Coyoacán, mi cámara y yo
A veces los problemas de la vida diaria, el trabajo, el cansancio, el estrés, son obstáculos que nos impiden darnos el tiempo para disfrutar, para hacer lo que nos gusta, para relajarnos. Hubo un tiempo en el que varias veces al año me daba la oportunidad de salir a tomar fotografías y visitar museos. Era un tiempo conmigo misma que disfrutaba muchísimo. Por diversas circunstancias, no me había dado la oportunidad de hacerlo y después de varios días de encierro por un trabajo muy pesado, sentí que me ahogaba, que necesitaba desesperadamente salir de casa con mi cámara y disfrutar. No, esta vez, no fui a un museo, pero fui a uno de mis lugares favoritos, un lugar donde siempre encuentro paz: Coyoacán. Sí, soy coyoacanense de nacimiento y de corazón, junto a los coyotes siempre encuentro mi casa. Así que ayer, viernes, tomé mi cámara y caminé a Coyoacán. A pesar de la contaminación, del tráfico, de tantas cosas, amo mi ciudad y agradezco la oportunidad de poder caminar a Coyoacán como lo he hecho desde que era adolescente.
Siempre hay algo que hacer en el Centro Histórico de Coyoacán y la ventaja es que no es necesario disponer de mucho dinero. El simple hecho de pasear por el centro es relajante y divertido. Ayer me tocó una hermosa mañana tranquila y pude pasearme felizmente; en una tarde de viernes o en fin de semana, suele haber mucha gente, también hay mimos y conciertos gratuitos. Ayer, sólo se escuchaba el ruido de la fuente que empapaba a mis queridos coyotes. Libre y con mi cámara en la mano, disfruté mi mañana.
Hoy mi blog es para compartir mis fotos con ustedes y desearles un muy hermoso día. 🙂
Siempre miro al cielo y me pierdo en ese infinito mundo que me muestra.
La vista al llegar al lugar que siempre ha sido parte de mi vida: mi niñez, mi adolescencia y mi edad adulta. Mi lugar de paz. 🙂
Me encanta la música de los organilleros, siempre que me es posible, coopero con una cantidad para que esa música continúe. Me recuerda a mi papá, a quién también le encanta escucharlos.
La iglesia y el cielo.
El techo del kiosko de Coyoacán, con una pequeña visitante voladora. Desafortunadamente no se podía pasar y tuve que tomar la foto desde afuera.
Rehiletes. Me recuerdan a mi infancia. Hoy en día todavía disfruto verlos jugar con el viento. Son esos pequeños detalles los que me llenan de alegría todos los días.
Esta pequeña fuente está cerca del bar «El Hijo del Cuervo». A veces no le prestan mucha atención y a mí, me encanta.
Una tarde o mañana soleada, una banca y un libro o un cuaderno y una pluma…la combinación perfecta.
La majestuosa fuente de Coyoacán, la de los coyotes, esa fuente donde me sentaba a soñar en la adolescencia, esa fuente que todo mundo busca fotografiar, esa fuente que en noviembre se convierte en una ofrenda del Día de Muertos.
Los Coyotes. 🙂
Cerca de la plaza, hay un parque en la calle de Pino. En ese parque aprendí a andar en bicicleta. En ese parque patinaba con mis hermanos. En ese parque crecí. Por un tiempo lo descuidaron mucho, ahora, esta lleno de vida y muy hermoso.
En esos árboles jugábamos en la infancia. Alguna vez ahí inventamos lo más cercano que tuve a una «casita en un árbol». Si, en aquellos tiempos en los que casi todos los niños trepábamos árboles y soñábamos con tener una casita en el árbol.
La Fuente de este parque ha sobrevivido al paso de lo años; sin embargo, ahora está un poco rota. A pesar de todo, sigue fuerte y hermosa.
Desafortunadamente alguien le dibujó ojos a este árbol. Me dolió verlo. Los árboles merecen todo nuestro respeto.
Un paseo por Coyoacán siempre me llena de energía positiva. Para mí es uno de los lugares más hermosos en esta gran ciudad. Un pequeño blog con muchas fotos para compartir y una sonrisa para todos ustedes. Gracias por leerme.