Vacaciones en la Ciudad

Llegaron las vacaciones de Semana Santa y este año nos quedamos en nuestra amada ciudad.  Por lo general en esos días la ciudad se vacía y eso me permite visitar varios lugares en un ambiente más tranquilo. El tráfico disminuye y también las largas filas de espera para entrar a un lugar.

Mi marido y yo ya teníamos planeado qué lugares visitar en esos días. Para nuestra sorpresa la ciudad no estuvo tan vacía este año pero de todas maneras disfrutamos mucho nuestras vacaciones.

El primer lugar que visitamos fueron la Fuentes Brotantes en Tlalpan. Este lugar es famoso por sus exquisitas quesadillas. Sin embargo, también en este lugar hay un bonito parque  y un hermoso lago.  Lo primero que hicimos al llegar fue caminar en el parque hasta llegar al lago. Es un recorrido corto y nada cansado.

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Fuentes Brotantes, Tlalpan

Me encantó encontrar, además de patos, tortugas en el lago.  Se veían felices tomando el sol. Sentí nostalgia por mis queridas tortugas, mis mascotas que al final tuve que regalar para que tuvieran mejor calidad de vida en un jardín enorme con caídas de agua donde, además, podían convivir con más tortugas.

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Fuentes Brotantes, Tlalpan

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Fuentes Brotantes, Tlalpan

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Fuentes Brotantes, Tlalpan

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Fuentes Brotantes, Tlalpan

Ese día no había mucha gente y pudimos pasear sin prisa, sin agobiarnos; tuvimos tiempo para admirar el paisaje, para tomar fotografías, para platicar.  Para terminar, mi marido se comió unas deliciosas quesadillas en la Cabaña de Don Juan. Fue una buena idea para comenzar las vacaciones. Ambos teníamos muchos años de no visitar ese lugar.

Nuestro siguiente destino fue la Zona Arqueológica de Cuicuilco, un día después del comienzo de la primavera este año: el 21 de marzo. Cuicuilco proviene de la palabra de origen náhuatl que significa «lugar donde se hacen cantos y danzas». Contrario a lo esperado, fue un día nublado y con mucho viento.  Allá nos quedamos de ver con una amiga muy querida y su mamá. La entrada es libre. Las esperamos sentados en una banca justo frente a las plantas cactáceas.

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Zona Arqueológica de Cuicuilco

Apenas llegaron caminamos hacia la gran pirámide circular.  No pudimos subirla porque no estaba permitido. Supongo que se debe a la gran cantidad de personas que visitamos la pirámide ese día. No sé si sea posible subirla en un día menos transitado.

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Zona Arqueológica de Cuicuilco

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Zona Arqueológica de Cuicuilco

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Gran Pirámide Circular, Zona Arqueológica de Cuicuilco

También hay un museo que visitar en este lugar, pero desafortunadamente estaba cerrado. Hay muchos pirules enormes en el lugar y por un rato nos sentamos a la sombra de uno de ellos. Me dio paz estar ahí. Me sentí afortunada y agradecida por comenzar la primavera en ese lugar acompañada de personas muy importantes para mí. A pesar del día nublado, de que tenía un poco de frío, disfruté mucho estar ahí.

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Zona Arqueológica de Cuicuilco

Nuestra ciudad es muy bonita, pero entre el trabajo, el tráfico y la rutina, a menudo se nos olvida.

El siguiente lugar que visitamos fue Xochimilco. Siempre me ha encantado ir a las trajineras. De niños, mis hermanos y yo siempre le pedíamos a mi papá que nos llevara. Él nos enseñaba a tomar lirios y luego aventarlos. Hoy en día ese lugar, para mí, no ha perdido su magia. Llegamos al embarcadero Belem. El embarcadero no estaba lleno, lo que significaba que podríamos pasear sin tráfico entre trajineras.

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Xochimilco

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Trajineras, Xochimilco

Lo que no nos gustó es lo caro que es alquilar una trajinera si vamos en un grupo pequeño, en este caso, de tres personas.  Se supone que la tarifa es de 350 pesos por trajinera, pero la realidad es otra. Nos querían cobrar casi mil pesos y, además, nos dijeron ya no está permitido compartir la trajinera con desconocidos . Es un abuso. Para que no salga tan caro, es mejor ir en un grupo de por lo menos diez personas.  Pudimos negociar el precio pero nos tocó un viaje de poco menos de una hora cuando deseábamos uno de dos horas.  Nos enteramos que también hay un paseo ecológico y además es económicamente más accesible. La razón por la que no pudimos tomarlo es porque dura cuatro horas y no estábamos preparados para un viaje tan largo en ese momento, quedó pendiente para la próxima vez.

Nos subimos a la trajinera y ya estábamos listos para el paseo. Fue un día muy caluroso y se me olvidó ponerme bloqueador. A partir de ahora debo viajar con un bloqueador en la bolsa (más vale prevenir).

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Trajineras, Xochimilco

Amo pasear en trajinera. Me gusta ver las aves volar, escuchar el sonido del agua,  a los mariachis y también la marimba. Me gusta  ver las artesanias y probar la comida. Además, a lo largo del camino siempre hay algo que ver.

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Invernadero, Trajineras Xochimilco

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Trajineras Xochimilco

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Trajineras Xochimilco

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Trajineras Xochimilco

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Trajineras Xochimilco

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Trajineras Xochimilco

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Trajineras Xochimilco

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Trajinears de Xochimilco

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Trajineras de Xochimilco

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Trajineras de Xochimilco

Esta vez nos encontramos, también, una jacaranda en flor. ¡Me gusta tanto la primavera violeta!

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Trajineras, Xochimilco

Como el paseo fue corto no pudimos pasar por la casa de las muñecas que tanto miedo le da a algunas personas pero que a mí me gusta.  El tiempo se fue volando: cuando menos lo imaginé llegó la hora de bajarnos de la trajinera. Nuestro paseo no terminó allí.  Caminamos a la Catedral de Xochimilco. Ahí vi un jardín muy bonito con la figura de la virgen en el centro.

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Catedral de Xochimilco

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Jardín de la Catedral de Xochimilco

De ahí nos seguimos al mercado.

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Mercado Xochimilco

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Mercado Xochimilco 

Ahí compramos unas tortillas recién hechas y exquisitas. Por supuesto, me preparé un taquito con sal que fue una verdadera delicia. No me esperaba que el tortillero me llamara para que le tomara fotos a la tortillería y viera cómo se hacen las tortillas. Yo aproveché la oportunidad, encantada. Me preguntó de dónde era y cuando le dije que era mexicana se sorprendió pues pensó que yo era alemana.  ¡Por eso me dijo que tomara fotos!

En el mercado también compramos fruta,  el mamey estaba exquisito. Estaría genial poder ir más seguido y comprar ahí las tortillas.  Terminamos el día con una divertida partida de rummy en casa.

Todavía nos quedaba un par de días para seguir paseando. El viernes santo visitamos el Bosque del Desierto de los Leones. Mi marido tenía muchas ganas de ir y yo no había ido antes. El camino para llegar fue un poco largo. En San Bartolo Ameyalco nos encontramos con muchos Judas enormes, los cuales habían sido elaborados para participar en el concurso al mejor Judas y después serían parte de la famosa Quema del Judas. No sabía de la existencia de este concurso. Algunos de los Judas estaban increíbles.

 

Ya casi para llegar pasamos por el famoso kilómetro 31, el de las leyendas de miedo y el que da nombre a la famosa película mexicana. Me causó gracia pasar por ahí, no pude evitarlo.

Llegamos al bosque y había mucha gente. Cuesta veinte pesos la entrada.  Nos tomó unos minutos encontrar un lugar para estacionarnos.  Caminamos hacia el bosque. La ventaja de este lugar es que, a pesar de que era un día muy caluroso, había mucho viento; por lo tanto era casi imposible sufrir por el calor.

Me gustan los bosques sobre todo por el olor de sus enormes árboles. Me hace feliz estar en contacto con la naturaleza. Mi marido tenía razón: el lugar me encantó.

Lo primero que planeábamos hacer era visitar el Exconvento del Desierto de los Leones pero la fila estaba un poco larga, decidimos entrar más tarde. Caminamos por el bosque. Bajamos y bajamos. Hay lugares con pequeñas caídas de agua y ya más abajo está el lago que nos encantó a ambos. Es un lugar tan fresco como acogedor.  A pesar de la cantidad de gente que estábamos ahí ese día,  había calma y pudimos estar tranquilos.  Nos sentamos un rato para platicar, para disfrutar, para descansar y de paso para que yo pudiera comerme mis frutas.  Estábamos tan a gusto que nos quedamos más tiempo del planeado.

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Bosque del Desierto de los Leones

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Bosque del Desierto de los Leones

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Bosque del Desierto de los Leones

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Bosque del Desierto de los Leones

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Bosque del Desierto de los Leones

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Bosque del Desierto de los Leones

Decidimos regresar al Exconvento. Casi no había fila esta vez y entramos rápido. Si mal no recuerdo cuesta como 13 pesos la entrada. El museo no está mal pero lo que más vale la pena visitar son los jardines de flores coloridas.

Cerca del Exconvento hay varios puestos donde venden un poco de todo: artesanías, sombreros, juguetes y dulces típicos de México, los cuales se me antojaron mucho.

Más adelante, camino al lago, hay varios restaurantes. Comimos en uno llamado «Antojitos de Chonita».  Nos gustó a ambos. El lugar era agradable, nos atendieron muy bien y la comida estuvo rica.

Conforme pasaba el tiempo, el viento arreciaba y nos fuimos a casa justo cuando yo ya tenía frío.  ¡Me encantó el bosque del Desierto! ¡Tenemos que llevar a nuestras adolescentes a ese lugar!

Las vacaciones se terminaban y el último recorrido que hicimos fue a las pirámides de Teotihuacán, uno de mis lugares favoritos. Aunque me encanta, no vamos muy seguido y me emocionaba mucho volver.

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Camino a las Pirámides de Teotihuacán

 

Contrario a lo que imaginábamos, el lugar estaba lleno.  Por la fila tan larga nos tardamos en llegar y luego en encontrar lugar para estacionarnos. El sol estaba muy intenso y nosotros olvidamos nuestros sombreros; por lo menos esta vez sí me acordé de traer manga larga.

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Llegando a Teotihuacán

La entrada a las pirámides cuesta 65 pesos e incluye el jardín botánico y el museo. Lo primero que hicimos fue caminar por el jardín botánico. Hay plantas cactáceas y flores blancas, amarillas y anarajandas. Está muy bonito. Desafortunadamente pocas personas visitan este jardín, éramos casi los únicos ahí.

Después ya nos fuimos a la pirámides. Estar en Teotihuacán me renueva, me da vida, me hace feliz. Siempre me anima visitar este lugar. No sólo por su belleza, también por su historia y su energía, por lo que me transmite y hace sentir.  Amo subir a las pirámides del sol y de la luna, mirarlo todo desde las alturas. Sin embargo, por primera vez no me fue posible subir a la pirámide del sol. Había demasiada gente y la fila para subir era enorme. La espera nos tomaría por los menos un par de horas. Nunca me había tocado ver Teotihuacán tan lleno de gente. Aprendí mi lección: no visitarlo cuando comienza la primavera.

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Fila para subir a la Pirámide del Sol Teotihuacán

De todas formas la pasamos muy bien. Teotihuacán es esplendente. Caminamos por la Calzada de los Muertos hasta llegar a la pirámide de la Luna. Esa sí pude subirla. Tomé todas las fotos que pude y sentí el viento en mi cuerpo. Respiré profundamente y me sentí agradecida. La vida, aunque a veces es muy dura, es también muy hermosa. Me sentí tan ligerita que casi volaba. Me tomé mi tiempo para bajar y regresar con mi marido, quien me esperaba oculto en la sombra.

Quería comprar muchas de las artesanías que vi, muchas piedras, anillos y pulseras. Quizá para la próxima vez haya oportunidad de hacerlo. Me estresó un poco el sonido que imitaba a los jaguares que retumbaba en todos lados y me hizo falta escuchar más instrumentos prehispánicos.

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Teotihuacán

No quería irme. Estábamos acalorados pero muy a gusto. Siempre me falta tiempo cuando se trata de visitar Teotihuacán. Siempre quiero quedarme más cuando llega la hora de irme.  Esta vez no entramos al museo ni pudimos quedarnos a comer.

Regresamos a casa un poco insolados  y agotados pero de muy buen humor.  Disfrutamos nuestras vacaciones en casa, en nuestra ciudad y sus alrededores; sin embargo, todavía nos faltan muchos lugares que visitar, que conocer y reconocer de nuestra hermosa ciudad, la Ciudad de México.

 

 

 

 

~ por Naraluna en abril 12, 2016.

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