Carboncillos y una Sirena Alada
Sentada frente a su cuaderno, Naraluna intenta llenarlo de palabras pero ninguna idea le gusta. No quiere pensar en las crisis mundiales ni desea escribir sobre la violencia a su alrededor. Las noticias duelen mucho: nunca será indiferente al sufrimiento de los demás seres humanos. Esta tarde ella necesita disfrutar, sentirse ligera, volver a soñar. Es la primera vez en mucho tiempo que las palabras no le ayudan a expresarse. Cansada de tachar palabras y romper hojas, cansada de la intensidad que no quiere alejarse, suelta la pluma y suspira. Justo en ese momento, sus ojos se encuentran con el caballete empolvado, su caballete que no ha tocado en, por lo menos, un par de años.
En su infancia ella soñaba con ser pintora; sin embargo, era tan torpe para dibujar que cambió su lápiz por una pluma y las palabras se volvieron su refugio. Nadie supo de las sirenas que dibujaba, recortaba y después guardaba cuidadosamente en un cofre de madera que le había regalado su abuelita. Al comenzar la secundaria, esas sirenas terminaron en el basurero porque la idea de que alguien las viera le daba mucha vergüenza. Los mundos de colores que veía cuando cerraba los ojos, desaparecían cuando tomaba sus lápices con la idea de plasmarlos en el papel.
Naraluna se acerca al caballete y con manos inquietas lo saca del rincón; trata de acomodarlo. Le toma varios algunos minutos fijarlo a la altura adecuada. Está nerviosa por este encuentro no planeado. A pesar de tenerlo tan cerca, ya se había olvidado de su viejo amigo el caballete. Se sorprende al encontrarse con los trozos de carboncillo que dejó ahí la última vez que dibujó.
No siempre ha sido o se ha sentido torpe para dibujar. Al terminar la prepa aprendió a plasmar su estado de ánimo con su lápiz con trazos sencillos o en dibujos abstractos combinando colores. Aunque fuera sólo una principiante, se sentía un poco como la pintora que tanto había soñado ser.
Después tomó clases de dibujo y se dio cuenta de que con constancia y paciencia podía materializar en el papel las imágenes en su cabeza.
Naraluna se sienta frente al caballete. Acomoda el bloc de dibujo, fija bien la hoja que va a utilizar. Sus manos acarician el carboncillo. Está lista para comenzar pero también está muy nerviosa. ¿Y si sólo llena la hoja de horribles garabatos? A pesar de sus dibujos bien logrados, su confianza todavía se tambalea. El carboncillo en su mano no quiere regresar al caballete, ella no puede soltarlo. Decide continuar y emocionada sonríe ante la hoja en blanco. Ya sabe qué figura emergerá.
Naraluna no ha podido nadar y sus escamas están a punto de secarse. Cuando piensa en el agua, se cubre de melancolía. En la hoja, como si fuera un espejo, ve a la sirena que vive dentro de ella y con esa imagen comienza a trazar líneas sin cohibirse. El carboncillo es muy noble y permite corregir errores. Lista para comenzar, se recoge el cabello y se pone su sudadera vieja que ahora sólo usa para momentos como éste. No se trata de crear una obra de arte sino de disfrutar, de fluir con el carboncillo, de dejar atrás las barreras que le han impedido avanzar, de expresarse y humedecer sus escamas para brillar de nuevo.
Empieza a trazar las curvas de la cola de su sirena mientras canta canciones de los ochentas. Mueve su mano al ritmo de la música y una imagen nace de la hoja. Está desproporcionada pero no le importa. En lugar de frustrarse intenta mejorarla. Se da cuenta de que a esa figura le hacen falta unas alas, esas alas que hace poco estuvieron lastimadas pero que ahora se levantan fuertes y luminosas. Esta sirena no sangrará ni derramará lágrimas, en esta tarde se sumergirá en el cielo y braceará junto a las nubes.

Sirena Alada. El comienzo. CGG
Mientras con sus dedos acaricia la cola de la sirena para esparcir el carboncillo, Naraluna sueña. Le gusta el carboncillo porque su mano es el pincel y con ella dirige el movimiento de su figura. Después de varias canciones, se detiene para observar su trabajo y lo primero que siente es tristeza. Su dibujo le parece feo. ¿Por que´siempre tiene que ser tan exigente y perfeccionista? Piensa que sólo es un ejercicio, sus primeros trazos después de mucho tiempo. Visto desde esa perspectiva, no puede estar tan mal. Además, no ha terminado todavía. Es sólo un esqueleto, una vaga idea de lo que llegará a ser. En la vida hay que ser flexible y darse la oportunidad hasta de equivocarse: el fracaso no existe si es visto como aprendizaje. No se trata de juzgar sino de actuar y perseverar.
Naraluna vuelve a mirar su dibujo. A pesar de los garabatos que tiene frente a ella, en ese frágil esqueleto, escucha el latido de la libertad que ha obtenido y se relaja, sólo tiene que mirar a la sirena y sacarla de la blancura que la esconde. Motivada a continuar juega con el carboncillo y se divierte dando forma a las alas de su sirena todavía un poco amorfa. Además del carboncillo, toma el color blanco y también el café. Siempre le ha encantado mezclar colores. Su entusiasmo aleja la tristeza. A partir de ese momento ya no ve fallas en su dibujo sino detalles que puede mejorar. Empieza a trabajar en el cuerpo. Borra, traza, borra, traza, borra y traza hasta encontrar el camino.

Mi Sirena Alada. Avanzando. CGG
Crear la rejuvenece y dibujar le devuelve la fe en sí misma. Concentrada en su tarea, apenas percibe la llegada de la noche. Ahora los grillos la acompañan. Canta, imagina y luego libera a la sirena. Contempla su trabajo y se alegra. Le gusta la apariencia que va tomando su dibujo. Le gusta el cabello gris de la sirena. Después de todo, no es tan torpe. Quizá nunca lo ha sido y sólo necesitaba liberarse del juez perfeccionista que siempre la ha criticado. Esta tarde dibujar le ha permitido abrirse, dejar ir los prejuicios sobre sí misma que ha cargado desde tiempos inmemoriales.
Le gusta su dibujo aunque le falta el rostro. Necesita el valor para hacerlo. En su infancia se avergonzaba de sus sirenas por sus caras tan feas. Sin importar cuánto se esforzara, nunca le salían bien. A veces vuelve esa sensación de malestar pues dibujar rostros nunca ha sido fácil para ella. Sabe que éste es un nuevo comienzo, pero necesita hacerlo bien. Teme arruinar su dibujo. No quiere matar a la sirena que tanto esfuerzo le ha costado crear. Tiene las manos resecas y negras. También tiene hambre. Decide hacer una pausa para cobrar fuerzas antes de enfrentarse al reto.
Regresa con la mente en blanco y comienza a poner los ojos en la cara de su sirena alada. Mientras lo hace se siente libre, ágil e ilusionada, muy ilusionada. No se detiene hasta terminar. Mira su creación y se sorprende al verla bonita. Rara vez ha utilizado esa palabra para hablar de sus creaciones e inclusive de sí misma pero su sirena es bonita. Sí, está desproporcionada y tiene algunos defectos, es imperfecta, pero bonita: su sirena alada le sonríe y eso la llena de esperanza.

Sirena Alada. Carla Gaona. Enero 2017
Con las manos llenas de polvo, frente a su caballete por fin desempolvado, Naraluna suelta las espinas del pasado y se siente segura. Es una sirena que se zambulle en el cielo y duerme entre las flores, siempre arrullada por sus nobles y leales grillos.