Cartas para Nadie escritas en aislamiento. Distanciamiento social por el coronavirus. Décimo cuarta carta.
¡Hola! Llegaron las lluvias y junto con ellas la melancolía de los días nublados. Ha sido bueno descansar un poco del calor tan severo. Sigue saliendo el sol pero se siente un suspiro de frescura.
Te cuento que mi hija y yo compramos plantas la semana pasada. Encontramos un sitio en internet donde las entregan a domicilio. Estábamos muy emocionadas, contando las horas para recibirlas. Cuando llegaron, nos trajeron esperanza. Entre lo que compramos, había un jazmín. Nos lo dieron lleno de botones. ¡Ayer abrió la primera flor! Cuando me acerqué a olerla, su fragancia me llevó al paraíso. No esperaba tanta belleza en un aroma y me sentí bendecida. Esta mañana ya empezaron a abrirse los demás botones, no tarda en llenarse de flores. ¡Se está adaptando a su nuevo hogar!
No te imaginas lo nerviosa que me pongo cuando compro plantas. Me preocupa que no se adapten, que no les guste estar aquí, que se marchiten y hago todo lo posible para darles bienestar. Soy de esas personas que hablan con las plantas y eso está bien. No dejo de imaginar cómo era el mundo cuando los seres humanos vivíamos en armonía con la naturaleza, conectados con ella.
Agradezco que en plena ciudad vivo en un lugar donde todos los días escucho a los pájaros cantar, desde mi balcón veo a un colibrí visitando los árboles y puedo ver el atardecer. Aquí tengo la oportunidad de meditar al aire libre con mis plantas.
Todavía no hay conciertos de grillos aquí, pero los pájaros nunca se quedan callados. Hace un par de días grabé a uno justo después de la lluvia. Puedo escucharlos por horas. Suelen acompañarme cuando medito.
Planté ajos hace algunos días y ya están germinando, además se acerca la hora de cosechar zarzamoras y chiles. Nadie, me ilusiono tanto con mis plantas que ver a la dalia florecer o a la lavanda sanar me llena de luz y aleja las sombras que me cubren de tinieblas. Me veo como un árbol grueso, de raíces enormes verde que quizá pronto florecerá.
Le contagié a mi hija el amor a las plantas. A ella le gustan las verdes de hojas grandes (sin flores) y las suculentas. Tiene buena mano y no es fácil mantener viva a una suculenta. Se entusiasma casi hasta las lágrimas con los retoños (te presumo que ya tiene varios). ¿Cómo no ser feliz cuándo la veo así de contenta? La naturaleza nos muestra el camino si le abrimos nuestro corazón. El sábado sembramos juntas semillas de pimiento morrón con el sueño de verlos germinar. ¡Ya quiero verlos!
Te parecerá exagerado, pero ver crecer a nuestras plantas me da una sensación de abundancia y libertad que no creí poder sentir en este confinamiento. Las dalias ya tienen muchos botones. Las observo e intento adivinar de qué color serán las flores. En mi jardín las hay amarillas, rojas, rosas, blancas. Tengo el doble de dalias del año pasado, sus tallos esta vez son más fuertes y gruesos. Me conmueven las flores. Es una bendición acariciarlas, olerlas, verlas.
Sabes, si por mi fuera llenaría hojas describiendo mi jardincito (aunque esté en un patio y mis plantas en maceta), te diría que aún me duele acordarme de las plantas que dejé en la otra casa y que mi arbusto de moras no va a sobrevivir (su mudanza fue muy accidentada) pero no es mi intención aburrirte. Ya te diste cuenta que encuentro paz en la naturaleza. Cuando podamos salir quiero ir a algún lugar lejos de la ciudad, de los edificios, del ruido donde pueda escuchar a mis grillos y mirar las estrellas en la noche…
Ayer mi esposo y mi hija me sorprendieron con un regalo: un cactús con forma de corazón (ha llegado mi momento de aprender a cuidarlo) y una vela aromática con flores secas y cuarzos. No lo vi venir. No salimos y no me enteré cuándo llegó el envío. ¡Me quedé pasmada y en las nubes! Ver la emoción de Rebeca para celebrarme en el Día de las Madres me convirtió en el sol, en un ser radiante.
Tal vez algún día me animé a contarte mi historia de madre, hoy sólo necesito escribir que cada vez que me dice mamá o habla de mi como su madre, me siento la persona más bendecida y afortunada del universo. Cuando eso sucede mi corazón palpita fuerte y me preocupa que puedan escucharlo, que su sonido me delate. Un agradecimiento profundo me sacude el alma y el cuerpo.
Somos una familia de tres, nos hemos construido con amor, de ese amor que lava heridas y nos renueva. Celebramos los tres porque -incluso en estos momentos- la vida también puede ser una fiesta.
Extrañé a mi mamá mucho pero al menos pudimos reunirnos mis hermanos y yo con mis papás en una videollamada, celebrarla juntos un ratito. Tiraremos la casa por la ventana al reunirnos de nuevo. Cuento los días para que eso suceda (aunque no tenga idea de la fecha del final de este confinamiento).
En mi última carta me preguntaba: «¿Dónde está el amor?». Esta noche tengo una respuesta: Lo encuentro en mi familia (la que elegí y con la que nací), en mis perritas, en mis plantas, dentro de mí. Lo encuentro en la generosidad de las personas que cambian vidas en esta era de incertidumbre y lo encuentro también en la meditación. Tengo la disposición de amar al prójimo aunque sea un desconocido, no importa si es luz u oscuridad. Me reconforta saber que no soy la única.
Te comparto algunas fotos de mis plantas; y con ellas, mis sueños.
Pronto abrirá esta flor del jazmín Flor de la Dalia Se acerca el tiempo de cosechar zarzamoras Ajo 🙂 La flor de jazmín La zarzamora lista. Zarzamoras madurando Botones de la dalia

Hasta pronto y gracias, querido Nadie, por ser tan paciente conmigo.
Carla
~ por Naraluna en mayo 12, 2020.
Publicado en Escribir, naturaleza, Reflexiones durante el distanciamiento social por coronavirus, sentimientos y vida
Etiquetas: ajos germinando, amar al prójimo, carta a Nadie, dónde está el amor, escuchar a los pájaros cantar todos los días, flores dan alegría, la naturaleza sana, mi regalo día de las madres, motivos para sonreír en esta época, nuevas flores, plantas, plantas dan vida
Hola Carla! Me complace pertenecer a ese “Nadie” a quien escribes, porque siempre acaba siendo alguien jeje. Me ha conmovido tu dulce carta y la pasión con la que expresas tu cariño hacia las plantas y hacia tu familia. En estos tiempos de aislamiento me hace muy feliz leer a gente que encuentra trozos bonitos de la vida y los comparte, gracias por ello. Feliz día de las madres atrasado, el cactus en forma de corazón se me ha hecho muy tierno. Un abrazo grande desde México!