Cartas para Nadie escritas en la normalidad después de la pandemia. Cuadragésimo quinta carta.

•junio 4, 2023 • Deja un comentario

4 de Junio de 2023

¡Hola! ¿Cómo estás? Yo espero a la lluvia mientras el calor me empapa. Todavía sigo lastimada por los malos pasos que he dado: mi espalda está de latosa. De nuevo voy a fisioterapia una vez a la semana.  ¿Podré correr antes de mi cumpleaños?

El viernes fui a nadar. No puedo ir rápido pero estar en la alberca me da felicidad. Cuando mi cuerpo se mueve con la caricia del agua, todo está bien.  ¡Todo está bien! 

Sabes, Nadie, sigo sin ser muy sociable.  Además, la mayoría de mis amigos cercanos viven lejos: visitarlos implica comprar un boleto de avión para Arizona, Londres, Pittsburgh, Alemania, Madrid, Italia.    La tristeza me besa. La distancia es el báratro que duerme conmigo en estas noches.  ¿Y si la vida…?

No volví a ver a mi querido Herwig. No pude acompañarlo mientras agonizaba ni pedirle que no se sometiera a un tratamiento tan agresivo. Estaba decidido a vencer el cáncer y venir a México.  Hoy desperté con su ausencia y con la angustia de nuestra efimeridad.  Vivo confiando en un mañana, pero no siempre va a existir.

Cuando regrese a Innsbruck, llevaré flores a su tumba, recorreré sola las calles por las que paseamos juntos y me disculparé por las veces que tardé en responder sus mensajes, por las videollamadas que no hice, por el tiempo perdido. Le agradeceré por quererme con mis silencios, mis complejidades, mis locuras, por tenerme paciencia: nunca recibí un reclamo de su parte.  Iré, pero Herwig no estará ahí. 

Me pesa mi incapacidad para tomar el teléfono, para escribir un mensaje, para socializar.  Cada día me digo: Hoy sí le hablo, l@ busco, voy  a verl@.  Nunca lo hago.

Hace más de un mes falleció mi maestro y amigo, luz en mis instantes más oscuros. No sólo creyó en mí, me motivó a seguir escribiendo poesía. Me dio lecciones de vida de las cuales sigo aprendiendo.  Quisiera contarte más de él pero no ahora, la culpa me persigue, me abruma.  ¡La maldita timidez me impidió buscarlo para tomarnos el café que teníamos pendiente!  En su último mensaje me prometió ir por ese café cuando se sintiera más fuerte.  Después vino la pandemia. Ese día, no llegó. No llegó. No llegó. ¡No llegó! ¡NO!

¿Cómo procesar este duelo? ¿Cómo hablar de esto sin ser la exagerada? «Es sólo un maestro, tenías años sin verlo…». Sin embargo, Nadie, sólo a ti te lo confieso, teníamos una conexión más allá de las palabras, de las llamadas, de las cosas terrenales.  ¿Crees que estoy loca? 

Es desolador ser tan asocial. Sigo confiando en el mañana para buscar a las personas que quiero, como si no fuéramos efímeros y existiera la certeza de que estaremos aquí siempre. ¿Cuántas veces ha de golpearme la noticia del fallecimiento de alguien para hacerme entender? ¿Cuánta culpa más he de cargar para dejar de posponer el convivir con los demás?

Una vez más la muerte me sumerge en los hubieras, la indiferencia, en las palabras no dichas, los abrazos no dados. Esta soy yo, Nadie, la solitaria que se esconde, se aísla, entra en pánico al momento de querer abrir el alma y después se condena por no haberlo hecho.

Lloro frente al escritorio mientras las perritas me acompañan, duermen a mi lado. Las plantas me consienten con sus flores, sobre todo las dalias. Acaba de brotar una cúrcuma, me pregunto si sobrevivirá esta vez.

Mis perritas
Mis flores y una cúrcuma

Encontrar mi voz también duele. Me estoy dando la oportunidad de renacer. Lo esencial es no volver a callarme. Sanar suele ser más duro que el malestar mismo, como cuando los antibióticos te hacen sentir diez veces peor que los parásitos en el cuerpo.  Un día a la vez, sin presión ni juicios. Un día a la vez, con amor y paciencia. Un día a la vez, querido Nadie.

Espero que tengas una bonita semana,

Carla

Cartas para Nadie escritas en la normalidad después de la pandemia. Cuadragésimo cuarta carta.

•mayo 27, 2023 • Deja un comentario

26 de mayo 2023

¡Hola! ¿Cómo estás? Yo tuve una sesión de fisioterapia esta tarde y quedé muy relajada.  Nadie, ¿te acuerdas de mi mal paso de la semana pasada? Pues sí me lastimé un poco la espalda.  Ayer no dormí pues me asustaba la posibilidad de volver al reposo, de reabrir el ciclo de dolor que apenas va cerrando.  Tengo un poco inflamado el músculo de la cuarta lumbar pero estoy bien. La piramidal y la sacroilíaca ya sanaron y Fer, la fisioterapeuta, se alegró mucho por eso. No vuelvo al reposo, sigo adelante con mi rutina en el gimnasio. ¡Esa fue una gran noticia para mí! Eso sí, estoy somnolienta, un poco adolorida, exhausta pero animada.

A pesar del sustito, no caí en desesperación ni perdí el ánimo y sólo fueron dos días los que falté al gimnasio. No sé porqué me resulta tan difícil cuidarme: soy un caos para hacerlo. Estoy aprendiendo a escuchar la voz de mi cuerpo, pero a veces se me van las cabras. Todavía no le doy la atención que necesita.  Lo obvio suele ser lo que menos tenemos presente. ¡Qué difícil es comprender que resistirme o negar una situación no me lleva a ningún lado! Esta vez meditar me ayudó a convivir con mi dolor. No puedo cambiar algo si no lo acepto primero, así de simple. Esta noche tengo paz física, mental y emocional. Quizá sueñe algo bonito al dormir.  ¿Tú crees que Morfeo sea amable conmigo esta vez?

Nadie, hace más de tres meses adoptamos a Ayla. Me sigue maravillando tenerla aquí con nosotros. Verla dormir tan tranquila, casi sonriendo, con la certeza de que ya está en casa, me enternece, le da sentido a tener cinco perros aquí en casa. Cada día confirmo que es la mejor locura que hemos hecho.  Por cierto, a ella le encanta estar en el balcón y jugar con Circe. Yo encuentro mi lugar feliz con mis perritas.

Ayla 🙂

Te mando un abrazo querido Nadie, gracias por acompañarme siempre.

Carla

Cartas para Nadie escritas en la normalidad después de la pandemia. Cuadragésimo tercera carta.

•mayo 21, 2023 • Deja un comentario

20 de mayo de 2023

¡Hola! ¿Cómo estás? Yo estoy contenta por la lluvia. Unas veces me envuelve en melancolía; otras, en frescura y esperanza, como esta tarde. También estoy muy agradecida, pues a pesar de un percance que tuve esta semana, estoy bien.

El jueves di un mal paso y me lastimé la espalda. Primero me asusté, luego me puse furiosa, después me deprimí. Frustrada me repetía: no puedo pasar por lo mismo de nuevo. Ya no tolero más reposo ni dolor. La vergüenza me dominaba. No sé cuántas veces me dije Estúpida. Lo siguiente que hice fue abrir mi cuaderno, poner mi cronómetro (15 minutos) y escribir sin pensar, ni tachar ni detenerme. Es un ejercicio de escritura automática (flow writing) que me sirve como terapia. Debería de hacerlo diario, pero entre traducciones, transcripciones y agotamiento casi no lo he hecho este mes.

Pues, Nadie, en este ejercicio de no despegar la pluma de la hoja, de no frenarme ni siquiera un segundo, escupo las palabras así como están en mi interior. Al principio salió mi yo reclamador, nombrándome la Reina de las tontas. Nada nuevo, me dirás tú y con razón. Sin embargo, sucedió algo inusitado. Mi ánimo cambió: no más insultos ni violencia contra mí misma. Me sorprendí escribiendo lo siguiente: Sólo quiero paz y amor en mi cuerpo, abrazarme. Enseguida empecé a pedirme perdón, por tantos años de negligencia (no cuidarme, no tratarme con cariño, agredirme la mayor parte del tiempo). La ventaja de este ejercicio es que me impide censurarme; me guste o no, las palabras salen sin pedir permiso. Entonces, Nadie, me descubrí pidiendo ayuda. ¿Lo puedes creer?

Mi mano avanzaba con firmeza y dejó esto en la hoja: Aquí estoy. Soy Carla. Por favor guíame. Tengo el corazón abierto. ¡Ayúdame a romper los patrones a los que me he aferrado por décadas! ¡Ayúdame a romper el ciclo de dolor! Ya no quiero tener miedo. Me pongo en las manos del amor. En otras circunstancias, habría roto la hoja, me habría desesperado, mi juez criticón se habría salido con la suya. Sin embargo, en este caso, el objetivo de la escritura automática es justo evitar eso. ¡Afortunadamente! En lugar de agredirme, me abracé. Acepté el dolor en mi espalda sin rebelarme. Después de casi seis meses de esta lesión, ¿qué he aprendido? ¿Seguiré cometiendo los mismos errores? ¡No! Si de algo me ha servido el reposo excesivo ha sido para repararme, para reconocer mis cualidades y aciertos, para dejar de centrarme en mis demonios. Por fin se derrumba el muro que me sofoca. ¡Me niego a volver a esa prisión de expectativas exageradas y juicios absurdos!

Respiré, Nadie. La mejor opción era relajar mi cuerpo. El estrés, la ansiedad, el terror sólo intensifican el malestar físico. Medité por un largo rato. Logré quedarme dormida. Sentí alivio como si me hubiera tomado un analgésico. La crisis pasó. Me quedé acostada el resto de la tarde, sin oponer resistencia. Ayer hice lo mismo. Además, me visualicé corriendo, sana, con el amanecer a mi lado, llena de viento. Tuve la certeza de que ese día llegará pronto. Dormí muy bien. Esta mañana me quedé en cama más tiempo. Medité hasta lograr un relajamiento muscular profundo. Me levanté sin dificultad para moverme. Ya casi estoy volviendo a la normalidad. Por cierto, mi cuello no sufrió daño alguno esta vez.

Sabes, no soy ni he sido nunca la Reina de las tontas. Por fin mi corazón deja de creerlo. No he sido buena conmigo en el pasado, pero ahora soy capaz de cambiar eso. Creo que, en general, en la sociedad no nos enseñan a ser amables con nosotros mismos, a amarnos, a perdonarnos. Lo mismo sucede con la religión, al menos la católica: somos pecadores siempre sin importar cuanto nos esforcemos en ser mejores. ¡Es tan difícil poder darnos una oportunidad, aceptarnos cómo somos! Al menos, querido Nadie, lo ha sido para mí. La mayor parte de mi vida no me he sentido a la altura de nada, incapaz de cumplir cualquier expectativa (sobre todo las mías). Ahora eso no importa. No me pienso juzgar ni censurar más. Por fin tengo la llave para salir de esta cárcel y deshacerme del muro. La anhelada libertad me espera…

En mis ojos se anuncia una tormenta. Confío en que llegue pronto: es momento de lavar tanta negrura.

En otras noticias, el año pasado compré una dalia roja en la Feria de las Flores. No sobrevivió al invierno pero mantuve la ilusión de verla renacer este año. ¡No me equivoqué! Volvió más robusta y grande. Justo este jueves se abrió la primera flor. ¡Tienes que verla! ¡Es mi favorita! ¡Brillo, brillo con ella!

Mi dalia

Querido Nadie, sería la noche perfecta si después de la lluvia cantaran mis grillos. Todavía no llegan a esta casa. Los extraño.

Hasta la próxima semana,

Un abrazo,

Carla

Cartas para Nadie escritas en la normalidad después de la pandemia. Cuadragésimo segunda carta.

•mayo 14, 2023 • Deja un comentario

13 de mayo 2023

¡Hola! ¿Creíste que no te iba a escribir? Pues aquí estoy, contenta de poder dedicarte unas líneas. He estado trabajando en unas transcripciones y estoy exhausta, apenas puedo mantenerme despierta.

Muy despacio mi espalda vuelve a la normalidad. Todavía tengo dolor en el cuello pero ya puedo hacer varias cosas. Tengo una nueva rutina que incluye trabajo en tren inferior. ¡Por fin mis piernas dejarán de ser de gelatina! Lo mejor, Nadie: Estoy haciendo cardio en una especie de elíptica donde practico mi zancada. ¡Es un gran avance! ¡Pronto voy a correr! ¡Vamos adelante, Nadie! No es mi mejor foto, pero te la comparto para que veas mi cara de felicidad al terminar mi entrenamiento de hoy.

Feliz después de entrenar.

Las flores del balcón y algunas del patio están cada día más esplendentes. La caricia de la lluvia las inspira. Nunca había tenido tantos jazmines ni geranios. Las caléndulas siguen reproduciéndose, las nuevas ya tienen botones. La fresa superó la crisis y duplicó su tamaño. Los frutos de la zarzamora están madurando. En los momentos de mayor ansiedad, pasar tiempo con ellas, disfrutar su compañía me devuelve la paz. En cuanto me sea posible, sembraré en las macetas vacías. ¡Es hora de volver a la naturaleza (al menos en medida de mis posibilidades)!

Mis plantitas 🙂

El miércoles 10 de mayo celebré el Día de las Madres con Rebeca, quien tuvo una idea genial: hacer un postre juntas. Hace tres semanas encontré una receta de mi tía abuela Alicia y me pareció el momento perfecto para hacerla. Era un mousse de chocolate con Grand Marnier. Derritiendo el chocolate y batiendo huevos, así pasamos la mañana juntas: el mejor regalo para mí.

Invitamos a mi mamá a comer. Disfrutamos una tarde llena de anécdotas, risas, un poco de vino y mucho dulce. Le encantó el mousse (a mí también). Mi mamá es un ejemplo de amor, generosidad y fuerza para mí. Agradezco cada día con ella, nuestras mañanas en el gym, nuestras comidas juntas, nuestras pequeñas celebraciones de vida en el día a día.

Mousse de chocolate

No te olvides, Nadie, de que la perfección no existe. Cuando estaba por terminar ese día, la noche tuvo un giro inesperado con la tremenda sacudida de un temblor de menos de 5 segundos. Fue de baja intensidad pero con epicentro en la Ciudad de México. Según entiendo, por eso se sintió tan fuerte. Me confunde que haya habido un epicentro aquí, es la primera vez (al menos para mí). Tuve la sensación de que la pared nos caía encima. Casi vomito. No hubo daños, sólo sustos y nosotros sin un bolillo para animarnos. Como bien sabes, después de los temblores, suele llegar la ansiedad. Fue una noche complicada pero estoy bien sólo demasiado cansada, lo suficiente para no poder abrirte mi corazón esta semana. Ya será la próxima.

Cuídate mucho,

Carla

Cartas para Nadie escritas en la normalidad después de la pandemia. Cuadragésimo primera carta.

•mayo 6, 2023 • 1 comentario

5 de mayo 2023

¡Hola! Estoy fascinada: temprano esta mañana cuando salía de casa para ir a nadar, me deslumbró un amanecer sublime como no imaginé encontrar uno en mi amada ciudad. Me detuve. Lo contemplé en éxtasis. Después lo fotografíe para ti. Quizá verlo también te alegre el día.

Amanecer en mi hermosa ciudad.

Estoy bastante mejor de la espalda. Puedo moverme con más agilidad. Ya tengo muy poco dolor, cada día disminuye. ¡Ya necesito correr! No te preocupes, no lo haré. Te prometo seguir siendo paciente.

Terminé la traducción de las películas. Este reto fue bueno para mi salud mental, además lo disfruté completo. Me quedé con ganas de traducir más. Ojalá pronto pueda volver a hacer algo así. Mantenerme tan ocupada me ayudó a no tener tanto espacio para los pensamientos negativos y miedos.

Tuve problemas de ansiedad aguda por un incidente que tuvimos hace casi dos semanas. No deseo hablar del tema. Sólo te diré lo siguiente: fue una situación donde además de recibir fuertes agresiones verbales por un periodo de tiempo prolongado (cerca de media hora), a mi amigo y a mí un señor nos amenazó de muerte por lo menos un par de veces . No tenía forma de irme corriendo o lo hubiera hecho. No pasó de la violencia verbal, pero fue muy traumático. Lo suficiente para paralizarme, volver a las noches de insomnio o pesadillas, dificultad para respirar, dolores de cabeza y abdominales, apatía, malestar general en el cuerpo y ningún entusiasmo para hacer nada. Salir a la calle no estaba en la lista de mis actividades preferidas: la persona en cuestión vive por la zona (no sé ni me interesa saber dónde, pero vivimos en la misma colonia). A la fecha la posibilidad de volverlo a ver me quita el aliento. Lo más aterrador de todo es la facilidad con la que nos amenazó con quitarnos la vida, como si fuera cualquier cosa. En fin, pensar en eso me sigue quitando el sueño. Te confieso, Nadie, que si no fuera por la traducción, seguiría en trance. Llegó en el momento justo, me ayudó a sanar. La crisis ya está pasando, por fin.

Ayer mi esposo y yo nos fuimos caminando a Coyoacán para visitar la Ferita Artesanal Apapacho a Mamá en el Museo Nacional de Culturas Populares en Av. Hidalgo . Hacía calor pero no tanto como otras veces, era soportable. Necesitaba pasear por el centro, tomar muchas fotos, relajarme. Era mediodía. ¡Coyoacán estaba casi vacío! ¡Qué maravilla! Un paseo bonito entre árboles y bugambilias, por el kiosko, la iglesia, la fuente de los Coyotes. Mi vida entera gira alrededor de este lugar: soy coyoacanense de nacimiento y de corazón. Por primera vez en quince días respiraba paz y libertad. Sonreí sin reservas.

Mi amado Coyoacán
Bugambilias en Coyoacán

Más a menudo de lo que quisiera, los demonios se hacen presentes, me intoxican con su noche. Cuando eso sucede, me olvido de la luz en mi vida, de la belleza de un cielo despejado, de los amaneceres y atardeceres, del canto de los grillos en las noches de lluvia, del nacimiento de una flor, del aroma del café, de caminar de la mano de mi esposo, de mis canas bañadas de sol. La caminata de ayer me ayudó a recordar. Me tatuaré esta lista en la mente para que me sacuda las ideas cuando la depresión se acerque.

Por cierto, la feria de artesanos vale la pena. Hay blusas, camisas, vestidos, bolsas que son una obra de arte. Puedes además tomar agua de cocoa o de arroz, comprar un girasol de chocolate para el día de la Madre, joyas de ámbar o productos naturales sin químicos como una pasta de dientes, un desodorante, aromaterapia. Si no te parece suficiente, además puedes platicar con los artesanos. Es probable que volvamos a visitarla este fin de semana.

Seguimos turisteando en el camino de regreso a casa. Pasamos por la casa donde Octavio Paz vivió en sus últimos años de vida. A pesar de estar tan cerca, nunca habíamos entrado y pues decidimos hacerlo. Ahora es la Fonoteca Nacional. Nadie, es obvio que se trata de una mansión; sin embargo, no esperaba ver un jardín tan inmenso. ¡Impresionante! Me imaginé ahí, sentada en una banca escribiendo mientras mis perras corrían felices. ¡Qué locura! ¡Míralo, Nadie! ¿Qué te parece? Me emocioné con las fotos. Por cierto me encontré una rosa esplendorosa en la entrada de la casa, me hizo sentir nostalgia por mis rosales. Tenía uno de flores rojo aterciopelado.

Casa Octavio Paz Fonoteca Nacional

Terminó nuestro recorrido en el Museo de la Acuarela. No me regañes, Nadie, pero en todos estos años, tampoco había entrado. Me enamoré del jardín, de la esquina de bugambilias, de los árboles, de las flores de mil colores. ¿Te imaginas tomarte un cafecito ahí? Eso quedó pendiente…

Caminamos cerca de dos horas. ¡Felicidad pura! Eso sí, llegué a casa con urgencia de acostarme para descansar la espalda. Me dolía un poco por el esfuerzo, pero no me arrepiento. Estoy bien, Nadie, estoy muy bien.

Jardín del Museo de la Acuarela

¿Qué crees? ¡Mis jazmines se están llenando de flores! ¡Eso nunca había sucedido! Han tenido alguna flor ocasional, pero vienen muchísimas, muchísimas. Hace unos meses estaba segura de que no sobrevivirían. Estuve a punto de quitarlos de la maceta pero no tuve el corazón para hacerlo. ¡Ahora el balcón se vestirá de blanco y su perfume entrará a la casa! Los geranios, las dalias y las caléndulas son cada vez más generosos. Muy contenta te cuento que ya pronto podré dedicarles más tiempo, quitar la mala hierba, trasplantar y podar mis plantas. Sólo necesito estar más fuerte. ¡Ya falta menos!

Mis flores 🙂

Espero te gusten las fotos. Te escribo la próxima semana.

Carla

Cartas para Nadie escritas en la normalidad después de la pandemia. Cuadragésima carta.

•abril 29, 2023 • Deja un comentario

28 de abril de 2023

¡Hola! Aquí estoy, Nadie, muy acalorada. Me vendría bien un poco de viento. Amanecí con un fuerte dolor abdominal. Me pasé la mañana en reposo. Voy mejor pero sigo somnolienta y débil. Con respecto a mi espalda, ayer tuve fisioterapia y ya estoy cerca del final, me vio muy bien Fabi, la terapeuta. Tengo más fuerza en mis brazos y mucho menos molestias. Ya voy volviendo a la normalidad. ¿Cuándo correré de nuevo?

En esta era de la nostalgia, estaba muy emocionada por ver Vaselina con Timbiriche en el teatro, sobre todo por ver a Benny Ibarra como Danny. Tenía casi 8 años cuando se presentó esa obra en el teatro. Mi prima y yo teníamos mucha ilusión de verla, ambas estábamos enamoradas de él y a ambas nos encantaba Timbiriche (nuestra infancia estuvo marcada por su música). Cuando por fin mi mamá nos iba a llevar, se agotaron los boletos. Nos quedamos con las ganas de ir. Casi 40 años después, regresa al teatro en julio. Querido Nadie, cuando me enteré me fui a las nubes. ¡Tendría la oportunidad de cumplir ese sueño de mi infancia! ¡Jamás lo imaginé! Le hablé a mi hermana y se puso feliz también, quedamos en ir juntas.

Hoy comenzó la preventa de los boletos. Pues, yo bien contenta, me metí a la página de Ticketmaster para ver los costos. Me tomó menos de un minuto decepcionarme. ¡Cuestan más de 5000 pesos! Es un abuso, es terrible, es el reflejo de la desagradable realidad en la que vivimos ahora. Como los conciertos y eventos musicales están de moda, los precios son excesivos. Lo peor de todo es que nos parece normal. Es tan «necesario» ir que uno paga el precio que sea. ¡No, Nadie! ¡No está bien! Es el colmo. La obra, a lo mucho, dura dos horas y media. Estoy harta de estos excesos pero mientras sigamos pagando, la situación sólo empeorará. Cuando menos lo imaginemos, también nos van a cobrar el aire que respiramos. No pienso a pagar eso: adiós a Vaselina. Mejor veré en DVD la versión con John Travolta y quizá hasta pueda ponerme a bailar.

Siguiendo con el tema de la nostalgia, ¿cómo crees que se llama el nuevo disco de Thalía? ¡Mixtape! Me enteré hace dos días, cuando vi el video donde lo anuncia y habla de los 80s, de las mezclas de música caseras y del mixtape con las canciones de su vida. Por lo visto, no soy la única con eso en la mente. ¿Cómo ves? Su disco son covers de rock en español de los 80s y principio de los 90s (del auge del rock en tu idioma). Lo escucho mientras te escribo y me alegra la tarde. Una ventaja de los servicios de streaming que no te mencioné la vez pasada es el tener acceso a los álbumes cuando se estrenan, antes había que esperar a poder comprarlo.

He tenido unos días complicados, colmados de ansiedad, de batallas con mis miedos, de noches intranquilas, agotamiento. Tuve la fortuna de que me buscara una amiga para ofrecerme trabajo: la estoy apoyando con la traducción (subtítulos) de dos películas. Soy traductora, pero sólo una vez hice algo parecido a esto y me está encantando hacerlo. Ya terminé una y me gustaría tener más retos como éste. Mantenerme ocupada y enfocada me ayuda mucho a bajar mis niveles de ansiedad. Me falta poco para terminar con este proyecto, entonces tendré más tiempo para contarte lo que me ha pasado. Ahora, necesito descansar, mi abdomen todavía está resentido.

Por cierto, Nadie, mis plantas van muy bien. Están contentas y recuperándose. La fresa sobrevivió, sus hojas están enormes. Las zarzamoras han crecido mucho. No te había dicho pero hace unos meses nacieron dos retoños y están muy sanos, fuertes. Hay muchas flores: de los geranios, de los chiles serranos, del pimiento y de la dalia también. Estoy muy emocionada y agradecida por eso. Casi no te tomado fotos esta últimamente, pero te comparto las que tengo. Ojalá te gusten.

Mis flores Abril 2023

Es todo por hoy, necesito descansar. Ya te platicaré más cosas la próxima semana.

Cuídate mucho,

Carla.

Cartas para Nadie escritas después del aislamiento y distanciamiento social por el coronavirus. Trigésimo novena carta.

•abril 22, 2023 • Deja un comentario

Miércoles 19 de abril 2023

¡Hola! ¿Cómo estás? Yo ya estoy mejor de la espalda. Cada día me duele un poco menos. Confío en pronto volver a correr pero, no te preocupes, no planeo acelerarme.

En mi última carta te hablé de mi viaje al pasado al releer mis diarios. Esta vez te contaré algo menos denso. Tengo nostalgia de aquellos tiempos cuando el internet no existía y las videollamadas nos parecían una locura de los Jetsons o Ricky Ricón (caricaturas de mi infancia en los 80s). Todo comenzó porque, el otro día, deseaba escuchar música. Como de costumbre, abrí mi Spotify y volví a quedarme mirando a la pantalla con la mente en blanco, sin tener la más remota idea de qué poner. En mi perfil guardo más de 100 playlists, muchas de ellas sin terminar. Si ya estoy muy desesperada, pongo The Cure y Depeche Mode o la de En Casa. At Home para la cual me la pasé agregando canciones (las favoritas, las significativas, las nuevas, sin importar género, idioma, ritmo) durante la parte más pesada del confinamiento por el COVID-19. Es una mezcla extrema que va desde Timbiriche hasta Nightwish. Sí, Nadie, no te rías, es en serio.

Tengo más de 100 playlists en Spotify…

En fin, ese día quería algo diferente y caí en la cuenta de que casi no sé los nombres de cantantes ni de las bandas de los últimos años. Hoy en día con el internet, las redes sociales y los servicios de streaming, tenemos acceso a los álbumes no sólo de los artistas reconocidos, de compañías discográficas (por ejemplo, Emi) sino también de quienes se están dando a conocer en Tik Tok, YouTube, Spotify. Antes era muy difícil sobresalir de manera independiente, quienes lo hacían tenían una audiencia muy pequeña. En esta época, cualquiera puede promoverse en las redes y si se hace viral, será reconocido no sólo en su país sino en el mundo entero. ¿Cómo aprenderme los nombres si hay alrededor de 300 géneros de música en la actualidad? Hay demasiadas bandas, grupos, cantantes. Todavía no sé si navegan o más bien naufragan en este universo virtual de los servicios de streaming y de las redes sociales. O quizá quien naufraga soy yo.

Nadie, el contenido de Spotify, YouTube y Prime ni siquiera nos pertenece. Podemos escucharlo; pagando una cantidad al mes, nos libramos de los anuncios además de tener la posibilidad de descargarlo en nuestros dispositivos para prescindir del Wi-Fi o los datos de Internet. La música se escurre como las gotas de agua en mis manos. Me parece casi imposible retenerla.

Cuando era niña no había internet, ni siquiera existían los CDs. Tendría alrededor de cuatro años cuando mi papá me regaló mi primer disco. En ese entonces, principios de los ochentas, los discos eran de vinilo a 33 1/2 revoluciones. Eran geniales por su gran tamaño, sus colores, sus portadas llamativas. Elegí Lucky Seven de Bob James. No, no fui una niña prodigio de gusto refinado. Sólo me enamoré de la enorme catarina en la portada. No tenía nada que ver con el jazz y todo que ver con la foto, así de simple.

Lucky Seven de Bob James. Mi primer disco.

Heredé la melomanía de mis padres. No recuerdo un momento sin música en nuestra casa, en el coche, en nuestra historia como familia. Mi papá pasaba horas en Zorba (la tienda de discos en Perisur antes de la llegada de Mix-Up). Siempre le ha gustado estar a la vanguardia, estar al pendiente de la lista de éxitos de la Billboard. Se tomaba su tiempo para decidir qué comprar. A mis hermanos y a mí nos encantaba acompañarlo porque nos daba al menos un disco. Lo único malo era esperarlo cuando ya habíamos escogido.

Mi papá era experto grabando sus mezclas en casettes (ahora conocidos como mixtapes). Yo seguía con admiración el proceso, era como un ritual. Me encantaba acompañarlo. Grabar sólo un casette le tomaba por lo menos una tarde completa. Primero pensaba en la selección de las canciones y en qué orden ponerlas pues no iba a juntar a Sadao Watanabe con Luis Miguel. Cuando ya lo tenía claro, hacía una lista en la cual también anotaba la duración de cada una. Medir el tiempo era esencial, si no corría el riesgo de dejar una canción a la mitad porque se acabó el espacio.

No sé si te acuerdes, Nadie, pero los casettes tenían dos lados que podían durar desde 30 hasta 60 minutos cada uno. El mejor era el de 45 minutos por lado. El de 30 era muy corto; la cinta del de 60 se tensaba demasiado y era más propensa a romperse. Mi papá me explicaba cada paso entusiasmado y me dejaba ayudarlo. Era un proceso complicado. Para hacer una playlist hoy basta con dar unos cuantos clics. Sin embargo, hacerla del vinilo al casette era una labor titánica. Primero ponías el vinilo en el tocadiscos, buscabas la canción ( el vinilo era redondo con rayitas, las más gruesas indicaban dónde terminaba una y empezaba la otra) y acomodabas la aguja ahí sin tocar al vinilo. Después presionabas el botón de rec en la casetera y en ese instante bajabas la aguja. Debía hacerse con mucha precisión. En cuanto terminara la canción, presionabas el botón de pausa. En los casettes de 90 minutos, cabían alrededor de 10 canciones por lado. Este proceso se repetía 20 veces o más si cometíamos algún error. Entonces regresabas la cinta y lo hacías de nuevo. Le ayudaba a mi papá presionando el botón de rec y/o el de pausa. Él se encargaba de manipular el tocadiscos, pesadilla que acabó cuando llegaron los CDs. ¡Cómo extraño esas tardes que no volverán!

Mixtapes. Casettes.

Siguiendo los pasos de mi papá a finales de los ochentas, empecé a hacer mis mixtapes. Escribía mi selección en una hoja de papel, incluyendo la duración pero a mí no me importaba tanto combinar el ritmo. Yo me preocupaba porque cupieran todas las canciones que necesitaba juntas en ese momento. Mis mezclas podían ir desde Simon & Garfunkel a Caló y hasta Sade. A mis amigas les gustaban. A menudo me pedían prestados mis casettes y me encantaba hacer unos para ellas. Regalar o recibir un mixtape era lo máximo. Significaba que le importabas a esa persona, que ella dedicó horas de su tiempo para compartirte su música favorita. Todavía conservo algunos de esos regalos, incluso los de quienes ya no son parte de mi vida.

Mixtapes que me regalaron.

Me alegré cuando los vinilos desaparecieron: era más sencillo manipular los CDs ( no volví a arruinar un disco por rayarlo con la aguja). Sin embargo, no pensé lo mismo de sus portadas. Las de los CDs son chicas, planas, son fotos digitalizadas sin chiste. Recuerdo perfectamente la del vinilo de Fresh Aire VI de Manheim Steamroller. Era verde brillante, con la luz me deslumbraba. Con mis dedos podía sentir los bordes de sus dibujos, delfines y columnas griegas. Pero eso no era todo, al abrirla, había un paraíso griego que me hizo soñar por primera vez con viajar a Europa.

Fresh Aire VI Mannheim Steamroller Portada del vinilo
Fresh Aire VI Mannheim Steamroller El interior de la portada

En fin, crecí con una colección de vinilos (todavía los tengo en casa de mis papás), CDs y casettes en mi haber. Era dueña de mis combinaciones locas, de la música que amaba. Podía tocarla, desde cierta perspectiva, poseerla. Con la llegada de las redes sociales, de la digitalización de prácticamente todo (hasta de las fotografías, ni siquiera sé cuándo fue la última vez que imprimí una), ya no me pertenece. Con tantos nuevos éxitos, todos a la distancia de un clic, mi memoria es como el teflón, se pierden cuando no estoy frente a la pantalla o monitor. Ante cualquier servicio de streaming me quedo pasmada sin saber qué escuchar o ver. Me agobia el exceso de información: un sinfín de nombres, de bibliotecas virtuales, de listas que no me expresan nada. Mis mezclas antes representaban una época en mi vida, un estado de ánimo, un momento específico. ¿Y ahora?

Mis mixtapes 🙂
Dibujé las portadas 🙂

El novio de mi hija Rebeca, le regaló a un Ipod. Cuando me lo mostró, no oculté mi desconcierto. ¿Por qué querría ella uno? Ella estaba en las nubes. Era justo lo que quería: volver a tener control de lo que escucha, tener un dispositivo sólo con la música escogida por ella y no con la que Spotify le impusiera. En su Ipod ella es la dueña. No sólo eso, había una sopresa mayor en ese regalo. Su novio incluyó una playlist para ella. Me parece que eso es lo más cercano a un mixtape en esta era de tecnología excesiva.

Sigo pensando en lo que dijo sobre tener control, imponer. No puedo ni contar cuantas veces dejo a Spotify elegir por mí. Lo acepto, suelen gustarme sus recomendaciones, pero, ¿qué pasó con mis tardes dedicadas a crear la mezcla perfecta? Lleno el vacío con un algoritmo que conoce mis gustos. Eso es más aterrador que las historias de fantasmas que a varias personas les quitan el sueño.

Ayer saqué del librero mis casettes (perdí varios en la última mudanza). Repliqué algunos en Spotify, en medida de lo posible. No es lo mismo pero funcionó bien. Quise bailar pero mi espalda todavía no lo permite. Me relajé. Lo sé, Nadie, los mixtapes se han marchado; sin embargo, puedo retomar el viejo método adaptándome a las circunstancias. A partir de ahora voy a establecer un límite para la duración de mis mezclas. Haré mi lista a la antigüita, designaré un cuaderno especial para eso. No descarto la posibilidad de volver a los cds en un futuro cercano.

Un día Spotify (o cualquier servicio de streaming) desaparecerá y mis cientos de playlists con él. Pero mis listas escritas permanecerán conmigo, podré volver a hacerlas.

Después de por lo menos una década, escucho Lunar Dance de Luis Pérez. ¡Ya me había olvidado de ella! ¡Qué delicia! Es parte del mixtape que grabé en 1999. ¿Sabes que título le puse? Maybe you won’t like it, can I help it? (Tal vez no te guste, pero, ¿puedo evitarlo?). ¿En qúe estaría pensando? En fin, la incluyo en esta carta junto con las otras que hice, por si tienes curiosidad de conocer mis combinaciones raras de aquellos tiempos.

Charlie’s Mix September 1991, Tears in my eyes January 2005, Charlie’s Mis Abril 1994

Te escribo sin falta la próxima semana,

Un abrazo,

Carla

Cartas para Nadie escritas después del aislamiento y distanciamiento social por el coronavirus. Trigésimo octava carta.

•abril 14, 2023 • Deja un comentario

14 de abril de 2023

¡Hola! Me he prometido darte lata una vez a la semana con el compromiso de permitir a mi pluma avanzar sin censura.

La primavera me acompaña, puedo sentirla en los jazmines del balcón cuando su fragancia llega a mis pulmones; en los geranios, las caléndulas y las dalias renacidas presumiendo sus botones; en las alegres fresas y zarzamoras cuyos frutos vienen en camino. Como voy mejorando de la espalda, ya pude quitarles la plaga y casi todas mis plantas se están poniendo hermosas. ¿Quieres verlas?

Nadie, querido Nadie, viajé un rato al pasado al leer mis diarios del 2001. Hallé cosas escalofriantes pero necesarias para reconciliarme con la Carla libre, amante de las palabras. Desde muy joven me convencí que era una roca contra la que todos se estrellan, pero en esa época, además, escribí: «soy la roca contra la que yo misma me estrello». Me faltó el aire. Más de dos décadas después a menudo siento lo mismo. Ni siquiera puedo contar el número de veces que me he cerrado puertas por creerme incapaz, por pánico, por no permitirme tener éxito. En los últimos meses esos son mis pensamientos más frecuentes: recuerdos de caídas, de fracasos, de desesperación. He estado sumergida en esta especie de parálisis emocional. Me he centrado en las tinieblas y olvidé la contraparte. Por ejemplo, después de meses de clases particulares, de ayudar a estudiar a mis amigos, de aclararles sus dudas para el examen, reprobé física y terminé en extraordinario (el único en los tres años de prepa). De la misma manera reprobé el filtro para poder hacer examen global en lugar de tesis, a pesar de haber tenido más de nueve de promedio en toda la carrera. Tengo en mi haber varias situaciones como ésa. Hace unos años entrené muy duro para hacer un gran tiempo en un medio maratón; en el kilómetro 7 me lesioné sin ni siquiera saber cómo. Como decía, no tomé en cuenta la otra cara de la moneda: en ningún caso me rendí. Pasé el extraordinario; a pesar de mi depresión, volví a hacer el filtro con éxito y me titulé. Me lesióne en el kilómetro 7, no obstante, llegué a la meta.

Durante una buena parte del año 2001, no me daban ganas ni de levantarme. Mi voz estaba desapareciendo pero luché: encontré un empleo, obtuve mi título. Es decir, a pesar de ser esa roca, a pesar de las innumerables veces que me he estrellado contra ella, de una u otra forma he logrado alcanzar mis objetivos -no importa cuánto haya tardado-. Decidí viajar a Europa en 2006: todo parecía estar en mi contra. Iba a ir en junio y en marzo todavía no podía comprar el boleto. Me visualicé, confié en mí, trabajé motivada. ¡Sí lo hice, Nadie! ¡Me fui ese verano! Con certeza te lo digo, fue uno de los mejores viajes de mi vida. Te cuento esto para tenerlo bien presente, para abandonar los No puedo, No soy, No tengo, No. Necesito ahuyentar las telarañas mentales que me impiden actuar, como pensar demasiado las cosas o convencerme de ser estúpida.

Volviendo al tema de mi última carta, escribir ha llegado a ser, varias veces, mi único desahogo verdadero. Si no lo hiciera, mi destino sería estar encerrada en un psiquiátrico o padecer una adicción severa al cigarro o al alcohol, cuando menos. Mis cuadernos me mantienen sana y fuerte (incluyendo mis cartas para ti). Son la compulsión que me libera de otras compulsiones. A pesar de mis complejos, de mis juicios excesivos, las palabras son y serán siempre mi salvación.

Aquí estoy, busco el agua donde pueda flotar a gusto, sin limitaciones ni pensamientos oscuros. He decidido romper los malos patrones y hábitos gracias a los cuales me he convertido en un fantasma mudo.

En el 2001 escribí lo siguiente: » Soy Carla. Tengo una luz muy poderosa. Estoy llena de amor y tengo mucho que dar». Ojalá no hubiera sido sólo un destello de lucidez en un pántano muy oscuro. Ojalá me lo hubiera creído en lugar de olvidarlo. Nunca es tarde: mientras tenga vida puedo cambiar. A partir de hoy llevaré esa frase en mi mente. Tarde o temprando llegará al corazón. No volveré a perderla. Nunca más.

En estos días se despide el dulce manto violeta de las calles de la ciudad. Sólo nos visita unas semanas al año con la llegada de la primavera. No recorrí las calles para admirarlo como cada año; sin embargo, había una esplendente jacaranda en el parque con mi mamá cuando la acompañé a pasear a su perrito. Me sentí bendecida al estar frente a ella. ¡Mírala, le tomé una foto para ti!

Jacaranda 🙂

Me da paz saberte cerca. Me siento feliz cuando tú quieres leerme.

Espera noticias mías la próxima semana, no te fallaré, querido Nadie.

Tengo una luz muy poderosa.

Carla

Cartas para Nadie escritas después del aislamiento y distanciamiento social por el coronavirus. Trigésimo séptima carta.

•abril 5, 2023 • Deja un comentario

3 de Abril de 2023

¡Hola! Mis ausencias se prolongan cada vez más. Te escribía una vez a la semana hace tres años, cuando comenzó la pandemia, ahora me tardo meses en hacerlo. Cuando el silencio pesa tanto, es difícil compartirlo.

Mi espalda me está enseñando a tener paciencia, a ponerle más atención a mi cuerpo, a recuperarme. Sin embargo, el dolor no se esfuma todavía. Llega en dosis más pequeñas pero no puedo correr ni pasear a mis perritas. Por semanas no pude pasar mucho tiempo sentada ni tampoco escribir.

Esta tarde, sentada frente a mi escritorio, te pregunto, ¿ por qué leer los devaneos de una persona como yo? Admiro tu tolerancia, mis cartas siempre tienen tu atención y no podría estar más agradecida.

Sabes, antes de llenarme de cuadernos, yo soñaba con ser pintora pero me resultaba imposible expresar con dibujos el universo en mi cabeza. Mis trazos eran torpes. Al parecer, no tenía habilidad para hacerlo. Me hice amiga de la pluma para sobrellevar mi frustración. Descubrí que con ella podía construir ese universo y millones más. Tenía el alma rebosante de música y confianza. Me enamoré de las palabras. Ellas me pertenecían. Por fin había encontrado algo mío, sólo mío. Era dueña de una libertad inagotable para cantar con la tinta, despreocupada y cursi, sin juzgar mis versos. Era como si tuviéramos un romance: ya no estaba sola. Mi mayor deseo era pasar mi tiempo con ellas (a dónde fuera llevaba mis cuadernos, plumas).

Fue en mis veintes cuando dejaron de ser música. La vergüenza me obligó a extirparme lo cursi (para mí, sinónimo de ridícula ). No las abandoné: sin ellas no hubiera sobrevivido al naufragio de mi autoestima. Unas décadas después, escribir se ha vuelto una lucha donde busco dejar de ser un lugar común, dejar de juzgarme. Es el escenario donde contengo la sangre de mis heridas todavía abiertas. Antes las palabras bailaban dentro de mí, me sentía orgullosa por tenerlas conmigo, siempre en la punta de la lengua, de los dedos, siempre listas para derramar mi voz por doquier. Ahora no puedo ni tocarlas, no me atrevo a llamarlas. La tinta de mi ser está seca. Mi pecho reprimido permanece inmóvil. Mi garganta grita nada. Habla nada. Suena a nada.¡A nada! Soy la Carla nada, en su mundo de nada, con el cuaderno de nada, en la nada.

Siento nostalgia de las tardes y madrugadas felices cuando llenaba de locuras mis cuadernos sin conocer el síndrome de la hoja en blanco. Mi yo adolescente estaría triste de encontrarse en un futuro sin poesía, donde ha sido devorada por su inclemente autocensura. ¿Cómo despego los pies de la tierra? ¿Cuándo dejé de usar mis alas? No lo sé, pero me duelen los omóplatos de tanto extrañarlas.

Nadie, no importa cuánto me torture: soy y he sido siempre estúpidamente cursi, soñadora y frágil. Me aterra perderme en el desbordado río de mi sensibilidad. Por eso, alguna vez, construí muros para protegerme. Sin darme cuenta me condené a la cárcel del silencio donde mi voz no existe. Nadie, estoy aprendiendo a reparar mi cuerpo pero no tengo idea de cómo salir de aquí. Quizá estas cartas me ayuden a construir una puerta, a generar un terremoto que derrumbe estas paredes. Por eso seguiré escribiéndote.

Cambiando de tema, tengo una buena noticia. ¿Te acuerdas de Ayla, mi perrita rescatada? La adoptamos nosotros. No estaba planeado, al principio fue muy estresante, pero no me arrepiento. Ella es feliz y se ha integrado bien a la manada. No entiendo cómo pasó, pero mis perritas están más tranquilas y más contentas con este cambio, inclusive Tommy busca pasar más tiempo con ellas. Por sí todavía lo dudabas, queda comprobado: soy la Loca de los perros.

Con respecto a la pandemia, en medida de lo posible las cosas vuelven a la normalidad. No extraño el cubrebocas ni un poquito, ya puedo respirar sin ansiedad. Me encanta poder ver las sonrisas de las personas, no tienes idea cuánta falta me hacía verlas.

Hasta pronto, querido Nadie. Te dejo una foto de Ayla y de la manada completa. Espero te contagien su alegría.

Ayla en su hogar, al fin.
Nuestra manada

Carla

Cartas para Nadie escritas después del aislamiento y distanciamiento social por el coronavirus. Trigésimo sexta carta.

•diciembre 6, 2022 • Deja un comentario

¡Hola! No has sabido de mí porque me quedé sin palabras. Poco después de mi última carta, me dio COVID. No fue grave pero tardé en recuperarme. Duró mucho tiempo el agotamiento y el dolor en las articulaciones. Mi mente se volvió todavía más dispersa que antes y se llenó de neblina. A la fecha y a menudo olvido palabras o me quedo a la mitad de una frase. Para paliar un poco mi angustia, canto mientras los nombres de las cosas o las ideas vuelven a mí, como lo hacía mi querido Herwig cuando no sabía cómo decir una palabra en inglés (su idioma materno era el alemán). Tampoco creas que me he sentido tan fuerte: mi organismo sigue decaído.

En septiembre, querido Nadie, cumplí 46 años. Fue una pequeña celebración pero me la pasé sonriendo, rodeada de amor y de sorpresas, cantando con personas muy queridas y con abrazos, muchos abrazos. Estoy cada día más cerca de los cincuenta sin saber cómo me siento con respecto a eso.

Lo que quiero contarte hoy tiene que ver con el viaje que hicimos a Playa Ventura en abril. Fuimos a celebrar nuestro aniversario de bodas Jea y yo. Es una playa en Guerrero bien tranquila, donde me fue posible convivir con la naturaleza y llenarme de atardeceres. Ahí ví una ballena, un delfín, aves de colores exóticos y cangrejos negros. Medité temprano celebrando la salida del sol, sentada en la arena y escuchando el grito de las olas.

Playa Ventura

Tuve la oportunidad de ayudar a liberar tortugas y todavía sigo pensando en esa experiencia, en lo que aprendí en ese momento. Primero debo decirte que son muy pocas las tortugas que sobreviven en el mar, en realidad son la gran minoría. Si mal no recuerdo, el guía nos dijo que sobreviven alrededor de cinco (o menos) de cada cien. Las tortugas llegan a la playa a desovar después se van y los huevos se quedan en la arena. Las tortugas despiertan a la vida solas: sin madre que las guie. Así, tan frágiles, se enfrentan al inmenso mar para ellas desconocido, a veces hostil y también violento.

Tortugas Playa Ventura

Me maravilló verlas dar sus primeros pasos en la arena. No todas reaccionaron igual, Nadie, eso fue, para mí, lo más impactante. Hubo algunas aceleradas, se deslizaban a toda velocidad, sin miedo, desesperadas por llegar, como si fueran invencibles. Parecían comerse el mundo a grandes bocados. No se tomaron ni un instante para sentir la arena o mirar a su alrededor. Nunca dudaron.

Hubo otras que iban despacio, concentradas pero disfrutando. Avanzaban con confianza y calma, pero también curiosas y decididas. Sabían a dónde ir y eran precavidas. Me daba la impresión que estaban contentas, atentas a su entorno, como si supieran que podrían o no sobrevivir pero eso no les quitaba el sueño. ¡Qué tranquilas estaban!¡Cuánta paz transmitián!

Hubo unas cuantas que no querían avanzar. Se quedaban muy quietas, asustadas. Avanzaban temblorosas, después se regresaban. El guía las empujaba un poquito, con cuidado, ellas se daban la vuelta dejando muy claro que no querían hacerlo. Cuando ya no les quedaba de otra algunas avanzaban renuentes, resignadas, temblando como si tuvieran consciencia de su fragilidad o supieran que el mar iba a devorarlas. Otras luchaban, se resistían una y otra vez hasta que sucedía lo inevitable: las olas se las llevaban sumergiéndolas para siempre.

¡Cómo quería que todas sobrevivieran! El corazón me dolía porque sabía que la mayoría no lo lograrían. Mientras las observaba esfumarse en el agua, me vino esta reflexión a la mente: el mar representa la vida; y las tortugas, la actitud que nosotros tenemos ante ella. Hay quienes viven a toda prisa, sin detenerse a disfrutar, como si los persiguieran. Hay quienes, envueltos en sus miedos e inseguridades, no se atreven a vivir. También hay quienes (y como ellos quiero ser) avanzan sin prisa, seguros de sí mismos, decididos, dándose tiempo para mirar a su alrededor y disfrutar.

¿Cómo logra un ser tan diminuto y recién nacido enfrentarse al mar solo y sin miedo? Aquí estoy yo, con mis casi 1.80 metros de altura, mi poderosa red de apoyo (ese amor que me acompaña siempre) pero envuelta en mis defectos, dudas, temores, atrapada en mi pequeñez e insignificancia. Me siento un lugar común cuando escribo, también cuando hablo. Salir de las sombras está siendo una batalla extenuante. Me siento culpable por no usar el cubrebocas (ya no es obligatorio hacerlo) pero me sofoco si lo uso. Tomé la decisión de estar sin él pero me percibo como una horrible paria contaminante en una sociedad demasiado juzgona. Además, he perdido varias plantas y la voluntad para cuidarlas. A pesar de eso, hay muchas flores resilientes que me alegran el día cada mañana.

Mis hermosos geranios
Caléndula

Alguna vez fui hiperactiva, soñadora, loca y hasta risueña. Hoy no logro salir de la monotonía, del agotamiento en mi cuerpo, de las dolencias que me han llenado de vergüenza e inutilidad. Me enoja no poder nadar porque me hace daño el agua de la alberca o correr porque me lastimé la espalda. Me enoja también sentirme tan cansada una buena parte del tiempo. Los pensamientos ansiosos me golpean, Nadie. Entonces, aquí estoy, conviviendo con mis defectos y lugares oscuros, con la melancolía de la navidad que se aproxima y que me recuerda a mi abuelita, a mi Granny.

Nadie, Nadie, Nadie, hace casi tres años empecé a escribirte otra vez para sanar y en estos meses he evitado hacerlo, me siento avergonzada por mis palabras o la falta de ellas, por mi enorme incapacidad para brillar. A veces creo que nunca seré como la luna llena.

Gracias por no abandonarme y tomarte unos minutos para leerme.

Carla

P.D. Espero que te gusten las fotos de Playa Ventura, de las tortugas y de mis flores.