A Cancún en Coche: Playa, familia y comida yucateca

En Cancún amanece muy temprano. Cuando abrí los ojos a las 6:40 ya había amanecido. Me propuse ganarle al amanecer por lo menos un día en estas vacaciones.

Me desperté con entusiasmo y energía. Me puse los tenis y me fui a trotar.  Hay un parque estilo los Viveros, el Parque Kabah.   Me encantó agradó ese lugar.  Además de los árboles y de  los pájaros, la humedad fue buena para mí: cuando corro en la ciudad mi nariz a veces se queja mucho mientras que en Cancún no tuve ningún problema.

Me sentí muy bien al  darme cuenta de que no importa dónde estemos, un corredor saluda a otro.  No parecía estar lejos de casa, por el contrario, me sentí bienvenida.

Mi recorrido fue de cuatro kilómetros y regresé a la casa con una enorme sensación de bienestar.

Esa misma mañana mi marido, adolescentes y yo nos fuimos a la playa.  Hacía calor pero no era bochornoso.  Fuimos a la playa Casa Maya, en donde con un consumo de 150 pesos por persona se puede estar en los camastros con sombrilla el día completo.  Nos pareció una trato aceptable y nos quedamos ahí.

La arena de Cancún es fina y muy suave; por lo tanto eso posible caminar descalzo pues no quema ni lastima los pies.  Decidí recorrer la playa de un lado al otro. Una de las cosas que más disfruto en la vida es caminar a la orilla de la playa.  También busqué cangrejos pero no encontré ninguno.  Lo que sí vi cerca de los camastros fue un par de majestuosas iguanas. ¡Me gustan mucho! Me acerqué a saludarlas y pude fotografiar a una de ellas, que se esperó a que terminara de tomarle fotos y luego se fue a su madriguera.  Quería acariciarla pero ni siquiera lo intenté. Me bastó con admirarla.

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Playa Casa Maya Cancún, Quintana Roo

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Playa Casa Maya Cancún, Quintana Roo

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Playa Casa Maya Cancún, Quintana Roo

 

 

Después me metí al mar. Las aguas de Cancún suelen ser tranquilas, no hay olas fuertes como en las playas de Oaxaca o de Guerrero.   Me dirigí a las boyas; una vez ahí me puse a nadar de un lado al otro, sintiendo como mi cuerpo se liberaba de su fragilidad y la sirena en mí resucitaba.  En este mar el agua no me dañaría. Nadé y mis cadenas se cayeron, el peso que cargaba se aligeró mientras el agua salada me limpiaba.

Nadé de dorso y mientras braceaba miraba al cielo, a las nubes, al infinito. Volaba sin detenerme. ¡Viva la vida!

El mar, el cielo y yo, yo en éxtasis reencontrándome conmigo misma. Se fueron mis miedos, preocupaciones, problemas. Sólo quedé yo fundiéndome con el mar, colmada de sal y de sueños. Quería permanecer ahí siempre, flotando boca arriba, suspendida en el agua con mis extremidades bien relajadas. La corriente me impulsaba, yo me dejaba llevar sin poner resistencia.  La voz del agua me guiaba.  ¡La vida es bella!

Sonriendo me dije  una y otra vez: «El mar es mi casa. Estoy bien y voy a estar bien». Prometí no olvidar este instante de fuerza y plenitud, de bienestar absoluto, de paz, armonía y arrobamiento.

selfie blanco y negro

El mar es mi casa. Playa Casa Maya Cancún, Quintana Roo

 

Nunca me es fácil salir del mar, pero tuve que hacerlo. Tomé un par de micheladas y comí un fresco cóctel de camarones. Los disfruté.  A pesar del bloqueador, mis hombros y cara quedaron bien rojos, pero no me importó:  fue un día muy agradable en la playa.

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Playa Casa Maya Cancún, Quintana Roo

Cuando llegamos a casa, mis tíos ya nos habían preparado una exquisita comida yucateca. ¡Qué rico! ¡Qué consentidos estuvimos esos días!

Esa tarde nos llevaron al Parque de las Palapas, famoso por sus marquesitas. La marquesita esa una especie de barquillo (en forma de taco) relleno de queso de bola, nutella, cajeta (al gusto del cliente). No me atreví a probar una porque me pareció demasiado dulce.  En este parque también hay puestos de botanas, esquites, pan dulce y comida yucateca. Fue agradable caminar y llenarnos de viento.

Parque de las Palapas (2)

Parque de las Palapas Cancún, Quintana Roo

Parque de las Palapas, Cancún

Parque de las Palapas Cancún, Quintana Roo

A la mañana siguiente, después del desayuno, los cuatro volvimos a Playa Maya. Había más viento. Esta vez nadar fue una experiencia intensa y fría.  No tardé en darme cuenta de que  ahora nadaría con mis demonios y el reto sería superarlos. El mar y sus originales maneras de sanarme.

A mi lado nadaba un pez.  Aunque no podía verlo, sentía su presencia y eso me estresaba. Cerca de mí unos turistas me hacían señas (o eso creía yo).  Confundida me acerqué a ellos.  No era a mí a quien señalaban, sino al pez que iba conmigo. Era un pez más o menos grande, según lo que me dijeron era del tamaño de mi brazo.  Fue un alivio saber que no era mi imaginación: no estaba sola.  El pez se alejó  y seguí nadando, esta vez con más confianza e intensidad. Me quedé sin aliento pero no me detuve.  Ese día aprendí que sólo podría vencer a la adversidad si dejaba de evadirme o minimizarme. No huí del mar ni de mí misma: lo abracé y salí adelante.  Además de mi casa, también es mi maestro. Volví al camastro exhausta y con frío, pero también muy agradecida.

Recorrí la playa con mi cámara y me dediqué a tomarle fotos a las gaviotas. Volaban cerca de mí y me maravillaba ver cómo desplegaban sus colosales alas. Nunca les había puesto tanta atención como en este viaje.

Playa Maya Cancún

Gaviota Playa Casa Maya Cancún, Quintana Roo

Playa Maya Cancún (2)

Gaviota Playa Casa Maya Cancún, Quintana Roo

Playa Maya Cancún (3)

Gaviota Playa Casa Maya Cancún, Quintana Roo

Playa Maya Cancún (4)

Gaviota Playa Casa Maya Cancún, Quintana Roo

 

Exhaustos y un poco insolados regresamos a casa. Mis tíos no estaban pero nos dejaron la comida lista: unas exquisitas tostadas. Cuando se trata de comida yucateca, no puede faltar la salsa de chile habanero. Al principio me dio miedo probarla, después me acostumbré a ella y me gustó su sabor.  Agregar sólo unas gotitas a la comida le da un muy buen sabor, el chiste es no pasarse para evitar sufrir una buena enchilada.

Pasamos una velada divertida jugando uno.  Fue refrescante.  ¡Me hacía mucha falta convivir con la familia!

Una vez más  ya había alboreado cuando me levanté. ¿A qué hora tendría que despertarme para ver el amanecer?  Era nuestro tercer día en Cancún y yo no lograba ganarle.

Ese día mis tíos nos llevaron a Puerto Morelos, la playa a la que suelen ir, donde nadaban mis primos cuando eran pequeños.

Casi no había gente en la playa y eso fue genial. Lo único malo es que  era imposible esconderse del sol intenso.  Me asusté cuando un pelícano pasó muy cerca de mí; luego, fascinada,  pude verlo pescar.  Fue extraordinario.

Había muchísimas gaviotas.  Es fascinante ver como sus alas  minúsculas en apariencia cuando están en tierra firme, se vuelven enormes a la hora de emprender el vuelo.

Puerto Morelos (13)

Gaviotas en Puerto Morelos Cancún, Quintana Roo

Puerto Morelos (17)

Gaviotas en Puerto Morelos Cancún, Quintana Roo

Puerto Morelos (18)

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Gaviotas en Puerto Morelos Cancún, Quintana Roo

Puerto Morelos (2)

Gaviotas en Puerto Morelos Cancún, Quintana Roo

En este lugar nadar es una experiencia increíble.  El mar es más hondo y más tranquilo. Fue como estar en una alberca con una corriente muy ligera.   Ahí  hay muchos peces y,  me contó mi tía, también mantarrayas.  Me hubiera gustado ver alguna, pero no llevaba ni visor ni gogles.

Sentí mucha paz en las aguas de Puerto Morelos.  Lo único que no me gustó fueron los sargazos que se adherían a mi piel y una vez fuera del agua tenía mucha comezón. Nunca había visto tantos. Era imposible no pisarlos.

Puerto Morelos es un buen lugar para nadar, convivir con las gaviotas, encontrar peces, estar en contacto con la naturaleza y descansar.  Eso sí, para pasar el día ahí es importante llevar una sombrilla. En la zona donde estuvimos no hay palapas ni nada. Nosotros llevamos la botana y botellas de agua.

Esa tarde el menú en la casa fue el siguiente:  salbutes, panuchos y atún a la vizcaína con arroz. Aprendí la diferencia entre salbutes y panuchos.  Ambos consisten en una pequeña tortilla de maíz un poco inflada y suave que lleva carne deshebrada, pollo, cochinita pibil o relleno negro, además de cebolla colorada. Suelen servirse con salsa de chile habanero.  La única diferencia entre ambos es que la tortilla de los panuchos va rellena de fríjoles y la de los salbutes no. Ambos son ricos pero  me gustan más los panuchos. Me atreví a comerlos con salsa de chile habanero. Valió la pena arriesgarme.

Atún a la Vizcaina (3)

Atún a la Vizcaína Cancún, Quintana Roo

Pasamos la velada platicando, recordando a mis abuelos y también cantando. ¡Cómo desearía convivir así con  ellos más seguido! Ojalá la distancia no pesara tanto.

A pesar de que nos fuimos a dormir un poco tarde, estábamos dispuestos a levantarnos temprano al día siguiente pues nos tocaba visitar las zonas arqueológicas de Cobá y Tulum.  No me perdería ese paseo por nada. Me dolía pensar que nuestro viaje estaba por terminar. ¿A quién le gusta que las vacaciones terminen?

 

 

 

 

~ por Naraluna en abril 22, 2017.

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