Cartas para Nadie escritas después del aislamiento y distanciamiento social por el coronavirus. Trigésimo quinta carta.
8 de Julio de 2022
¡Hola! Sabes, extraño la poesía: leerla y escribirla. Quizá no te acuerdes, pero en la adolescencia a eso me dedicaba. Era tan importante para mí, que cuando cumplí dieciséis años mi mamá me regaló una edición preciosa de una antología. La pasta era verde y dura; las hojas, muy finas y con un marco elegante. Fue el mejor regalo que pude recibir en ese momento. Todavía lo tengo conmigo pero ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que lo abrí para leerlo. Hoy sólo pienso en volver a sumergirme en ese universo, del cual he estado huyendo por lo menos una década.
Esta semana terminé de leer El Expediente de Anna Ajmátova de Alberto Ruy Sánchez. Es la biografía novelada de esta poeta rusa de quien yo no había oído hablar nunca. La historia la cuenta una mujer que fue contratada para espiarla. Me sedujo el espíritu de Anna, su pasión por crear y, sobre todo, por vivir. Ahora, además de leerla a ella, necesito volver a los versos, salvar a la poeta que todavía suspira en mi interior y a quien he odiado tanto que hasta su existencia he negado.
Tal vez no me lo creas, pero hubo una época en la que estaba orgullosa de mis estrofas. Después las guardé en el cajón de la vergüenza de donde todavía no las saco. No tengo claro cuando me convertí en el juez censurador que me gritaba que era ridícula y cursi, que me exigía que callara; mucho menos entiendo sus motivos. Sólo sé que ahora quiero escupirle y evitar que me siga reprimiendo. Es urgente que mi sensibilidad vuele, ella y yo llevamos demasiado tiempo atadas a la Tierra, demasiado.
Querido Nadie, nunca es tarde y por fin estoy aprendiendo a dormir de nuevo, a conectarme conmigo misma. Despacito me voy despidiendo del insomnio y, a veces, cuando cierro los ojos ya puedo soñar. Me duele mucho menos la cabeza, dejé de estar agotada y he logrado salir de la apatía, del estado zombi en el que me encontraba. Sigo nadando y ayer, aunque sólo unos minutitos, por fin empecé a trotar. ¡Pude hacerlo y estar bien! ¡Fue un gran logro! Ahora soy disciplinada y cada día estoy más cerca de llegar a la meta. ¿Te imaginas cuándo pueda volver a las carreras? ¡Ya pronto, Nadie, ya pronto!
Mis plantas van mejor aunque todavía me falta atenderlas más. La fresa está bien contenta y ya tiene frutos. Está más grande cada día. Las dalias se están llenando de flores. Son generosas las plantas, muy generosas.
¿Qué crees? Ayer me enteré que sí se llevará a cabo la Feria de las Flores en San Ángel y sigo sonriendo por tan buena noticia. ¡Después de dos años, por fin, vuelve! Empieza mañana y va a durar dos semanas. Ya estoy haciendo planes para ir. Entre otras cosas, deseo comprar una dalia, quizá grande y quizá roja, ya te contaré…
No sé porqué me cuesta tanto poder amarme y cuidarme, pero cada día me siento un poco más en armonía conmigo misma. He decidido no volver a pelearme con mis demonios, prefiero conocerlos, dialogar con ellos, hacer una tregua. Lo que más deseo es reconciliarme con la Carla poeta, poder abrir el cajón, sacudirle la vergüenza y acariciar mis cuadernos viejos, repoblar nuestras desplumadas alas.
En fin, como no quiero seguir siendo tan cobarde, te comparto un pequeño poema que escribí hace más de veinte años.
Invitación
Hoy mi pensamiento casi te toca
No quiero ser un mito
para ti; yo te invito
a que sientas tus sueños en mi boca,
a que seas mi camino sin fronteras.
Puedo ser lo que tú quieras…
Y si acercarte intentas,
ven y conmigo calma tus tormentas.
CGG Junio 1999
Me voy antes de que me tiemble el alma y lo elimine de esta carta. Te envío una foto de la fresa que cosecharé hoy, de las dalias y de mi Circe que se cree lagartija.


Hasta pronto,
Carla
~ por Naraluna en julio 8, 2022.
Publicado en libros, Poesías., Reflexiones durante el distanciamiento social por coronavirus, salud, sentimientos y vida
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