Real del Monte, mi querido Real del Monte.
Cuando te conocí estabas cubierto de niebla y de secretos helados. En tus calles solitarias se escuchaba el canto de la lluvia que duró por lo menos dos días. A pesar de tu gélido aliento y mis manos entumidas, me enamoré. Fue amor a primera vista. Me pregunté porqué me tomó cuarenta y un años encontrarte y tuve la certeza de que regresaría a ti muy pronto.

Real del Monte, Hidalgo
Después de un sismo, pesadillas, varias noches de insomnio, de una ansiedad que empañaba mis ideas pude volver a verte. Esta vez tus calles coloridas desbordaban alegría. El sol mostraba tu esplendor y las nubes sonreían en el cielo. Aunque tu aliento siempre será frío, me diste una muy cálida bienvenida. ¡Qué privilegio recorrer tus calles empedradas y vestidas de fiesta! ¡Qué placer comer tus pastes! Esta vez los presumías orgulloso a tus visitantes. Estabas celebrando el Noveno Festival Internacional del Paste y en el centro todo era alborozo y música.
Había desde pastes tradicionales de papa con carne hasta pastes con nogada. Comimos muchos y me sentía tan feliz que mi estómago no emitió ninguna queja.
Bailé al ritmo de las rumbas de Media Luna (banda que tocaba en ese momento) mientras me tomaba una suculenta cerveza artesanal.
Mi cuerpo se volvió luz radiante, felicidad exquisita, luna llena en tu cielo frío. Real del Monte, mi enigmático Real del Monte. Mi anhelado lugar de paz, mi refugio cuando el mundo es cruel, mi vuelve a la vida cuando siento que desaparezco.
En tus calles celebramos un cumpleaños con cerveza, pulque y chocolate, con el sol, el céfiro, los músicos callejeros entusiasmados tocando ritmos africanos y un acróbata bailando con boleadoras.

Real del Monte, Hidalgo
Visitamos tu Cementerio Inglés y encontramos la tumba de Richard Bell, la única que no mira hacia el oriente (Inglaterra) como las demás. Los inmensos árboles vuelven majestuoso este lugar donde reside la muerte.

Cementerio Inglés. Real del Monte, Hidalgo
Paseamos por tus miradores y esta vez sí pudimos contemplar tu magnificencia que antes la niebla había escondido.
Regresamos a Puerta Niebla Café, la vez pasada un refugio para la lluvia, ahora un lugar para deleitarnos con un exquisito café con cardamomo y rosas.
En tus Peñas Cargadas, asombrada, vi volar a un pequeño murciélago. Era tan veloz que mi cámara nunca pudo atraparlo. ¡Un murciélago volando a plena luz del día! ¡Qué mágico encuentro! Ahí, en ese inmenso parque, podría pasar horas buscando duendes y abrazando a los árboles.

Ahí, en ese inmenso parque, podría pasar horas buscando duendes y abrazando a los árboles. Peñas Cargadas Real del Monte, Hidalgo
¡Querido Real del Monte, no quiero despedirme de ti!
Por última vez caminamos por los callejones que llevan al centro. Estaban vacíos y disfruté su silencio. Después comimos pastes recién hechos. No supe cuántos me comí. Me encantó la cerveza oscura (Hidalgo) que tomé esa tarde. Admiré el paste más grande del mundo y me conmovió la música de la Marimba Internacional Nandayapa.

Real del Monte, Hidalgo
Me sentí plena y viva en tus calles, libre del miedo y de las pesadillas, por un instante renació en mí la poesía: de mi pecho brotaban flores y palabras dulces.
Me dolió reencontrarte y luego dejarte. Ni siquiera el deslumbrante atardecer que vimos en la carretera me devolvió la sonrisa.

Atardecer. Carretera de Real del Monte a Pachuca
Quiero visitarte de nuevo y en tus bosques llenarme de duendes.