Fin de Semana de Paseo
Hay días más acelerados que otros. Después de un día de calma vino un fin de semana de mucho movimiento. Fue una carrera fascinante.
Cuando de viajar se trata, me encanta andar del tingo al tango.
El sábado nuestro día comenzó a las 5:30 de la mañana, hora en la que nos levantamos y preparamos para irnos a Washington DC. A esa hora ya había amanecido. A las 6:30 el sol ya iluminaba todo.
Fueron cuatro horas de camino para llegar a Washington y ahí también hacía mucho calor.
Lo primero que hicimos al llegar fue visitar museos. Hay muchos y la mayoría son enormes. Es imposible visitarlos todos en tan poco tiempo. Por lo tanto hay que escoger de acuerdo a los intereses de cada persona. La mayoría de los museos cierra a las 5:00/5:30.
Nos dividimos para visitar museos. Fabricio, Susan y yo fuimos al Museo Nacional del Aire y del Espacio (Nacional Air and Space Museum). Admito que no me apasionan los aviones ni tampoco las naves espaciales pero me sí me gustó haber visitado este museo.
Vi el famoso Apollo II, en el cual Neil Armstrong y Buzz Aldrin llegaron a la luna en 1969.
Tomamos un recorrido que duró alrededor de una hora y media. El guía nos explicó las cosas bastante bien y logró que tanto los aviones como las naves espaciales que a duras apenas había volteado a ver cuando llegamos al Museo, realmente me interesaran. Aprendí sobre un tema del cual sé muy poco.
Además el guía nos contó historias interesantes como la de una pareja que quería recorrer el mundo en avión sin interrupciones. Sí mal no recuerdo, les tomó diez días lograrlo. ¡Diez días en el aire! Por si fuera poco en este avión sólo cabía una persona sentada y la otra acostada. Así debían permanecer todo el camino. De tan sólo pensarlo me sentí claustrofóbica y ansiosa. Es algo que yo no podría soportar. Después del viaje esta pareja se separó. Es divertido enterarse de historias como esa.
Una ventaja en Washington DC es que la entrada a la mayoría de los museos es libre, incluyendo los recorridos que ofrecen.
Saliendo de ese museo caminamos hacia la Galería Nacional de Arte (The National Gallery of Art). Me emocionó caminar por los parques de Washington y ver a lo lejos el obelisco (Monumento a Washington).
En esta ciudad hay mucha gente a toda hora. Como en toda gran ciudad hay mucho movimiento, tráfico y personas impacientes (inclusive nos tocó ver a alguien tocar el claxón sin motivo). No sólo en México DF suceden esas cosas.
Hacía muchísimo calor y Fabricio me invitó un helado (de los camiones que están parados justo al lado de los parques). Rara vez tomo helado y casi nunca en barquillo, pero se veía delicioso y no pude resistirme. Definitivamente llenó mis expectativas: me supo a momentos felices de mi infancia. Lo saborée lo mejor que pude; sin embargo, comenzó a derretirse y fue toda una odisea comerlo sin mancharme. A pesar de todo, fue divertido. Terminé con las manos bien llenas de helado. Fabricio y Susan me ayudaron a quitarme el helado de las manos con un poco de agua de la botella que traíamos.
Llegamos a la Galería Nacional de Arte. Queríamos visitar el edificio de Arte Moderno pero estaba cerrado, sólo pudimos ver las esculturas afuera de las salas. Vi una de Max Ernst, quien fue esposo de Leonora Carrington. Me gusta mucho el surrealismo.
Fuimos al otro edificio de la galería en el cual hay obras de arte del siglo XIII al siglo XX. Vimos varias pinturas de la Edad Media, el tema predominante era la religión. Confieso que no me encanta el arte religioso; sin embargo, me gustó «Madonna and Child» de Giotto. Quizá porque en ese cuadro la virgen y el niño Jesús no se ven felices como en la mayoría de los cuadros que se pintan con respecto a ese tema. Su destino no era tan feliz como para que siempre estuvieran tan tranquilos y sonrientes. Me gustan las pinturas que muestran una perspectiva diferente de la religión.
En otra sala me encontré con Henry, el Duque de Gloucester de Adriaen Hanneman. ¡Qué impresionante cuadro! El Duque se ve joven, apuesto y enigmático en este retrato. Me gustó la luz que rodea su pelo y también su mirada indescifrable.
Me gustó el blanco y negro San Jerónimo Penitente de Jan Gossaert. Además no pude evitar ponerle atención pues San Jerónimo está considerado el padre de la traducción.
Observé The Repentant Magdalene de George de la Tour. Ese cuadro me recordó una conversación con mi marido sobre los diferentes cuadros que se han hecho de Magdalena. Están quienes dibujan a la Magdalena sensual y quienes nos muestran a la Magdalena arrepentida, la santa.
Extrañé a mi marido y su manera tan acertada e interesante de explicar el arte.
Uno de los cuadros que más me gustó fue The Mill de Rembrandt Van Rijn.
Sentí deseos de estar sentada al lado del Molino disfrutando de la hermosa vista, anhelando aventarme al agua. Era un gran lugar para soñar despierta.
Hubo otro cuadro de un molino que también llamó mucho mi atención: Moonlight on the Yare de John Crome. En este cuadro estaba la luna, mi siempre amada luna. Me vi recostada junto al árbol grande, hipnotizada por la luz de la luna que se refleja en el agua. Estaba demasiado cansada para llegar a los molinos pero feliz de poder admirarlos.
Me hacen feliz los cuadros que me llevan a imaginar historias, que me hablan; cuadros a través de los cuales puedo sentir la voz del artista que los creó.
Hablando de paisajes y de la luna, quiero nadar en el río de luz (The River of Light by Frederic Edwin Church), quiero sentir esa luz en mi cuerpo y ser parte de ese lugar que tantas veces he visto en mis sueños.
La lista de cuadros es interminable. Es imposible visitar detenidamente todas las salas en sólo unas horas. Fui feliz viendo los cuadros de Van Gogh. Disfrutamos también la sala del impresionismo, la alegre lluvia de colores en sus cuadros.
¡Me gusta tanto la pintura! De niña soñaba con ser pintora pero era muy torpe para dibujar. Con los años he mejorado, pero sigue siendo difícil para mí.
La exposición temporal The Painter’s Eye de Caillebotte me encantó. Uno de los mejores, para mí, fue el de una calle de París en la cual está lloviendo y la gente camina por la calle con sus paraguas; al mirar el cuadro nos sentimos como si fuéramos parte de él, como si nosotros también necesitáramos cubrirnos de la lluvia. El cuadro era tan atractivo que era inevitable perderse en él. Desafortunadamente no es posible tomar fotos en esta sala.
La única razón por la que salimos del museo fue porque ya era la hora de cerrar. Me quedé con ganas de ver más salas en la Galería, ya será para el próximo viaje. ¡Cómo disfruto visitar museos!
Cerca de ahí está el Jardín de las Esculturas de la Galería Nacional de Arte. Además de las esculturas en el Jardín, en el centro hay una gran fuente, un bonito lugar para tomar fotos. Flores y arte me parecen una excelente combinación. De las esculturas que pudimos ver, me gustaron tres: Thinker on a Rock de Barry Flanagan, la cual me recordó al conejo de Donnie Darko; House I de Roy Lichenstein, una casita muy acogedora de colores llamativos y un árbol de aluminio muy grande cuyo nombre no recuerdo.
Caminamos un poco y después nos dirigimos a Georgetown, comimos en Smiths Georgetown Pub. El camino fue largo pero valió la pena. Pedí una margarita y un «grilled cheese sandwich» que estaba exquisito. Traté de comerlo despacio para disfrutarlo más.
Para terminar el día paseamos por Georgetown. ¡Qué bonito lugar! Me quedé un rato admirando la vista y tomando fotos.
También observé a la gente pasar y tomé video. La pequeña sobrina de Fabricio jugaba todo el tiempo.
Nos mojamos en los chorros de agua que había. Fue tan divertido como refrescante pues el calor estaba fuerte.
Tuvimos la oportunidad de ver el atardecer a casi las nueve de la noche.
Disfruto mucho estos días largos en los que amanece temprano y atardece alrededor de las nueve.
Me entretuve viendo las luces de colores en la «fuente» de la plaza por la que caminábamos.
Había mucha gente divirtiéndose en los bares y restaurantes.
Fue un agotador pero gran día.
El domingo nos dirigimos a Annapolis en Maryland. Jamás había escuchado de este lugar pero me enamoré de él desde que llegamos ahí.
Para alguien como yo que vivo en la acelerada ciudad de México, este pueblito es un oasis de paz y de dulce silencio.
La personalidad de este pueblo radica en sus casitas de estilo antiguo, en su calles que nos llevan al arroyo, en sus jardines deliciosos. Es casi como viajar al pasado y detenerse en una época remota y muy muy tranquila.
Comenzamos nuestro paseo por este pueblito en Maryland’s State House. Vimos las salas del congreso, nos tomamos una foto con la estatua de George Washington, recorrimos el museo.
Después fuimos a Harbor Street donde tomamos un tour: «Annapolis Urban Adventures «.
Si mal no recuerdo, el guía se llamaba Michael. En aproximadamente 45 minutos, el guía nos dio un paseo por los lugares más relevantes de Annapolis. Nos dio muy buenas explicaciones y siempre de la mejor manera posible. Nos dijo que podemos saber en que época fueron construidas las casas por su color. Las casas color crema, por ejemplo, se construyeron alrededor de 1760; mientras que una azul con rojo, al principio de los 1900s. ¿Cómo saberlo? La respuesta está en los pigmentos para pintar las casas. El azul todavía no se fabricaba en 1700 o 1800.
En Annapolis hay una ley que prohíbe la construcción de edificios modernos. Se trata de conservar el estilo del lugar.
Sólo hay una casa moderna y la construyeron a mediados del siglo pasado antes de que se decretara esa ley.
Annapolis está rodeado de agua. Varias calles llevan al arroyo.
El recorrido terminó y me quedé con ganas de más. Annapolis me encantó para pasar unos días de calma, para ponerme a escribir y a pintar. Es un lugar al que incluyo en mi lista de los lugares a los cuales deseo volver antes de morirme.
Nuestra siguiente parada fue el Cementerio Nacional de Arlington (Arlington Nacional Cemetery), un cementerio militar para honrar a quienes han luchado por su país en tiempos de guerra.
Hay dos maneras de recorrer el cementerio: caminando o en el camión ( el cual hace paradas en los lugares más relevantes del cementerio).
En este lugar están las tumbas de JFK y Jackie Kennedy.
En la tumba del Soldado Desconocido (the Unknown Soldier) se realiza un cambio de guardia cada media hora.
Es una ceremonia solemne: todos los presentes deben ponerse de pie y permanecer en silencio. Todos los días del año se realiza esta ceremonia las 24 horas del día. Cuando el cementerio está abierto al público se realiza cada media hora; y cuando está cerrado, cada hora. En la tumba del Soldado Desconocido se honra a todos los soldados desconocidos que murieron luchando por su país. Es posible tomar fotos y videos tanto en este momento como durante el recorrido. Todo el tiempo hay que mantener una actitud de respeto. No es un lugar para ser escandaloso ni tampoco para reírse.
El recorrido es largo e interesante, también doloroso pues la guerra está siempre presente. En algún momento sentí unas intensas ganas de llorar y salir corriendo de ese lugar, pero no lo hice. Eso sí, fue bueno haberlo visitado y aprender de una cultura tan diferente a la mía.
Una de las últimas paradas es la Casa de Arlington. La vista panorámica de Washington DC desde ese lugar es increíble. La guía nos dijo que muchos fotógrafos van ahí a tomar fotos para hacer postales. Por supuesto tomé fotos, nos tomamos una foto los tres (Susan, Fabricio y yo). Emprendimos el camino de regreso. Fue largo el camino, pero logramos llegar al coche.
La siguiente y última parada fue el Memorial de Abraham Lincoln. Fue complicado llegar porque no encontrábamos estacionamiento.
Nos tomamos fotos con Abraham Lincoln. Después miré hacia el obelisco. Ese era el único recuerdo que perduraba en mi memoria del viaje exprés a Washington en un campamento al que fui cuando tenía casi 18 años: esa increíble vista del agua en el parque y a lo lejos el obelisco blanco, monumento a George Washington y la construcción más alta de esa ciudad.
Hay muchos memoriales que visitar en esa ciudad además del de Abraham Lincoln; por ejemplo el de la Segunda Guerra Mundial, el de la Guerra de Corea, el de la Guerra de Vietnam, el de Marthin Luther King. Los memoriales están abiertos al público también en la noche.
Se necesita más de un fin de semana para conocer Washington DC, pero quedé muy contenta y satisfecha con nuestro recorrido.
Esa misma noche nos regresamos a Pittsburgh.
Después de un rato de plática, Fabricio puso un podcast que cumplió la función de mantenernos despiertos y que nos resultó muy divertido: Sunday Puzzle de NPR (National Pittsburgh Radio). En este programa se hacen acertijos con palabras. Acertijos con uno de los temas que más disfruto: el lenguaje. El programa me atrapó desde el primer reto. Así se nos fue rápido el tiempo. Llegamos a Pittsburgh exhaustos en la madrugada. Era ya momento de descansar.
Susan supo que llegamos a Pittsburgh por el cielo. No sabría explicar qué tiene, pero su cielo es diferente y me encanta. Me gusta disfrutar el atardecer, el cual llega cerca de las nueve de la noche.
¡Qué bonito es Pittsburgh! Fue un muy buen fin de semana y sigue siendo un muy feliz viaje.
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