Cartas para Nadie escritas después del aislamiento y distanciamiento social por el coronavirus. Trigésimo octava carta.
14 de abril de 2023
¡Hola! Me he prometido darte lata una vez a la semana con el compromiso de permitir a mi pluma avanzar sin censura.
La primavera me acompaña, puedo sentirla en los jazmines del balcón cuando su fragancia llega a mis pulmones; en los geranios, las caléndulas y las dalias renacidas presumiendo sus botones; en las alegres fresas y zarzamoras cuyos frutos vienen en camino. Como voy mejorando de la espalda, ya pude quitarles la plaga y casi todas mis plantas se están poniendo hermosas. ¿Quieres verlas?





Nadie, querido Nadie, viajé un rato al pasado al leer mis diarios del 2001. Hallé cosas escalofriantes pero necesarias para reconciliarme con la Carla libre, amante de las palabras. Desde muy joven me convencí que era una roca contra la que todos se estrellan, pero en esa época, además, escribí: «soy la roca contra la que yo misma me estrello». Me faltó el aire. Más de dos décadas después a menudo siento lo mismo. Ni siquiera puedo contar el número de veces que me he cerrado puertas por creerme incapaz, por pánico, por no permitirme tener éxito. En los últimos meses esos son mis pensamientos más frecuentes: recuerdos de caídas, de fracasos, de desesperación. He estado sumergida en esta especie de parálisis emocional. Me he centrado en las tinieblas y olvidé la contraparte. Por ejemplo, después de meses de clases particulares, de ayudar a estudiar a mis amigos, de aclararles sus dudas para el examen, reprobé física y terminé en extraordinario (el único en los tres años de prepa). De la misma manera reprobé el filtro para poder hacer examen global en lugar de tesis, a pesar de haber tenido más de nueve de promedio en toda la carrera. Tengo en mi haber varias situaciones como ésa. Hace unos años entrené muy duro para hacer un gran tiempo en un medio maratón; en el kilómetro 7 me lesioné sin ni siquiera saber cómo. Como decía, no tomé en cuenta la otra cara de la moneda: en ningún caso me rendí. Pasé el extraordinario; a pesar de mi depresión, volví a hacer el filtro con éxito y me titulé. Me lesióne en el kilómetro 7, no obstante, llegué a la meta.
Durante una buena parte del año 2001, no me daban ganas ni de levantarme. Mi voz estaba desapareciendo pero luché: encontré un empleo, obtuve mi título. Es decir, a pesar de ser esa roca, a pesar de las innumerables veces que me he estrellado contra ella, de una u otra forma he logrado alcanzar mis objetivos -no importa cuánto haya tardado-. Decidí viajar a Europa en 2006: todo parecía estar en mi contra. Iba a ir en junio y en marzo todavía no podía comprar el boleto. Me visualicé, confié en mí, trabajé motivada. ¡Sí lo hice, Nadie! ¡Me fui ese verano! Con certeza te lo digo, fue uno de los mejores viajes de mi vida. Te cuento esto para tenerlo bien presente, para abandonar los No puedo, No soy, No tengo, No. Necesito ahuyentar las telarañas mentales que me impiden actuar, como pensar demasiado las cosas o convencerme de ser estúpida.
Volviendo al tema de mi última carta, escribir ha llegado a ser, varias veces, mi único desahogo verdadero. Si no lo hiciera, mi destino sería estar encerrada en un psiquiátrico o padecer una adicción severa al cigarro o al alcohol, cuando menos. Mis cuadernos me mantienen sana y fuerte (incluyendo mis cartas para ti). Son la compulsión que me libera de otras compulsiones. A pesar de mis complejos, de mis juicios excesivos, las palabras son y serán siempre mi salvación.
Aquí estoy, busco el agua donde pueda flotar a gusto, sin limitaciones ni pensamientos oscuros. He decidido romper los malos patrones y hábitos gracias a los cuales me he convertido en un fantasma mudo.
En el 2001 escribí lo siguiente: » Soy Carla. Tengo una luz muy poderosa. Estoy llena de amor y tengo mucho que dar». Ojalá no hubiera sido sólo un destello de lucidez en un pántano muy oscuro. Ojalá me lo hubiera creído en lugar de olvidarlo. Nunca es tarde: mientras tenga vida puedo cambiar. A partir de hoy llevaré esa frase en mi mente. Tarde o temprando llegará al corazón. No volveré a perderla. Nunca más.
En estos días se despide el dulce manto violeta de las calles de la ciudad. Sólo nos visita unas semanas al año con la llegada de la primavera. No recorrí las calles para admirarlo como cada año; sin embargo, había una esplendente jacaranda en el parque con mi mamá cuando la acompañé a pasear a su perrito. Me sentí bendecida al estar frente a ella. ¡Mírala, le tomé una foto para ti!
Me da paz saberte cerca. Me siento feliz cuando tú quieres leerme.
Espera noticias mías la próxima semana, no te fallaré, querido Nadie.
Tengo una luz muy poderosa.
Carla