Vacaciones
Me encanta viajar pero no disfruto hacer la maleta ni mucho menos deshacerla. Hoy me desperté y como al mal paso hay que darle prisa, lo primero que hice fue desempacar y poner todo en su lugar. Mientras lo hacía, trataba de sacudirme la ligera melancolía que llega cuando un viaje se acaba, cuando llega la hora de regresar a casa.
Ayer terminó nuestro viaje después de unos deliciosos días fuera de la ciudad. Ya necesitábamos salir, cambiar de ambiente, refrescarnos. Me encanta el DF, pero ya era urgente descansar de él por unos días.
El miércoles en la tarde llegamos a Querétaro, donde pasamos unos días en la naturaleza y conviviendo en familia. Nos quedamos en un fabuloso rancho muy querido para mí. En las noches me dormía con la música de los grillos y de las cigarras; en las mañanas me despertaba con la voz del gallo y el canto de los pájaros.
Fue maravilloso despertar y saludar al sol. Todos los días desayunamos al aire libre, sin prisas, disfrutando. Esas mañanas también fueron un buen momento para pasear y para leer.
En la tarde del jueves fuimos a la finca de Freixenet. Además de tomar vino, comimos rico, platicamos, reímos y vimos el atardecer. Aunque el mayor atractivo de este lugar es el vino, es un lugar para convivir en familia. Hay puestos de comida, hay música en vivo, venta de artesanías y algunos juegos para los niños. Además es posible visitar las cavas y hay paseos a los viñedos. Nosotros sólo disfrutamos del vino, la comida, la música y la compañía.
Al día siguiente nos levantamos temprano para correr. Era la mañana perfecta para disfrutar del viento, del cielo, de la increíble vista frente a mí, pero al comenzar la tercera vuelta me desconcentré cuando vi que tenía la agujeta desamarrada y me caí. Me lastimé un poco y ya no pude seguir corriendo, pero al menos pude disfrutar de ese momento, de esa mañana, de esa conexión con la naturaleza.
Después del desayuno, nos fuimos al Cerro de las Campanas, lugar donde estuvieron los restos de Maximiliano de Habsburgo y donde hay una enorme estatua de Benito Juárez.
Se le llama Cerro de las Campanas por el sonido de campanas que sale de las piedras al golpearlas.
Disfrutamos nuestra caminata por ese lugar, nos tomamos un helado y nos dirigimos al centro. Tanto en este lugar como en todo Querétaro hay muchas jacarandas y cómo todavía es época de flores para ellas, siguen vestidas de violeta.
Disfrutamos nuestra caminata por ese lugar, nos tomamos un helado y nos dirigimos al centro.
Comimos en el centro de Querétaro y como era Viernes Santo, nos quedamos para ver la Procesión del Silencio. En mi infancia y adolescencia, mis papás, hermanos y yo solíamos pasar la Semana Santa en Querétaro y presenciábamos esta procesión. Tenía más de diez años de no vivirla en Querétaro. De niña me asustaba mucho verla debido a los participantes con máscaras triangulares que caminaban descalzos cargando su cruz. Esta vez no me impactó de esa manera, más bien, me dolió. Permanecí en silencio escuchando el ruido de las cadenas de algunos de los participantes. La mayoría de los espectadores también permaneció en silencio.
Independientemente de las creencias, escepticismo, devoción o dudas, la procesión del silencio tiene un fuerte impacto en sus espectadores. Me quedé pensando en las cadenas que arrastramos a veces y también en la manera en la que escogemos «expiar» nuestras culpas. Es muy doloroso ver a los participantes caminar descalzos, arrastrando cadenas y cargando su cruz.
Después nos despedimos y regresamos al rancho. Cenamos, leímos un poco y cerca de la medianoche mi marido y yo nos paseamos por los sembradíos, los cuales estaban iluminados por la esplendente luna llena. Los animalitos se escondían al escucharnos y varios pájaros trinaban (me impresionó la cantidad de pájaros que trinan en la noche). Fue increíble poder caminar en libertad y sin miedo a esas horas de la noche. Nos protegía la luna y nos abrazaba la naturaleza. Lo más difícil fue despedirme de la noche e ir a dormir.
Tenía la intención de levantarme temprano para escuchar a las ranas croar pero el cansancio me impidió hacerlo. Eso quedó pendiente para la próxima vez. Tampoco vi el eclipse pero disfruté la caminata esa noche y me dormí sonriendo.
Nuestro último día allá nos quedamos en el rancho. Invitamos a desayunar a un gran amigo con su esposa. Teníamos ya un buen rato sin vernos y fue una mañana feliz. Además de la plática, la caminata e intentar fotografiar a las ranas que saltaban alegremente, escondiéndose de nosotros, ni amigo me dio una breve clase de fotografía que me trajo nuevos retos para tomar mejores fotos. Ya estamos comenzando el cuarto mes del año y en este tiempo casi no he usado mi amada cámara.
Se nos pasó la mañana y me sentí triste cuando tuvieron que irse. Nunca he sido muy buena para hablar por teléfono ni tampoco para estar en contacto con las personas que quiero. Esa es otra cosa que me gustaría cambiar de mí, pues quiero convivir más con las personas que quiero y no esperar a mañana para llamarlas o verlas. Esa lección todavía no la aprendo.
En la tarde invitamos a comer a la familia. Fue una tarde muy especial, muy soleada al principio y después muy llena de viento. Entre más pasa el tiempo, más valoro y agradezco los momentos con mi familia. Las tardes como las de ese sábado son un regalo que me da la vida, son los momentos felices que me hacen fuerte. Me sentí plena y contenta.
Esa noche hizo frío y ya no pudimos realizar nuestra caminata nocturna. Apenas se fueron las visitas, nos pusimos a leer, en armonía, en tranquilidad. Así terminaron nuestras vacaciones.
Al día siguiente nos levantamos temprano y nos preparamos para el regreso. Di mi último paseo por los sembradíos. Me despedí de las plantas, los árboles, las flores, de las ranas y los sapos, los grillos y las cigarras, los pájaros. Di las gracias y me dirigí al auto, donde me esperaban mi marido y mis hermosas adolescentes. Me quedé con un nudo en la garganta.
Llegamos bien a casa y nuestro perrito nos recibió emocionado; mis plantas estaban bien. Descansamos y nos preparamos para comenzar un ciclo nuevo. Estas vacaciones regresamos relajados y llenos de energía.