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Hermoso el cielo de hoy.

En las mañanas, al despertar,  agradezco tener un día más en el paraíso, al lado de mi familia, compartiendo risas, sueños y abrazos.  Un día más para disfrutar las travesuras de mis sobrinos, para celebrar los cumpleaños, para correr y llenarme de viento, para mirar el cielo y percibir el aroma de mis cempasúchiles que ya están floreciendo.  Ojalá todos los seres humanos tuviéramos la oportunidad y la libertad para hacer eso.  Ojalá llegue el día en que eso sea posible. Ojalá.

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Cempasúchiles