El Gulag y la Libertad
Escucho música mientras busco cómo llenar esta hoja en blanco. Me sentía llena de cosas que contar pero ahora parece como si dentro de mí hubiera una puerta cerrada con un candado que impide que mis pensamientos fluyan. Me duele el pecho y no sé qué hacer con esta desesperación por escribir sin saber por dónde comenzar. Mi mente divaga y ya me cansé de tachar o romper hojas. Me sobran las palabras pero me falta coherencia. Cuanto más quiero desarrollar mi idea, más lejos está de mí. Lo único que me viene a la mente es el libro que estoy leyendo y lo afortunada que soy de estar aquí ahora.
Por alguna razón para mí desconocida, siempre me ha llamado la atención el tema de la Segunda Guerra Mundial, del nazismo y de los campos de concentración. No es un tema fácil de leer ni tampoco de digerir, pero no puedo evitar acercarme a ese tema. Lo seguiré haciendo hasta encontrar la pieza que me falta para completar el rompecabezas que me ha perseguido por décadas.
Mi marido, quien conoce bien mi inclinación por este tema, hace dos meses me regaló el libro Archipiélago Gulag 1918-1956 de Aleksandr Solzhenitsyn para darme otra perspectiva del tema. Aleksandr Solzhenitsyn es ruso y este libro abarca la época posterior a la Revolución Rusa hasta el año 1956 (unos años después de la Segunda Guerra). No habla sobre el nazismo sino del sistema de represión ruso en esa época. Admito que no había leído mucho al respecto de Rusia y este regalo fue realmente una sorpresa.
Archipiélago Gulag tiene 531 páginas y la letra de esta edición es muy chiquita. Este libro incluye las primeras dos partes de siete y en ellas el autor nos cuenta su experiencia y la de varias personas más en la prisión y campos de concentración rusos. Empecé a leer el libro y me sentí mal. Quizá fue en ese momento cuando empezó a formarse esta opresión en mi pecho que hoy me impide escribir acerca de otra cosa.
Desde las primeras páginas de este libro percibimos la crueldad que nos espera si tomamos la decisión de sumergirnos en la lectura de este ensayo de investigación literaria, en este testimonio de sucesos terribles. El autor dedica el libro «a todos aquellos a los que no les alcanzó la vida para contar esto. Perdonadme porque no lo vi todo, no lo recordé todo, no lo intuí todo». Cuando comencé a leerlo, llegué poco más adelante de la pagina 30 y me detuve. Me dolía la cabeza y estaba angustiada. Por varios días decidí no acercarme al libro. Hace apenas una semana que me obligué a continuar. Me gusta el estilo de Alexandr Solzhenitsyn. Describe los sucesos con crudeza pero también hay en sus palabras ironía, humor negro y sarcasmo.
Hasta ahora, los primeros tres capítulos han sido los más difíciles de leer. En uno de ellos describe detalladamente los métodos de tortura psicológica y física que los rusos utilizaron para obligar a los arrestados a firmar sus, en su mayoría falsas, confesiones. En esos primeros capítulos sentí desesperación, náuseas, dolor e impotencia. La prisión y campos de concentración estaban llenos de rusos acusados de cualquier cosa. Cualquier detalle, por más inofensivo que pareciera o fuera, podría llevarlos a prisión, a los campos de concentración, a la muerte; detalles como ser ingeniero, como ser hijo de alguien considerado traidor a la patria, como haber conocido Europa y haberse contaminado con sus ideas, haber sido un soldado ruso prisionero sobreviviente, profesar alguna religión, haber dicho algo que pudiera malinterpretarse a la persona equivocada; además el sistema se adecuó para permitir todo tipo de injusticias y torturas, para permitir fusilamientos, para poder cumplir el objetivo de «limpiar» a Rusia.
Con un nudo en la garganta, en esas largas noches, me preguntaba: ¿Por qué estoy leyendo esto? Quizá las únicas respuestas posibles sean las siguientes: para aprender sobre un tema que me era ajeno; porque el estilo de Solzhenitsyn me atrapa con su ingeniosa manera de narrar su experiencia, su ironía me hace reír y en este instante descanso un poco del dolor y estrés de la lectura; porque sigo en mi búsqueda de algo que me ayude a manejar y enfrentar mejor el sufrimiento que me causan la injusticia, la crueldad, la falta de humanidad en muchas personas.
Voy en la página 320 y me deja helada lo legalmente injusta que era la ley en ese entonces; se gobernaba con represión y terror, como en todo totalitarismo (el que no está conmigo, está en mi contra). A lo largo de mi vida he leído capítulos terribles en la historia de la humanidad; lo que ha sido nuevo para mí ha sido cómo trataban los rusos a sus propios soldados, a las personas que lucharon por la patria: a quienes estuvieron prisioneros y regresaron los trataban como traidores. Fueron torturados, encarcelados y fusilados. No puedo imaginarme sobrevivir a un campo de concentración alemán y al cumplir el sueño de llegar a casa, ser tratado como un traidor, como alguien que se merece lo peor.
Me duelen todos los inocentes que sufrieron. Una vez más me asfixia la injusticia. Una vez más me pregunto: ¿Por qué? ¡Por qué! ¿Por qué el ser humano no aprende y sigue llenando de crueldad al mundo? Hoy en día suceden impronunciables actos de crueldad en todo el mundo y una gran cantidad de personas disfrutan dañar a los demás. Me pregunto qué tan lejos llegaremos. Quiero pensar que tenemos esperanza, que cada vez somos más los que luchamos por hacer de este mundo un lugar mejor. Estoy convencida de que todas las personas tenemos luz y oscuridad en nosotros. El reto es vivir en la luz y no permitir que nuestra oscuridad nos domine.
Esta lectura tan intensa me permite apreciar más la vida, lo que tengo, me enseña a quejarme menos. Agradezco y valoro la oportunidad de poder mirar al cielo cada vez que lo desee. La libertad es un derecho, eso es innegable; es un derecho del que se ha privado y se priva a millones de personas inocentes. Por lo tanto, la libertad es también un privilegio y un regalo.
Me causa angustia la simple idea de pasar un día (sólo uno) encerrada sin poder ver el cielo, las flores, los árboles. ¿Cómo sobrevivir a semanas, meses, años de encierro? No tengo respuesta para esa pregunta. Alexandr Solzhenitsyn compara un pequeño jardín del patio interior de la Butyrki (una prisión) con un paraíso terrenal. Escribió que el verdor de sus árboles lo deslumbró. Es difícil no quebrarse al leer eso, muy difícil. Una vez más agradezco mi libertad y pido libertad para todos los inocentes que la han perdido.
Cuando me siento agobiada, estresada o llena de rutina, tengo la oportunidad de salir a la calle, de pasear sin rumbo fijo, de despejar mi mente y llenarme de energía. Ese pequeño paseo es un tesoro invaluable, una bendición; también es el resultado de la libertad que me ha tocado vivir hoy aquí y ahora.
Si pudiera pedir un deseo, pediría libertad para los seres humanos, pediría por el predominio del amor y el exilio de la crueldad.
El agradecimiento me da alivio; y la empatía, el amor al prójimo, le da sentido a mi vida.
Escucho música mientras miro la hoja que antes estaba en blanco. Se abrió el candado de la puerta y mis pensamientos, al fin, fluyeron. ¡Qué afortunada soy de estar aquí ahora!
Muy interesante entrada