La importancia de las ilusiones y los sueños.
Me cuesta trabajo recordar cuando fue la última vez que tuve un sueño increíble, de esos que queremos prolongar lo más posible y continuar cuando llegue la hora de volver a dormir. Como cuando, en la adolescencia, soñaba que mi amor platónico me tomaba de la mano y me decía: «Te quiero». Mi cuerpo se estremecía y al abrir los ojos aún podía sentir el calor de su mano. Aunque era inevitable el desconcierto de saber que había sido sólo un sueño, quedaba la alegría vivida en esa fantasía y también la ilusión de que un día se hiciera realidad.
Nunca me tomó de la mano mi amor platónico y, sin embargo, fui feliz de haberlo soñado. Fui feliz escribiendo historias románticas en las que nosotros éramos los protagonistas y, a la fecha, esos recuerdos me hacen sonreír. En esa época tenía muchas ilusiones y solía soñar despierta. No sé cómo ni cuando las fui dejando atrás hasta llegar al punto en que mis metas y deseos se convirtieran en una obligación, en algo que tenía que hacer en lugar de disfrutarlo. No recuerdo cuándo fue la última vez que imaginé una historia que me diera bienestar, ánimos, entusiasmo, ni tampoco cuándo fue la última vez que sentí mis pies alejarse del suelo y a centenares de mariposas bailar en mi cuerpo.
Una vez me fui a vivir a la luna y después aprendí a vivir demasiado sumergida en la realidad. Despacio me fui llenando de miedo. Busqué estar a la altura de las expectativas de los demás y me sentí tan incapaz de lograrlo que empecé a fallar en todo, hasta en imaginar historias donde yo fuera la heroína. Me quedé vacía. Mi vida se fue volviendo un conjunto de juicios negativos y obligaciones autoimpuestas. En esta batalla extenuante contra mí misma, el cuerpo dijo basta. Se detonaron las crisis de ansiedad y los miedos se convirtieron en gigantes que me intimidaban.
Me quebré y aquí estoy armándome de nuevo…
No tengo muy claro cuando tuve el último sueño, cuando fue la última vez que me desperté con ganas de seguir durmiendo. Quizá fue cuando ansiaba llevar una vida en mi vientre y me vi con un niño en brazos, un bebé sonriente con los ojos azules de mi abuela, un bebé que reía sin césar. No sabía entonces que mi vientre se quedaría vacío y que nunca abrazaría a ese pequeño…
No le di importancia en ese momento. Después hubo tempestades y huracanes que superar y dejé de preguntarme qué anhelaba. ¿Qué me llevaría a las nubes ahora? Esa es la pregunta que cuelga en el viento y cuya respuesta busco en estos días mientras vuelvo a imaginar historias que me devuelvan la ilusión y la confianza en mí misma.
Camino en busca de una quimera que se lleve los temores que me asedian. Empiezo por los pequeños detalles (que en realidad no son tan pequeños) como disfrutar el aroma de las jacarandas en flor que cubren las calles de violeta, pasear por las calles de mi amado Real del Monte y agradecer la esplendente luna llena que me regaló el fin de semana, visitar el pueblito de Omitlán, también en Hidalgo, y ver a sus habitantes empaparse unos a otros porque estaban celebrando el Sábado de Gloria, reír a carcajadas porque mojaron a mi esposo, tomar una cerveza juntos en la Galería Caffé del Cruz Verde (Real del Monte) y disfrutar de la música en vivo de Vendergood, cantar con él y con los demás clientes, reírnos juntos sin conocernos y comprender que la vida vale la pena vivirse por momentos como ese en los que predomina el amor, la alegría, la paz, por esos momentos sin tinieblas ni demonios…

Flores de la Jacaranda

Mi amado Real del Monte Hidalgo

Sábado de Gloria en Omitlán, Hidalgo

Esplendente luna llena. Real del Monte, Hidalgo

Cerveza Oscura (Hidalgo Stout) Real del Monte, Hidalgo
¿Qué me llevaría a las nubes ahora? Voy en busca de una quimera que me ayude a saberlo. No sé cuánto tiempo me tomará encontrar la respuesta pero sé por dónde comenzar a buscarla: por la ilusión que me da saber que pronto volveré a Real del Monte; por el deseo de correr un maratón en Praga, en la República Checa, ciudad amada a la que prometí volver un día; por la novela que me falta escribir; por la voz de los grillos que me consuela en las noches de insomnio y por la lluvia que hace que esta noche me den ganas de correr a empaparme como lo hacíamos mis hermanos y yo en nuestra infancia.

La Bella Praga, República Checa
Cuando pienso en esas cosas, siento el aleteo de pequeñas mariposas en mi vientre y la certeza de que avanzando por este camino lograré despedirme del miedo.