Nada del Otro Mundo

Esta tarde, después de varias semanas, volví a escuchar el canto de los grillos y en ese momento me di cuenta de lo abstraída que he estado pues ni siquiera había notado su ausencia.  A pesar de mi melancolía, me alegró saber que estaban ahí,  acompañándome con su música una vez más…

Cuando era adolescente solo estaba segura de una cosa: quería ser escritora. Escribía cuentos y soñaba con compartir mis mundos con los demás como varios autores lo habían hecho conmigo (no es ningún secreto que por mucho tiempo los libros fueron casi mis únicos amigos). Llenaba cuadernos de poemas y además de cuentos, también escribía cartas a mi amigo invisible (el confidente que anhelaba tener).  Tuve dos intentos de novela: uno que rompí y otro que tengo muy escondido en un cajón que nadie abre nunca.   

Al crecer no abandoné ese deseo y mi pluma me acompañaba a dondequiera que yo fuera; sin embargo, conforme pasaba el tiempo empecé a verme como una  persona aburrida, hecha de lugares comunes, sin talento. Seguí escribiendo pero todo lo guardaba en el mismo cajón junto con aquella novela.

Hace algunos años me propuse compartir lo que escribiera (así nació este blog). Eso me ayudaría también a construir la confianza en mí misma que me permitiría expresarme sin autocensura. Me parecía estar lista para irme abriendo camino pero muy en el fondo seguía creyéndome aburrida y el mayor lugar común del planeta Tierra. 

Por eso no fue una sorpresa que durante el verano me quedara sin palabras y con la certeza de no tener nada que ofrecer. Un poco después de eso un tornado me arrastró consigo.  Casi me ahogo en el caos del dolor, las crisis de ansiedad y los ataques de pánico.  Había perdido mi única manera de sobrevivir (nunca había estado tan lejos de mi amada pluma como estos meses).  Me aferré a correr, a mis entrenamientos como un náufrago a un bote salvavidas y pude mantenerme a flote

Cuando estoy fuera de casa, si estoy sola en el pesero o caminando en la calle, a menudo me lleno de ideas y me entusiasmo pensando en escribirlas, dibujarlas o volverlas un video. A la hora de llegar a casa para ponerme a trabajar en ellas, sólo tengo una cosa clara: esto no sirve para nada, no tengo nada interesante que compartir. Entonces el dolor se vuelve más intenso y quedo a merced de los pensamientos ansiosos que me dejan vacía y exhausta.

No sé dónde empezó mi dolor ni porqué me colgué la etiqueta de aburrida. Sólo sé que esta noche necesito acabar con el silencio.  Quiero reconciliarme con las palabras. Quiero creer en mí y dejar de temerle a mi(s) sombra(s). Ha llegado la hora de abrazar mi oscuridad como lo hizo Ged, mago de Gont, en el primer libro de Terramar de Ursula K. Le Guin.

Llevo tanto tiempo conviviendo con el miedo que ya no sé avanzar sin él y mi cuerpo se está colapsando. 

Estoy harta de sentirme así. Harta de temerle a mis ideas, de vivir paralizada, de frenar la pluma y dejar los cuadernos en blanco. Por eso estoy aquí con la determinación de escribir sin detenerme.


Por eso estoy aquí con la determinación de escribir sin detenerme.

Estoy desorientada, triste y muda. Tengo las heridas abiertas, los sueños pocos claros y estoy más vulnerable que nunca pero quiero vivir. Hay miles de hojas vacías frente a mí y la posibilidad de irlas llenando día a día.


Hay miles de hojas vacías frente a mí y la posibilidad de irlas llenando día a día.

Estoy aquí, sin nombres ni adjetivos. No soy buena ni mala. Soy yo y eso está bien, eso está bien.

~ por Naraluna en noviembre 23, 2018.

Una respuesta to “Nada del Otro Mundo”

  1. Y acabas de dar el primer paso 😊 Todos hemos pasado por situaciones dificiles pero aqui seguimos, nutriendonos unos de otros. Me gustó leerte. Vas por buen camino, adelante. I’ve got your back 👏👏👏👏

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