Una Aventura de 5000 km: Un regalo para Todos. Flagstaff, Sedona y la Despedida

El despertador sonó poco después de las seis de la mañana: había llegado el momento de prepararnos para ir a Flagstaff. Fernando nos dijo que nos enfrentaríamos a una temperatura de siete grados bajo cero. Estaba preocupado por nosotros, por nuestro bienestar y nos dio todos los consejos para abrigarnos bien, así como también nos prestó chamarras para la ocasión.   Me puse mallas, ropa térmica, calcetines térmicos. No recuerdo cuántos suéteres me puse antes de la chamarra; en mi bolsa llevaba mis guantes, banda para las orejas, bufanda y gorro. ¿Sería suficiente para lo que nos esperaba?

Ceci preparó café y también un almuerzo para todos: fruta, galletas saladas y un trail mix  de nueces y chocolate. Salimos todos de la casa poco después de las 7:20 y nos fuimos en caravana.

Sólo una vez en mi vida había visto la nieve, tenía diecisiete años y en un campamento nos llevaron a esquiar a Ruidoso. Cuando fuimos ya era el fin de la temporada y el comienzo de la primavera. No era lo mismo a ir en pleno invierno.

Un poco dormidos pero muy entusiasmados nos dirigimos a Flagstaff.  Serían aproximadamente tres horas de camino desde Phoenix. En el camino me entretuve viendo el paisaje a través de la ventana, como ya es mi costumbre. Era una hermosa y clara mañana, todavía se veía la luna.

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Phoenix, Arizona. Amanece.

Lo que más me gustó de la carretera  fueron las hileras de pequeños saguaros.  ¿Cómo se verán en unas cuántas décadas?

saguaros

Saguaros, Arizona

Fuimos a vuelta de rueda por un rato pues hubo un accidente. Vimos pasar a la ambulancia y después nos tocó ver el accidente. No pude evitar sentirme mal por las personas afectadas. Me tomó un ratito recuperarme. Una vez que pasamos por esa zona, se acabó el tráfico y avanzamos a buen ritmo el resto del tiempo.

Nos dimos cuenta de que ya estábamos cerca cuando el paisaje comenzó a teñirse de blanco. El cielo se veía increíble.  Mi marido despertó a las chavas y amabas estaban fascinadas por la sutil presencia de la nieve. Yo también estaba encantada.

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Camino a Flagstaff, Arizona

Llegamos a Flagstaff.  Necesitábamos hacer una parada para comprar algunas cosas que nos hacían falta para esta aventura.

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Flagstaff, Arizona

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Flagstaff, Arizona

Apenas nos bajamos del coche sentimos el viento gélido en el cuerpo. Llevaba consigo pequeños trozos de escarcha y esos segundos de caminata para entrar a la tienda fueron suficientes para darnos una idea de qué nos esperaba.

En la tienda compramos lo que nos hacía falta para estar bien abrigados. En mi caso fueron unos calcetines térmicos, con lo que llevaba puesto no era suficiente.  Salimos de la tienda y nos dirigimos al parque donde pasaríamos unas horas (al menos eso pensaba yo).

Llegó el momento de caminar sobre la nieve, en ese momento con la ropa que traíamos el frío era soportable, me puse los guantes, la bufanda y me cubrí las orejas. Me gustó sentir como mis pies se hundían en el hielo. Me costó trabajo resistir la tentación de tocarlo, pero sé que hubiera sido una mala idea hacerlo. Las chavas estaban felices. Tenían esa cara de asombro que ponen los niños pequeños cuando están descubriendo el mundo. Esa cara de asombro que a veces se pierde con la edad adulta y que ellas, afortunadamente, no han perdido. Inés corrió a abrazarme conmovida y yo me sentí la más dichosa, la más dichosa. Rebeca también estaba muy emocionada, sonreía todo el tiempo.  Ambas jugaron con Fernandito a aventarse en la tabla. Debí haberme aventado también, pero no tuve el valor de hacerlo. Me conformé con caminar y tomar muchas fotos.

Flagstaff (1)

Flagstaff Arizona

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Flagstaff, Arizona

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Flagstaff, Arizona

Siempre he disfrutado ver paisajes nevados ya sea en fotografías, videos o películas. Ahora tenía la oportunidad de vivirlo, de saborearlo, de estar ahí, rodeada por una brillante y gélida blancura, otro milagro de la naturaleza que me tocaba presenciar.

Flagstaff (7)

Flagstaff Arizona

Flagstaff (5)

Flagstaff Arizona

Ante tanta magnificencia sentí ganas de llorar.  Percibí la melancolía de la nieve y se quedó conmigo un rato. Me distraje con los gritos de las personas que se aventaban en la tabla. De pronto el clima empeoró. El viento escarchado se hizo más denso y me golpeaba la nariz. Mis dedos, a pesar de los guantes, comenzaron a entumirse. Aunque ya me había puesto el gorro, me dolía un poco la cabeza. Se me dificultaba un poco moverme. Estábamos como a diez grados bajo cero.  El lugar se vaciaba: las personas huían del frío. Temblábamos.  No llevábamos ni una hora en la nieve y también nos tocaba emprender la huida.  Mi cuerpo estaba aterido y, sin embargo, me costó trabajo dejar este lugar.

Flagstaff (6)

Flagstaff, Arizona

Flagstaff (2)

Flagstaff, Arizona

Ya dentro del coche, nos reímos. ¡Qué experiencia tuvimos en Flagstaff! ¡Nunca habíamos tenido tanto frío! ¡Qué increíble! ¡Qué locura! ¡Qué genial!

Ni siquiera con la calefacción del coche se me descongelaron los pies, pasó un buen rato antes de que volviéramos a la normalidad.  Ahora nos dirigíamos a Sedona, donde, por fin, comeríamos algo.  Fue en esa parte del camino donde noté el efecto sanador del chocolate: comiéndolo sentí que la temperatura de mi cuerpo aumentaba un poco y me dio una enorme sensación de bienestar.

Llegar  nos tomaría unas horas y yo ya quería estar ahí. Hace diez años, camino al Gran Cañón, paramos en Sedona unos minutos. Me quedé con el deseo de volver y por fin ese día había llegado. La carretera  es impresionante, íbamos embobados en el coche absorbiendo tanta belleza. Algunas veces no podía evitar abrir la ventana para tomar una foto, el aire helado no fue un obstáculo para mí. Me estremecí al ver las inmensas rocas rojas características de Sedona, tienen una cierta magia, energía que me resulta muy atractiva. Me encantaría tener la oportunidad de meditar ahí algún día.

carretera Sedona

Saliendo de Flagstaff

 

Sedona Camino

Camino a Sedona, Arizona

Había muchísimo tráfico y no sé cuánto tiempo hicimos para llegar a nuestro destino. No pensé que ese lugar tuviera tanta demanda. Cuando le comenté a Ceci me dijo que sí la tiene debido a la  energía que hay en este lugar. Eso me hizo pensar en Tepoztlán, cuyo  gran magnetismo supuestamente atrae OVNIS.

Me encantó lo que pude ver de Sedona. Es una ciudad muy atractiva que me invita a quedarme.

Una vez más al bajarnos del coche comenzamos a tiritar. No había nieve en este lugar pero no nos salvamos del despiadado viento.  Fuimos a Tlaquepaque Village, un centro comercial construido al estilo de la ciudad de Tlaquepaque en Jalisco, México.

 

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Tlaquepaque Village, Sedona

Caminamos por la plaza unos minutos y nos dirigimos al restaurante donde íbamos a comer, Oak Greek Brewery and Grill. Al parecer ahí hay unas hamburguesas enormes. Nos quedamos con las ganas de conocer este lugar porque estaba lleno y la lista de espera era larga. Nos fuimos a otro lugar en otra plaza: Famous Pizza & Beer. Camino a esta plaza nos tocó ver el atardecer. Me maravilla como el cielo se tiñe de rojo para ennegrecerse después. ¡Ojalá tuviéramos atardeceres así en la Ciudad de México!

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Phoenix, Arizona. Amanece.

Cuando llegamos al restaurante teníamos muchísima hambre. Pedí una ensalada y dos rebanadas de pizza, con eso fue más que suficiente. La ensalada estaba de buen tamaño y aunque la pizza estaba un poco grasosa, sabía bastante bien.  Compartimos las experiencias de ese día, contamos anécdotas, estuvimos juntos disfrutando la velada, la última en Arizona. Me hubiera gustado alargar más este momento. Mi amiga, nuestras respectivas familias y yo conviviendo felices. Nuestras adolescentes enseñándole travesuras a Fernandito y él divertido haciéndoles caso.

Hace algunos años, cuando mi amiga me dijo que estaba embarazada me ilusionó mucho la noticia, sabía lo importante que era para ella y lo mucho que deseaba ser madre. Confieso que también sentí un poco de melancolía porque la distancia me impediría ver nacer y crecer a su hijo.  Esa semana en Phoenix me permitió ganarme su cariño, jugar con él todos los días, ser parte de su vida.  Voy a extrañar esos momentos. Al salir del restaurante empecé a sentir la tristeza de la despedida y el frío afuera se filtró en mi pecho.

Fue pesado el regreso a casa de Ceci. Compré chocolate para calentarme en el camino. Estaba muy oscuro y la mayor parte del camino nos fuimos en silencio. Me pesaba la cabeza y no pude evitar quedarme dormida.  A las once de la noche terminó la travesía y llegamos directo a la cama. Fue un gran día pero terminamos exhaustos.

Al día siguiente me desperté con la tristeza en la garganta. Sólo nos quedaban unas horas en Phoenix. Ceci nos consintió con un desayuno americano: pancakes, huevos revueltos y papa hashbrown (¡Se acordó cuánto me gustan!). ¡Qué delicioso desayuno! ¡Qué conmovida me sentí!

No hablé mucho esa mañana porque no quería que las lágrimas me traicionaran. Terminamos de empacar y estuvimos tranquilos ya fuera en la sala viendo tele o en el comedor. Ceci nos preparó nueces garapiñadas para el camino, nos dio chocolates, una rebanada de pay de chocolate con mazapán para cada uno y sandwiches.

A las dos de la tarde ya estábamos listos para irnos. No fue una despedida de muchas palabras. Les dimos las gracias por todo, por recibirnos en su casa, por consentirnos, por su cariño.  Nos abrazamos e hicimos planes para vernos pronto.  Nos subimos al coche y cuando los vi regresar a su casa, se me escaparon algunas lágrimas. Nos fuimos alejando despacio hasta perder de vista la casa de mi querida amiga.

Apenas a unos kilómetros de distancia la nostalgia ya me invadía; sin embargo, no me dejé llevar por ese sentimiento pues tenía muchos motivos para alegrarme: la gran oportunidad que tuvimos los cuatro para hacer este viaje, el reencuentro con mi amiga y su familia, los recuerdos de cada lugar que visitamos, todo lo que aprendí en esos días. Me quedo con el camino recorrido y la felicidad de todo lo que vivimos.

Hicimos una última parada en una farmacia donde compramos unas cosas, después nos dirigimos a la carretera.

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Phoenix, Arizona.

Fue un día soleado y cálido el de nuestra despedida. Había terminado la segunda parte de nuestra aventura. Nos faltaba el largo camino de regreso a casa…

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Hasta pronto, Arizona, hasta pronto.

 

~ por Naraluna en enero 7, 2016.

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