Cartas para Nadie escritas en la normalidad después de la pandemia. Cuadragésimo primera carta.
5 de mayo 2023
¡Hola! Estoy fascinada: temprano esta mañana cuando salía de casa para ir a nadar, me deslumbró un amanecer sublime como no imaginé encontrar uno en mi amada ciudad. Me detuve. Lo contemplé en éxtasis. Después lo fotografíe para ti. Quizá verlo también te alegre el día.
Estoy bastante mejor de la espalda. Puedo moverme con más agilidad. Ya tengo muy poco dolor, cada día disminuye. ¡Ya necesito correr! No te preocupes, no lo haré. Te prometo seguir siendo paciente.
Terminé la traducción de las películas. Este reto fue bueno para mi salud mental, además lo disfruté completo. Me quedé con ganas de traducir más. Ojalá pronto pueda volver a hacer algo así. Mantenerme tan ocupada me ayudó a no tener tanto espacio para los pensamientos negativos y miedos.
Tuve problemas de ansiedad aguda por un incidente que tuvimos hace casi dos semanas. No deseo hablar del tema. Sólo te diré lo siguiente: fue una situación donde además de recibir fuertes agresiones verbales por un periodo de tiempo prolongado (cerca de media hora), a mi amigo y a mí un señor nos amenazó de muerte por lo menos un par de veces . No tenía forma de irme corriendo o lo hubiera hecho. No pasó de la violencia verbal, pero fue muy traumático. Lo suficiente para paralizarme, volver a las noches de insomnio o pesadillas, dificultad para respirar, dolores de cabeza y abdominales, apatía, malestar general en el cuerpo y ningún entusiasmo para hacer nada. Salir a la calle no estaba en la lista de mis actividades preferidas: la persona en cuestión vive por la zona (no sé ni me interesa saber dónde, pero vivimos en la misma colonia). A la fecha la posibilidad de volverlo a ver me quita el aliento. Lo más aterrador de todo es la facilidad con la que nos amenazó con quitarnos la vida, como si fuera cualquier cosa. En fin, pensar en eso me sigue quitando el sueño. Te confieso, Nadie, que si no fuera por la traducción, seguiría en trance. Llegó en el momento justo, me ayudó a sanar. La crisis ya está pasando, por fin.
Ayer mi esposo y yo nos fuimos caminando a Coyoacán para visitar la Ferita Artesanal Apapacho a Mamá en el Museo Nacional de Culturas Populares en Av. Hidalgo . Hacía calor pero no tanto como otras veces, era soportable. Necesitaba pasear por el centro, tomar muchas fotos, relajarme. Era mediodía. ¡Coyoacán estaba casi vacío! ¡Qué maravilla! Un paseo bonito entre árboles y bugambilias, por el kiosko, la iglesia, la fuente de los Coyotes. Mi vida entera gira alrededor de este lugar: soy coyoacanense de nacimiento y de corazón. Por primera vez en quince días respiraba paz y libertad. Sonreí sin reservas.

Más a menudo de lo que quisiera, los demonios se hacen presentes, me intoxican con su noche. Cuando eso sucede, me olvido de la luz en mi vida, de la belleza de un cielo despejado, de los amaneceres y atardeceres, del canto de los grillos en las noches de lluvia, del nacimiento de una flor, del aroma del café, de caminar de la mano de mi esposo, de mis canas bañadas de sol. La caminata de ayer me ayudó a recordar. Me tatuaré esta lista en la mente para que me sacuda las ideas cuando la depresión se acerque.
Por cierto, la feria de artesanos vale la pena. Hay blusas, camisas, vestidos, bolsas que son una obra de arte. Puedes además tomar agua de cocoa o de arroz, comprar un girasol de chocolate para el día de la Madre, joyas de ámbar o productos naturales sin químicos como una pasta de dientes, un desodorante, aromaterapia. Si no te parece suficiente, además puedes platicar con los artesanos. Es probable que volvamos a visitarla este fin de semana.
Seguimos turisteando en el camino de regreso a casa. Pasamos por la casa donde Octavio Paz vivió en sus últimos años de vida. A pesar de estar tan cerca, nunca habíamos entrado y pues decidimos hacerlo. Ahora es la Fonoteca Nacional. Nadie, es obvio que se trata de una mansión; sin embargo, no esperaba ver un jardín tan inmenso. ¡Impresionante! Me imaginé ahí, sentada en una banca escribiendo mientras mis perras corrían felices. ¡Qué locura! ¡Míralo, Nadie! ¿Qué te parece? Me emocioné con las fotos. Por cierto me encontré una rosa esplendorosa en la entrada de la casa, me hizo sentir nostalgia por mis rosales. Tenía uno de flores rojo aterciopelado.

Terminó nuestro recorrido en el Museo de la Acuarela. No me regañes, Nadie, pero en todos estos años, tampoco había entrado. Me enamoré del jardín, de la esquina de bugambilias, de los árboles, de las flores de mil colores. ¿Te imaginas tomarte un cafecito ahí? Eso quedó pendiente…
Caminamos cerca de dos horas. ¡Felicidad pura! Eso sí, llegué a casa con urgencia de acostarme para descansar la espalda. Me dolía un poco por el esfuerzo, pero no me arrepiento. Estoy bien, Nadie, estoy muy bien.

¿Qué crees? ¡Mis jazmines se están llenando de flores! ¡Eso nunca había sucedido! Han tenido alguna flor ocasional, pero vienen muchísimas, muchísimas. Hace unos meses estaba segura de que no sobrevivirían. Estuve a punto de quitarlos de la maceta pero no tuve el corazón para hacerlo. ¡Ahora el balcón se vestirá de blanco y su perfume entrará a la casa! Los geranios, las dalias y las caléndulas son cada vez más generosos. Muy contenta te cuento que ya pronto podré dedicarles más tiempo, quitar la mala hierba, trasplantar y podar mis plantas. Sólo necesito estar más fuerte. ¡Ya falta menos!

Espero te gusten las fotos. Te escribo la próxima semana.
Carla
Excelentes fotos! Lamento que hayas pasado ese incidente con alguno de tus vecinos. Lamentablemente la gente en la ciudad cada día se desquicia más! Espero lo olvides pronto, y sigas con tu vida coyoacanense! Te quiero!