Una Aventura de 5000 km: Un Regalo para Todos. Phoenix y Glendale, Arizona
Después del largo recorrido de los días anteriores y de haber descansado un poco, vivimos en calma nuestro primer día en Arizona.
En la mañana por fin pude saludar a mi querida amiga Ceci con toda la emoción acumulada. Estuvimos platicando mientras los demás estaban listos y ella preparaba el desayuno. Siempre le ha encantado cocinar y en este viaje se dedicó a consentirnos. Me seguía pareciendo increíble que estuviéramos ahí y que pasaríamos la Navidad juntas.
No importa la distancia ni lo poco que hemos convivido en los últimos años, nuestra amistad sigue firme y fuerte, como si el tiempo no hubiera pasado.
Desayunamos todos juntos, excepto Fer, el marido de mi amiga quien esos días tuvo que trabajar. Nuestras adolescentes desde el primer momento se llevaron muy bien con el hijo de Ceci, un niño de ocho años tan inteligente como travieso. Apenas terminamos de desayunar, nos preparamos para salir a pasear.
¿Qué visitaríamos primero? No fue difícil saberlo: a Inés le encanta el fútbol americano y tenía muchas ganas de conocer el estadio de los Cardenales de Phoenix.
Salimos de casa y había un poco de viento. Iba bien abrigada y además llevaba guantes, gorro y bufanda. Estuve cómoda y me gusta cómo se ve la ropa de invierno. En cuanto salimos, miré al cielo y después le tomé una foto. Siempre me maravilla el cielo. Sabía que sería un buen día y todos estábamos de buen humor.

Cielo en Phoenix, Arizona
El Estadio de la Universidad de Phoenix, donde juegan los Cardenales, se encuentra en Glendale. Nos tomó como media hora llegar allá. Inés estaba muy emocionada pues era su primera vez en un estadio de fútbol americano. Lo primero que hice al llegar al lugar fue tomarle fotos en la entrada del estadio, ayudarla a cumplir una parte de otro sueño que tiene: tomarse una fotografía en la entrada de los estadios de fútbol americano en Estados Unidos. Su alegría me hizo muy feliz.

Cielo en Phoenix, Arizona

Glendale, Arizona. Afuera del Estadio de la Universidad de Phoenix
Después de pasearnos por los alrededores del estadio, entramos a la tienda. Venden todo lo necesario para los amantes del fútbol americano y seguidores de los Cardenales; sin embargo, como es de esperarse, todo está carísimo. Es increíble lo que puede costar una playera nada más por ser de la NFL. Inés no le va a los Cardenales, sólo se compró un pequeño souvenir para su colección (la cual empezó con la «Terrible Towel» de los Steelers que le regalé en el verano). Fernandito, el hijo de Ceci, también estaba contento pues le gusta mucho el fútbol americano.
Inés obtuvo su foto en el Estadio de la Universidad de Phoenix y todos disfrutamos el momento. Una vez alcanzada esta meta, nos dirigimos al centro de Glendale, donde paseamos un rato. Entramos a una tienda de juguetes antiguos, Ceci dijo que nos iba a gustar y tenía razón. Me encontré con varios juguetes de mi infancia y me dio nostalgia ver un view master rojo como el que tuve en los ochentas. Recordé esos días viendo las fotografías a través de sus lentes. Revivimos un poco nuestra infancia en esa tienda.
En Glendale se percibe el sabor árido del desierto pero no todo es color ocre. Los árboles tienen diferentes tonos de verde, un verde que no brilla pero que contrasta bien con el pasto casi café. Hay también árboles sin hojas y arbustos amarillos.

Glendale, Arizona
Mientras caminábamos y observaba la naturaleza a mi alrededor, me preguntaba cómo se vería este lugar en el verano. Será una pregunta sin respuesta porque no creo poder resistir el calor en esa época del año pues las temperaturas son de cuarenta grados centígrados. Me dijo Ceci que en esos días las personas no salen a la calle, por eso aprovechan el invierno para salir a caminar, a pasear; en verano el calor tan insoportable se los impide. En invierno el clima es impredecible: hay días cálidos, días templados, frescos y también muy helados. En los días que estuvimos allá nos tocaron días de clima templado, con un poco de sol y también frescos, pero nunca hizo tanto frío como esperábamos, afortunadamente.
Pasamos el resto del día en casa de mi amiga. Mi marido tenía que trabajar un poco. Las chavas y Fernandito jugaron juegos de mesa, Ceci y yo platicábamos y recordábamos los tiempos de la universidad mientras la comida estaba lista.
En Estados Unidos la comida fuerte del día es a las seis de la tarde, no como en México que suele ser entre la una y las tres. Ellos desayunan temprano y luego almuerzan a mediodía. No nos costó trabajo acostumbrarnos al cambio porque confieso que nos la pasábamos comiendo todo el día, entre el desayuno, el almuerzo y los antojitos, nos manteníamos ocupados. Además, en casa de Ceci es imposible tener hambre. Igual que como cuando éramos estudiantes: en su casa siempre había comida, mucha comida y siempre exquisita. Además de consentirnos con el desayuno y la comida, Ceci preparó unos mazapanes de nuez cubiertos de chocolate.

Mazapán cubierto de chocolate
Esa tarde noche por fin se conocieron nuestros maridos y se cayeron bien, tienen muchas cosas en común. Comimos todos en armonía y sin parar de hablar. Estando todos ahí, ambas familias juntas, platicando y riendo me di cuenta de la falta que me hace mi amiga, de lo afortunada que era por tener varios días para convivir con ella y su familia. La distancia duele pero al mismo tiempo, nos da la oportunidad de valorar más a las personas que queremos. Ese día, por fin, nos dormimos temprano. Ceci es tan cariñosa y detallista que nos regaló unos calcetines abrigadores (para dormir) a las chavas y a mí (no se le olvida lo friolenta que soy). Con esos calcetines dormí muy bien.
Nuestro segundo día en Arizona lo pasamos en el centro de Phoenix. Ese día sí sentí mucho frío. Iba bien abrigada, pero el viento me helaba la piel y mi nariz lo resintió bastante.
Me parece que el centro es hermoso en casi cualquier ciudad del mundo; Phoenix no es la excepción. Paseamos por Heritage Square y me encantaron sus casitas tan acogedoras.

Heritage Square, Phoenix Arizona

Heritage Square, Phoenix Arizona

Heritage Square, Phoenix Arizona
Después nos dirigimos al Chase Field, el estadio de baseball. Esa parte del centro es diferente a Heritage Square, hay varios edificios bonitos ahí y la vista es agradable.

Chase Field, estadio de baseball, Phoenix Arizona




Caminamos a la pista de hielo al aire libre. ¡Por fin después de más de un año iba a patinar en hielo! ¡Y en el centro de Phoenix! Sólo patinamos Inés, Fernandito y yo.

Pista de Hielo Phoenix, Arizona
No tenían patines de artístico y tuve que conformarme con unos de hockey. Acepté el reto a pesar de llevar falda.

Patines de Hockey
Mis primeros pasos fueron inciertos y casi no logro mantenerme en pie. Me acerqué a la orilla en lo que me acostumbraba, en lo que lograba equilibrarme de nuevo.

Pista de Hielo, Phoenix Arizona
Por otro lado, me parece que Phoenix despertó mi lado cursi o por lo menos navideño porque me emocionó mucho patinar alrededor del enorme árbol navideño.

Árbol de Navidad, Pista de Hielo, Phoenix Arizona
Jugué con Fernandito, nos perseguíamos uno al otro y todavía no tengo idea cómo pude patinar a su velocidad con los patines que traía puestos. Por un momento creí que acabaría tirada en el hielo, pero eso nunca sucedió. Libre y llena de viento me deslicé en la pista, mirando a mi alrededor, encantada en Phoenix.

Libre en la pista de hielo. 🙂
No sé si alcancé a patinar la hora completa, me salí cuando los patines ya estaban lastimando mis pies. Fui al Beergarden que estaba a unos pasos de la pista, ahí estaban mi marido, Ceci y Rebeca. Pedí una bebida caliente: un café espresso (creo) con crema batida. Fue una buena elección para ese día tan frío (aunque después de patinar más bien sentía un poco de calor).
Ese día en el centro, me percaté de que las personas son muy sonrientes y amables en Phoenix. Saludan a los demás y cuando nos veían tomando fotos, se ofrecían a tomarla ellos para que pudiéramos salir todos en la foto. El ambiente es muy amigable en esta ciudad y es difícil no sentirse bienvenido. Es un hecho que los habitantes también son parte de la belleza de este lugar. Nunca nos topamos con una mala cara ni tampoco con una actitud hostil.
En Arizona, como es un estado fronterizo, se habla tanto inglés como español. En los días que estuvimos ahí me encontré a muchas personas que hablan español. En realidad, es un estado bilingüe y quienes no hablan inglés pueden moverse, adaptarse casi sin problema.
Después del centro fuimos a South Mountain Park, the Mormon Trail. Antes dejamos a Fernandito y Rebeca en la casa. Pasamos a comprar botellas de agua para el camino y de paso un chocolate para después del trayecto. Me tocó manejar a mí y estaba nerviosa por manejar en un país que no era el mío, pero no fue tan complicado como yo creía. Llegamos a la montaña y puedo decir que estaba muy contenta porque soy feliz en la naturaleza y me encanta escalar. El clima era el adecuado para visitar ese lugar. En el verano hace mucho calor y eso ocasiona muchos problemas. Muchas personas se deshidratan e incluso mueren; también hay una buena cantidad de víboras de cascabel y francamente no tengo ningún interés en encontrarme con alguna.
El viento pegaba más en la montaña, pero eso no me molestó. Estaba más que lista para escalar y llegar lo más alto que el tiempo nos permitiera.

South Mountain Park, Mormon Trail. Phoenix, Arizona
Hay muy poca vegetación en la montaña, el color predominante es el café en diferentes tonos, a veces tenue a veces más oscuro.

South Mountain Park, Mormon Trail. Phoenix ,Arizona.
Vimos varios saguaros. Hasta ese momento no me había percatado de su belleza. Son enormes y majestuosos. Son perfectos. Me dieron ganas de abrazar uno pero no era mi intención espinarme. Hay que admirarlos a la distancia.
Me dijo Ceci algo terrible: hay quienes se roban los saguaros para decorar sus jardines y esto sucede cada vez con más frecuencia. Los saguaros crecen muy despacio, les tomaría décadas a estas personas tener uno grande en su jardín, por eso los roban. Me molestó mucho esa noticia. ¿Cuándo aprenderemos a respetar la naturaleza?
Cuando llegamos casi a la cima miré los diferentes tonos de azul en el cielo. Vi a Phoenix desde las alturas. Agradecí la magia de ese momento. Estaba frente a un paisaje diferente a lo acostumbrado: no había flores y el color predominante era café mezclado con ocre. Era un paisaje adornado con la elegancia de los saguaros. No podía pedir más de lo que tenía en ese momento. Me hubiera gustado pasar más tiempo ahí, parada, sintiendo el viento en todo mi cuerpo pero anochece muy temprano en invierno y no queríamos regresar cuando ya estuviera oscuro.
Compramos carne asada para comer y regresamos a casa. Hay muchos lugares para comprar comida, botanas y dulces mexicanos en Phoenix. Por eso cuando le pregunté a Ceci que quería que le llevara de México, me dijo que nada porque ahí podía conseguirlo todo, bueno, casi todo porque los turrones no. Es posible conseguir Chamoy, Miguelito y Lucas.
El día terminó con una deliciosa comida y mucha plática en la noche. Paseando a los perros y arreglando la cocina, Ceci y yo teníamos todo el tiempo del mundo para platicar cómo nos hacía falta.
Era apenas 22 de diciembre pero la mercadotecnía allá es tan intensa que en los supermercados y varias tiendas ya no se vendía nada de navidad y ya vendían cosas para celebrar el Día de San Valentín. ¡Y yo que me quejo siempre de que en México llenan los supermercados de navidad en tiempos de Halloween! Me pareció una locura que la navidad ya hubiera terminado antes de que comenzara.
Al día siguiente mi marido pasó toda la mañana y parte de la tarde trabajando. Nosotros nos fuimos a Cerreta, una chocolatería en Glendale donde compramos el VIP Tour. Nos dieron un pequeño recorrido sobre cómo hacer chocolate. Nos dieron un bombón cubierto de chocolate blanco que no sabía nada mal.
El tour finalizaba con una pizza de chocolate que nosotros hicimos. Se me antojó desde que comenzamos a hacerla. Los chocolates de ese lugar estaban muy ricos, de verdad muy ricos.


Fue una experiencia deliciosa y seguro la repetiría. Me encanta el chocolate, sobre todo en invierno.
Esa tarde mi marido, las chavas y yo fuimos al Target, una tienda del estilo del Wal-mart. Me impresionó como Star Wars invadía todo: había pasta de dientes, enjuague bucal, curitas, dulces, botanas, además de los juguetes y la ropa. Era simplemente demasiado. En fin. Las chavas se fueron por su lado y encontraron ropa que les gustara. Salimos de la tienda y ya estaba oscureciendo. Una vez más me perdí el atardecer pero todavía alcancé a ver el cielo teñido de rojo.

Saliendo del Target, Phoenix Arizona.
Regresamos justo a tiempo para comer y escuchamos música de los sesentas. Los días duran poco cuando uno está contento.
El 24 de diciembre pasamos la mañana en el Arizona Mills, un centro comercial. A las chavas les encantó la idea de ir. Esta vez si nos fue posible comprar algunas cosas. Nos la pasamos de tienda en tienda toda la mañana. No niego que fue entretenido pero también muy cansado. Compramos unos regalitos de Navidad para Ceci y su familia.
En México celebramos la Nochebuena cenando con nuestros seres queridos, recibimos la Navidad a medianoche. Es una costumbre desvelarnos esa noche, aunque sea un poquito. El 25, día de Navidad, nos reunimos para comer recalentado y suele ser un día tranquilo. En Estados Unidos no acostumbran celebrar la Nochebuena, ellos celebran el 25 con una comida. Eso sí, en ambos países ya sea para la cena o la comida, se acostumbra preparar pavo.
Mis amigos son mexicanos, por lo tanto celebraríamos a la mexicana con nuestra cena de Nochebuena. Apenas regresamos del centro comercial, nos pusimos a trabajar para tener todo listo para la cena en la noche. Pasamos una tarde muy ocupados y acelerados. Fue una carrera contra el reloj y los invitados llegaron antes de que estuviéramos listos, pero, como suele suceder en estas ocasiones, no hubo ningún problema y todo salió bien.
Fue una dulce Nochebuena bilingüe. Fueron seis invitados además de nosotros: dos mejores amigas y una pareja con sus dos hijos. Todos muy agradables y abiertos. Durante la velada siempre tuvimos temas de plática y algo que aprender.
El menú para la cena fue pavo al pastor, jamón con piña, ensalada de frutas, pan relleno de queso, un pastel de chocolate y dos pays helados de Marie Callender’s (uno de chocolate y el otro de plátano). Comimos hasta quedar bien satisfechos.

Listos para la Cena
Fue una noche de villancicos y risas, de mexicanos y americanos, de tradiciones mezcladas y anécdotas divertidas. Desafortunadamente los invitados se fueron temprano, justo antes de empezar el karaoke. Ellos todavía tenían que prepararse para su celebración al día siguiente. Nosotros tuvimos nuestra Navidad karaoke y nos divertimos cantando. No había vivido una Navidad karaoke antes. ¡Fue genial!
Claro que extrañé pasar la Navidad en casa de mis papás, extrañé nuestras tradiciones y locuras, pero fue una gran idea pasar la Navidad en Phoenix. Fue una Navidad de tradiciones mixtas y de metas que se alcanzan. Fue también una Navidad de luna llena, la primera en Navidad después de 38 años. ¡Otro hermoso regalo que nos dio el 2015! Y por supuesto que salí a admirar la luna en la madrugada, a compartir mi felicidad con ella. ¡Era una luna magnífica! En Phoenix se ve enorme. Pensé que era sólo por esa ocasión, pero me dijo Ceci que no, que así se ve siempre. ¡Qué maravilla!

Luna Navideña 2015
¡Qué feliz Navidad! Se supone que nosotros le estábamos regalando esto a Inés por sus dieciocho años, pero una vez más le agradezco el regalo que ella nos dio a nosotros. Mi familia por fin pudo convivir con mi querida Ceci y su familia.
El 25 de diciembre no hay nada o casi nada abierto allá. Como todo estaba cerrado, nos quedamos en casa descansando. Aproveché para escribir un rato, leer y dormir un poco. Después en equipo recogimos la casa. Esa es la parte no tan divertida después de una reunión: recoger la casa. Más tarde, como a las seis, llegaron unos amigos de Fer y Ceci, también son mexicanos y llevan ocho años viviendo allá. Hablamos de música, de nuestras vidas, de México y de Estados Unidos. Comimos recalentado y ellos llevaron pozole hecho en casa. En Phoenix, Arizona, el día de Navidad tuvimos la oportunidad de comer pozole.
Todo tiene un comienzo y un final. Nuestro viaje ya estaba llegando al suyo. Nos quedaba sólo un día en Arizona: el día en el que iríamos a ver la nieve. Sería una fría aventura, ¿estaríamos preparados? Nos esperaba un largo y emocionante último día. Me dormí pensando en eso.
Patines de hockey… unas carreritas?
Uyy… tendré que armarme de valor. 😉 jejeje