Cartas para Nadie escritas en aislamiento. Distanciamiento social por el coronavirus. Trigésima carta.
4 de marzo 2021
¡Hola! Me puse a llorar con la puesta del sol. Llevo semanas viviendo al borde de las lágrimas, desorientada. Adentro tengo un nudo enorme que oprime mi pecho. Me cuesta trabajo respirar.
Estoy sentada en el balcón mirando mis flores. Te escribo con la poca luz que queda antes de que oscurezca. El viento me acompaña y los pájaros cantan alegres. El geranio sigue creciendo. Ya van dos veces que lo visita un colibrí. Espero que pronto vengan más. Cuando los veo, me olvido de todo y mi corazón se alegra por unos segundos. La salvia sigue llenándose de botones y el rosal ya tiene uno. A menudo cuando veo mis plantas trato de desenredarme. A veces sí puedo; otras, no.
Querido Nadie, ya estamos en marzo. El invierno se despide pero la pandemia no. El otro día soñé que me reunía con un amigo. Íbamos a un lugar donde había mucha gente. Las personas reíamos y yo bromeaba feliz con él. De pronto me percataba de que ninguna de las personas que estábamos ahí teníamos puesto el cubrebocas ni pensábamos en la sana distancia. Nos divertíamos como antes. Entonces me invadió el terror de que nuestra irresponsabilidad provocara más enfermedades y muertes. La culpa me pesaba tanto que empecé a tener un ataque de pánico. Justo en ese momento abrí los ojos pero – a diferencia de otras pesadillas que he tenido- eso no me dio paz. Ahora ya no soy libre ni siquiera cuando duermo. El fantasma del cubrebocas se me aparece en todos lados.
¿Cuándo volveré a reunirme con amigos? ¿Cuándo podré organizar la fiesta karaoke que quedó pendiente? ¿Cuándo volveremos a bailar? Tengo una larga lista de cosas por hacer antes de morir y no tengo idea de cuándo podré empezar a realizarlas. Sabes, estoy harta de repetirme que esto también pasará. En este instante me falta paciencia. Me confronto con mi propia muerte cada vez que leo las noticias o me entero de alguien más que ya no está. Me resulta inevitable preguntarme si seguiré aquí cuando esto pase. Ya me sé mi casa de memoria. Puedo visualizar cada detalle de ella cuando cierro los ojos. Me falta poco para saber el número de ramas que tiene el pino frente a mi balcón.
No siempre estoy de buen humor, por el contrario, hay días en los que estoy tan desencantada que ni siquiera me muevo por mis plantas. Las veo sufrir por la plaga y no encuentro las ganas para ayudarlas. La verdad es que me fastidian las plagas y pandemias, me llenan de impotencia. Necesito confesarte que a veces hasta me enojo con mis plantas, las regaño porque no se defienden. Me molesta verlas pues la presencia de pulgones o de la mosca blanca me deprime. Sé que es absurdo pero me pasa. He llegado al extremo de querer deshacerme de ellas porque no logro manejar esta frustración; sin embargo, nunca las abandonaría. Cada día las veo luchar, sobrevivir y ahora- también- llenarse de flores. Son mi inspiración, deseo ser como ellas: no sólo resisten la adversidad sino florecen a pesar de ella, con ella. Por fin ayer les puse el insecticida natural que les compré. Ya empiezan a verse mejor.
He tenido mucha ansiedad aunque sin insomnio. Sigo trabajando en ser disciplinada, eso siempre ayuda. Diario me levanto muy temprano para meditar. Suelo hacerlo antes de que amanezca. Después voy al gimnasio (lo abrieron hace tres semanas). Comenzar así el día me da luz y me ayuda a ser fuerte pero sigo con el llanto en la garganta. Con frecuencia me quedo con la pluma en la mano casi tan vacía como la hoja blanca de mi cuaderno. ¿Recuerdas cuando escribía poemas? Ahora siento un hoyo en el estómago de sólo pensar en hacerlo. ¡Me aterra la idea! He llegado al punto en el que ni siquiera la poesía puede salvarme.
En días como éste me siento la persona menos talentosa del mundo. No sé si sea mi apatía pero ni siquiera puedo corregir el cuento que escribí hace unos meses. Trato de no juzgarme pero es difícil cuando veo a mi alrededor a varias personas que no se detienen, crecen, se acercan a sus metas como si esta pandemia fuera sólo un obstáculo más. Yo no soy así. Se desborda mi sensibilidad, me consume la apatía, tengo la mente dispersa y no tienes idea del gran esfuerzo que implica para mí escribirte esta carta.
Es paradójico como puedo verme al espejo y sonreír, sentirme bonita, mejor conmigo misma en ciertos aspectos pero cuando se trata de crear, de romper las barreras, me bloqueo y no llego a ningún lado. Además, tampoco he sido capaz de mejorar mi relación con la comida. He sobrellevado esta especie de confinamiento comiendo dulces, donas, botanas, comida chatarra. Como cosas que me hacen daño pero que me dan una falsa sensación de felicidad. Sigo buscando cambiar eso, lo logro por algunos días y luego recaigo. Cuando eso sucede, vuelven la culpa y los reproches. Veo mi vientre inflamado y vuelvo a llorar. Pienso en lo mal que correría si participara en una carrera ahora, en lo pesada que me siento. ¿Qué te digo, Nadie? Hoy he comido bien todo el día. Me siento orgullosa por eso; sin embargo, mi ansiedad está al máximo. Estoy muy irritable y no encuentro armonía. Se me antoja una dona con mucho chocolate. Quiero gritar. Soy llanto e impotencia, la desesperación de un callejón sin salida.
Estoy en el balcón, viendo al cielo ennegrecerse. Los pájaros ya se fueron y el viento está muy caliente. ¿Cuándo va a acabar esto? En serio, sé que acabo de decirlo, pero ya me cansé de repetir que esto pasará, de sofocarme con el cubrebocas, de vivir con la angustia de que otra vez cierren el gimnasio.
Nunca he sido muy sociable. No suelo participar en muchas reuniones ni fiestas. A pesar de eso, extraño reír con mis amigos, divertirme, verlos en persona y no en videollamadas.
¿Podré ser como mis plantas? Agradezco la oportunidad de verlas diario y crecer con ellas. Resisto, día a día, resisto. ¿Podré florecer también?
¿Te acuerdas de los esquejes de lavanda que planté en junio? Sobrevivieron y ahora han duplicado su tamaño. Se llenan de botones. ¿Lo puedes creer?
Sé que cuando está más oscuro es porque ya va a amanecer…. es sólo que ya necesito que amanezca, por favor.
Cuídate mucho, Nadie, gracias por siempre leerme.
Carla
PD. Espero que te guste la foto del atardecer hoy. Pronto te enviaré fotos de mi lavanda.
~ por Naraluna en marzo 6, 2021.
Publicado en ansiedad, Escribir, naturaleza, Reflexiones durante el distanciamiento social por coronavirus, sentimientos y vida
Etiquetas: ansiedad durante la pandemia, atardecer en la pandemia, carta a Nadie, carta para Nadie, comiendo comida chatarra para sobrellevar la pandemia, escribiendo en tiempos de pandemia, esto también pasará, extraño a mis amigos, mis plantas me ayudan