A Cancún en Coche: Disfrutando el paseo en carretera y un lugar para comer en Mérida
Nos esperaba una larga travesía para llegar a Cancún. Dejamos atrás Ciudad del Carmen, la cual no es una ciudad tan llamativa. Lo que sí disfrutamos mucho fue la carretera hacia Yucatán. Me encantó tener el mar a mi alrededor y ver a las gaviotas. Tampoco en esta ruta nos tocó tráfico, avanzábamos a nuestro paso sin estrés de ningún tipo. Mirar a mi alrededor me relajaba mucho, rodeados de tanta naturaleza el viaje no parecía tan largo.

Saliendo del Ciudad del Carmen, Campeche.
Dirección: Yucatán.

Carretera Ciudad del Carmen a Yucatán.
Conforme avanzábamos el calor aumentaba y en Champotón, Campeche, me estaba sofocando. Fue el único lugar donde me dolió la cabeza. El bochorno era casi insoportable. Yo me estaba derritiendo y los vendedores ambulantes nos ofrecían tamales. ¡Quién come tamales con este calor tan tremendo! No podía creerlo. ¿Hay alguien a quien se le antojen en una tarde así? Yo sólo pensaba en tomar agua y alejarme de ese lugar. Más adelante, todo mejoró. Seguimos nuestro camino y yo sentí alivio, siempre me ha gustado estar cerca del mar. La naturaleza me hace feliz.

Llegando a Yucatán desde Campeche.
Cuando menos lo pensamos, ya estábamos llegando a la bella Mérida en Yucatán. En todo el camino no habíamos visto nubes así. ¡Qué lindo cielo! Estábamos encantados. Me han hablado maravillas de Mérida y apenas ahora pude tener un vistazo de esta preciosa ciudad. En realidad, sólo conocimos un pedacito del centro pues sólo teníamos un par de horas para comer. No, nos tocaría pasear por sus calles ni descubrir su sublime esplendor.

Las nubes en Mérida, Yucatán

Mérida, Yucatán

Mérida, Yucatán

Mérida, Yucatán.

Mérida, Yucatán

Mérida, Yucatán
Buscábamos un restaurante que no fuera muy caro y donde pudiéramos encontrar comida típica yucateca. Nos recomendaron la Chaya Maya, ubicada en el centro de la ciudad y sin dudarlo allá fuimos.

La Chaya Maya, en Mérida, Yucatán.

La Chaya Maya, en Mérida, Yucatán
Llegamos a la Chaya Maya y tuvimos que esperar casi veinte minutos pues había mucha gente, a pesar de que ya casi eran las cinco de la tarde. Al entrar me pareció estar en una mansión antigua, llena de historia. Había mesas al aire libre y el ambiente del lugar era muy agradable. Pedí un agua de chaya, una delicia que no había probado antes. Mi marido y yo ordenamos una combinación de cuatro guisos para conocer más sabores yucatecos. Probé el relleno negro y no me desagradó. El pollo con pipián estaba muy rico y disfruté muchísimo la cochinita pibil. No sé ni cuántos tacos me comí. Comimos hasta quedar satisfechos. Ya estábamos listos para continuar nuestro camino.

Cuatro guisos yucatecos en la Chaya Maya. Mérida, Yucatán

Agua de Chayas en la Chaya Maya. Mérida, Yucatán
Estar sólo unas horas en Mérida me pareció muy poco. ¡Quiero regresar! Me gustaron sus árboles y sus casas coloridas. Me gustaron sus calles ordenadas y también su silencio (no se parece en nada al escándalo al que estamos acostumbrados en la Ciudad de México).

Mérida, Yucatán.
Esta vez no nos fuimos por la carretera de cuota, nos fuimos por la libre. Nos dijeron estaba en buenas condiciones y que era segura. Ambas cosas fueron ciertas. Me encantaron las nubes de Mérida y todavía pude disfrutarlas un rato más en la carretera.

Nubes. Carretera de Mérida a Valladolid, Yucatán.

Nubes. Carretera de Mérida a Valladolid, Yucatán.
Esta vez sí fue posible ver el atardecer. ¡Qué maravilla! Me he convertido en coleccionista de atardeceres y los de la carretera suelen ser impresionantes.

Atardecer en la Carretera. De Mérida a Valladolid, Yucatán.

Atardecer en la Carretera. De Mérida a Valladolid, Yucatán.
Descubrimos un pueblito del que yo nunca había escuchado hablar: Valladolid. Nos atrapó desde que lo percibimos. Nos recordó mucho a Querétaro (otra ciudad que amo). No me salieron muy bien las fotos porque ya estaba muy oscuro y no tuvimos oportunidad de detenernos; sin embargo, dejamos la posibilidad abierta para visitarlo a nuestro regreso.

Valladolid, Yucatán.
Fue una noche tranquila y la música nos alegró el camino. Fueron poco más de ocho horas de camino de Ciudad del Carmen a Cancún. Estábamos cansados pero no exhaustos. Los cuatro llevábamos con nosotros la ilusión de este viaje. Una vez más Google Maps nos indicó la mejor ruta para llegar a casa de nuestros tíos y primos. No tardamos mucho en llegar. La luna enorme, la esplendente luna, nos dio la bienvenida. Finalmente habíamos llegado a nuestro destino.

La luna en Cancún cuando llegamos
Nuestra familia nos llenó de abrazos y amor. Estaban felices y emocionados por nuestra visita (igual que nosotros por visitarlos). Nos recibieron con una deliciosa cena: vaporcitos, también llamados tamales torteados. Nunca los había visto. Además de ricos, pude digerirlos bien.

Vaporcitos o tamales torteados. Cancún, Quintana Roo
Al instante me sentí en casa. Cenamos, reímos, platicamos. Un viento fresco entraba por la ventanas. ¿Qué puede ser mejor que llegar a una casa muy acogedora con la familia que nos ama?
Por si fuera poco, justo afuera de la habitación donde nos tocó dormir, los grillos estaban dando un espectacular concierto.
Habíamos llegado a Cancún sanos y salvos; estábamos listos para disfrutarlo.
Excelente elección para comer, La Chaya Maya deliciosa la comida, y para helados en la Sorbeteria de Colón
¡Muchas gracias! La visitaré en mi próxima visita. 🙂