El Espejo y el Chocolate
Hoy el otoño parece invierno y me devora el frío. Es uno de esos días en los que se antoja meterse a la cama, ver películas y tomar chocolate caliente. También es uno de esos días en los que la nostalgia viene de visita y tengo sueño.
Después de días de trabajo intenso, desveladas y otros detalles, la pluma vuelve a mi mano. Mientras escucho música e intento sacudirme el frío, la pluma baila suavemente sobre el papel. Ya terminé de leer los primeros dos tomos del Archipiélago Gulag de Alexandr Solzhenitsyn. Al cerrar el libro me quedé con la impotencia en el pecho y la tristeza que siempre me invade cuando veo evidencia de la incomprensible crueldad del ser humano. Sumergirme en el trabajo me ayudó a salir del trance, agitar mis ideas, seguir adelante. Leer ese libro no me dejó indiferente. Me resulta inevitable reflexionar sobre la vida – mi vida- y estar más consciente de todo lo que me rodea.
Últimamente he hecho un recuento y me siento un tanto agridulce. Hace varios años, mi amiga y yo nos hacíamos una pregunta que quizá la mayoría de las personas nos hemos hecho por lo menos un par de veces: «¿Qué estamos haciendo con nuestra vida?».
En ese entonces ambas éramos solteras, sin hijos y nos sentíamos atrapadas en la seguridad de nuestros respectivos empleos. Dudábamos del camino que seguíamos y parecía haber demasiados obstáculos para llegar a nuestros sueños. En mi angustia, tuve una pesadilla que me dejó marcada y que casi diez años después recuerdo claramente. En ella estaba a unos segundos de mi muerte y sentía la desesperación de estar muy lejos de mis metas, de que se me acabara el tiempo cuando aún no estaba lista. La muerte no me dio miedo pero morirme sin cumplir mis metas me resultó aterrador. Desperté suspirando, con un llanto ahogado y la cabeza adolorida, pero también aliviada, muy aliviada: estaba viva y todavía tenía (tengo) tiempo.
A pesar de lo impactante de ese sueño, todavía me tardé en reaccionar, en tener el valor de cambiar de rumbo y creer en mí; pero, ¿cómo podía hacerlo si crecí en una sociedad de certezas? Es decir, una sociedad en la que debemos escoger el camino seguro y alejarnos de nuestros sueños si no nos llevan por ese camino. Aunque crecí rebelándome ante eso con el lema del «que no arriesga no gana»; la triste realidad es que no me arriesgaba. Busqué las certezas que solamente mermaron mi entusiasmo y fe en mí misma. Me tomó años salirme de la rutina, del plan de vida que me había creado. Todavía hoy en día sigo luchando por sacarme los nuncas de la cabeza y llenarme de sí se puedes. Arrancarme los prejuicios y desaprender lo aprendido sigue siendo un gran reto para mí.
A pesar de estar libre, por mucho tiempo viví atrapada en mis miedos, en las limitaciones que me autoimpuse, en mi falta de autoestima, en la imposibilidad de salir del caparazón que me había creado. Mientras varios presos en el Gulag defendieron con la vida su libertad de pensamiento, yo era incapaz de sacar las garras para avanzar hacia mis sueños. Dudaba de todo, principalmente de mí misma. Me avergoncé de mis palabras, de mis historias, de mi creatividad.
Finalmente un día tomé la decisión de cambiar, de dedicar la vida que me queda en trabajar para llegar a mis metas. Me despegué los miedos, tejí otros caminos, me tatué la esperanza en el pecho y todos los días me bordo un nuevo destino.
Algunos días estoy hecha de flores; y otros, de lluvia.
Ya dejé de preguntarme «¿Qué estoy haciendo con mi vida?»; ahora me pregunto: «¿Qué tan lejos estoy de la meta? ¿Qué quiero hacer? ¿Voy en el camino adecuado o debo cambiar de ruta?
Una vez más la lectura me abrió puertas. En medio de tanta crueldad y tantos hechos dolorosos, me obligó a mirarme a mí misma y a apreciar los milagros que me rodean. Conocer la historia me enfrenta a mi propia historia y a mis propias decisiones.
Aquí estoy escuchando música, mirando a través de la ventana e imaginando sendas que antes me parecían intransitables, con frío, con sueño, con ganas de esconderme en las cobijas mientras me tomo un espumoso chocolate caliente con mucha crema batida…