Feliz 2019… ¿ahh, sí?
Feliz año 2019 para ustedes, deseo que tengan un muy buen año y que pongan todo de su parte para que lo sea.
Espero también tener un buen 2019, sé que mayormente eso depende de mí y que en este momento no tengo entusiasmo. Me cuesta mucho trabajo disfrutar las cosas que me gustan. Así que no, no escribiré sobre el año nuevo ni tengo una lista de propósitos ni nada por el estilo.

A decir verdad, la pluma no me está dando alivio: estoy harta de ella y de jugar a las escondidas con las palabras. Para colmo, mi autoestima se fue de vacaciones y todavía no regresa. La voz del espejo a menudo me recuerda lo insignificante que debería ser.
Si pudiera pedir un deseo sería el poder amarme más. ¡Cualquier cosa! Ni siquiera la magia de Merlín podría cumplírmelo. Eso es algo que depende de mí y lo más divertido es que no tengo ni idea de cómo hacerlo. Crecí convencida de que pensar en mí era egoísta y, por consiguiente, malo. Por supuesto no me costó ningún trabajo volverme experta en criticar todo lo que hago. ¿Logros, cualidades? ¿Qué diablos es eso?
¡Claro que no me importa el qué dirán! (Siempre y cuando no se trate de las personas cercanas a mí). Mi lema siempre ha sido más vale sola que mal acompañada pero me muero si me rechazan mis seres queridos. ¡Y qué mejor que dedicarme a encontrar maneras para llenar sus expectativas! Eso no es para nada agotador ni mucho menos doloroso. ¡Ja! Lo más genial es que siempre habrá alguien para quien no importe lo que yo haga, pues nunca será suficiente. A ver si este año por fin aprendo a dejar de mirarme con los ojos de los demás en lugar de usar los míos.
Me he dedicado a tirarme piedras y a permitir que me las tiren los demás. Mi deseo por ser querida me dejó sin identidad. Pero no todo es malo: también me quitó las ganas de andar por la vida llenando expectativas ajenas y preocuparme por los juicios que otros hagan sobre mí.
Feliz año 2019. Mi único propósito es aprender a amarme y cuando lo logre voy a estar bien.