Cartas para Nadie escritas en aislamiento. Distanciamiento social por el coronavirus. Vigésima carta.

¡Hola! Quiero escribirte seguido, pero me ha resultado imposible. Después de casi cinco meses de confinamiento, tapabocas, distanciamiento social, no abrazar a mi mamá, me siento pesada, me tardo el doble de tiempo en hacer las cosas, vivo agotada y con insomnio.

Quisiera decirte que celebro la vida y que, a pesar de todo, soy feliz; pero eso no es cierto. Estoy en pausa, como si viviera en cámara lenta. Tengo la sensación de vivir en una pesadilla que quizá nunca termine. Después de cinco meses no disminuye la cantidad de contagios, no tengo claro nada y me fastidia escuchar palabras optimistas. No puedo pensar positivo siempre. A decir verdad, Nadie, el esfuerzo de levantarme de la cama me deja agotada.

Falta poco más de un mes para mi cumpleaños y creo que seguiremos en las mismas circunstancias ese día. Eso significará que llevaremos casi seis meses de confinamiento. ¡Seis meses de no abrazar! ¡Seis meses de tapabocas! ¡Seis meses de vivir sin libertad!

Ya volví a correr. No en los parques o lugares de siempre. No podría. Corro en lugares solitarios, evadiendo a la gente, huyendo de ella. Sola y triste, atenta no sólo al camino sinó también a las personas: si no puedo evadir a alguien, con mucho cuidado tengo que ponerme el tapabocas antes de acercarme o de que se acerque. Es estresante y agotador. Me aguanto el nudo en la garganta.

Cuando me dicen que esto no es temporal, que ésta será nuestra «normalidad», pierdo el entusiasmo y pienso en la muerte. No quiero envejecer en esta época distópica.

¡Ay, Nadie! No sé qué decirte. Me siento lúgubre y monótona. Me ayuda meditar todos los días, aprendo a flotar en estas aguas hostiles.

A pesar del caos que me envuelve, estoy haciendo algo por mí: llevo más de dos semanas con una alimentación saludable y haciendo ejercicio con más disciplina. Ya dejé atrás el pan dulce, los postres, galletas, chocolates y comida chatarra. Como a mis horarios y tomo más agua. Fue una locura hacerlo ahora porque mi ansiedad aumenta. Se me antojan los dulces y todo aquello que me inflama el abdomen o me provoca colitis. Me mantengo firme y mi fuerza de voluntad regresa. Me cuesta seguir así, pero no daré marcha atrás. Descubrí que el chayote relleno de atún con aguacate es delicioso. Te cuento que ya me queda una de mis faldas (aunque todavía me aprieta un poco). Sanar es un proceso largo, he de tener paciencia.

Mis anécdotas felices también están en pausa. No puedo escribirlas en este estado de ánimo.

Te preguntarás qué me ayuda a seguir adelante además de meditar. Tengo un par de respuestas a esa pregunta.

Hace poco más de un año adoptamos a Nahui y a Circe. Con ellas nos convertimos en dueños de cuatro perros (ya teníamos a Tommy y a Laika). Me pareció una locura. Aunque estábamos felices pensé que Jea, Rebeca y yo nos habíamos metido en la cueva del lobo. Me equivoqué, ahora agradezco que lo hayamos hecho. En estos días tan complejos, nuestros perros nos salvan. Su amor me motiva, su alegría se contagia y sus travesuras nos mantienen ocupados. Me preocupa tanto su bienestar que por momentos me olvido de mi crisis existencial. Soy capaz de sonreír cuando se acuestan encima de mí o cuando me llenan de besos y al verlos dormir encuentro la paz que a veces me falta. Con ellos nunca estamos solos ni tampoco podemos aburrirnos.

También vuelvo a la vida con mis plantas, necesito aprender de ellas. Planté cempasúchiles y a pesar de que no ha llovido mucho están creciendo rápido. El geranio y las caléndulas siempre tienen flores. Cada vez que las veo, se alegra mi corazón. El cactus y las suculentas -retoños que me regaló Rebeca- están adaptándose a su nuevo hogar y han sobrevivido hasta ahora. Aprender a cuidarlos, mantenerlos con vida, me hace sentir bien conmigo misma. Rodearme de plantas me acerca a la Madre Tierra y me da esperanza.

¿Te acuerdas de mis esquejes de lavanda? ¡Sobrevivieron tres y han crecido mucho! ¡Eligieron vivir! ¡Tienes que ver las fotos!

Por instantes me olvido de mi malestar y me percibo verde, llena de flores, con raíces fuertes, abrazando a la Madre Tierra. Quiero hacer un dibujo de esa imagen y colgarlo donde pueda verlo para evitar que me devore esta pandemia.

Lo sé, Nadie, esto pasará, pero no sabemos cuándo. Mientras tanto, no me avergüenzo por sentir dolor ni porque me cueste trabajo levantarme de la cama. No puedo estar bien todos los días. Ahora no sé cómo lidiar con lo que está sucediendo y busco mantenerme a flote. Confío en el amor que me rodea.

Sueño con tomarme un helado en mi amado Coyoacán, sentada en la banca junto a la Fuente de los Coyotes, acompañada de mi esposo, mi hija y mis perros…

Hasta pronto, querido Nadie, ojalá te gusten las fotos de mis plantas.

Carla

~ por Naraluna en julio 29, 2020.

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