Mis Primeros 21 Kilómetros (21k adidas 2016)
Domingo 10 de julio, el despertador suena a las 4:30 am y abro los ojos con una enorme sonrisa. Siento las hormigas de la emoción caminando en mi cuerpo. Contrario a lo esperado, no tengo nada de sueño. Sólo quiero ponerme los tenis y estrenar la playera de éste, mi primer medio maratón.
No tengo miedo, a diferencia de los días pasados, desperté con la certeza de que lo voy a hacer bien y me siento ansiosa por cruzar la meta. Estoy lista para levantarme, despierto a mi marido con entusiasmo. Él no correrá pero siempre me apoya y estará conmigo en este día tan importante.
Me preparo. No quiero que nada se me olvide. Pongo el chip en mi tenis derecho y después me amarro bien las agujetas. Tomo un poco de agua y me como una manzana en el camino. Estoy lista, estoy en forma, me siento fuerte.
Llegamos a Reforma, a la Torre Mayor poco antes de las 5:30. Al ver a los corredores mi estómago enloquece; siento cosquillas como si estuviera en la parte más alta de una montaña rusa justo antes de bajar. Tengo que ir al baño. Voy una vez más antes de lograr calmarme.

Lista para los 21k de Adidas.
Todavía no amanece y disfruto esta oscuridad iluminada. Estoy cerca de la salida y en unos minutos justo en ese lugar comenzará mi carrera. Mi marido me da ánimos, yo no puedo mantenerme quieta. Comienzo a calentar para relajarme…

Reforma, Torre Mayor. 21k Adidas
Ya son las seis. Ya los corredores podemos acomodarnos en el bloque que nos corresponde. Comienza el calentamiento. Intento seguirlo pero a veces platico con mi amigo que acaba de llegar y quien lleva años corriendo. Mi marido me da ánimos. Me siento segura y confío en mi entrenamiento. Tengo la certeza de que lo haré bien pero no puedo evitar estar un poquito nerviosa.
Ya pasan de las 6:20, me acomodo los audífonos y pongo mi música en el celular. Espero impacientemente a que den las 6:30…
Todavía no amanece cuando empezamos a correr. Soy adrenalina, soy fuerza, hoy soy corredora. La música me ayuda a concentrarme. Llegará el día en el cual me atreva a correr sin música, pero todavía no estoy lista para eso. Miro los árboles a mi alrededor y acelero un poco el paso, consciente de que debo administrar bien mi energía. Cortarme el pelo fue una buena idea: me siento más cómoda y, sobre todo, ligera. Avanzo y mi entusiasmo me da energía.
Es una mañana fresca y tengo viento en todo mi cuerpo. Mis brazos están fríos a pesar del movimiento. Soy afortunada por poder correr en calles normalmente muy transitadas. Esta mañana los corredores somos los dueños y no hay semáforo que nos detenga: las calles de Reforma y Chapultepec son nuestras. Disfruto la vista como si fuera extranjera, como si fuera la primera vez que paso por estos lugares. Voy tan concentrada en todo lo que veo, en no perder el ritmo que ni siquiera me doy cuenta de que ya llevo casi dos kilómetros. Voy feliz, la música me inspira.
El cielo se tiñe de color rosa y la luz aparece: el sol nos saluda. ¡Qué privilegio recibirlo corriendo! Ya estoy llegando a los cinco kilómetros. Paso por lugares que visitaba en mi infancia. Estoy cerca del Castillo de Chapultepec. ¡Qué ganas de visitarlo de nuevo! Todavía me falta mucho camino pero no estoy cansada. Mis piernas están bien. La música me incita a aumentar mi velocidad. Tomo agua en el kilómetro seis.
Estoy tranquila, sólo me preocupan las subidas que vendrán más adelante. No entrené en subidas y varias personas me dijeron que el recorrido de este medio maratón es muy pesado. Recuerdo las palabras de mi hermano quien me dijo que no tendría ningún problema, que quizá debido a las subidas el recorrido sería un poco más cansado pero nada que no pudiera superar. Cuando corrí 10 kilómetros en el estadio de CU, también me preocupó la subida, pero nunca la sentí, hasta pensé que me habían cambiado la ruta. Mejor me olvido de las subidas y sigo concentrada en administrar bien mi energía.
Es increíble, ya llevo ocho kilómetros y no estoy cansada, mis piernas responden bien y no me duelen las corvas. Estoy en armonía con mi cuerpo y conmigo misma. Mis ideas fluyen libremente y voy atenta al camino. Disfruto mucho todo lo que veo. Me encantaría tener mi cámara en la mano y tomar miles de fotografías, pero no puedo hacer ambas cosas al mismo tiempo. Mi ciudad es muy hermosa y soy muy afortunada por poder gozarla de esta manera: en paz y sin el estruendo de la vida cotidiana.
En el pasaporte decía que las subidas empezaban a partir del kilómetro ocho. Estoy fuerte y avanzo con buena velocidad. Nada, ni las subidas pueden detenerme. Junto a mí pasa un corredor cuyo objetivo es terminar la carrera en una hora con cincuenta minutos. Lo sé porque lleva en la espalda un letrero que lo anuncia. Me siento motivada por ese letrero y aumento mi velocidad para correr junto a él. Mientras mi cuerpo me lo permita y no me sienta cansada puedo ir a su paso. ¡Qué libre me siento!
Tomo agua antes de llegar al kilómetro diez. Voy al lado de mi corredor elegido. Escogí bien la música para esta carrera. Estoy inspirada y tengo ganas de cantar. Sonrío: acabo de pasar el kilómetro once y me siento como nueva. Ya voy a la mitad del camino. Ya quiero ver el lago. ¿Cuánto me faltará para llegar? Sé que ya falta poco. Lo busco. Sigo al lado de mi corredor elegido. ¡Soy invencible! Y entre los árboles, se asoma el lago. ¡Ya falta poco! Ya quiero pasar los árboles y estar cerca del agua, mi espíritu de sirena se despierta…
¡Por fin voy corriendo alrededor del Lago Mayor! Es muy temprano y veo asombrada como sus aguas se evaporan con el sol. Estoy maravillada. Si no estuviera en la carrera, me quedaría ahí un rato, admirando tanta belleza. Tomaría todas las fotos que me permitiera mi cámara pero hoy no es el día para hacerlo. Todavía voy al ritmo de mi corredor elegido. ¡Ya llevo catorce kilómetros! ¡Ya llevo dos terceras partes del camino! Ya falta poco. Tomo agua y dejo ir al corredor, ya debo bajar la velocidad. Mi reto esta vez es terminar la carrera, la próxima vez el reto será mejorar mi tiempo.
Voy bien. Sigo avanzando. Empiezo a sentir dolor en la corva derecha. Suspiro. Bajo la velocidad por el tiempo que sea necesario. Soy más fuerte que el dolor. Me visualizo en la meta. No me detengo. Pienso en el cielo, en los árboles, en el milagro de poder vivir este momento y cuando me doy cuenta ya estoy corriendo sin dolor. Aumento la velocidad, me concentro en llegar a la meta.
Hay una enorme pantalla para llegar al kilómetro dieciséis. Me sorprende verme en esa pantalla, no puedo evitar reírme ante algo tan inesperado. Al ver el número 16 levanto las manos y sonrío muy emocionada. El conductor que está junto a la pantalla, me echa porras. Estoy realmente entusiasmada, tanto que aumento la velocidad y avanzo suspirando, con la boca abierta. Me doy cuenta porque un corredor muy amablemente me aconseja que cierre la boca y respire despacio. Me lo repite para cerciorarse de que lo escucho. Le doy las gracias sonriendo y sigo su consejo. Me concentro en mantener la boca cerrada y respirar adecuadamente. Me viene bien.
Otra cosa que me gusta mucho de correr, es el ambiente de solidaridad y compañerismo entre corredores. Hay quienes se preocupan, quienes echan porras, quienes dan consejos, quienes enseñan, quienes acompañan.
Tomo agua. Estoy sudando. No me detengo. El último tramo es el más difícil. Tengo calor a pesar del viento. Corro. Las personas en la ruta nos echan porras. Agradezco de todo corazón cada palabra, cada sonido de las matracas, cada aplauso, son para mí una inyección de energía, un impulso para seguir adelante y no desistir.
Hay personas dando a los corredores esponjas húmedas. Cuando las veo no entiendo para qué son, pero veo a los corredores que van adelante de mí mojarse la cabeza con ellas. Tomo una y me la exprimo en la cara. El alivio llega al instante. Me parece eterno el camino para llegar al kilómetro dieciocho pero yo no me detengo. ¡No me detengo!
Se acabaron las subidas y confieso que no me pesaron; me costaron más trabajo las bajadas. Mi cuerpo está bien y mis piernas como nunca, pero mi mente comienza a desesperarse. Este el reto más grande de las carreras (al menos para mí): evitar que la mente que se dé por vencida. No puedo perder la concentración. Acelero, sólo acelerando podré llegar más rápido a la meta. Para mi buena suerte, ahora toca escuchar una de mis canciones favoritas de Depeche Mode, eso me anima. Siento escalofríos al llegar al kilómetro diecinueve. ¡Ya sólo me faltan dos kilómetros!
Si pude correr diecinueve, sin lugar a dudas puedo correr dos más. Tengo ganas de gritar pero me contengo. Las personas a nuestro alrededor nos echan porras y nos señalan el camino a la meta. Tengo que ir más rápido. ¡Vamos, piernas, muévanse! ¡Muévanse! Si me pareció eterno el kilómetro dieciocho, me quedo sin palabras para describir el diecinueve. Avanzo, avanzo, avanzo y nunca acaba. Estoy a punto de perder la paciencia. Aumento mi velocidad en medida de mis posibilidades. Eso me ayuda. De mi lista de canciones, ahora sale la de «I’m sexy and I know it» de LMFAO. Cuando hice la lista, escogí esa porque además de movida (y de que me hace reír), me recuerda a mis adolescentes. Me causa gracia que salga esa canción justo en este momento. Por fin llego al kilómetro veinte. ¡Estoy a un kilómetro del camino! ¡Un kilómetro!
Ya no sé que hay a mi alrededor. No tengo idea de dónde estoy. Lo único que deseo es llegar al kilómetro veintiuno. Lo único que veo es el camino ante mí. Las personas alrededor nuestro gritan emocionadas. Nos dan ánimos y nos señalan la meta que todavía no logro ver. Ya falta menos. Se distinguen unos globos, me gustaría pensar que es la meta pero tengo la certeza de que no es así. Estoy ahí y no he llegado al final todavía, pero ya sólo faltan quinientos metros. Empiezo a emocionarme como nunca. Llego al siguiente letrero: 400 metros. Estoy pasmada, incrédula y me dan ganas de llorar, muchas ganas de llorar, muchísimas ganas de llorar. Tengo que seguir avanzando. Es tan intenso mi sentimiento que no logro respirar bien. La emoción me está sofocando. Todavía no puedo creer que lo voy a hacer. ¡Voy a llegar a la meta!
Me faltan trescientos metros. Me obligo a calmarme, me trago el llanto, controlo mi respiración y aumento la velocidad lo más que puedo. Paso los doscientos metros y sigo adelante. Mi estómago está lleno de mariposas y murciélagos inquietos. ¡Me faltan cien metros! La meta me espera. Corro libre. Corro feliz. Corro sonriendo. Corro. Cruzo la meta con las manos en alto. Tengo escalofríos en todo el cuerpo. Soy 1.78 metros de felicidad y agradecimiento. Quiero abrazar a alguien. Cruzo la meta con ganas de saltar. Me sonríen los conductores que están recibiendo a los corredores. Les sonrío de regreso. Me siento todopoderosa. Estoy conmovida. Estoy extasiada. Estoy incrédula. Estoy loca, completamente loca.

Meta. Adidas 21k

Meta. Adidas 21k.
¡Hice casi veinte minutos menos de lo que tenía contemplado! ¡Casi veinte minutos menos! ¡Estoy eufórica! ¡Quiero más! Sigo caminando para recuperarme. Me tomo fotos con la meta de fondo. Respiro profundamente. No me duelen las corvas, no me duele nada: estoy entera. Es una sensación infinita de bienestar la que me invade en este momento. Miro al cielo y doy gracias por este medio maratón, doy gracias por estar aquí llena de vida. Doy gracias a mi cuerpo, sobre todo a mis piernas y espalda por aguantar esta locura. Me siento la persona más afortunada del planeta.

21k Adidas. Después de la meta. 🙂
Tomo el agua que me dan en la zona de recuperación y miro con admiración la medalla que ahora llevo en el pecho. Me tomo una foto con ella, simboliza mi llegada a la meta, mi largo camino de 21 kilómetros.

21k Adidas. ¡Mi primer medio maratón! 🙂
Camino más despacio y sigo tomando agua. Le llamo a mi marido para avisarle que ya pasé la meta. Allá me estaban esperando él y mis adolescentes, pero no me vieron pasar ni yo tampoco los vi a ellos. Acaricio la medalla y me como un plátano. Miles de corredores se toman fotos contentos. Miles de corredores logramos llegar a la meta. Miro a la Diana Cazadora con una enorme sonrisa. ¡Qué bello es Reforma! No sé si tomar fotos, llorar o reír. Creo que quiero hacerlo todo. Pienso en mi familia y en el amor de las personas a mi alrededor. Su fe en mí me dio fuerza en los momentos difíciles y me ayudó a superar mis miedos.
No, no puedo tomar fotos ahora ni tampoco reír ni llorar. No puedo creer que corrí 21 kilómetros y estoy de pie, sin dolor, con ánimo de seguir. Tal vez al rato sólo querré mi cama pero ahora me lleno de sol y de viento, admiro mi ciudad hermosa y contemplo a la Diana Cazadora mientras espero a mi familia…
IN-cre-I-ble!!!
Gracias 🙂 🙂
Seran mis primeros 21k de Adidas en LIMA PERU y estoy taaaannn nerviosa. Tu descrpicion me hace fuerte, la he vivido como si hubiera estado allo. Gracias por los animos, te recordare el dia de la carrera!!!
¡Qué emoción! ¡Seguro te irá muy bien! Ojalá puedas contarme cómo te va. Muchas gracias por leerme y por tu comentario. ¡Qué disfrutes mucho la carrera! 😊😊😊
¡Un post inspirador! Muchas veces para conseguir nuestras metas lo único que necesitamos es motivación y ropa deportiva adecuada que nos lo ponga mucho más sencillo.