Una Aventura de 5000 km: Un Regalo para Todos.2500 kilómetros para llegar a casa
Nos despedimos de Arizona en un día soleado. Esta vez me tocó manejar a mí. Acepté el reto gustosa. Fui muy cuidadosa y me apegué al límite de velocidad. Manejé siguiendo las reglas. Tantas veces me dijeron que los americanos son muy respetuosos con el reglamento de tránsito que me lo creí; sin embargo, comprobé que no lo son tanto. Una buena cantidad de autos avanzaban con exceso de velocidad, sin respetar el límite. Me rebasaron camiones que iban a más de cien kilómetros por hora. En realidad, eran pocos los coches que se apegaban al límite de velocidad.

Adiós Arizona
Manejar me mantuvo concentrada en el camino. Los demás dormían, yo cantaba las canciones de mi Ipod e imaginaba las fotos que tomaría si no fuera al volante. La carretera de Phoenix a Nogales es mayormente recta, sin complicaciones. Me gustó ser el piloto en esta parte del camino. Casi no hicimos paradas, sólo las necesarias: ir al baño y cargar gasolina. No está de más mencionar que la gasolina allá es mucho más barata que en México. Aquí cuesta el doble. Por otro lado, los servicios de internet y teléfono, son más caros allá.
Un detalle que me llamó la atención es que los baños públicos de las carreteras, en general, están en mucho mejores condiciones en México. En las carreteras que conocimos de Arizona, en las paradas sólo había un baño y estaba dentro de la tienda de conveniencia correspondiente (lo que para nosotros sería un Oxxo, por ejemplo). A menudo ese baño era el mismo para todos (hombres y mujeres). Era común tener que esperar en la fila a que llegara nuestro turno. En ciertas ocasiones, los baños no estaban muy limpios. Eso sí, siempre eran gratuitos. Por otro lado, en México hay varios baños y están divididos en baños para hombres y baños para mujeres. Me sorprendió mucho que en general estaban en muy buenas condiciones: estaban limpios, olían bien, había jabón para lavarse las manos y tenían papel de baño (fueron pocas las excepciones). Eso sí, en algunos es necesario pagar una cuota (suele ser de cinco pesos). Dadas las circunstancias no me quejo. Prefiero pagar una cuota a no pagar y entrar a un baño que no esté en buenas condiciones.
Todavía en Arizona hicimos nuestra primera parada. Llenamos el tanque de gasolina y entramos a la tienda de conveniencia a gastar nuestros últimos dolares. Me compré un chocolate de leche de Cadbury. Me encanta ese chocolate pero ya no lo venden en la Ciudad de México. Lo guardé para más tarde. Seguimos nuestro camino. Unas horas más tarde llegamos a Nogales. Me invadió la nostalgia cuando pasamos por la calle donde dimos nuestros primeros pasos después de cruzar la frontera cuando nos dirigíamos a Phoenix. En ese momento teníamos la ilusión del viaje que comenzaba; y ahora, el agridulce sabor de la despedida.
Cruzar la frontera fue tan rápido como sencillo. No había fila, nos tocó el semáforo verde y pasamos sin tener que mostrar el pasaporte. Seguimos nuestro camino hacia Hermosillo, donde nos esperaban mis primos para cenar juntos. Una vez más, nos atardeció en la carretera, unos minutos después nos quedamos a oscuras y pudimos apreciar la luna. Manejé un rato más, después mi marido tomó el volante.
Eran las ocho de la noche cuando llegamos a Hermosillo. ¡Qué gusto volver a ver a mis primos! Nos saludaron con cariño y nos fuimos a cenar los famosos dogos (hot dogs) de los que ya nos habían hablado. Además de la carne, las coyotas, las tortillas de harina y los burritos, estos dogos también se encuentran entre las comidas típicas de Sonora. No tardamos mucho en llegar al lugar.

Dogos en Hermosillo
Pedí un dogo jumbo y con eso tuve más que suficiente. Sabía muy bien, le hizo honor a su fama. No necesité comer nada más para quitarme el hambre.

Adiós Arizona
Mis primos pidieron unos dogos en los cuales una salchicha se envuelve en tocino y después se mete en una tortilla de harina, se fríe y después se coloca en el pan. Son una bomba. Me parece que es el equivalente a las guajolotas (tortas de tamal) de la Ciudad de México.

Dogo con tortilla de harina
Mientras cenamos nos la pasamos riendo. Tienen planes de visitarnos en la ciudad y espero que sea pronto. Nosotros quedamos en volver. Uno de mis primos dijo que podríamos irnos juntos a California. ¡Ojalá que sí lo hagamos! ¡Me encantaría viajar con ellos! Pasamos la noche en su casa. Descansamos. No me gustó despedirme y espero nos veamos pronto y no una vez cada quince años.
En Hermosillo nos tocó una noche fresca. Nos contaron mis primos que estuvieron a cero grados unos días antes. Al día siguiente me enteré que la carretera a Hermosillo estuvo cerrada debido a las heladas. ¡Fuimos afortunados pues no tuvimos problemas para llegar y tuvimos un buen clima el tiempo que estuvimos ahí!
Adiós, Hermosillo. ¡Gracias por tu calidez y tu exquisita comida!

Adiós Hermosillo
Dejamos Hermosillo a la mañana siguiente. Nuestro siguiente destino sería Obregón. Nos esperaban casi tres horas de camino. Esta vez pasamos por Guaymas y tuvimos la oportunidad de ver el mar. ¡Qué felices estábamos! Nos encantó la vista en ese lugar.

Carretera a Guaymas
Una capa de nubes muy blancas cubría una parte del cielo. Fue una mañana extraordinaria.

Carretera hacia Obregón
En Obregón, mi tío y su esposa nos esperaban a comer. Supe que nos faltaba poco para llegar cuando vimos la impresionante estatua del Danzante Yaqui. Mide más de treinta metros y fue inaugurada el año pasado.

Danzante Yaqui. Obregón, Sonora
¡Después de tres años por fin vería a mi tío y conocería a su esposa! Quedamos de verlo en el Wal-mart y lo reconocí al instante; nos presentó a su esposa y después regresamos a nuestros respectivos coches.

Obregón, Sonora
De ahí nos fuimos en caravana a su casa, donde nos esperaban unos taquitos de carne sonorense. ¡Teníamos mucha hambre! Me comí siete u ocho tacos. Quedé bien satisfecha. Repito lo que ya había escrito antes: la carne de Sonora es exquisita.
Nos encantó conocer a la esposa de mi tío, es cariñosa, sonriente y nos trató muy bien. Ella y mi tío se ven muy felices. Hablamos de muchos temas y, como siempre me sucede, después de hablar con él me quedé en paz. Nos sentimos bienvenidos y muy queridos. Planeábamos quedarnos sólo un par de horas, pero mi marido tuvo que trabajar un rato. Eso nos permitió convivir más. Nos dimos un fuerte abrazo al despedirnos. Estuvimos todos a gusto, muy contentos. Nos hizo muy bien visitarlos. Me quedé muy agradecida. Me sentí tranquila, llena de bendiciones. ¡Ojalá la distancia no fuera tanta y pudiéramos vernos más seguido!

Adiós, Obregón
Nos despedimos de Obregón. Nos fuimos justo al atardecer. Siempre agradezco los regalos de la naturaleza. Además de coleccionar cielos, en este viaje también coleccioné atardeceres.
Ese día me dijo mi tío, que debería ir a Obregón en verano porque me encantaría vivir esos atardeceres. Sí, me gustaría. La pregunta es: ¿resistiría mi familia el calor de esos días?

Atardecer saliendo de Obregón

Atardecer saliendo de Obregón
Nos fuimos a Culiacán. Llegamos poco después de las once. En el camino nos habían recomendado un hotel, cuando por fin llegamos, nos dimos cuenta de que no era un hotel familiar, era para parejas. Obviamente nos teníamos que reír. Preguntamos por un hotel en la gasolinería más cercana. Nos dieron indicaciones para llegar a uno. Nos costó un poco de trabajo encontrarlo. Estábamos en una calle muy solitaria y yo me puse nerviosa; sin embargo, salimos de ahí y con ayuda de Google Maps encontramos el hotel. Llegamos a dormir. Nos quedaba un día más de camino y sería un día muy largo.
Al día siguiente salimos del hotel poco antes de las ocho de la mañana. Como de costumbre, antes de subirme al auto, miré al cielo y le tomé una foto. Después me subí al auto del lado del piloto, me tocaba manejar de nuevo.

Culiacán
Había pocos coches en la carretera y me sentí a gusto. Después de un rato empezó a sentirse mucho calor y tuve que esperar un rato antes de poder quitarme la chamarra, la sudadera y los guantes.
Lo que más me gusta de viajar en carretera es estar rodeada de naturaleza. Las carreteras en México son únicas y yo estaba disfrutando el recorrido. Al principio iba muy tranquila pero cuando llegué a la parte de la carretera en la que sólo había tres carriles (uno de cada sentido y el del centro para rebasar), me estresé tanto que empecé a sentir cómo mi estómago se hacía nudos. Era la primera vez que manejaba en una carretera así. Rebasar un coche fue una experiencia aterradora. No deseaba estar en el tercer carril. Por cierto, esa fue la parte de las casetas caras, la más cara fue de doscientos pesos. Me sigue pareciendo un exceso, sobre todo para una carretera de tres carriles.
Decidimos comer en Tepic, por lo tanto me desvié en la carretera para poder entrar a la ciudad. Esa parte consistió en dos carriles y muchas curvas. Fue una descarga de adrenalina para mí. Terminé exhausta pero llegamos bien.

Carretera Tepic
Mi marido escogió el restaurante y fue una buena elección. Él tiene buen olfato cuando se trata de comida. Desafortunadamente no recuerdo el nombre del lugar, pero su especialidad eran los chilaquiles. Yo pedí unos tradicionales. Venían bien servidos y sabían bien.
Me gustó lo poquito que conocimos de Tepic. Un amigo nos recomendó visitar el mercado de artesanías que está cerca de la Catedral y del Palacio. Me dijo que deberíamos tomar agua de raíz y probar los tamales de camarón. En ese momento no teníamos el tiempo para hacerlo pues todavía nos faltaban varios kilómetros por recorrer. Espero podamos regresar con más tiempo la próxima vez.
Salimos de Tepic y tomamos la carretera hacia Guadalajara. Esta vez mi marido era quien iba al volante. La carretera a Guadalajara fue mi favorita. Me la pasé boquiabierta una buena parte del camino. Tomé y tomé fotos. A veces sólo observaba en silencio, sonriendo o con admiración; otras veces les decía a las chavas que no se perdieran de la vista.

Carretera a Guadalajara

Carretera a Guadalajara

Carretera a Guadalajara

Carretera a Guadalajara

Carretera a Guadalajara

Carretera a Guadalajara

Carretera a Guadalajara

Carretera a Guadalajara

Carretera a Guadalajara

Carretera a Guadalajara
Cruzamos la ciudad de Guadalajara. Pudimos apreciar un poco la belleza de esa ciudad. No nos regresamos por Toluca, nos regresamos por Irapuato, Celaya, Querétaro. Saliendo de Guadalajara, nos tocó el último atardecer del viaje y fue un atardecer majestuoso. Me hizo feliz pero también sentí añoranza. Ya cada vez faltaba menos para llegar al final de nuestra aventura.

Último atardecer en nuestro viaje

Último atardecer en nuestro viaje

Último atardecer en nuestro viaje

Último atardecer en nuestro viaje
El resto del camino lo vivimos en calma. Las chavas dormían a ratos. Mi marido y yo platicábamos y escuchábamos música. Mi iPod aguantó casi todo el camino. La música es muy buena compañía. No hicimos paradas, sólo para cargar gasolina e ir al baño. Mis ojos se iluminaron cuando pasamos por Querétaro. Tanto de día como de noche, es una de las ciudades más hermosas de México y su cielo es casi único. Ahí la luna resplandecía, seductora. Lamenté no tener una cámara con un buen zoom para atraparla.

Luna en Querétaro
Nos alejamos de Querétaro, ya nos faltaban sólo unos kilómetros para llegar a casa. Percibimos las luces de nuestra enorme ciudad poco después de la una de la mañana. La Ciudad de México nos daba la bienvenida y yo sólo deseaba mi cama.
Llegamos con bien a casa. Al entrar me sentí extraña, me tomó unos minutos acostumbrarme. No pude evitar ver cómo estaban mis plantas antes de irnos a dormir. Había una hermosa rosa y varios botones que pronto abrirían. ¡Qué alivio saber que estaban bien!

Mi Rosa
¡Felices dieciocho años querida Inés! ¡Muy felices dieciocho! En este viaje celebramos un cumpleaños y junto con él, la vida, la maravillosa vida.
Como lo dice el título de esta historia: este regalo no fue sólo para ella, fue un regalo para todos. No podría sentirme ni más afortunada ni más agradecida. Son estas experiencias las que guardo en mi memoria, las que colecciono, las que llevaré conmigo siempre.