De cómo la tristeza se disuelve con la música de los grillos…

Me resulta difícil escribir en este blog cuando me siento desorientada y triste. Lo más sencillo sería darle rienda suelta a mi dolor y tirarme al drama. La Carla de hace muchos años habría hecho eso; pero ya dejé de ser esa persona y no quiero regresar a serlo. No me interesa volver a ser esa especie de mujer cabizbaja. Ya no.

:)

🙂

Cuando uno se cae a veces duele tanto que no queremos o no podemos levantarnos. El malestar es demasiado intenso como para intentarlo.  Hoy, por unos minutos me sentí así. El desconcierto y el enojo me hicieron retorcerme de dolor. Me dieron ganas de golpear la pared, de clavarme las uñas en las palmas de las manos, de gritar e inclusive de salir corriendo lejos, muy lejos de aquí. No pensaba claramente.  En ese momento levantarme ni siquiera parecía una opción.  La Carla de antes hubiera hecho cualquiera de las anteriores o hubiera tomado la pluma para decirle al cuaderno cualquier tontería. Esa fui yo, pero ahora soy alguien que se ha esforzado mucho por ser mejor.  Entonces me obligué a hacer algo diferente. Decidí escribir algo para motivarme. Si lograba escribirme algo positivo en un momento tan negativo, podría empezar a calmarme.  Cuando terminé, lo leí varias veces hasta sentir que mi corazón volvía a latir a un ritmo menos acelerado.

El siguiente paso fue hacer lo que casi siempre hago en los momentos de crisis y sobre lo que ya he escrito antes: subí a la azotea en esta noche sin lluvia ni viento y me tumbé a mirar el cielo. Los grillos cantaban a todo volumen.  Cerré la puerta a los pensamientos negativos y me concentré en su música, esa música tan maravillosa y sanadora que la naturaleza me regala. Escuché el canto de los grillos con la esperanza de que su música transformara mi dolor en armonía.

¡Mis grillos, mis muy amados grillos que  a menudo me acompañan en mis noches de insomnio! Recordé que hoy en la tarde los vi cuando moví unas macetas pues viven debajo de ellas. Vi al grillo más pequeño que hasta ahora he visto. Me emocioné con esa imagen en mi mente. Por un rato llené de grillos y nubes mis pensamientos. Empecé a respirar con paz y a sentir como mi pecho se liberaba de ese silencioso llanto. Me quedé quieta y casi dormida en el seno de la noche. Aunque amo la lluvia, agradezco que hoy no haya llovido.

Busqué en mi interior los pensamientos más amorosos y  me los repetí una y otra vez hasta sentirme completamente calmada.  Mientras tanto mis grillos seguían cantando alegremente. No sé si son felices en la época de lluvias o si despiden al verano; sólo sé que estas noches siempre cantan y eso me hace feliz. ¡Los extrañaba tanto!  Quiero un jardín de grillos como el que describe Alberto Ruy en Los Jardines Secretos de Mogador. Quiero que todas mis noches tengan música de grillos. Quiero que me acompañen cuando tenga insomnio y que acaricien mis oídos cuando sienta que me pesa el mundo.

Con mucho trabajo me moví de uno de mis lugares favoritos pues el frío comenzó a meterse en mi cuerpo y regresé a la casa.  Los grillos están muy inspirados y los disfruto mientras escribo para sacudirme lo que duele y trabajar en levantarme de nuevo.

No hay mal que dure cien años ni estoy dispuesta a resistirlo. Yo no suelo darme por vencida.

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~ por Naraluna en septiembre 19, 2015.

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