Medianoche en mis Pensamientos.

    Para mí las mejores obras no son las que se basan en las reglas, las que tienen la técnica perfecta, las que están bien elaboradas, las impecables. No. Para mí,las mejores obras son las que se valen de la técnica para expresar lo que llevan dentro. Es decir, la técnica no es el objetivo ni la meta, es la herramienta que les permite expresarse. Las obras que a mí me mueven son aquellas en las que el artista lo dio todo: toda su alegría, toda su tristeza, todo su enojo, TODO. Así son las obras que me transforman. Admiro a los artistas que hacen su arte con el corazón y no sólo con la razón.

    Creo que, al menos por un instante, debería darme la oportunidad de escribir sin pensar en reglas de gramática, en si lo que escribo tendrá sentido para los demás. A veces sólo hay que atreverse a escribir y punto. Dejar salir lo que nos inquieta. Liberarnos. Desnudarnos sin miedo a ser tan vulnerables, sin estar tan conscientes de nuestras fallas, sin obligarnos a ser «perfectos». Quizá sea este sea el mejor momento para hacerlo porque no podría sentirme más vulnerable ni más imperfecta; en realidad, no tengo nada que perder. Nada. No hoy que es medianoche y estoy segura de que Morfeo me ha abandonado, por lo que no tengo ganas de ir a la cama. Por el contrario, me siento hiperactiva. Disfrutaría mucho salir a correr ahora, sentir el viento en mi cara y al silencio, abrazarme. Siempre he tenido el sueño de salir en la noche, correr, caminar, vagar por las calles, por los parques, disfrutar de la paz que se siente cuando casi todo el mundo duerme. No sé si algún día pueda hacer ese sueño realidad pues, por lo menos en esta ciudad, sería como una especie de suicidio. Lo más cercano a hacerlo realidad fue en Tampico cuando visité a mi amigo-hermano. No estábamos cansados y estábamos en medio de una plática interesante, nos salimos de su casa ya entrada la noche para caminar por un largo rato. Hoy quisiera sentir el viento nocturno en la cara, aunque me diera frío. Sólo puedo ver la noche a través de la ventana. Intento encontrar paz en la música. No tengo fuerza para llorar. Por primera vez en mucho tiempo siento una cierta indiferencia ante todo, como si me estuviera quedando vacía. Estoy temblando y no quiero levantarme por mi chamarra. No quiero luchar. No tengo ganas. Me siento rota por dentro y llena de preguntas. Siempre elevo mi optimismo al máximo. Encuentro motivos para sonreír. Lucho. Me levanto. Me río. Disfruto. Agradezco. Busco razones en lugar de buscar respuestas… excepto hoy.

    Hoy no. Hoy sueño con acostarme en el suelo y permitir que su dureza me relaje la espalda. No tengo ganas de dormirme ni de despertarme. No quiero creer. Estoy harta de que todos mis defectos estén siempre al alcance de todos. Ya me cansé de luchar contra corriente y tener tantas piedritas en el zapato. Desde que tengo memoria me he pasado la vida defendiéndome. De niña se burlaban de mí por ser zurda: cortaba mal y escribía, peor. Para colmo era tímida lo que suele confundirse con pesada u orgullosa, por consiguiente, casi nadie me hablaba y si lo hacían, era para burlarse. Por si fuera poco, era el bicho raro al que le gustaba leer en los recreos en lugar de jugar. Para cerrar con broche de oro, escribía poesía y hacía malos dibujos. SÍ, soñaba con ser pintora pero dibujaba tan mal y se burlaban tanto que acabé por refugiarme en la escritura. La pluma nunca, ni en mis peores momentos, me ha dado la espalda. Como ya lo saben casi todos los que me conocen, crecí siendo la flaca fea, la popotitos, la calaca. En la secundaria además de la flaca fea era también la «vitola no te acerques». Pasaron muchos años antes de que lograra quitarme estas etiquetas de encima, antes de que pudiera dejar atrás a todos los que me gritaban eso al unísono y muchos años más antes de que dejara de creer que era cierto. Con respecto a este tema, también pasé muchos años de mi vida, en mis tiempos de maestra, luchando contra el bullying, trabajando fuerte en crearles conciencia a los niños, en enseñarles a tener tolerancia, empatía, solidaridad. Ya no soy maestra, pero sigo luchando contra eso. Y  me encuentro que ninguna de mis palabras, ejemplos y ni siquiera experiencias dolorosas sirven para hacer que el bullying sea menos atractivo. ¡Cuánto duele! Pero bueno, sigamos adelante. Crecí y dejé atrás, en medida de mis posibilidades, a la flaca fea. Escribí para una revista. Tomé clases de pintura y aunque todavía me falta un largo camino por recorrer, dejé de hacer cosas tan «feas». Reencontré mi camino y mi sonrisa. Seguí adelante fuerte y luchadora. Así me he enfrentado a los retos que tengo en frente y he dado el cien por ciento sin siquiera pensarlo. Me gusta dar todo mi amor y lo mejor de mí a las personas que quiero. Pongo todo mi esfuerzo y dedicación en mi trabajo, en mis «obligaciones», en lo que se me pida. Con cierta frecuencia me olvido de mí misma porque me concentro en los demás, en hacerlos felices. ¿ Y qué sucede? Me exigen y exigen. Me insultan. Me descalifican. No hago lo suficiente. No importa cuanto me esfuerce, siempre hay algo que hago mal. No tengo derecho a enojarme ni a cansarme. Es mi obligación sonreír siempre y callarme aún cuando hay alguien que me insulta y descalifica. ¿Estaría bien crearme una sonrisa permanente como la del Guasón en Batman The Dark Knight? .

Hoy no tengo entusiasmo, ni razones ni respuestas (bueno ésas nunca las tendré). Tengo veinte millones de defectos y el corazón arañado. ¡Cómo quisiera ser la misma de antes! No sé si pueda volver a serlo. Tampoco sé como lograrlo. Me ahogo, lentamente, sin poder evitarlo. Me observan mis implacables jueces. Pienso en la pintura de la «Jeune Martyre» de Paul Delaroche. Una parte de mí siempre se ha identificado con esa pintura, una parte de mí está ahí, con ella, sumergiéndose en el agua sin sumergirse realmente…


No soy artista y disto mucho de serlo. Me falta mucho para lograrlo pero al menos hoy he escrito con el corazón y me he atrevido a mostrarlo. Eso me anima un poco. Estoy fabricando mi propia medicina y encontraré la forma de sanar pronto. Regresaré con una mejor cara y una nueva sonrisa. Encontraré la manera de hacerlo. Tengo a la pluma y al teclado; pero, por sobre todas las cosas, me tengo a mí misma aunque a veces me cueste trabajo saberlo.

~ por Naraluna en enero 14, 2012.

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