39 y Contando

•septiembre 3, 2015 • Deja un comentario

Nací hace 39 años. Nací en la madrugada y desde entonces no me gusta dormir. Dice mi madre que a los dos o tres años le dije que la vida era demasiado corta para despediciarla durmiendo.  Supongo que desde esos tiempos (aunque yo no recuerde haber dicho eso) he estado llena de proyectos aunque no siempre he tenido la suficiente confianza en mí para  realizarlos.

Hoy me desperté feliz y con mucha energía.  Lo primero que hice al levantarme fue felicitarme. Quizá parezca algo obvio pero yo nunca lo había hecho.  Nunca se me había ocurrido felicitarme a mí misma y desearme lo mejor. Hacerlo me dio una increíble sensación de bienestar. Como si una luz se hubiera encendido en mi interior y me llenara de brillo.  Sé que suena un poco exagerado, pero he vivido 39 años y eso es suficiente para emocionarme.

Este año sí esperé la llegada de este día. Me alegra tener la oportunidad de agradecer otro año más de vida y de aprendizaje pues he tenido que recorrer un largo camino para desear crecer y, además, disfrutarlo.  En mi infancia, adolescencia y comienzos de la edad adulta me sucedía lo contrario: padecía lo que en inglés se llama «birthday blues» (algo así como una depresión precumpleañera) y esta especie de tristeza me afectaba desde agosto. No se que me sintiera vieja ni mucho menos pero no me gustaba crecer.  Mi cumpleaños me recordaba que había crecido.

Muchas de mis amigas morían por cumplir quince años, yo no. Yo lloré cuando el día llegó.  Debo admitir que muchos cumpleaños desperté llorando. Me rebelaba ante el hecho de crecer.  En aquellos tiempos celebraba mi cumpleaños para darme ánimos, para encontrar alivio en mis amigos y familia, además era una buena excusa para reunir a las personas cercanas a mí. Cuando cumplí 20 años hice todo lo posible para que mi cumpleaños pasara inadvertido. Ese año no hice reunión. Me fue difícil aceptar que ya había vivido dos décadas.  Ahora, mientras escribo, veo lo lejos que estoy de esos sentimientos: ya no soy esa persona. ¡Me sentía tan pesada cuando no iba ni a la mitad del camino!

Después de los 30 en lugar de reuniones comencé a hacer fiestas de lo que me viniera a la mente. Hice una fiesta hippie para mis 32 años. Tuve la casa llena de hippies y disfrutamos un concierto de música de los Beatles cortesía de The Nowhere Band (unos amigos que en ese entonces tocaban música de los Beatles).  Ese fue el primer cumpleaños que compartí con mi ahora marido. Teníamos poco tiempo de conocernos y apenas comenzábamos a salir. Mis ahora hijas eran dos pequeños y traviesos cupidos que me habían elegido como parte de su familia.

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Fiesta Hippie

Fiesta Hippie

Fiesta Hippie

Ese fue mi último cumpleaños del antes pues a partir del siguiente año mi perspectiva y mi manera de vivir mis cumpleaños cambiaría por completo.  Hasta  mis 32 años mis cumpleaños fueron un recordatorio no sólo de que había crecido sino también de las expectativas y metas que no había cumplido. Disfrutaba las yo al final del día, me quedaba con un sabor semiamargo en la boca. Me iba a dormir con la agridulce sinfonía de que otro año había pasado.

Recordar mi cumpleaños 33, el cumpleaños parteaguas, me trae sentimientos encontrados.  En ese entonces mi marido, mis niñas y yo ya vivíamos juntos. Un día antes de mi cumpleaños fue necesario hospitalizar a Rebeca y esa misma noche nos dieron el diagnóstico que nos confirmaron a la mañana siguiente:  tenía leucemia.  Mi cumpleaños fue un día de miedo profundo, de vivir en carne propia la vulnerabilidad de nuestra existencia, de despedirnos para siempre del mundo burbuja en el cual vivíamos. Pasé la mañana sola, afuera del hospital, caminando o sentada en una banca, tratando de que nadie me viera llorar. No no me dejaron pasar a ver a Rebeca porque no era su madre biológica. Yo cumplía años mientras su vida estaba en riesgo. No puedo describir lo que eso significó y todo lo que me vino a la mente en ese momento. Sólo sé que nunca más volví a sentirme mal por cumplir años, por tener la oportunidad de crecer.  Ese mismo día también hablamos con Inés para explicarle lo que pasaba con su hermana.  A pesar de todo, tuve la oportunidad de comer pastel: mi marido y mi cuñado me regalaron un pequeño en el Sanborns y en la noche estuve con mi mamá, mi hermana y Ness. Rebeca pudo llamarme por teléfono para felicitarme y escuchar su voz en el teléfono fue un gran regalo.

Ese sí fue  en verdad un agridulce cumpleaños. ¿Cómo describir ese dolor y ese miedo? Y a pesar de la oscuridad que parecía haber caído sobre nosotros, también hubo lecciones de vida, aprendizaje y regalos invaluables que el dinero nunca podría comprar. LLoré. Reí. Tuve muchísimo miedo. Agradecí. Sufrí pero también aprendí. Para cerrar este tema, sólo quiero escribir que hoy en día la vida de Rebeca es uno de los regalos más grandes que la vida me ha dado. Siempre daré gracias porque Rebeca haya sobrevivido. Dadas las circunstancias y la coincidencia de fechas, me resulta imposible no tener esto presente en un día como hoy.

A mis 33 recibí una gran lección. Aprendimos de esa lucha que comenzaba y que nos duró casi tres años a amarnos en las buenas pero también en las peores,  a valorar y agradecer cada segundo de vida.  Desapareció de mi vida el Birthday Blues y todas  esas absurdas ideas de no querer crecer.

El después de mis cumpleaños comienza con dar las gracias por un año más de vida. ¡Gracias! ¡Gracias por un año más de vida!   Siguieron las fiestas: un karaoke para mis 34  y una locura para mis 35: una fiesta de músicos. Los invitados tenían que disfrazarse del músico que quisieran. Siouxie and the Banshees, Boy George, Paulina Rubio, Janis Joplin, Chico Ché, Ashley Simpson, Cindy Lauper llegaron a mi casa. Yo me convertí en Robert Smith, el vocalista de The Cure y vaya qué lo disfruté. La última fiesta que organicé fue para mis 36 y fue una fiesta de estilo grunge y fachas. Ya estábamos más que acostumbrados a nuestra lucha, a nuestro estilo de vida y esos cumpleaños para mí fueron de agradecimiento, alegría y baile.

Mi disfraz de Robert Smith ;)

Mi disfraz de Robert Smith 😉

Cuando cumplí 37 años, Rebeca ya había alcanzado la salud y nuestra cotidianeidad había cambiado otra vez: no más hospitales, no más medicamentos  y de regreso a lo que podría llamarse la normalidad. Ese cumpleaños me desperté con la sensibilidad afilada y con lágrimas de alivio. Muchos tiempo detesté crecer y la mayor parte del tiempo me sentí lejos de mis expectativas, ese año vi en mí la esperanza y la ilusión de alguien que avanzaba hacia sus metas y que amaba la vida. Con ese ánimo fui al gimnasio  y al salir, estaban promocionando productos de maquillaje. Nunca me maquillo, pero acepté que me mostraran los productos. Me gustó hacer algo diferente pues simbolizaba el cambio que estaba viviendo. Ese fue un año de cambios y de arduo trabajo en mí misma. En lugar de organizar una fiesta preferí celebrar con mi familia. Tenía necesidad de pasar más tiempo con ella (tanto mi familia de nacimiento como la que yo escogí).

Al cumplir 38 además de agradecida, desperté emocionada por lo que vendría en el camino. Me sentía más ligera y joven, más dispuesta a hacer las cosas y mucho menos aprehensiva. Por fin me saqué para siempre de mi vida a la flaca fea y fortalecí mi confianza en mí misma. Me dediqué a cerrar ciclos para poder abrir nuevos. Trabajé en soltar mi pasado, en perdonar y dejar atrás todo lo que me había hecho daño y volví a crear.  He escrito con constancia y disciplina. He disfrutado cada instante y ya estaba lista para comenzar una nueva etapa. Esperaba este cumpleaños ansiosamente. Me emocionó como nunca cumplir años y me di cuenta de que espero ilusionada a que lleguen mis cuarenta. No me siento nada vieja y, por el contrario,  soy y me siento mucho más joven que antes. Ya no me siento pesada ni tengo miedo a crecer. Me dio cada día con más facilidad y voy aprendiendo a darle proporción a mis preocupaciones. Tengo más sueños que antes y también más energía para realizarlos.

38 años

38 años

A los 20 años deseaba correr pero no aguantaba ni un kilómetro: me quedaba sin aliento y con un severo dolor de caballo. Empecé a correr al llegar a los treinta y tenía 36 cuando corrí mis primeros 10 kilómetros. Hace 2 meses volví a correr 10 kilómetros y ahora entreno con el objetivo de correr 20 antes de que termine el año. Ya no me quedo sin aliento y ya olvidé qué es un dolor de caballo. Me siento feliz con mi edad y estoy de acuerdo con la filosofía de mi papá: la mejor edad es la que uno tiene.

Tengo la energía de mi juventud y la madurez para disfrutarla. Ya superé los dilemas existenciales de la adolescencia y las terribles inseguridades del comienzo de la edad adulta. Me siento plena, feliz y motivada. Estoy llena de proyectos, planes y objetivos.

Estoy enamorada de la luna, del cielo y de las flores. Me conquista el olor de la lavanda y el canto nocturno de los grillos. No le temo a mi edad y he decidido no envejecer. Tengo canas y algunas arrugas. Llegado el momento, mi cuerpo podrá envejecer un poco pero yo me mantendré joven y fuerte. Seré la abuelita con el pelo pintado de colores y ropa inadecuada para su edad. Muchos me criticarán pero yo seré feliz.  Agradeceré cada cumpleaños y celebraré los años que me queden por vivir. Cada día es un milagro y me siento llena de ellos.

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No es tan difícil ser feliz, lo difícil es darnos la oportunidad de serlo. Nos llenamos de exigencias y de necesidades que nos  impiden disfrutar los  pequeños detalles, los regalitos que la vida nos hace cada día.

Celebraré este cumpleaños con mi familia y el año que viene tiraré la casa por la ventana para celebrar mi llegada al cuarto piso.

Panqué de limón

Panqué de limón

Todas las lágrimas que he llorado, todos los golpes que me he dado, todas mis caídas han valido la pena pues gracias a ellas he podido aprender, madurar y disfrutar. Todas estas vivencias me hacen ser quien soy ahora.

No soy vieja, apenas me voy acercando a la mitad de mi vida y eso me mantiene motivada.

Nunca pensé que llegaría el día en el cual me miraría al espejo y me sonreiría pero ese día ya llegó y me quité un enorme peso de encima. Aquí estoy hoy, 2 de septiembre de 2015, mirando al futuro y abrazando la vida.

39.

39.

Agradezco a las personas que han sido parte de mi vida porque todas me han enseñado a ser mejor; pero sobre todo agradezco a las que han decidido permanecer conmigo y aceptarme, amarme tal y como soy, con todos mis aciertos y con todos mis errores.

Hoy fue un hermoso día para cumplir 39 años. Muy hermoso.

Unas pizzas de regalo y mis historias en la cocina.

•septiembre 2, 2015 • 2 comentarios

La semana pasada mi marido cumplió años y, ¿cuál fue su deseo? Unas pizzas caseras; es decir, me pidió que le hiciera unas pizzas para celebrar en casa y con toda la familia. Por supuesto me encantó la idea pues él siempre nos consiente cocinando cosas ricas y ahora me tocaba a mí hacerlo.  Si hace algunos años me hubieran dicho que yo cocinaría (y además pizzas para un cumpleaños) me habría dado un ataque de risa por lo absurdo de esa situación: odiaba cocinar.

Todos cambiamos conforme pasa el tiempo, lo cual es necesario pues sería terrible permanecer siempre iguales. Y si algo he aprendido en la vida es a decir nunca lo menos posible pues bien dicen: «Nunca digas de esta agua no beberé porque en esa misma agua te ahogarás».  Hay algo de cierto en esa frase. No puedo ni contar la cantidad de veces que dije: «yo nunca voy a cocinar, no me gusta».   No me refiero a no entrar a la cocina pues la repostería sí es lo mío. Me encantaba hacer postres con mi abuelita. Ella me enseñó a hacer sus famosas mentitas y es prácticamente la única receta que me sé de memoria. Cuando las hago, prácticamente oigo su voz diciéndome las instrucciones y recuerdo ese momento hace ya varios ayeres cuando las preparábamos juntas en el antecomedor de su casa. La siento tan cerca como si estuviera a mi lado y supongo que de alguna manera lo está. Me gusta mucho hacer galletas y pasteles. Cuando me acercaba a los 30, empecé a preparar postres más seguido que antes. Me encantaba hacerlos para mis invitados en las reuniones que organizaba (y es algo que sigo disfrutando mucho).

Cocinar me parecía una actividad desagradable y tenía la certeza de que no era para mí. Mi carta de presentación para quienes me invitaban a salir era: «Me llamo Carla y no cocino».  Estaba decidida a no ser la mujer que le cocinara a su marido; es más, ni siquiera me visualizaba casada.  Me mantuve firme en mi decisión de no cocinar y tuve el privilegio de que a mis amigos más cercanos sí les gustaba hacerlo, inclusive algunas veces me prepararon la cena en mi propia casa.

A mi marido también le gusta mucho y, por si fuera poco, lo hace muy bien. Como lo mencioné anteriormente, a menudo nos consiente con platillos muy ricos los fines de semana. Sus ocurrencias suelen ser grandes creaciones. Tiene un paladar aventurero y cuando algo se le antoja no descansa hasta aprender a prepararlo, hasta lograr el sabor que ha estado buscando. Todavía no lo convenzo de que me haga unos huevos benedictinos (hace poco me confesó que sabe hacerlos), quizá antes de que termine el año pueda persuadirlo .

Cuando comenzamos nuestra vida juntos, si yo llegaba a cocinar (lo cual era raro) preparaba lo más elemental y rápido. Sin embargo, eso cambió cuando terminó mi ciclo como maestra y empecé el incierto camino de dedicarme a la traducción independiente. Comencé a trabajar en casa, a tener la posibilidad de ajustar mis horarios y en uno de mis días libres sentí ganas de sorprender a mis niñas con una rica comida hecha por mí.  Lo que empezó como una simple idea originada por mi entusiasmo de poder recibir a las niñas cuando llegaran de la escuela, se convirtió en otra forma de comunicarme y también en una forma de experimentar, de aprender a combinar sabores y poder crear algo rico.  Ver sus caras de emoción ese día y escuchar por primera vez las palabras «Está muy rico, ¿puedo pedir más?» con respecto a algo que yo había cocinado, me hicieron sentir tan contenta como satisfecha. Recuerdo que esa vez hice una sopa de fideo para la cual yo preparé el caldo pero no recuerdo cuál fue el platillo fuerte.  No fue una comida muy elaborada, pero fue mi primer logro en la cocina y me sentí bien. Otro día decidí preparar un pescado empapelado para ver si bien condimentado lograba que el pescado me gustara. Me tomó toda la mañana y la mitad del tiempo me la pasé nerviosa preguntándome si estaba haciendo lo correcto o si terminaría arruinando la comida.  Afortunadamente no lo hice y aprendí a disfrutar el pescado (o mejor dicho a ocultar su sabor y transformarlo en algo que me gustara).  Me reconcilié con la cocina y descubrí que las combinaciones que podemos lograr para encontrar sabores diferentes son infinitas.  No cocino todos los días y no siempre me paso horas en la cocina; sin embargo, hay ciertos días en los que hacerlo me da tranquilidad. Me encanta experimentar hasta encontrar lo que estoy buscando.

Cuando mi marido me pidió las pizzas para su cumpleaños porque me dijo que le gustan mucho las que yo preparo, me sentí halagada y entusiasmada. ¡Me lo dijo alguien experto en cocina!  Como no he tenido la posibilidad de darle muchos regalos, me hizo feliz esta oportunidad para darle un obsequio especial. No sólo era una forma de celebrarlo, sino también de agradecerle todo el apoyo que siempre me da.  Aprendí que cocinar es también una forma de apapacho, de hacer sonreír a las personas que amamos. Y pocas cosas disfruto más que hacer sonreír a alguien, especialmente a las personas cercanas a mí.

Hacer pizzas no es difícil pero sí muy laborioso, sobre todo cuando se trata de hacer diez pizzas en sólo unas cuantas horas. Nos levantamos muy temprano para ir a comprar los ingredientes al mercado de Portales. Compramos mucha harina, levadura, aceite de oliva, salsa de tomate, queso mozarella y otros tipos de queso, carnes frías y verduras. Al llegar a casa llegó el momento de ponerse a trabajar.

Mientras preparaba todo para empezar a cocinar, recordé cuando hice mi primera pizza. Fue hace algunos años en Aquí Nadie se Rinde, asociación que nos apoyó mucho cuando Rebeca estaba en tratamiento y que me ha dado la oportunidad de ayudar como voluntaria. Me acordé de las mámas con las que conviví ese día y nuestra emoción de aprender a hacer pizzas.  Me acordé con cierta nostalgia pero también alegría de esos días de convivencia con ellas.  Sonreí con agradecimiento.

No es lo mismo hacer masa para una pizza que para diez. De haberlo hecho sola, no habría terminado a tiempo pero Ness estuvo conmigo toda la mañana ayudándome con mucho entusiasmo y cariño. Así que comenzamos a trabajar. Mientras yo disolvía la levadura en agua tibia, ella cernía la harina en los diferentes tazones. Estaba un poco acelerada, pero Ness me ayudó a calmarme.  Fue divertido cocinar y también fue una carrera contra el reloj.

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Levadura para hacer pizzas.

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Harina para hacer pizzas.

Es increíble la cantidad de cosas que uno puede pensar mientras cocina. Además de concentrarme, de asegurarme de que no faltara nada, también pensé en lo maravilloso que es  poder celebrar otro cumpleaños juntos, en familia; me vinieron a la mente los retos que hemos superado, la vida que hemos llevado estos años, el largo camino que hemos recorrido y lo mucho que hemos crecido. En mis veintes nunca me imaginé la vida que tengo ahora: yo cocinando felizmente para celebrar el cumpleaños de mi marido. Yo cocinando. Yo casada. Yo feliz.

Ness y yo hicimos un buen equipo y me dijo que le gusta mucho cocinar. Como nos faltó harina para la última pizza, se nos ocurrió hacerla integral. A ella eso le encantó y me pidió hacerse cargo de preparar esa pizza sola.  Una vez que la masa de la pizza estuvo lista, había que dejarla reposar por lo menos una hora.  Ése era el tiempo que tenía para arreglarme un poco y regresar a la cocina.

Una hora después comenzó la parte más divertida: extender la masa y ponerle los ingredientes.

Masa para pizza

Masa para pizza

Era el momento para crear e inventar combinaciones. Después de poner la salsa y el queso mozzarella, quedaba un espacio que adornar con diferentes colores.

Masa para pizza

Masa para pizza

Rebeca se unió al equipo en ese momento y entre las tres comenzamos a armar las pizzas.  Hace tiempo que no estábamos así: las tres juntas cocinando. Por supuesto me recordó cuando ellas eran niñas y juntas hacíamos trufas de chocolate, mentitas, dulces de mantequilla con miel karo y algunos pasteles. En los momentos difíciles, la repostería fue un buen pasatiempo, una buena manera de mantenernos ocupadas y sanar.  Ahora, de nuevo, estábamos las tres juntas, trabajando  para celebrar a su papá. Me comprendieron cuando me aceleré en mi necesidad de que todo saliera perfecto. A pesar de su adolescencia y mi falta de paciencia, somos un buen equipo.  Disfrutamos el momento y felices hicieron solitas la pizza integral.

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PIzza lista para meterla al horno.

Me sentí entusiasmada y, aunque siempre me estresa la posibilidad de que algo salga mal (se queme la comida, que no sepa bien, que no lleguen los invitados), en ese momento tuve la certeza de que todo se acomodaría. Hicimos ocho pizzas en total y guardamos en el refrigerador la masa sobrante. Salieron pizzas de peperoni, de jamón, de tres quesos, de carnes frías, de tocino con pimiento, la integral era de carnes frías  con la orilla rellena de queso (cortesía de las adolescentes de la casa).

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Quedaron bien las pizzas que  todos saboreamos en una tarde (y noche también) llena de armonía, con mis sobrinitos corriendo por todas partes, cantando en el karaoke a todo volumen mientras los adultos platicábamos y reíamos, celebrábamos  que,  con altas y bajas, con sueños  y caídas, con dificultades y metas cumplidas, la vida nos ha sonreído un año más.

Las pizzas volaron y cerramos con broche de oro: un exquisito pay de calabaza irresistiblemente dulce. El festejado estuvo feliz, llenando la tarde con sus graciosas ocurrencias mientras los demás reíamos…

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Pay de Calabaza

Pay de Calabaza

Me gusta cocinar para celebrar y apapachar a las personas que amo.

Una Velada Retro

•agosto 31, 2015 • Deja un comentario

Siempre me ha gustado la época de los 50s, 60s. Una de mis películas favoritas es Grease con John Travolta y Olivia Newton John. Me agrada ver las chamarras de cuero y los peinados de vaselina: estaba enamorada de Danny Zuko. Me gustan las faldas de crinolina. Además, el rock de esas décadas es genial y bueno para bailar.  Aunque mis hermanos y yo somos ochenteros (yo nací en el 76) y crecimos con Timbiriche ( mi hermana con la Onda Vaselina), mi papá a menudo nos ponía varias canciones de ese entonces.  Nos encantaban el Rock de la Cárcel, Pólvora, Despeinada, La Chica Alborotada. Crecí también bailando la Plaga y Don´t be Cruel. Vi algunas películas del joven Elvis Presley y me parecía muy guapo.  A la fecha sigo disfrutando las películas de crinolinas y chamarras de cuero. En esos tiempos los diners (merenderos) eran la onda. Ahí se reunían los protagonistas de Vaselina  para comer hamburguesas y echar relajo.   En los años de mi adolescencia surgió la popular serie de Beverly Hills 90210 en la cual  todos los protagonistas se la vivían en el Merendero de Nat, ahí resolvían sus conflictos o ahogaban sus penas en una malteada.
Ahora se están poniendo de moda las cafeterías o restaurantes temáticos y los merenderos no podían faltar.  En mayo de este año (2015) abrieron uno en el Centro de Coyoacán en  Cuauhtémoc #148. Se llama Hound Dog y desde que estaban por abrirlo tenía curiosidad de ir.  A mi marido le encantan las hamburguesas y las malteadas, por los que nos pareció una buena idea visitar este lugar como parte de la celebración de su cumpleaños. Fuimos los cuatro y por fin se nos hizo conocerlo.

De jueves a sábado en el Hound Dog tienen música en vivo a partir de las ocho de la noche. ¿Qué mejor manera para disfrutar la velada que con música de la época que tanto me gusta?  Llegamos al lugar cerca de las nueve de la noche y desde el principio nos atendieron bien: la señorita que nos anotó en la lista de espera tenía un muy buen sentido del humor, fue amable y también sonriente. Tuvimos suerte pues no tardamos en encontrar mesa.

Sobra decir que el lugar tiene una decoración principalmente cincuentera. En una de las paredes podemos ver el frente de un Mustang y alrededor hay fotos de celebridades como James Dean, Elvis Presley y Marilyn Monroe. Me faltó mi crinolina con mis tenis, me faltaron mis lentes de sol y mi moño grande en el cabello. Me gustaron los colores de esta cafetería: rojo y rosa. Me encantan los lugares así: sencillos pero atractivos, alegres.

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Hound Dog Coyoacán

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Hound Dog Coyoacán

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Hound Dog Coyoacán

Hound Dog Coyoacán

Hound Dog
Coyoacán

Apenas nos sentamos, llegó el mesero a darnos el menú. Además de hamburguesas, también tienen una buena variedad de hot dogs y de ensaladas de tres ingredientes cuya combinación escogen los comensales.  Entre las entradas nos llamaron la atención las alitas y los aros de cebolla.  Hay una hamburguesa hecha con pan de dona glaseada. ¡Qué locura!

Hamburguesa con pan de dona glaseada Hound Dog Coyoacán

Hamburguesa con pan de dona glaseada
Hound Dog
Coyoacán

Sin embargo, tiene éxito. A una de nuestras adolescentes le gustó mucho. Yo pedí una más sencilla, con queso y tocino.

Hamburguesa Hound Dog Coyoacán

Hamburguesa
Hound Dog
Coyoacán

Si mal no recuerdo la de pan glaseado se llamaba Marilyn Monroe; y la que yo pedí, Elvis Presley. No recuerdo cual hamburguesa pidió mi marido y Ness pidió una ensalada. Las alitas volaron y los aros de cebolla también (estaban deliciosos).  Todo es grande en este lugar, es difícil quedarse con hambre.

Aros de Cebolla Hound Dog Coyoacán

Aros de Cebolla
Hound Dog
Coyoacán

Casi no me gustan las hamburguesas, pero ésta sí me gustó (nada que ver con las hamburguesas artificiales de los lugares de comida rápida). Eso sí, estuvo lo suficientemente grande como para que no me la acabara.

Hay malteadas de sabores tradicionales (vainilla, fresa y chocolate) y también de sabores especiales como oreo y mora azul.  Las que pedimos (fresa, oreo y mora azul) sabían muy bien; la de mora azul fue la mejor (para mí).

Malteadas Hound Dog Coyoacán

Malteadas
Hound Dog
Coyoacán

Mientras cenábamos, la banda de los Monstruosos estuvo tocando. Fue genial. Tocaban muy bien y sabían poner buen ambiente. Me dieron ganas de cantar, de bailar, de reír. Las personas de las otras mesas también estaban riendo y disfrutando. Afuera, algunas de las personas cantaban y bailaban mientras esperaban a que llegara su turno para entrar. La pareja de la mesa de al lado se paró a bailar una canción.  Los demás comensales que estábamos ahí les aplaudimos bien contentos.  Me encantó el ambiente de compañerismo en este lugar. Casi todos nos sonreíamos,  nos emocionábamos con las canciones, nos acompañábamos en nuestras ganas de bailar.

Tocaron canciones como Pretty Woman, Hound Dog, Rock de la Cárcel, Fue en un Café y no podía faltar Popotitos: mi canción. Esa canción me la cantaban mis amigos de la infancia en el condiminio en el que vivíamos cuando hacíamos nuestras famosas fiestas punk.  ¡Me dieron tantas ganas de bailar!  Mis pies se movían debajo de la mesa y mis manos se elevaban para seguir la música.  Cantaba y sonreía. A veces mi marido cantaba conmigo. A él también le gusto mucho cómo tocó esta banda.  ¡Ojalá la próxima vez que vayamos nos volvamos a encontrar con los Monstruosos!

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Los Monstruosos Hound Dog Coyoacán

Los Monstruosos Hound Dog Coyoacán

Los Monstruosos
Hound Dog
Coyoacán

Para cerrar con broche de oro, pedimos un postre. Rebeca y yo planeábamos compartir un pastel y un brownie. Cuando pedimos el pastel de Baileys, el mesero nos dijo que la rebanada estaba enorme, que ese postre era para compartir.  Le agradezco mucho su consejo. Afortunadamente le hicimos caso pues los cuatro nos quedamos boquiabierta cuando vimos el extraordinario tamaño de aquella rebanada. Hizo bien en traernos cuatro cubiertos, estoy segura que entre las dos no hubiéramos terminado nunca. Además de enorme, estaba delicioso. Me parece que ese postre es su especialidad y vaya que nos deleitamos.  No importa cuantos pedazos comíamos, la rebanada nunca se acababa.

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Pastel de Baileys  Hound Dog Coyoacán

Pastel de Baileys Hound Dog Coyoacán

Pastel de Baileys
Hound Dog Coyoacán

La atención que recibimos fue excelente y el mesero además de atento, fue muy amable. Fue una velada muy divertida.  Salimos felices y satisfechos.

Conocimos una cafetería con buen servicio, comida rica y bien servida acompañada de muy buena música. El  Hound Dog de Coyoacán es un lugar al que con gusto regresaré.

Una Tarde en Caldero Chorreado

•agosto 24, 2015 • Deja un comentario

Soy de una de esas personas a quienes la historia de Harry Potter atrapó desde el libro uno. Devoré cada uno de los libros de la saga y me encantan las películas. A mi marido le pasa lo mismo, creo que él es aún más fan que yo.  A nuestras adolescentes también les gusta Harry Potter, sobre todo a Rebeca quien también leyó todos los libros. Mi hermana también ama las películas de este mago. Por eso cuando nos enteramos que había una cafetería dedicada a esta historia, no dudamos en ir.  Se llama el Caldero Chorreado y se encuentra en el centro de Tlalpan, en la Calle Congreso 38A, cerca de las siguientes estaciones del Metrobús: Fuentes Brotantes y el Caminero.

El Caldero Chorreado Tlalpan

El Caldero Chorreado
Tlalpan

Llegamos como a las 4:30 y con respecto a este lugar tengo sentimientos encontrados pues no llenó mis expectativas.  Las críticas que leímos sobre el lugar hablaban de un pésimo servicio; sin embargo, jamás baso mis decisiones en las críticas que leo, para tener una opinión de algo necesito tener mi propia experiencia.

El lugar es muy bonito. Desde afuera se puede percibir la decoración del estilo de las películas de Harry Potter.  En la ventana se exhiben varios objetos de colección de la saga y todos los veíamos entusiasmados.

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El Caldero Chorreado Tlalpan

El Caldero Chorreado

El Caldero Chorreado

Sólo hay 12 mesas en este lugar y demasiadas personas con ganas de entrar. Éramos muchos los que estábamos en la lista de espera.  A la entrada hay una cadena que impide el paso y solamente la quita el mesero cuando es el turno de algún comenzar de dirigirse a su mesa. Junto a la cadena hay un letrero que dice que no pueden dar un aproximado del tiempo de espera porque eso depende de los comensales que están adentro.  Tanto la cadena como el letrero impiden que haya un ambiente de cordialidad. Por si eso no fuera suficiente, cuando una persona preguntó acerca del tiempo de espera, el mesero contestó lo mismo que decía el letrero sin siquiera mirarla a los ojos. Ese mismo mesero tiempo después le dijo a otros clientes que ya ni esperaran pues no les iba a tocar lugar ese día, que ya la fila era larga y ya era tarde.  Lo que me lleva a mencionar la siguiente desventaja: el lugar tiene mucha demanda pero un breve horario de servicio: cierra a las 7:30 en sábado  pero la cocina cierra desde las 7:00. Me parece muy temprano para ser sábado y para la cantidad de personas que llegan.

En sí, el mesero a cargo de la lista de espera y de recibir a las personas hablaba sin entusiasmo, como si le pesara que llegaran más clientes. A veces contestaba de mal modo.  Lo sorprendente es que, a pesar de esto, la mayoría de las personas que estábamos esperando nos quedamos ahí hasta que llegara nuestro turno. Así de grande era nuestra curiosidad por conocer un lugar dedicado a Harry Potter.

Cuando por fin nos tocó nuestro turno, antes de dirigirnos a nuestra mesa, el mesero nos dio varias indicaciones. No era nada del otro mundo, pero la manera de dirigirse a nosotros me hizo sentir incómoda y nada bienvenida. Por fin entramos al lugar. La cafetería es muy bonita y en cuestión de decoración, sí nos transportó al mundo de Harry.  Me gustó el estilo del lugar. Las paredes están acogedoras y llenas de fotos y cosas de las películas.

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El Caldero Chorreado Tlalpan

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El Caldero Chorreado Tlalpan

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El Caldero Chorreado Tlalpan

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El Caldero Chorreado Tlalpan

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El Caldero Chorreado Tlalpan

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El Caldero Chorreado Tlalpan

El Caldero Chorreado Tlalpan

El Caldero Chorreado
Tlalpan

Hay un póster de «Se busca a Sirius Black», del Prisionero de Azkaban. Está bien ambientado y desde esta perspectiva, no me habría sorprendido encontrarme a Harry con sus amigos en la mesa de al lado.  La carta parece el Mapa del Merodeador y el menú de las pociones tiene la portada del libro de pociones de Snape.  Esa idea me encantó.  Mi sobrino de cinco años estaba emocionado y preguntaba: «¿Por qué aquí todo es de Harry Potter?».

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Menú El Caldero Chorreado Tlalpan

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Menú El Caldero Chorreado Tlalpan

Menú El Caldero Chorreado Tlalpan

Menú
El Caldero Chorreado
Tlalpan

Las críticas tenían razón: el servicio es pésimo. Los meseros atienden con flojera y se confían de la fama que tiene el lugar: como está dedicado a una de las sagas más famosas de estos tiempos y tiene mucha demanda, no hacen ni el menor intento por ofrecer un buen servicio. Supongo que, desde su punto de vista, no necesitan hacerlo si de todas formas el lugar está siempre lleno.  Además, se tardaron mucho en servir la comida que, por cierto, no tiene nada de extraordinario. Yo no recomiendo este lugar para comer ni botanear.

Sin embargo, no todo es malo: las bebidas y los postres que alcanzamos a probar (porque especialidades como la Galleta de Sombrero y el Caldero Chorreado ya estaban agotadas) sabían bien.   Me gustó la manera de servir la bebida tenebrosa (un flotante) que pidió mi marido: en un vaso verde con forma de calavera;  eso le fascinó a mi sobrino.  Yo pedí la Sangre de Dragón (ginger ale, jugo de arándano y de uva) y la disfruté mucho porque no estaba tan dulce como creí que estaría. También pedimos la famosa cerveza de mantequilla que  sabe bien, le gustó sobre todo a mi hermana, quien me dijo que sabía exactamente como se la había imaginado. De postre pedí unos cupcakes.  Recomiendo sobre todo el cereza, estaba muy rico.

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Sangre de Dragón El Caldero Chorreado Tlalpan

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Bebida Tenebrosa El Caldero Chorreado Tlalpan

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Cerveza de Mantequilla El Caldero Chorreado Tlalpan

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Cupcake Cereza El Caldero Chorreado Tlalpan

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Cupcake Blueberry El Caldero Chorreado Tlalpan

Cupcakes El Caldero Chorreado Tlalpan

Cupcakes
El Caldero Chorreado
Tlalpan

Fue una buena idea ir y quitarnos la curiosidad. Además me divertí mucho pues fue una experiencia diferente que pude compartir con mi familia.

¿Valió la pena la espera?  No lo creo. Aunque el lugar está bonito, la atención deja mucho que desear. La falta de amabilidad del personal desmotiva mucho.  La única razón por la cual regresaría sería para probar el famoso postre «el Caldero Chorreado» y tomar alguna poción (se veían ricas) pero me es difícil considerar volver a un lugar donde no me sentí bienvenida.

Para quienes quieran conocer este lugar, les recomiendo que vayan al mediodía (hora en la que abren) de esta manera se ahorrarían el tiempo de espera para entrar y las especialidades del lugar no estarían agotadas. A lo mejor reciben un mejor servicio porque quizá a esa hora los meseros no tengan tanta flojera para atenderlos.

De esta experiencia me quedo con la sonrisa de mi sobrino quien estaba muy contento con la decoración y los colores de las bebidas; con la felicidad de haber compartido una tarde con las personas que amo.

Buscando en la red encontré otro lugar en esta ciudad dedicado a este famoso mago; según las críticas y comentarios, parece un lugar más atractivo. Pronto tendré la oportunidad de visitarlo y cuando eso suceda, les compartiré mis impresiones. Tal vez allá si exista la magia que en el Caldero Chorreado brilló por su ausencia.

Mi Violeta

•agosto 22, 2015 • Deja un comentario

Antes de marcharme, mostrabas tus flores con orgullo. Eran tres o cuatro y todas parecían sonreírme. Bien erguida presumías esos ovalados pétalos blancos con un toque de violeta.  Tus grandes hojas aterciopeladas se alzaban como acariciando las flores. Tu hermosura se percibía  a distancia.

Violeta

Violeta

Cuando regresé ya habías perdido el orgullo y también tus flores. Tus pétalos yacían afuera de la maceta. Tus frondosas hojas cabizbajas se acostaron en la tierra demasiado húmedas y pesadas, tristes.  La tierra es inundación en la que estás ahogando. Se esfumaron el blanco y el violeta. Te has quedado jorobada y adormilada.

Violeta

Violeta

Algunas hojas luchan por levantarse, por acercarse a la vida y alejarse de la muerte; yo te acompaño mientras tomas esa decisión tan importante.

Volando de Regreso a mi Ciudad

•agosto 21, 2015 • Deja un comentario

Después de la boda y despedida, el siguiente paso era prepararme para el regreso a casa.  El papá de Fabricio y yo dejamos Carrolltown a mediodía. Llegamos a Pittsburgh a la hora de la comida y el sol coloreaba la tarde. Comimos en una plaza que quedaba cerca de la casa de mi amigo. Después compré algo para curar en mis pies las secuelas de tanta bailada.  No pude resistir la tentación y me compré unas curitas de colección de Star Wars, de Darth Vader. También era importante consentir a la niña que vive en mí.  Pude comprarme un libro sobre la Segunda Guerra Mundial que parecía estarme esperando. Hubiera sido raro regresar de un viaje sin haber comprado un libro. Es como una tradición, una necesidad, una adicción, un hecho casi inevitable.

El resto de la tarde estuvimos en casa. Me dediqué a hacer mi maleta. Cuando uno va a salir de viaje, empaca con la emoción de la aventura que va a comenzar; pero cuando el viaje termina, uno empaca con un poco de melancolía. De alguna manera es como haber terminado de leer un libro increíble, llegar al final es emocionante pero también duele. Esa tarde empacar fue para mí como terminar de leer uno de mis libros favoritos: me sentía tan feliz como triste.

Después llegó el momento de programar el transporte que me recogería y me llevaría al aeropuerto al día siguiente. No se trataba de un taxi sino de una especie de camioncito que va recogiendo a varias  personas para llevarlas al aeropuerto (con un límite máximo de 10 pasajeros por viaje). Se llama SuperShuttle e hice todo el trámite vía internet, tanto programarlo como pagarlo.

El resto del tiempo descansé, leí y cuando llegó, jugué con la pequeña Maritza. Jugamos juntas hasta que el cansancio me venció. Es una niña hermosa y me encantó haber convivido tanto con ella.

Dormí profundamente ea noche. Estaba demasiado cansada.  Apenas abrí los ojos lo primero que hice fue mirar al cielo. Amé mi lugar para dormir y poder ver a través de la ventana todos los días al despertar.  Era ya casi mi última mirada al cielo de Pittsburgh. Tomé una foto y me pregunté cuánto tiempo pasaría antes de volver a estar ahí.

Última mirada  Pittsburgh

Última mirada
Pittsburgh

Me moría de ganas de ver a mi familia, me hacía mucha falta abrazar a mi marido y a mis adolescentes; sin embargo, una parte de mí no quería regresarse.

Me gustó el servicio del SuperShuttle. Cuando ya están cerca de la zona, mandan un mensaje dónde le avisan al pasajero el número del camión que lo va a recoger y le mandan un link  que abre un mapa. En ese mapa se puede ver la trayectoria del camioncito por dónde va avanzando y qué tan cerca está del lugar donde recogerá a sus pasajeros.  Cuando ya estaba por llegar a casa de mi amigo, los papás de Fabricio me acompañaron a esperarlo.  No tardó mucho en llegar.  Me despedí de ellos con un muy fuerte abrazo y me quedé con un nudo en la garganta.

El chófer me ayudó a subir mi maleta y la atención que recibí fue excelente. Una vez sentada en mi lugar, miré por última vez la calle donde viví semana y media.  Tenía muchas emociones: alegría y agradecimiento por todo lo vivido, tristeza de que el viaje llegara al final y muchísimas ganas de volver a ver a mi familia.  Pasé todo el camino en silencio, mirando a Pittsburgh desde la ventana, absorbiendo cada detalle y despidiéndome de cada cada lugar. Una vez más miré al cielo, siempre al cielo.

Llegamos con buen tiempo al aeropuerto. Pude comprar la «Terrible Towel» de los Steelers que me encargó mi familia. Comí con calma y me di una vuelta por las tiendas cercanas a la salida de espera hasta que llegó la hora de abordar. Entre tantas emociones,  ya no tuve oportunidad de ponerme nerviosa.  Por primera vez en mi vida me olvidé de mi miedo a los aviones.

Adiós querido Pittsburgh.

Adiós querido Pittsburgh.

En este viaje nunca me tocó sentarme junto a la ventana en los cuatro vuelos que tomé. De Pittsburgh a Houston me tocó pasillo. Me pasé el vuelo completo escribiendo casi sin parar. Sólo hice algunas breves pausas cuando las náuseas eran fuertes pues a lo largo de este vuelo hubo mucha turbulencia. El mayor inconveniente de este vuelo no fue la turbulencia, sino el frío: el aire acondicionado estaba demasiado fuerte y me congelé todo el tiempo.  La próxima vez que viaje en avión me llevaré una chamarra: más vale prevenir que lamentar. Cuando menos me lo esperaba, aterrizamos. El aterrizaje fue un poco abrupto y varios pasajeros nos asustamos, pero no pasó a mayores. Llegamos bien a nuestro destino.

Llegué a Houston con el tiempo justo para tomar, sin estrés, mi siguiente vuelo. Esta vez no escribí, me la pasé leyendo. Estaba tan metida en mi libro que no sentí el paso del tiempo.

Aeropuerto Houston

Aeropuerto Houston

A la hora de aterrizar, pude ver mi enorme ciudad llena de luces. Aunque no estaba sentada junto a la ventanilla, pude tomarle una foto. Había regresado a casa y todo salió muy bien. Lo primero que hice al bajarme del avión fue llamarle a mi marido. Ya estaban llegando al aeropuerto los tres.  ¡Ya quería verlos!

Vista de mi Ciudad

Vista del DF desde el avión.

Me dolía la cabeza y tenía muchas náuseas, pero estaba bien.  Recogí mi maleta y luego llegué a la aduana. Ahí me desconcertó mucho la hostilidad de los agentes mexicanos. Me hicieron malas caras  y su actitud negativa fue exactamente lo contrario a lo que me tocó vivir con los estadounidenses, quienes me trataron muy bien.  Ni siquiera tuvieron la amabilidad para decir buenas noches o ayudarme a poner la maleta en la mesa para que me la revisaran (me tocó el semáforo rojo). El agente que estaba frente a mí me veía intentar subirla (pero yo no podía cargarla porque tengo prohibido cargar mucho peso pues tuve alguna vez problemas de espalda) y no hacía nada, sólo me miraba indiferente y con cara de reclamo porque no me apuraba.  Tuve prácticamente que obligarlo a ayudarme.  Es la primera vez que me toca un trato así  en el aeropuerto de mi querido México  y me entristeció mucho.  Mucho. Espero que sea la última vez que esto sucede.  Pasado el mal momento, salí a encontrarme con mi familia. Nos abrazamos.  Me sentí feliz, muy feliz de volver a verlos. Ya era casi media noche, estaba muy contenta pero también exhausta. Fue un poco largo el camino a casa pero con nuestra plática se pasó rápido el tiempo.  Ya en casa cenamos, hablamos sobre nuestras experiencias de esos días y reímos mucho.

Regresé a casa sintiéndome diferente. Lo mejor de los viajes es que nos transforman. Traía conmigo todas las vivencias y aprendizaje de semana y media. Ahora me tocaba asimilarlo y acomodarme. Ahora me tocaba comenzar un libro nuevo de muchos capítulos. Esa noche apenas comenzaba el primero.

Me costó un poco de trabajo dormir. Me quedé escuchando la voz de mi ciudad.  Entre el ruido de los coches y los camiones que pasaban, intentaba encontrar el canto de mis grillos…

Una Boda Bicultural y un Hasta Pronto

•agosto 18, 2015 • Deja un comentario

El objetivo principal de mi viaje era estar presente en la boda de mi amigo y hermano Fabricio.  Esta boda tendría lugar en Carrolltown, el pueblo natal de Susan a dos horas de Pittsburgh (en coche). Aunque la boda sería el sábado, teníamos que llegar un día antes para para estar en el Rehearsal (Ensayo en la iglesia) y la Comida del Ensayo (Rehearsal Dinner).

Carrolltown, Pennsylvania

Carrolltown

Carrolltown

Carrolltown

El viernes temprano en la mañana Fabricio y yo nos fuimos a Carrolltown, la idea era llegar allá como a las 10:30. Allá la novia, familia y las damas eran las encargadas de decorar el salón dónde sería la recepción de la fiesta.  El novio también estaba incluido. Entonces llegamos a trabajar en la decoración del lugar. Estuvimos ahí alrededor de tres horas  y la verdad fue divertido.  Conocí a la familia de Susan y a dos de las damas (bridesmaids) quienes, además, son las mejores amigas de Susan.  Robin, la hermana de Susan, era la dama de honor. En total seríamos  cinco damas más la dama de honor (maid of honor).

Había que decorar el salón, las mesas, todo.  El color favorito de Susan es el azul, por lo tanto, era el color predominante en la boda.  ¿Qué puedo decir? También es mi color favorito. Los centros de mesa que pusieron me encantaron por sencillos pero con estilo.

Nunca imaginé que me tocaría ayudar en esta tarea y fue muy entretenido hacerlo. Al estar presente y participar en la decoración del salón, la novia tiene la oportunidad de dejar todo exactamente como lo desea. Fue una mañana de creatividad compartida donde las ideas de la novia, su familia y las damas se combinaron para crear algo casi perfecto. Me impresionó la forma tan metódica y detallada en la que realizaron las cosas.

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Así nos quedó la piñata, lista para recibir mensajes. 🙂

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La entrada para los novios y el cortejo nupcial

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The Cookie Table (La mesa de galletas).

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La mesa de los novios y el cortejo nupcial

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Centro de Mesa

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Decoración del Salón de la Recepción Carrolltown

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Decoración del Salón de la Recepción Carrolltown

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Decoración del Salón de la Recepción Carrolltown

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Decoración del Salón de la Recepción Carrolltown

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Decoración del Salón de la Recepción Carrolltown

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Decoración del Salón de la Recepción Carrolltown

Decorando el Salón :)

Decorando el Salón 🙂

Justo afuera del lugar había un espectacular donde se anunciaba la boda. Les tomé una foto a los futuros esposos al lado del anuncio y también saltando entusiasmados (esta fue idea de ellos).  ¡Cómo disfruto tomar fotos!

Anunciando la boda.

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Los novios . Carrolltown.

Anunciando la boda.

Saltando junto al anuncio de la boda.

Una vez que terminamos, Fabricio y yo nos fuimos al hotel. Su tío ya había llegado, me dio gusto saludarlo. El hotel se llama The Noon-Collins Inn.  Es un hotel pequeño,  muy acogedor y original. Me encantó desde que entré.  Fue una muy buena elección de Fabricio.  Sus papás, hermano con su familia, sus tíos y yo nos quedamos ahí.  Este hotel parecía como un museo de época, fue casi como viajar a finales del siglo XIX o principios del siglo XX. Todo luce elegantemente antiguo. En la entrada se puede ver una grande y muy antigua muñeca de porcelana, bonita pero un poco macabra (se parece a las que utilizan en las películas de terror). Esa muñeca le habría encantado a  mi mamá.

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

La señora encargada del hotel es  de Vietnam y se esforzó por hacernos sentir cómodos, como si estuviéramos en casa. Puede percibir un olor a antigüedad, como el que había en la casa de Cuernavaca de mi abuelita, casa que también conservaba su pasado: tenía todos los muebles y juguetes de mi bisabuela y de mis tías abuelas.  Debo confesar que me gusta el olor al pasado  así como imaginar las historias que las paredes del hotel o sus muebles podrían contarme. Fue casi como estar en un museo pero con la posibilidad de tocar las cosas.  Después de registrarme, me fui a mi habitación: sólo tenía dos horas para relajarme un poco y estar lista.

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

Como el resto del hotel, la habitación era también muy acogedora. La alfombra era muy parecida a la que tiene mi mamá en su sala y la decoración me recordó de nuevo, un poco, a la casa de Cuernavaca que sigue bien fija en mi memoria. Me encantó estar ahí. Me encantó.

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

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The Noon-Collins Inn Ebensburg

Sólo tenía dos horas y las aproveché al máximo. Escuché música,  descansé un poco y me dediqué a arreglarme. Escogí para este día el vestido con el que me casé por lo civil. Era un vestido sencillo pero formal, adecuado para el Rehearsal.

El Rehearsal se realiza en la iglesia. Sólo están presentes los novios, sus papás, el cortejo nupcial (damas -bridesmaids- y acompañantes del novio – groomsmen-) y el sacerdote quien oficiará la misa el día de la boda pues se trata de un ensayo durante el cual el sacerdote explica a todos los que les corresponde hacer durante la ceremonia; también en ese momento se ensaya la entrada y salida de los novios, sus padres y el cortejo nupcial.

La cita era a las cinco y llegamos justo a tiempo. La iglesia me pareció muy bonita. Carrolltown es un pueblito muy cálido. Me quedé con ganas de conocerlo más, de visitar sus lugares turísticos y sus campos.

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Iglesia donde fue la boda Carrolltown

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Iglesia donde fue la boda Carrolltown

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Iglesia donde fue la boda Carrolltown

Ya en la iglesia me enteré que sería la primera dama junto con mi acompañante pareja en entrar a la iglesia pues los más altos iríamos adelante. Cada dama entra con un acompañante del novio. Ensayamos la entrada, las indicaciones fueron breves y claras. Al principio me tardé un poco en asimilarlas porque estaba muy nerviosa, luego tomé las cosas con más calma.

Ese día supe que iban a incluir en la boda algunas tradiciones mexicanas como las arras y el lazo que no es acostumbran allá. Robin me dijo que deseaban que los mexicanos nos sintiéramos incluidos, que fuera una boda en la que nadie se sintiera excluido. Con mucho gusto puedo afirmar que así fue: todos estuvimos lo más integrados posibles. En ese momento caí en la cuenta de sería parte de una boda bicultural. En realidad no me había puesto a pensar en eso antes. El sacerdote estaba muy contento y emocionado por ese hecho. Sería un evento del cuál todos aprenderíamos algo.

Cuando el ensayo terminó siguió la «Rehearsal Dinner» (la comida después del ensayo) en un pequeño restaurante muy atractivo. Descubrí que me gustan los pueblitos, que me siento bienvenida en ellos y que no extrañé tanto la ciudad como yo creía que lo haría.

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Cielo. Carrolltown.

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Carrolltown

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Carrolltown

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Afuera del Restaurante donde fue la Rehearsal Dinner Carrolltown

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Afuera del Restaurante donde fue la  Rehearsal Dinner Carrolltown

Carrolltown

Lugar del Rehearsal Dinner Carrolltown

Esta comida se planea para los asistentes al ensayo y sus respectivas familias, pero en este caso también se incluyeron familiares y amigos de los novios.  Nos divertimos mucho. Las damas (sólo faltó una) y la novia nos tomamos un shot de una bebida dulce (baileys, irish cream no recuerdo qué más y crema batida). Aunque ese mismo día acababa de conocer a las damas, me sentí muy bien con ellas. También platiqué muy a gusto con los amigos de Fabricio. en este viaje nunca me sentí fuera de lugar y la mayor parte del tiempo estuve a gusto, contenta.

Damas. Shot. Carrolltown

Damas con la novia. Rehearsal Dinner. Carrolltown

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Shot para todas.  Rehearsal Dinner. Carrolltown.

De pronto se me acercaron los novios y me dieron regalos. Yo me quedé boquiabierta. Resulta que es costumbre americana que los novios les den un regalo a los miembros del cortejo nupcial.  Yo no tenía idea de eso y me sorprendí mucho.  Las damas recibimos tres regalos: una bolsa negra con azul y con nuestras iniciales,  un regalo personal (para mí fue un libro de Star Wars, soy fan de las películas y me agradó mucho mi regalo:  ahora veré qué me parece el libro, será el primero de la saga que lea), un par de aretes con su respectivo collar iguales para todas pues eran los que llevaríamos puestos el día de la boda (desde un principio Susan me dijo que no me preocupara por el collar ni los aretes porque esos se los regalaba la novia a sus damas).  Me sentí muy consentida y me encantaron mis regalos. La bolsa me ha sido muy útil pues además de bonita tiene un buen tamaño, me cabe hasta el libro que siempre llevo conmigo cuando salgo.   Los novios consienten mucho a su cortejo nupcial.

Regalos de los novios para las damas.

Regalos de los novios para las damas.

Fue una velada alegre, luminosa y acompañada de una extraordinaria luna azul (la segunda luna llena de julio). En el cielo de Carrolltown mi luna se veía enorme y muy brillante. Vivo enamorada de la luna y su luz me llenó de energía. Fue casi perfecto, sólo me faltó mi familia.

Luna Azul Carrolltown

Luna Azul
Carrolltown

Ya en la noche me regresé con Fabricio al hotel. Era su última noche de soltero. Estaba nervioso pero también muy emocionado. Platicamos un poco y aproveché ese momento para darle las gracias por todo su apoyo en esos días, por su amistad así como también para desearle lo mejor en esta nueva aventura que comienza. Lo quiero mucho y él lo sabe.  Llegamos al hotel y después de darle las buenas noches a mi amigo y a su familia,  me fui a mi habitación donde estuve escuchando música un rato antes de dormirme.

Me sentía muy feliz y también muy sensible. Recordé cuando Fabricio y Susan, en una videollamada, me dijeron que estaban comprometidos. Me dieron ganas de gritar de alegría y corrí con el celular para que mi marido y nuestras adolescentes vieran el anillo y felicitaran a los novios.  También me vinieron a la mente esas largas pláticas en el teléfono con Fabricio, nuestros retos, momentos difíciles, las risas, los consejos, los sueños. Pensé en el camino que él había recorrido para alcanzar ese sueño que ya estaba a unas horas de hacerse realidad. Desde que lo conozco,  Fabricio nunca se da por vencido, él es de las personas que lucha hasta llegar a la meta, los obstáculos no lo tiran ni lo alejan del camino: aprende de ellos, lo fortalecen.

También pensé en aquella videollamada donde me dieron la más grande sorpresa: cuando me pidieron que fuera dama en su boda. Fue un gran honor haber sido elegida como parte del cortejo nupcial en esta boda.

A la mañana siguiente, el papá de Susan pasó por mí a las siete de la mañana (en realidad llegó un poco antes y yo también estuve lista un poco antes).  Nos recogió a dos damas y a mí, nos llevó a las tres al lugar donde nos peinarían.  En el camino fui saboreando lo que pude ver de Carrolltown a través de la ventana. También en ese lugar el cielo es hermoso, muy hermoso.  Carrolltown es un pueblo tranquilo y muy verde, entre casa y casa hay kilómetros de áreas verdes, de árboles y flores.  No hay edificios y eso me agradó.

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Carrolltown

Carrolltown

Carrolltown

Llegamos al salón donde nos peinarían. Robin ya estaba ahí y nos tenía preparado un delicioso desayuno: fruta, bagels con diferentes aderezos dulces y salados para escoger y jugos.

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Desayuno. Carrolltown.

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Desayuno Carrolltown

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Desayuno Carrolltown

A los pocos minutos llegó Susan.  Las damas debían llevar el pelo recogido. Cada una escogimos nuestro estilo de peinado y todas tuvimos una idea diferente pero respetando siempre los deseos de la novia. Las señoritas se pusieron a trabajar en nuestros peinados.  A la novia le hicieron caireles y llevó el pelo suelto. Se veía muy muy hermosa.

Peinados

Peinados

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Peinados

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Peinados

Después fuimos a casa de la novia donde todas nos arreglaríamos y donde después tendría lugar la sesión de fotos de la novia con su familia y con las damas.

Para mí esta experiencia fue muy diferente a la que tenía con las bodas en México. Es una tradición que las damas y la novia se arreglen juntas. Hay entre ellas un compañerismo y complicidad que yo desconocía. Una de las damas llegó preparada con el «emergency kit» (botiquín de emergencia) el cual contiene todo lo que la novia y también sus damas puedan necesitar, desde maquillaje y botellas de agua hasta aspirinas (y mil cosas más que no recuerdo). Me quedé muy sorprendida.  Así que pasé toda la mañana con la novia y las damas.  Eso fue un enorme alivio para mí.  No sé cómo me las hubiera arreglado yo sola: ni habría podido maquillarme y abrocharme el vestido habría sido una misión imposible. Arreglarnos en equipo no sólo fue genial sino también divertido. Reconozco que es algo que nunca había hecho. LLamó mi atención que todas las damas teníamos varias cosas en común, entre ellas, el no usar maquillaje casi nunca. Emily, a quien todas identificamos como «the make-up artist» (la experta en maquillaje) maquilló a la novia. Susan se veía hermosísima: radiante, feliz y sencilla pero elegante. Emily también me ayudó con el maquillaje. Pasé de sentirme torpe e inútil a parte de su grupo, parte de un equipo.  Yo era la única mexicana y todas me apoyaron mucho. No suelo sentirme bien rodeada sólo de mujeres pero esta vez fue diferente. Fue inesperado pero fue increíblemente divertido pasar toda la mañana con ellas.

Llegó la hora de ponernos los vestidos. Lo hicimos juntas, apoyándonos unas a otras. La única que no se puso el vestido en ese momento fue la novia, pues a ella la ayudaríamos después.  Nos pusimos el collar  y los aretes que nos habían regalado el día anterior. Lucían muy bien con el vestido.  Robin hizo los collares y aretes.  ¡Es muy talentosa!

Todos, absolutamente todos los detalles (hasta el más mínimo) son muy importantes. El collar debía tener el mismo largo para todas las damas y si desacomodaba tantito (como que el broche en lugar de estar atrás se moviera al lado o al frente), siempre había una dama que se diera cuenta y ayudara a la dama en cuestión a acomodarlo de nuevo. Soy muy distraída para esos detalles y las damas me apoyaron mucho para tener todo siempre en orden (aretes y collar bien acomodados).

La novia se viste al final: su mamá y las damas la ayudan a hacerlo. La ayudan a ponerle el vestido,  los zapatos, los aretes, el collar. El fotógrafo va captando cada instante con su cámara. Fue toda una experiencia vivir este proceso del cual yo no sabía nada.

Para esta boda hice todo lo que yo alguna vez dije que no haría  y que según yo no me gustaba: vestirme igual a las demás, peinarme igual, cuidar hasta el más mínimo detalle, pasar el tiempo entre mujeres. ¡En fin!  Resulta que amé cada parte del proceso, que no me desagradó nada, que me sentí la más afortunada del mundo.  Bien dicen que más rápido cae un hablador que un cojo. Aprendí a no decir nunca.  Pues todos mis nuncas se convirtieron en algo que disfruté  al máximo.

La mayor parte del tiempo esa mañana me sentí como dentro de una película romántica donde todo es risa y alegría, donde los sueños se realizan con dulzura y sin lágrimas. Si existe un día para sentirse así, por supuesto, debe ser el día de una boda. Recuerdo que el día de mi boda caminaba entre nubes y con una sonrisa que no quiso despegarse de mi boca.  Y, por cierto, casualmente todas las damas de esta boda ya estamos felizmente casadas.

Una vez lista la novia, se llevó a cabo una sesión de fotos de la novia sola, la novia con su familia, la novia con las damas. Después de eso, ya estábamos más que listas para irnos a la iglesia.

Damas con la novia

Damas con la novia

Otra cosa curiosa:ahí sí cumplen la tradición de que el novio no debe ver a la novia hasta que ella camine hacia el altar al comienzo de la ceremonia. En México he escuchado eso, pero no me ha tocado asistir a ninguna boda donde se lleve a cabo esa tradición. Ahí fue diferente. Al llegar a la iglesia, el novio estaba afuera en la sesión de fotos con sus acompañantes. Como la novia debía entrar a la iglesia sin ser vista, una camioneta se estacionó en frente obstruyendo la vista al novio y sus acompañantes. Por si fuera poco, dos damas abrieron unos paraguas para cubrir a la novia y el resto de las damas hacíamos una especie de barrera. El objetivo se cumplió: la novia entró sin ser vista.  La novia y las damas se ocultan en un saloncito mientras esperan pacientemente a que la ceremonia comience.

La ceremonia comenzó a la una y fue una ceremonia católica.

Vista Iglesia 1

El novio no camina hacia el altar acompañado de su madre. Más bien el novio y el padrino (best man) llegan a la iglesia por una entrada lateral y ahí esperan a la novia. Después entran los padres de los novios, excepto el padre de la novia.

Los sigue el cortejo nupcial.  Mi pareja y yo avanzamos lo más despacio posible (yo siempre tiendo a acelerar el paso y fue un reto no hacerlo esta vez). Una vez que el cortejo nupcial llegó a sus respectivos lugares, apareció la novia acompañada de su padre.

novia

Fabricio brillaba, su felicidad era contagiosa.  Mientras la novia se dirigía al altar, el novio la miraba embobado. Ambos se miraban llenos de amor.

novio y padrino

Al llegar al altar, el padre abrazó a la novia y saludó al novio.  Ambos se miraron fijamente. Hubo como un acuerdo tácito entre ellos en el cual el novio se comprometió a ver por el bienestar de la novia. Entonces el padre entregó a la novia y se retiró a su lugar. Frente al altar quedaron los novios; junto a ellos, la dama de honor y el padrino respectivamente. En este caso la dama de honor era la hermana de la novia; y el padrino, el hermano del novio.

novios altar

El comienzo de la ceremonia fue muy similar a una boda católica mexicana.  Se leyó la primera lectura con su respectivo salmo responsorial. En seguida se leyó la siguiente lectura con la particularidad de que se leyó en español, detalle que me gustó mucho.  Después vino el Evangelio con su respectiva homilía.  Como ya lo había mencionado antes, el sacerdote estaba muy emocionado por esta boda bicultural y lo expresó también en su sermón.  Habló maravillosamente. Para ese momento ya me resultaba casi imposible contener las lágrimas, pero no quería ser la dama que llorara en la boda. Me quedé muy conmovida. Además del sermón tan bonito, mi hermano se estaba casando con la mujer perfecta para él y ambos estaban resplandecientes. Nunca había visto a Fabricio sonreír de esa manera.

La ceremonia fue muy emotiva para la mayoría de los invitados y las palabras del sacerdote se me quedaron en el corazón.

Una vez terminada la homilía, vinieron la declaración de intenciones, el intercambio de votos, la bendición e intercambio de de los anillos. Estos son los momentos más románticos, mas esperados de la ceremonia. Con la excepción del idioma, la dinámica es también muy similar a la de las bodas católicas mexicanas.

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anillos

Justo después de este momento vino la parte mexicana de la boda: las arras y el lazo.  El sacerdote explicó a los invitados en que consistían ambos. La madrina de arras (tía de Fabricio) le dedicó unas palabras a los novios. Fabricio le iba traduciendo a Susan.   Me gustó mucho cómo les habló y lamento no tener esas palabras conmigo ahora para poder compartirlas.

arras lazo

La siguiente parte de la boda fue algo nuevo para mí: encender la Vela de la Unidad. Del lado izquierdo del altar hay tres velas: dos delgadas en los extremos y una más gruesa en el centro.

velas

Antes de comenzar la ceremonía, las madres de los novios encendieron una vela cada una (las de los extremos). La vela del centro permaneció apagada hasta este momento en el cual los novios la encenderían.  Esta vela del centro es la vela de la unidad y simboliza la unión de dos familias que se convierten en una sola. La novia toma una de las velas encendidas; el novio, la otra y con la luz de ambas velas, juntos, encienden la del centro:  se juntan dos llamas individuales para encender una vela  y de esta manera la pareja une el amor de ambas familias.  Antes eran dos familias, ahora son una sola.

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Encendiendo la Vela de la Unidad

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Encendiendo la Vela de la Unidad

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Encendiendo la Vela de la Unidad

El resto de la ceremonia continúa de manera similar a la nuestra, excepto que cuando llega el momento de dar la paz, los novios le dan la paz a todos los miembros del cortejo nupcial. Eso me permitió darles un abrazo de paz a ambos.

A la hora de la comunión, los miembros del cortejo nupcial deben formarse para recibirla; sin embargo, esto no los obliga a comulgar. A los miembros del cortejo que no vayan a recibir la comunión, se les da la bendición en su lugar.  Nunca había visto eso y me gustó  mucho. El sacerdote no recrimina ni reclama a quien no reciba la comunión, le da la bendición con amor.

Yo estaba nerviosa porque no sabía como se pide la bendición en lugar de recibir la comunión, pero seguí el ejemplo de Wendy (la dama que estaba a mi lado) y recibí la bendición que me llenó de alegría sin ningún contratiempo o percance. No lo hice, pero el sacerdote me transmitió tanta paz que me dieron ganas de abrazarlo.

Al final de la ceremonia en México se acostumbra dejarle el ramo a la Virgen de Guadalupe, en esta boda los novios ofrecieron una oración a la Virgen María. Todos los demás esperamos en silencio a que lo hicieran.  Una vez listos, salieron los novios, después sus padres, el cortejo nupcial y por último los invitados. Una vez afuera, como en México, se abraza y felicita a los novios.

Una dama muy feliz :)

Una dama muy feliz 🙂

Para terminar, se llena de burbujas el camino por donde pasarán los novios regalándonos sonrisas a todos.

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Burbujas

Burbujas

El novio feliz.

Felices.

La misa terminó alrededor de las dos de la tarde y la recepción empezaba a las cinco.  Allá se acostumbra tomar una siesta después de la ceremonia y antes de la recepción.  En los días anteriores a la boda, los novios dejaron sugerencias para los invitados mexicanos de lugares a visitar y cosas que hacer en el transcurso de esas horas.

Para los miembros del cortejo nupcial, eso no aplicaba. Todavía había mucho qué hacer en esas casi tres horas. Hubo otra sesión de fotos en la iglesia. De ahí nos fuimos a casa de la novia y nuestro transporte fue un camión escolar. ¡Eso fue genial!

Camión

Camión

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En el camión

En casa de la novia nos dieron algo de comer, lo cual agradecimos  mucho pues nos dio energía para seguir con nuestro recorrido. La siguiente parada fue otro lugar cuyo nombre no recuerdo para continuar con la sesión de fotos. El lugar estaba muy bonito y se nota que es una tradición tener la sesión de fotos ahí pues coincidimos con la sesión de otras dos bodas.

Unos minutos después de la cinco llegamos al lugar de la recepción. Nuevamente los novios entran acompañados del cortejo nupcial. Primero se anuncia la llegada de los novios.  Entonces entran los papás, después las damas con los acompañantes del novio y, por último, los novios.  Todos entramos bailando al ritmo de «Levantando las manos».  Fue tan divertido como original.  En el centro de la pista, los novios bailan su canción romántica. Una vez que terminan, bailan otra canción lenta con su cortejo.  Así es, a las damas y acompañantes del novio nos tocó bailar en pareja una canción lenta.  En seguida nos sentamos en la mesa de los novios: las damas nos sentamos del lado de la novia y los acompañantes del lado del novio. La dama de honor dio su discurso a la novia; el padrino, al novio.  También habló Emily y no pudo evitar llorar. Fue muy conmovedor. Brindamos todos y a comer.  Cada vez que alguien golpeaba suavemente su copa con un cubierto, los novios tenían que besarse.  Como era de esperarse, hubo música de copas seguida de muchos besos.

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Mesa de los novios

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Centro de Mesa

Unos minutos más tarde comenzó la música. Las primeras canciones fueron lentas, principalmente para que las parejas se animaran a bailar. Luego siguió la música country, la cual es muy popular allá y no lo es tanto aquí, excepto por canciones como No Rompas Más (Achy Breaky Heart) y Payaso de Rodeo, las cuales bailamos emocionados tanto mexicanos como americanos. Hubo muchas canciones pop para todos los gustos y también varias mexicanas (incluyendo a Timbiriche). Dicho de otra manera, hubo baile y diversión para todos tanto americanos como mexicanos y el objetivo de tener una boda integrada y divertida se cumplió. Robin me enseñó algunos pasos de canciones de allá y yo le enseñé algunos pasos de canciones que se bailan acá. Todos bailamos sin importar la nacionalidad ni tampoco si conocíamos la canción o no; seguíamos el ritmo, la corriente y la música nos mantenía unidos.

No se lanzó el ramo porque prácticamente no había solteras en la boda (todas las amigas de Susan ya estaban casadas, hubo muy pocas solteras) pero el novio sí le quitó la liga a la novia. Antes de hacerlo le dedicó un baile y lo hizo bastante bien, se llevó varios aplausos.

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En algún momento los novios partieron el pastel.

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Lo que me recuerda que allá tienen la tradición de guardar el piso de arriba del pastel en el congelador durante un año: lo descongelan para comérselo en la celebración de su primer aniversario.

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No niego que esta tradición me resultó un poco extraña y no sé qué tan atractiva me parezca. Susan me explicó que si el pastel es de buena calidad, conserva su buen sabor una vez descongelado.  Espero que su pastel sea de excelente calidad y que lo disfruten mucho en un año.  Tengo mucha curiosidad por ver qué tal sabe. Ya me contarán los novios su experiencia con el pastel en un año.

Bailé la mayor parte del tiempo. La música es mi debilidad y también una forma de conectarme con los demás. Encontré en la pequeña Maritza una dulce e incansable pareja de baile.

La boda terminó a las diez en punto y seguimos celebrando en un bar donde los mexicanos entre uno y otro shot acabamos con las bebidas del lugar. Los shots son mucho más chicos que los de aquí.  Entre shots, fotos y risas el tiempo voló. El «after» de la boda fue un inolvidable relajo que todavía sigo disfrutando. Terminó la noche con mi amigo casado y con el buen sabor de una boda espectacular.

El coche de los novios quedó como el de las películas: con sus respectivos «just married» y sus latas en las ruedas.

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Los mexicanos somos escandalosos, los americanos son mucho más tranquilos. A veces parece que no tenemos nada en común y, sin embargo, en este viaje aprendí que eso no es cierto. Independientemente de las diferencias culturales, de nuestros gritos y silencios, encontramos un espacio en común donde ambos convivimos, aprendimos y disfrutamos. Conocí a personas con quienes tengo mucho en común y con quienes me gustaría seguir en contacto. Viví un intercambio cultural  que no me esperaba, muy enriquecedor para mí.  La persona que llegó a Pittsburgh y la que estaba por regresarse a México ya no era la misma: este viaje me hizo crecer mucho.

Al día siguiente hubo un desayuno para despedir a los novios quienes ese mismo día se iban de luna de miel. ¡Cómo cuesta trabajo despedirse!  Lo mejor fue despedirnos sin tanto rollo, como si nos fuéramos a ver al día siguiente. Sentí nostalgia con un poco de tristeza, pero me aseguré de no mostrarlo. Confío en que no pase mucho tiempo antes de que volvamos a vernos.

Mientras tanto, mis amigos comienzan una gran etapa en sus vidas. Les esperan grandes retos pero también grandes alegrías.  Les deseo toda la felicidad del mundo y me faltan palabras para agradecerles todo lo que hicieron por mí en esos días.

No es más que un hasta luego, no es más que un breve adiós: es sólo un hasta pronto, un hasta muy pronto.

Por último, quiero agradecer a Emily, una de las damas quien además de compartirnos sus fotos de la boda, me permitió usarlas para ilustrar este blog (principalmente las fotos del rehearsal, de la iglesia y del coche).

Último día en Pittsburgh y una piñata

•agosto 13, 2015 • Deja un comentario

El tiempo vuela cuando uno está feliz.  Puedo afirmar que disfruté cada instante en ese increíble lugar que me conquistó desde que llegué con su inigualable cielo.

En esos días no tuve la oportunidad de caminar por el centro ni tampoco de visitar museos como es mi costumbre.  Me quedaron pendientes por lo menos los siguientes museos:   Andy Warhol, Carnegie Museum of Art y Frick Art & Historical Center.  Ya los visitaré cuando regrese con mi familia.

Lo que sí pude hacer fue un muy buen recorrido por el centro que me permitió conocer un poco más acerca de la historia de Pittsburgh. .

Fabricio, su familia y yo tomamos un tour llamado Ducky Tour que nos llevaría por los lugares importantes del centro de la ciudad. Todos estábamos emocionados. Este recorrido se realiza tanto en tierra como en agua. El mismo transporte que nos llevaría por las calles de Pittsburgh, lo haría también por uno de sus ríos.  Son tres los ríos en esta ciudad: el Monongahela,  el Allegheny, los cuales se unen para formar  el Ohio.   Alrededor de ellos podemos encontrar varios puentes, algunos muy grandes y vistosos. Lo que me recuerda que Pittsburgh es también conocida como la Ciudad de los Puentes; hay más de cuatrocientos puentes en esa ciudad.  En  los días que estuve allá aunque vi varios, estoy segura de que no pude haberlos visto todos.

Pittsburgh La Ciudad de los Puentes

Pittsburgh
La Ciudad de los Puentes

El transporte en el que nos fuimos llamó mucho mi atención porque tenía forma de barquito pero con ruedas de automóvil. Puede desplazarse tanto en tierra como en agua. Eso me sorprendió mucho. Yo no había visto algo así antes.

Ducky Tour Pittsburgh

Ducky Tour
Pittsburgh

Los guías  eran tan alegres como entusiastas. Aunque entre nosotros sólo había una niña (la encantadora sobrinita de Fabricio), el recorrido parecía estar dirigido a niños. Recordé mis tiempos de maestra y no pude evitar sonreír cada vez que nos hacían decir  «quack, quack, quack». Creo que esa actitud nos divirtió a los adultos presentes y nos adaptamos bien. A lo largo del camino nos fueron contando un poco de la historia de Pittsburgh y de los lugares que íbamos viendo.

Duck Tours Pittsburgh

Duck Tours
Pittsburgh

Recuerdo sólo un poquito de la historia de Pittsburgh.  Hace algunos siglos, debido a su actividad industrial para obtener acero, la ciudad ya estaba muy contaminada.  Podría decirse que el cielo estaba negro, los días eran siempre oscuros y tanto vivir como visitar Pittsburgh tenía consecuencias muy negativas para la salud de las personas.  Aunque suena lógico por el tipo de actividad que ahí se desarrollaba, me costó trabajo imaginarlo porque hoy en día Pittsburgh es una de la ciudades más limpias del mundo y no me cansaré de mencionar que su cielo es hermosísimo. Me resulta imposible imaginar un cielo negro cuando ahí viví amaneceres y atardeceres espléndidos.  Además la ciudad está llena de árboles, pájaros, áreas verdes.  A pesar de ser una  ciudad industrial, está llena de naturaleza.

Cielo Pittsburgh

Cielo
Pittsburgh

Hoy en día Pittsburgh mantiene su economía gracias a sus empresas de tecnología e investigación y no gracias a la industria acerera.   Ahí tiene su sede la H.J. Heinz Company, mundialmente famosa por su catsup.  Esta ciudad también es  PPG (Pittsburgh Plate Glass) Industries, que entre otras cosas, hace los vidrios para las ventanas de los autos. Si en la ventana de un automóvil ven las siglas PPG ya sabemos quién lo fabricó.

Pittsburgh ha sido llamada también la Ciudad de los Campeones  debido a los campeonatos que han ganado sus reconocidos equipos: Steelers, Pirates, Panthers y Penguins.  Los primeros tres ganaron campeonatos en los 70s (por eso llamaron así a la ciudad) y en el 2009 tanto los Steelers como los Penguins fueron campeones de sus respectivas ligas. Por supuesto durante el recorrido vimos el estadio de los Pirates y el de los Steelers.

Estadio de los Steelers Pittsburgh

Estadio de los Steelers
Pittsburgh

Estadio de los Pirates Pittsburgh

Estadio de los Pirates
Pittsburgh

Me gustaron los edificios del centro.

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Pittsburgh

Pittsburgh

Pasamos frente al conjunto de edificios llamado PPG Place y está cubierto de vidrio. Se utilizaron 19 750 piezas de vidrio para construirlo. Son seis edificios y el principal consta de 40 pisos. Hay quienes consideran que es el mejor edificio de esta ciudad. Yo no sabría decir si es el mejor, pero sí puedo afirmar que es uno de los más impresionantes. Fue todo un reto fotografiarlo durante el tour para que saliera completo. No sabía que más tarde cerca de Station Square tendría una mejor  vista del edificio y una mejor oportunidad para hacerlo.

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PPG Place (Glass Building) Pittsburgh

PPG Place
(Glass Building)
Pittsburgh

Cuando llegamos al río, disfruté ver la ciudad desde ahí. Tenía muchas ganas de dar ese paseo por el río. Además de la vista, me encanta estar en el agua. El sol estaba muy intenso, pero me atreví a salir a la parte no techada y ahí me senté un rato a disfrutar y tomar fotos. Saboreaba cada instante de nuestro paseo acuático.

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Pittsburgh

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Pittsburgh

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Pittsburgh

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Ducky Tours Pittsburgh

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Pittsburgh

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Pittsburgh

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Pittsburgh

Una cosa que llamó mi atención de lo que dijeron los guías fue que en Pittsburgh se habla Pittsburghiano.  Me causó gracia el comentario  y no lo dijeron en broma. Aunque el tiempo que estuve allá no lo percibí mucho, sí hay algunas palabras que pronuncian diferente; además tienen sus modismos, expresiones locales, vocabulario propio que me encantaría conocer (aunque sea un poco) en mi próxima visita.

Sentí feo cuando el recorrido terminó. Podría pasar horas y horas paseando por el centro y escuchando cosas acerca de Pittsburgh.  De ahí fuimos a tomar algo al Hard Rock Cafe (HRC) de Station Square.  Esa plaza está muy bonita. Frente al HRC hay una escultura de guitarras junto con una fuente.  En el HRC pedí un vaso de agua, realmente tenía mucha sed y nada como agua simple para calmarla.

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Station Square Pittsburgh

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Station Square Pittsburgh

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Hard Rock Cafe Station Square Pittsburgh

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Station Square Pittsburgh

Station Square Pittsburgh

Station Square
Pittsburgh

En mis años de adolescente me encantaba el HRC. Recuerdo cómo me emocioné cuando conocí el de Acapulco  y después me gustaba coleccionar pins de los diferentes HRC que visitaba. Todavía tengo esa colección y aunque pensé comprarme uno en Pittsburgh, no me decidí a hacerlo. Pidieron Nachos de botana y no pude resistir la tentación de comer algunos: los nachos siempre han sido la especialidad de ese lugar y son los más ricos.

Gracias al amigo de Fabricio que tiene una lancha, tuvimos la oportunidad de dar otro paseo en el río. Mi deseo de alargar el recorrido fue escuchado y ese paseo me sentó muy bien. Me tocó sentarme al frente en la lancha. Iba feliz sintiendo el viento en la cara y mi cabello volando por todos lados (ni me preocupé por pensar la cantidad de nudos con la que tendría que batallar después cuando me tocara cepillarlo).  Seguí tomando fotos y disfrutando intensamente.

Pittsburgh

Pittsburgh

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Pittsburgh

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Pittsburgh

Para cerrar con broche de oro, Fabricio nos llevó al Mt. Washington. Ese lugar ofrece una vista panorámica de la ciudad. Ahí hay un pequeño museo con fotos de como era Pittsburgh en el pasado.  Fue una muy breve pero atractiva visita. También fue un buen lugar para tomar fotos estilo postal de la ciudad.

Vista desde Mt. Washington Pittsburgh

Vista desde Mt. Washington
Pittsburgh

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Vista desde Mount Washington Pittsburgh

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Vista desde Mount Washington Pittsburgh

Después de comer una deliciosa pasta que cocinó mi amigo, acompañarlo a su juego de softball y mientras tanto convivir un rato con sus amigos, nos pusimos a trabajar en la piñata. Todavía nos faltaban los picos y decorarla.  Fabricio hizo los picos y después juntos la decoramos con el papel de china.  A veces platicamos, a veces reímos, a veces permanecimos en silencio concentrados en acabar nuestro proyecto.  En este viaje fue toda una aventura hacer esta piñata. Fabricio estaba muy emocionado por hacerla. Los primeros días me divirtió un poco su falta de paciencia (es una de las personas más pacientes que conozco) para esperar a que las capas de engrudo con periódico (en el globo) se secaran. Usamos hasta una pistola de cabello para acelerar el proceso de secado. Él nunca perdió el entusiasmo pero si divirtió más decorándola.

Piñata :)

Piñata 🙂

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Piñata 🙂

El hacer esta piñata no se trataba de un capricho ni tampoco de una simple ocurrencia, hacerla tenía un sentido: en la recepción de la boda, los invitados les escribirían mensajes que colocarían dentro de la piñata.  Dentro de un año, como parte de la celebración de  su  primer aniversario, los novios (esposos) la romperán y leerán esos mensajes.  Me pareció una idea increíble. Hubiera estado genial haber hecho eso en mi boda.

Nos dormimos muy tarde y teníamos que levantarnos muy temprano al día siguiente. No nos pesó hacerlo pues ambos estábamos muy contentos por haber terminado la piñata. Creo que nunca me había emocionado tanto hacer una. A mis locas adolescentes les habría encantado hacerla con nosotros.  Se habrían divertido.

Estaba tan cansada que me dormí casi sin darme cuenta. Al día siguiente desperté muy temprano y muy emocionada: había llegado el fin de semana tan esperado…

Mis días en Pittsburgh: tranquilidad, paseos y preparativos.

•agosto 11, 2015 • Deja un comentario

Cada persona tiene sus metas, objetivos, sueños cuando va a realizar un viaje.  A veces se trata de conocerlo todo, de levantarse muy temprano y dormirse muy tarde para que el tiempo alcance, para poder absorberlo todo. La mayor parte de los días pasan entre museos, lugares interesantes, lugares nuevos.  Otras veces se trata de visitar a una persona, volverla a ver después de mucho tiempo, convivir con ella, conocer su entorno, su lugar de trabajo y acompañarla en uno de los momentos más importantes de su vida.  Esa fue justo la razón de mi viaje: pasar tiempo con mi amigo, mi hermano después de casi dos años sin verlo y convivir con él, su familia y su futura esposa. La razón principal era estar ahí, ayudarlos con los preparativos de la boda y estar con ellos en ese increíble día (además no podía faltar pues yo sería parte del cortejo nupcial).  Por lo tanto, aunque conocí lo más que pude de Pittsburgh, mi objetivo no era pasear todos los días: eso será para mi próxima visita, cuando también mi familia me acompañe.

Los días en Washington DC fueron más movidos para mí con respecto a conocer lugares durante mi viaje. Los días siguientes fueron muy diferentes y más tranquilos también.  Por fin pude conocer la pizzería de Fabricio y tuve la oportunidad no sólo de probar su famosa pizza (la cual pude disfrutar sin tener ningún problema con mi estómago, pues algunas pizzas me han sido casi imposibles de digerir) sino también de verlo trabajar.

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Italian Village Pizza

Italian Village Pizza

Pude ayudarlo (un poquito) a preparar pizzas.  Primero me enseñó a cortar la masa, lo que él hizo con mucha destreza y velocidad. Parecía fácil, pero no lo fue cuando intenté hacerlo. Creo que no soy tan fuerte para cortar la masa.  Después me enseñó a hacer bolas con la masa para la base de la pizza. En eso lo ayudé.  Tuvo mucha paciencia para explicarme, como cuando me explicaba matemáticas en la prepa. Yo no daba una y él se esforzaba en que todo me quedara bien claro. Sonrió de la misma manera que cuando me ayudaba en aquellos tiempos. Así estuvimos trabajando un ratito.  Me gustó acompañarlo y ayudarlo. Ese día y los dos siguientes comimos pizza. Mi intestino siguió en buenas condiciones y me sentí bien tanto física como anímicamente.

Esa  tarde fui a un outlet con la familia de Fabricio, excepto por su mamá que se quedó con él porque iban a recibir a unos familiares al aeropuerto.  En este viaje no vine a comprar pero curiosear un poco no me hizo daño. Generalmente en Estados Unidos los centros comerciales son muy bonitos. Este estaba al aire libre y podía sentir la luz del sol en todo mi cuerpo. Había unas esculturas de caballos que me gustaron mucho. Escogimos ese lugar como nuestro punto de reunión.

Un outlet en Pittsburgh

Un outlet en Pittsburgh

Un outlet en Pittsburgh

Un outlet en Pittsburgh

Un outlet en Pittsburgh

Un outlet en Pittsburgh

Atardecer en el outlet de Pittsburgh

Atardecer en el outlet de Pittsburgh

Encontré vestidos y faldas que me llamaron mucho mi atención. Quizá para el próximo viaje pueda comprarme unos parecidos. Desde hace tiempo me hace falta comprar ropa y un pequeño cambio de «look» me vendría bien.  Donded sí compré algo, debo admitirlo, fue en la tienda de dulces.  Por fin encontré la famosa azúcar candy que mi papá nos daba cuando éramos niños. Allá la conocen como «Rock Candy» o «Cotton Candy».

Rock Candy

Rock Candy

Aunque ya no tengo paladar de niña y me pareció excesivamente dulce, me hizo feliz comerla.  Pensé en esos fines de semana con mis papás y hermanos; en lo mucho que nos emocionaba ver los dulces en el Palacio de Hierro y escoger el azúcar candy de nuestro color favorito. A mí siempre me encantó el azul. Esta vez no hubo azul; compré el color rosa.  Disfruté mi dulce sentada en una mesa lejos del sol pero donde pudiera mirar las nubes.

En la tienda también tenían los famosos Bertie Bott’s Beans, los dulces de los libros y películas de Harry Potter en los cuales había todos los sabores: tanto los más agradables como los desagradables.  La primera vez que pasé por la tienda no me atreví a comprarlos; sin embargo, si bien la curiosidad mató al gato, la satisfacción lo revivió. Así que después de varios minutos de duda, me decidí a regresar por ellos.

Bertie Bott's Beans Harry Potter

Bertie Bott’s Beans
Harry Potter

Bertie Bott's Beans Flavors Harry Potter

Bertie Bott’s Beans
Flavors
Harry Potter

Los abrí y el que me tocó sabía tan mal que al instante sentí náuseas y ganas de vomitar. El sabor fue earthworm (lombriz de tierra). No me queda  más que afirmar que sabía a eso. Me acerqué al bote de basura más cercano para escupirlo.  No me quedaron ganas de probar ninguno más. ¡Qué terrible sensación pero también que divertido fue!.  No pude evitar reírme. Me reí  como niña traviesa. Rejuvenecí varios años en ese instante. Unos minutos después llegó la genial sobrinita de Fabricio y al ver que tenía dulces, quiso probarlos. También le tocó uno desagradable y me divirtió ver la cara que hizo. Por supuesto quiso probar más y se quedó contenta cuando le salió uno de plátano. Decidió que los demás tenían que probarlos y reí con las caras que ellos  hicieron (probaran los dulces o no).  Fue una experiencia divertida ir al outlet. No pensé que me la pasaría tan bien sin comprar, pero así fue.

El día terminó con una cena en Rock Bottom con las tías de Fabricio que acababan de llegar a Pittsburgh. Me dio mucho gusto conocerlas.  Fue una velada tranquila. Comí una exquisita ensalada con arándanos que compartí con la mamá de Fabricio.  Fue la cena ideal sobre todo después de la pizza de la tarde.

Para terminar el día, nos desvelamos los tres  (Fabricio, Susan y yo) trabajando en la piñata, la célebre piñata que, por accidente dos días después casi termina en la basura. Esa anécdota nos hizo reír mucho después. La piñata sobreviviría, sería terminada y llegaría a su destino final: el lsalón de la fiesta.

A pesar de la próxima boda, los mil detalles, los pendientes, tuve la oportunidad de seguir conociendo Pittsburgh y sus alrededores . La mañana siguiente fuimos a la Cathedral of Learning (Capital del Aprendizaje) de la Universidad de Pittsburgh. El edificio es tan alto como hermoso y forma parte del Registro Nacional de Lugares Históricos de Estados Unidos. Me gusta todo lo gótico y este  es el segundo edificio gótico más alto del mundo.

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Lo más atractivo de este lugar, además de su arquitectura, son sus salones de nacionalidad (Nationality Rooms) ubicados en el primer y tercer piso de la Catedral. Estos salones se diseñaron para representar la cultura de varios grupos étnicos que se establecieron en Allegheny County. Además de estar abiertos al público, también en ellos se dan clases. Son muchos los salones que visitar. Nada más en el primer piso se encuentran, entre otros, los siguientes salones: polaco, irlandés, lituano, romano, sueco, chino, griego, escocés, checoslovaco e italiano. Es muy evidente la diversidad en cada uno de ellos. Cada uno refleja la cultura del país que representa.

Un poco de información acerca de los «Nationality Rooms» (está en inglés)

Para quienes nos gusta el arte, estos salones son impresionantes. Estoy segura de que me costaría mucho trabajo tomar clases en uno de ellos, me distraería todo el tiempo mirando a mi alrededor.   Las diferencias entre cada salón son muchas, no sólo se trata de la decoración sino también de la distribución de las sillas, mesas, escritorios.  Por ejemplo, en algunos salones como el polaco y el austriaco,  sólo hay una mesa rectangular grande rodeada de sillas. No hay escritorio de maestros.  En el salón suizo hay varias mesas rectangulares acomodadas de forma horizontal frente al pizarrón.  Tampoco hay escritorio de maestro, pero hay un podio a la izquierda del pizarrón. Tanto las sillas como el podio están decorados con diferentes símbolos suizos. No me daría tiempo de describirlos todos. Tampoco tuvimos tanto tiempo para visitarlos pues teníamos sólo una hora y cuarto para hacerlo.  Quedé encantada con este lugar y espero regresar para poder visitar cada salón con más detenimiento.

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Nationality Rooms Cathedral of Learning Pittsburgh

También subimos al piso 36 (el más alto) para disfrutar la vista.  Tomé algunas fotos, la única desventaja fue tener que hacerlo a través del vidrio. Sin embargo, creo que a pesar de eso, salieron bien y se puede apreciar el hermoso paisaje. Salí satisfecha y feliz de ese lugar.

Vista desde el piso 36 Cathedral of Learning Pittsburgh

Vista desde el piso 36
Cathedral of Learning
Pittsburgh

Vista desde el piso 36 Cahtehdral of Learning Pittsburgh

Vista desde el piso 36
Cahtehdral of Learning
Pittsburgh

Dimos un breve recorrido en coche y nos reunimos con Fabricio y la familia que ese día llegó a Pittsburgh. Ya se acercaba el día de la boda y los invitados mexicanos (principalmente familiares aunque también amigos) comenzaban a llegar.

Pittsburgh Paseo desde el coche

Pittsburgh
Paseo desde el coche

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Pittsburgh Paseo desde el coche

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Pittsburgh Paseo desde el coche

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Pittsburgh Paseo desde el coche

Para finalizar el día, acompañé a los novios a comprar y recoger las cosas pendientes para la boda  y la luna de miel. Ya faltaba muy poco para el esperado día. ¡Qué rápido pasa el tiempo!

Al cumplir una semana fuera de casa, me tocó uno de los días más calurosos de este verano en Pittsburgh. Yo me estaba derritiendo y no estuve muy activa ese día. Mi deseo era quedarme sentada junto al aire acondicionado y tratar de revivir un poco. Ese día llevamos mi vestido a la tienda donde fue comprado para que lo plancharan.  Para la boda todas las damas (bridesmaids) y dama de honor (maid of honor) debíamos ponernos un vestido exactamente igual (mismo modelo y comprado en la misma tienda). Hace unos meses mi vestido viajó de Pittsburgh a México. En cuanto llegó a mis manos me lo probé y poco antes de realizar mi viaje le hicieron los ajustes necesarios para que me quedara perfectamente bien. Por supuesto tuve que volver a doblarlo para meterlo a la maleta y así llegó a Pittsburgh: bien doblado y también arrugado.  En la tienda lo dejaron perfecto y sin costo extra. Me quedé muy tranquila: eso era lo único que me faltaba para tener todo listo para el gran día.

Fue un día  relajado y pasé la mayor parte del tiempo en casa de Fabricio. Estaba tan acalorada que no tenía muchas ganas de salir.  En realidad me sentía como cucaracha fumigada; estaba tan agobiada por el calor que me fue necesario tomar una siesta. Lo mismo me sucedió cuando viajé a Monterrey, Torreón y Tampico hace ya algunos años. Una insomne como yo deja de serlo en los días excesivamente cálidos: todo el día me da sueño.

Cuando regresó Fabricio del trabajo, pintamos la piñata de blanco para quitarle el color a periódico y ya por fin poder decorarla. Jamás me imaginé que una de mis actividades en Pittsburgh sería hacer una piñata con mi hermano Fabricio y fue muy divertido. .

A pesar de que fue un día relajado, nos dormimos tarde.  Me desvelé todos los días del viaje y estuvo bien, sabía que sería así. No me hizo falta sueño, casi todos los días me desperté a las siete de la mañana o poquito antes.  Ya sólo quedaba un día en Pittsburgh antes de irnos a Carrolltown, el pueblito donde se realizaría la boda.  Ese día pasaríamos la mañana y parte de la tarde en el centro de Pittsburgh…

Fin de Semana de Paseo

•julio 30, 2015 • 1 comentario

Hay días más acelerados que otros. Después de un día de calma vino un fin de semana de mucho movimiento. Fue una carrera fascinante.
Cuando de viajar se trata, me encanta andar del tingo al tango.
El sábado nuestro día comenzó a las 5:30 de la mañana, hora en la que nos levantamos y preparamos para irnos a Washington DC. A esa hora ya había amanecido. A las 6:30 el sol ya iluminaba todo.
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Fueron cuatro horas de camino para llegar a Washington y ahí también hacía mucho calor.
Lo primero que hicimos al llegar fue visitar museos. Hay muchos y la mayoría son enormes. Es imposible visitarlos todos en tan poco tiempo. Por lo tanto hay que escoger de acuerdo a los intereses de cada persona. La mayoría de los museos cierra a las 5:00/5:30.
Nos dividimos para visitar museos. Fabricio, Susan y yo fuimos al Museo Nacional del Aire y del Espacio (Nacional Air and Space Museum). Admito que no me apasionan los aviones ni tampoco las naves espaciales pero me sí me gustó haber visitado este museo.
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Vi el famoso Apollo II, en el cual Neil Armstrong y Buzz Aldrin llegaron a la luna en 1969.

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Tomamos un recorrido que duró alrededor de una hora y media. El guía nos explicó las cosas bastante bien y logró que tanto los aviones como las naves espaciales que a duras apenas había volteado a ver cuando llegamos al Museo, realmente me interesaran. Aprendí sobre un tema del cual sé muy poco.
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Además el guía nos contó historias interesantes como la de una pareja que quería recorrer el mundo en avión sin interrupciones.  Sí mal no recuerdo, les tomó diez días lograrlo. ¡Diez días en el aire! Por si fuera poco en este avión sólo cabía una persona sentada y la otra acostada. Así debían permanecer todo el camino. De tan sólo pensarlo me sentí claustrofóbica y ansiosa. Es algo que yo no podría soportar.  Después del viaje esta pareja se separó.  Es divertido enterarse de historias como esa.
Una ventaja en Washington DC es que la entrada a la mayoría de los museos es libre, incluyendo los recorridos que ofrecen.
Saliendo de ese museo caminamos hacia la Galería Nacional de Arte (The National Gallery of Art).  Me emocionó caminar por los parques de Washington y ver a lo lejos el obelisco (Monumento a Washington).
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En esta ciudad hay mucha gente a toda hora.  Como en toda gran ciudad hay mucho movimiento, tráfico y personas impacientes (inclusive nos tocó ver a alguien tocar el claxón sin motivo). No sólo en México DF suceden esas cosas.
Hacía muchísimo calor y Fabricio me invitó un helado (de los camiones  que están parados justo al lado de los parques). Rara vez tomo helado y casi nunca en barquillo, pero se veía delicioso y no pude resistirme. Definitivamente llenó mis expectativas: me supo a momentos felices de mi infancia. Lo saborée lo mejor que pude; sin embargo, comenzó a derretirse y fue toda una odisea comerlo sin mancharme. A pesar de todo, fue divertido. Terminé con las manos bien llenas de helado.  Fabricio y Susan me ayudaron a quitarme el helado de las manos con un poco de agua de la botella que traíamos.
Llegamos a la Galería Nacional de Arte. Queríamos visitar el edificio de Arte Moderno pero estaba cerrado, sólo pudimos ver las esculturas afuera de las salas. Vi una de Max Ernst, quien fue esposo de Leonora Carrington. Me gusta mucho el surrealismo.
Fuimos al otro edificio de la galería en el cual hay obras de arte del siglo XIII al siglo XX. Vimos varias pinturas de la Edad Media, el tema predominante era la religión. Confieso que no me encanta el arte religioso; sin embargo, me gustó «Madonna and Child» de Giotto. Quizá porque en ese cuadro la virgen y el niño Jesús no se ven felices como en la mayoría de los cuadros que se pintan con respecto a ese tema. Su destino no era tan feliz como para que siempre estuvieran tan tranquilos y sonrientes. Me gustan las pinturas que muestran una perspectiva diferente de la religión.
En otra sala me encontré con Henry, el Duque de Gloucester  de Adriaen Hanneman. ¡Qué impresionante cuadro!  El Duque se ve joven, apuesto y enigmático en este retrato. Me gustó la luz que rodea su pelo y también su mirada indescifrable.

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Me gustó el blanco y negro San Jerónimo Penitente de Jan Gossaert. Además no pude evitar ponerle atención pues San Jerónimo está considerado el padre de la traducción.
Observé The Repentant Magdalene de George de la Tour. Ese cuadro me recordó una conversación con mi marido sobre los diferentes cuadros que se han hecho de Magdalena. Están quienes dibujan a la Magdalena sensual y quienes nos muestran a la Magdalena arrepentida, la santa.
Extrañé a mi marido y su manera tan acertada e interesante de explicar el arte.
Uno de los cuadros que más me gustó fue The Mill de Rembrandt Van Rijn.
Sentí deseos de estar sentada al lado del Molino disfrutando de la hermosa vista,  anhelando aventarme al agua. Era un gran lugar para soñar despierta.
Hubo otro cuadro de un molino que también llamó mucho mi atención: Moonlight on the Yare de John Crome. En este cuadro estaba la luna, mi siempre amada luna. Me vi recostada junto al árbol grande, hipnotizada por la luz de la luna que se refleja en el agua. Estaba demasiado cansada para llegar a los molinos pero feliz de poder admirarlos.
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Me hacen feliz los cuadros que me llevan a imaginar historias, que me hablan; cuadros a través de los cuales puedo sentir la voz del artista que los creó.
Hablando de paisajes y de la luna, quiero nadar en el río de luz (The River of Light by Frederic Edwin Church), quiero sentir esa luz en mi cuerpo y ser parte de ese lugar que tantas veces he visto en mis sueños.
La lista de cuadros es interminable. Es imposible visitar detenidamente todas las salas en sólo unas horas. Fui feliz viendo los cuadros de Van Gogh. Disfrutamos también la sala del impresionismo, la alegre lluvia de colores en sus cuadros.
¡Me gusta tanto la pintura! De niña soñaba con ser pintora pero era muy torpe para dibujar. Con los años he mejorado, pero sigue siendo difícil para mí.
La exposición  temporal  The Painter’s Eye de Caillebotte me encantó.  Uno de los mejores, para mí, fue el de una calle de París en la cual está lloviendo y la gente camina por la calle con sus paraguas; al mirar el cuadro nos sentimos como si fuéramos parte de él, como si nosotros también necesitáramos cubrirnos de la lluvia. El cuadro era tan atractivo que era inevitable perderse en él. Desafortunadamente  no es posible tomar fotos en esta sala.
La única razón por la que salimos del museo fue porque ya era la hora de cerrar.  Me quedé con ganas de ver más salas en la Galería, ya será para el próximo viaje. ¡Cómo disfruto visitar museos!
Cerca de ahí está el Jardín de las Esculturas de la Galería Nacional de Arte. Además de las esculturas en el Jardín, en el centro hay una gran fuente, un bonito lugar para tomar fotos. Flores y arte me parecen una excelente combinación. De las esculturas que pudimos ver, me gustaron tres: Thinker on a Rock de Barry Flanagan, la cual me recordó al conejo de Donnie Darko; House I  de Roy Lichenstein, una casita muy acogedora de colores llamativos y un árbol de aluminio muy grande cuyo nombre no recuerdo.
Caminamos un poco y después nos dirigimos a Georgetown, comimos en Smiths Georgetown Pub. El camino fue largo pero valió la pena. Pedí una margarita y un «grilled cheese sandwich» que estaba exquisito. Traté de comerlo despacio para disfrutarlo más.
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Para terminar el día paseamos por Georgetown. ¡Qué bonito lugar! Me quedé un rato admirando la vista y tomando fotos.
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También observé a la gente pasar y tomé video.  La pequeña sobrina de Fabricio jugaba todo el tiempo.
Nos mojamos en los chorros de agua que había. Fue tan divertido como refrescante pues el calor estaba fuerte.
Tuvimos la oportunidad de ver el atardecer a casi las nueve de la noche.
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Disfruto mucho estos días largos en los que amanece temprano y atardece alrededor de las nueve.
Me entretuve viendo las luces de colores en la «fuente» de la plaza por la que caminábamos.
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Había mucha gente divirtiéndose en los bares y restaurantes.
Fue un agotador pero gran día.

El domingo nos dirigimos a Annapolis en Maryland. Jamás había escuchado de este lugar pero me enamoré de él desde que llegamos ahí.
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Para alguien como yo que vivo en la acelerada ciudad de México, este pueblito es un oasis de paz y de dulce silencio.
La personalidad de este pueblo radica en sus casitas de estilo antiguo, en su calles que nos llevan al arroyo, en sus jardines deliciosos. Es casi como viajar al pasado y detenerse en una época remota y muy muy tranquila.
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Comenzamos nuestro paseo por este pueblito en Maryland’s State House. Vimos las salas del congreso, nos tomamos una foto con la estatua de George Washington, recorrimos el museo.
Después fuimos a Harbor Street donde tomamos un tour:  «Annapolis Urban Adventures «.

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Si mal no recuerdo, el guía se llamaba  Michael. En aproximadamente 45 minutos, el guía nos dio un  paseo por los lugares más relevantes de Annapolis. Nos dio muy buenas explicaciones y siempre de la mejor manera posible. Nos dijo que podemos saber en que época fueron construidas las casas por su color.  Las casas color crema, por ejemplo,  se construyeron alrededor de 1760;  mientras que una azul con rojo, al principio de los 1900s.  ¿Cómo saberlo? La respuesta está en los pigmentos para pintar las casas. El azul todavía no se fabricaba en 1700 o 1800.
En Annapolis hay una ley que prohíbe la construcción de edificios modernos. Se trata de conservar el estilo del lugar.
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Sólo hay una casa moderna y la construyeron a mediados del siglo pasado antes de que se decretara esa ley.
Annapolis está rodeado de agua. Varias calles llevan al arroyo.
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El recorrido terminó y me quedé con ganas de más.  Annapolis me encantó para pasar unos días de calma, para ponerme a escribir y a pintar. Es un lugar al que incluyo en mi lista de los lugares a los cuales deseo volver antes de morirme.
Nuestra siguiente parada fue el Cementerio Nacional de Arlington (Arlington Nacional Cemetery), un cementerio militar para honrar a quienes han luchado por su país en  tiempos de guerra.
Hay dos maneras de recorrer el cementerio: caminando o en el camión ( el cual hace paradas en los lugares más relevantes del cementerio).
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En este lugar están las tumbas de JFK y  Jackie Kennedy.
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En la tumba del Soldado Desconocido (the Unknown Soldier) se realiza un cambio de guardia cada media hora.

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Es una ceremonia solemne: todos los presentes deben ponerse de pie y permanecer en silencio. Todos los días del año se realiza esta ceremonia las 24 horas del día. Cuando el cementerio está abierto al público se realiza cada media hora; y cuando está cerrado, cada hora. En la tumba del Soldado Desconocido se honra a todos los soldados desconocidos  que murieron luchando por su país. Es  posible tomar fotos y videos tanto en este momento como durante el recorrido. Todo el tiempo hay que mantener una actitud de respeto. No es un lugar para ser escandaloso ni tampoco para reírse.
El recorrido es largo e interesante, también doloroso pues la guerra está siempre presente.  En algún momento sentí unas intensas ganas de llorar y salir corriendo de ese lugar, pero no lo hice. Eso sí, fue bueno haberlo visitado y aprender de una cultura tan diferente a la mía.
Una de las últimas paradas es la Casa de Arlington. La vista panorámica de Washington DC desde ese lugar es increíble. La guía nos dijo que muchos fotógrafos van ahí a tomar fotos para hacer postales. Por supuesto tomé fotos, nos tomamos una foto los tres (Susan, Fabricio y yo).   Emprendimos el camino de regreso. Fue largo el camino, pero logramos llegar al coche.
La siguiente y última parada fue el Memorial de Abraham Lincoln. Fue complicado llegar porque no encontrábamos estacionamiento.
Nos tomamos fotos con Abraham Lincoln. Después miré hacia el obelisco. Ese era el único recuerdo que perduraba en mi memoria del viaje exprés a Washington en un campamento al que fui cuando tenía casi 18 años: esa increíble vista del agua en el parque y a lo lejos el obelisco blanco, monumento a George Washington y la construcción más alta de esa ciudad.
Hay muchos memoriales que visitar en esa ciudad además del de Abraham Lincoln; por ejemplo el de la Segunda Guerra Mundial,  el de la Guerra de Corea, el de la Guerra de Vietnam, el de Marthin Luther King. Los memoriales  están abiertos al público también en la noche.
Se necesita más de un fin de semana para conocer Washington DC,  pero quedé muy contenta y satisfecha con nuestro recorrido.
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Esa misma noche nos regresamos a Pittsburgh.
Después de un rato de plática, Fabricio puso un podcast que cumplió la función de mantenernos despiertos y que nos resultó muy divertido: Sunday Puzzle  de NPR (National Pittsburgh Radio). En este programa se hacen acertijos con palabras. Acertijos con uno de los temas que más disfruto: el lenguaje. El programa me atrapó desde el primer reto. Así se nos fue rápido el tiempo. Llegamos a Pittsburgh exhaustos en la madrugada. Era ya momento de descansar.
Susan supo que llegamos a Pittsburgh por el cielo.  No sabría explicar qué tiene, pero su cielo es diferente y  me  encanta. Me gusta disfrutar el atardecer, el cual llega cerca de las nueve de la noche.
¡Qué bonito es Pittsburgh! Fue un muy buen fin de semana y sigue siendo un muy feliz viaje.