Alebrijes y Día de Muertos

Muchos cuentan los días para la Navidad, su festividad favorita en el año; yo cuento los días para el Día de Muertos, para llenar la casa de cempasúchil, poner mi ofrenda y visitar las ofrendas que se realizan en la ciudad.  Siempre me ha gustado esa fecha. De niña coleccionaba calacas y les hacía vestidos con retazos de tela o pedazos de papel de baño. Estaba en la primaria cuando escribí calaveritas para mi familia paterna, se las di en una comida familiar. A mis hermanos y a mí nos encantaba comer calaveritas de azúcar  y mi mamá siempre nos las compraba. Me encantaba la ofrenda que cada año se ponía en mi escuela.

Con el pasar de los años me enamoré del colorido papel picado (todavía me falta aprender a hacerlo), del Pan de Muerto y del cempasúchil (junto con las rosas son mis flores favoritas).  Pero, por sobre todas las cosas, lo que más disfruto es conmemorar a los muertos con alegría, con chistes, con  una sonrisa y sin miedo. Las ofrendas para nuestros muertos están llenas de luz, de colores vivos, de comida rica y muchos dulces, de pan de muerto y bebidas. La muerte es parte de la vida, la una no existe sin la otra y en ese día convivimos con ella sin solemnidad, oscuridad, ni temor. Ojalá la muerte, para nosotros, fuera siempre así en lugar de un abismo negro que nos aterra.   Me emociona sentirme más cerca de los seres queridos que ya no están aquí, conmigo.

Poner una ofrenda nos incita a ser creativos y muchas ofrendas son una verdadera obra de arte. Me parece una manera fascinante y muy conmovedora de honrar la memoria de alguien.  Como cada año, puse mi ofrenda en casa. Aunque no me quedó como en otros años y  me faltaron algunas fotos, me sentí bien de haberla puesto.

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Mi ofrenda del Día de Muertos

 

Este año, debido, entre otros motivos, a mi salud (mi espalda sigue recuperándose) no pude visitar tantas ofrendas como en años anteriores; sin embargo, eso no me impidió celebrar este Día de Muertos con  mis seres queridos.

Hace algunos años compré unas revistas para hacer pan de muerto. Me propuse hacer mi propio pan de muerto para estas fechas pero nunca me organizaba para hacerlo. Por fin, este año, pude cumplir ese deseo y aunque no fue sencillo, valió la pena intentarlo. La primera vez que lo hice fue un par de semanas antes del Día de Muertos.  Estaba muy nerviosa y no sabía qué esperar de la masa. Siempre me pongo nerviosa cuando se trata de cocinar con levadura.  Mi primer pan quedó rico pero algo seco y un poquito duro en el exterior. Esto me sucedió porque el  círculo que forma al pan me quedó muy grande. La masa adentro seguía cruda mientras el exterior ya estaba dorándose. Aprendí la lección. La segunda vez que lo hice fue justo para el 2 de Noviembre, Día de Muertos. Esta vez quedó suavecito y un poco húmedo, como debe quedar el pan.  Lo comí con mis seres queridos y fue una velada muy feliz.  Como siempre, se pelearon por comerse los huesitos y la bolita, la  parte más rica del pan. Me sentí feliz. El año próximo el reto será hacerlo de diferentes sabores y que se vea más bonito.

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Preparando la masa para Pan de Muerto

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Justo antes de meterlo al horno

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El Primer Pan de Muerto que Hice

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Listo para Celebrar el Día de Muertos.

Otro deseo que cumplí este año fue el sembrar mi propio cempasúchil.  A finales de junio planté las semillas que obtuve de las flores de mi ofrenda en los años anteriores. A los pocos días salieron unas pequeñas plantitas que fueron creciendo cada día hasta llenarse de botones en octubre. ¡A mediados de octubre mi jardín se llenó de naranja! ¡Logré tener mis cempasúchiles! Aunque son plantas anuales y ya pasó el Día de Muertos, todavía vienen varias flores en camino. Su aroma me hace feliz y las mariposas vienen a visitarlas. La semana pasada pude fotografiar a dos de ellas, una era una increíble mariposa monarca. Me sentí la más afortunada por poder admirarlas. Hoy ya tengo mis semillas listas para la cosecha del año próximo.  Estoy lista para el año que viene, más que lista.

 

 

Este año me quedé un poco desconcertada con la ofrenda de Coyoacán.  Antes decoraban la fuente, se convertía en una gran ofrenda y había varias ofrendas alrededor de ambas plazas.  Desde el año pasado ya no se hace ofrenda en la fuente y sólo se ponen algunas ofrendas en el pasillo cerca de la fuente.  Por supuesto que me gustó la ofrenda dedicada a Juan Gabriel y también la que dedicaron al Chavo del Ocho,  pero esperaba más.  El Kiosco también estaba decorado y les quedó muy bien, pero no fue suficiente para mí. Vi muy pocas Catrinas y sólo me enteré de pocos eventos relacionados con esta fecha. Lo más sobresaliente de Coyoacán este año fue su Feria de Pan de Muerto y Chocolate, en la cual me encontré con más puestos de tamales que de Pan de Muerto.  Eso sí, puedo decir que el Pan de Muerto estaba delicioso, en especial el que estaba relleno de nata. Si no fuera por mi estómago, habría comido más pan; pero no soy buena para digerir las harinas. Este año había demasiada gente: fue como estar en un concierto en el Foro Sol de la estrella más popular del momento. Me estresé con tanta gente y me llevó mucho tiempo poder salir de la plaza y regresar a casa.

 

El Día de Todos los Santos (1 de noviembre), mis adolescentes y yo, muy contentas, nos fuimos a ver la Megaofrenda de la Unam, la cual este año tuvo lugar en la Plaza Santo Domingo en el Centro Histórico. Vamos cada año, pero esta vez mi marido no pudo acompañarnos por motivos de trabajo. Fue nuestra oportunidad de convivir las tres y disfrutar de algo que nos gusta mucho.  LLegando al Zócalo, en la Plaza de la Constitución frente a la Catedral, nos encontramos con una gran cantidad de Trajineras a manera de ofrenda. Mientras caminábamos, nos acompañaban las campanas de la Catedral que repicaban todo el tiempo. Me emocionó mucho oírlas, sentí mucha nostalgia. No recuerdo cuándo fue la última vez que escuché esas campanas, pero tengo la certeza de que fue hace muchos ayeres.

Después de ver las trajineras, nos fuimos a la Plaza Santo Domingo. Esta vez la megaofrenda estaba dedicada al pintor mexicano Rufino Tamayo. Me gustaron los murales, la ofrenda con la Catrina fue una de mis favoritas. Nos encontramos con varias ofrendas muy hermosas y no niego que valió la pena visitar esta ofrenda pero nos desconcertó que fuera tan pequeña. Acostumbradas a la enorme ofrenda que se llevaba a cabo en la UNAM y el año pasado en el Estadio de CU,  la megaofrenda de la Plaza de Santo Domingo nos pareció muy pequeña. Nos tomó muy poco tiempo recorrerla, por lo tanto, decidimos ir a ver los Alebrijes en Reforma.

 

Cada año el Museo de Arte Popular (MAP) organiza un concurso y desfile de alebrijes gigantes. Este año el desfile comenzó en el Zócalo y terminó en la Glorieta del Ángel de la Independencia. No pudimos ir pero afortunadamente los alebrijes se quedaron por varios días en el Paseo de la Reforma, alegrando la calle entre las Glorietas del Ángel de la Independencia y la Diana Cazadora. Fueron pocas estaciones del metro que tomamos para llegar desde el Zócalo.

Amo los alebrijes y por eso me encanta ir al MAP, ahí tienen una sala dedicada a los estos animales raros, especie de demonios nacidos de un sueño de Pedro Linares, su creador.

Los Alebrijes en Reforma medían más de dos metros. Mis adolescentes y yo quedamos fascinadas. Me acabé la pila del celular por tantas fotos que tomé.  Había algunos tiernos, alegres y abrazables.  Otros se veían monstruosos y un poco aterradores. No hubo uno que no me gustara. Todos estaban increíbles, bien hechos y reflejaban el talento, creatividad y arduo trabajo de sus autores. El mundo de los alebrijes  es tan infinito y diverso como las mentes de los seres humanos. Mientras me paseaba por estas calles y observaba maravillada a estas creaturas, sentí ganas de dar vida al alebrije que tengo en la cabeza, aunque no mida dos metros…

Nos tardamos más tiempo en esta exhibición que la megaofrenda y la disfrutamos mucho más.  Espero entusiasmada a que llegue el 30 de noviembre para poder ver la exhibición de alebrijes iluminados en el MAP. Estoy segura de que será increíble.

Al día siguiente visitamos la ofrenda en el Kiosco Morisco de Santa María la Ribera.  ¡Qué increíble ofrenda! Me conquistó desde la entrada con la cruz de flores y el tapete de aserrín. Esa ofrenda tan colorida me hizo sonreír.  Me emocioné con el Catrín y la Catrina de varios metros de altura, la gran cruz de cempasúchil, el Tzompantli, las tumbas con epitafios de humor negro, los tapetes de aserrín y los cuadros hechos de semillas. No había mucha gente y pude tomarme mi tiempo para recorrer esta ofrenda. Fue la primera vez que visité el Kiosco Morisco en esta época del año y definitivamente seguiré haciéndolo en los años venideros.

Me faltó visitar las ofrendas de la  casa del Indio Fernández, del Museo Dolores Olmedo, de San Ángel.  Sueño con regresar a la fabulosa isla de Janitzio y con ver los globos de papel en Milpa Alta. ¡Hay tantas ofrendas que visitar y es tan corto el tiempo que tenemos para hacerlo!

Mis cempasúchiles siguen llenándose de flores y quizá sea un buen momento para hacer un helado de cempasúchil aunque no me quede tan rico como el del Portal del Sabor que tanto disfruto…

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Helado de Cempasúchil El Portal del Sabor

 

~ por Naraluna en noviembre 8, 2016.

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