Cartas para Nadie escritas en aislamiento. Distanciamiento social por el coronavirus. Segunda carta

¡Hola! No quiero aburrirte. Llevo más de dos horas peleándome conmigo misma para escribirte esta carta. Una parte de mí desea hacerlo pero la otra me critica sin cesar. Me asfixio y no sé cómo expresarme con libertad. Me fastidia la falta de confianza en mí, el seguir alimentando la creencia de que no tengo nada que ofrecer cuando tengo la cabeza llena de ideas que desarrollar, de universos que deseo compartir. Me cuento historias varias veces en el transcurso del día pero cuando quiero escribirlas mi mente se queda en blanco, ni siquiera mi cuerpo quiere moverse. ¡Hoy grito basta! Voy a tirar el muro que siempre me detiene y me impide hacer las cosas. El muro-juez que me restringe y no me permite hacer lo que me venga en gana. Si no puedo escalarlo, saltarlo entonces debo tirarlo ya sea a gritos, a patadas, con indiferencia, como me sea posible. Mi voz es más fuerte que el áspero muro intolerante.

Te estoy escribiendo a gritos, impulsiva. Te estoy escribiendo cansada, muy cansada de mi juez interno. ¡Si tan sólo pudieras extirpármelo! ¡Ayúdame! No sé cómo escapar de la censura que yo misma he creado. Te confieso que llevo más tiempo en aislamiento que la llegada del coronavirus porque desde antes de la pandemia he tenido mucho miedo: miedo de mí misma, miedo a que me juzguen los demás como me juzgo yo misma. Es paradójico como no me gusta juzgar a los demás pero me paso la vida criticándome todo. Estoy desesperada y por el momento lo que me ayuda es confiarte mi verdad para obligarme a enfrentarla.

¿Qué no sabes qué me asusta tanto? Yo tampoco lo sé y es agotador tener esta guerra conmigo misma a diario. ¡Quiero sentirme bonita! ¡Quiero sentirme orgullosa de mis logros! ¡Quiero cerrarle la boca a la criticona insoportable que vive en mí!

Uy, querido Nadie, necesité hacer una pausa para calmarme. Sacar mis tinieblas resulta agotador pero después me sosiega.

Me hace falta pasear por Coyoacán y comprarme un helado. ¿No se te antoja uno? No sé cuánto tiempo falte para poder ir. Por ahora sólo me queda seguir en casa. Te dará gusto saber que ya estoy más activa. Mis vecinas me prestaron su bicicleta fija y ya empecé a usarla; además hoy tomé una clase en línea para hacer ejercicio y la terminé sonriendo. No es lo mismo que ir al gimnasio pero me hace bien.

Sabes, fue una verdadera batalla conmigo misma escribirte esta tarde, pero me despido agradecida por haberte reencontrado. Con esta carta te envío también la foto de una jacaranda que apenas va a vestirse de violeta.

Jacaranda que apenas empieza a vestirse de violeta.

Carla

~ por Naraluna en marzo 27, 2020.

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