Los Juegos Olímpicos, la Natación y yo.

Después de más de una década de casi no ponerle atención a los deportes, en estos Juegos Olímpicos 2016 decidí ver la natación. El hecho de volver a hacer deporte de manera intensa y haber visto el video de Under Armour donde sale Michael Phelps me motivaron a hacerlo.

«It’s what you do in the dark that puts you in the light» (Lo que haces en la oscuridad es lo que te lleva a la luz), con esta frase cierra ese video que me mandó mi entrenadora hace ya algunos meses cuando, por fin después de casi un año, pude regresar a nadar, pues el agua de la alberca estaba dañando mi salud. Estoy de acuerdo con esta frase que me dejó pasmada y con mucho en qué pensar.

En tan sólo 1.32 segundos este breve video nos muestra lo duro que es entrenar para dominar un deporte, en este caso, la natación. Se necesita mucha disciplina, fuerza de voluntad, paciencia y trabajar arduamente para lograr llegar lejos. Realizar un deporte dista mucho de ser miel sobre hojuelas. En los Juegos Olímpicos, en los Mundiales, los Panamericanos, etc., vemos el resultado de ese duro trabajo pero rara vez imaginamos lo que hay detrás, por lo que pasaron los atletas para poder estar ahí.

Michael Phelps, Under Armour

Esta historia cumplió su función: me inspiró, me motivó y me dio ánimos para seguir luchando, para no darme por vencida en mi batalla con el agua de la alberca. Al mismo tiempo despertó en mí la curiosidad por saber más sobre ese extraordinario nadador que ha roto tantos retos récords. Me puse a leer sobre su vida, sobre sus logros y también sobre sus momentos difíciles: su historia con el alcohol, las drogas,  el conflicto consigo mismo y su rehabilitación, su camino para encontrar la paz y reconciliarse con el mundo: su regreso a la alberca para cumplir una meta y retirarse en armonía consigo mismo.  A veces tocamos fondo, lo admirable es levantarse y brillar de nuevo. Phelps lo hizo y moría de ganas de verlo nadar, de ser testigo de su regreso, de verlo obtener más medallas: es el atleta olímpico con más medallas en la historia. Parece un súper hombre pero en realidad es profundamente humano y ha aprendido de sus experiencias.

Mi objetivo para estos Juegos Olímpicos era estar al pendiente de la natación y no perderme las competencias.

Llegado el momento, prendí la televisión y estaba más que lista para ver la natación. No tenía idea de lo que eso significaría para mí, de cómo me sentiría ni de la cantidad de recuerdos que me vendrían a la mente. No es lo mismo ver los eventos sin practicar los deportes que cuando se entrena duro. Ahora que mis entrenamientos para correr y nadar se han intensificado, veo las cosas desde una perspectiva muy diferente.

No cabe duda que es todo un reto ser un atleta de alto rendimiento. Los vemos en la televisión, les aplaudimos, echamos porras e inclusive hay quienes los abuchean; sin embargo, no tenemos idea de sus historias, de los sacrificios que tuvieron que hacer para llegar ahí, de lo que han sufrido para llegar tan alto. Una amiga mía se preguntaba si valía la pena pasar por tantas cosas sólo para llegar a esta meta. Es una buena pregunta y, también, una muy difícil de responder. Es demasiada la presión a la que se enfrentan y muchos de ellos no pudieron estudiar una carrera con sus compañeros, ir a fiestas, llevar lo que se considera una «vida normal».  Hay que tener una enorme vocación, voluntad, constancia, disciplina para llegar tan lejos. No es una decisión fácil de tomar pues el camino suele estar lleno de espinas. Yo admiro a quienes han tomado esa decisión, los admiro mucho.

Además de emocionante, ver la natación me dio una buena sacudida  y me mostró una parte de mí que desconocía: mi capacidad de involucrarme con un deporte que me apasiona, de aprenderme los horarios de las competencias y de gritar de emoción con los nadadores.

Esa parte de mí tan desconocida me llevó a reflexionar, a revivir mis momentos en el equipo de natación y hacerme una pregunta que nunca antes me había hecho…

Comencé a nadar casi a los seis años. Mi mamá nos inscribió a clases a mis hermanos y a mí porque acabábamos de mudarnos a un condominio con alberca y enseñarnos a nadar era la mejor manera de prevenir accidentes.  A la semana de habernos mudado, mi hermano de tres años ya se había caído al agua.

Me agradó nadar desde el principio. Mi cuerpo se movía en armonía con el agua y al poco tiempo me invitaron a ser parte del equipo de natación. Tenía que nadar todos los días y el entrenamiento duraba hora y media/dos horas. A menudo nos tocaba nadar también los sábados. En la alberca nunca importó si era flaca ni tampoco si era zurda, sólo importaba que sabía nadar y lo hacía bien. Mi equipo era el mejor y en las competencias siempre nos apoyábamos y echábamos porras: éramos amigos.  Cuando pienso en mis años en el equipo, esos son los recuerdos que prevalecen.

cgg349

cgg493

Antes de este verano, nunca pensaba en el cansancio de los entrenamientos,en lo terrible que me resultaba nadar con los jeans, tenis y sudadera puestos y que, después, así vestidos, nos obligaran a flotar en la parte honda de la alberca por varios minutos sin descanso; o en las veces que teníamos que ir a correr antes de entrenar en el agua (en ese entonces odiaba correr). Tampoco me acordaba de los dolores musculares después de un entrenamiento pesado, las paletas con las que odiaba nadar, el aprender a hacer la vuelta de campana, el estrés de mejorar mis tiempos y el casi no tener tiempo para socializar: las tardes de los viernes había que entrenar, nada de salir con amigas o de pasar la tarde flojeando. A veces era doloroso pero la mayor parte del tiempo me sentía feliz en la alberca y después todo valía la pena por la satisfacción de colgarme una medalla. Muchos de los mejores momentos de mi infancia y el comienzo de la pubertad los viví en la alberca.  A mis amigos del equipo los recuerdo con cariño y en días de nostalgia no puedo evitar preguntarme qué habrá sido de ellos.

Tenía once o doce años cuando mi entrenador le dijo a mi mamá que yo era una nadadora nata y que si me comprometía a nadar en serio, a entrenar muy duro, llegaría a los Panamericanos y a los Juegos Olímpicos. Si me dedicaba a eso, él se comprometía a que llegara tan lejos: con el entrenamiento adecuado lo lograría.  Cuando me lo dijeron mis papás, me quedé helada. Sí, claro, por un lado fue una noticia increíble pero también fue una noticia, para mí, aterradora. Estaba llegando la adolescencia y aunque amaba la alberca no me podía imaginar pasando todo mi tiempo dentro de ella. ¿Qué pasaría con mi tiempo para leer y para escribir? ¿Quería cambiar mi vida de esa manera?  No. Mi respuesta fue no. Mi mamá me preguntó varias veces si estaba segura, si no me iba a arrepentir de dejar pasar esa oportunidad, si eso era lo que realmente quería. Me mantuve firme y mis papás respetaron y apoyaron mi decisión. No volví a pensar en eso, no le di más vueltas al asunto, ya ni siquiera lo recordaba hasta ahora, hace un par de semanas, cuando comenzaron los Juegos Olímpicos.

Poco después de aquel evento abandoné la natación en los años de mi adolescencia. Me sumergí en mis libros y cuadernos. Me convertí en una adolescente introvertida, solitaria y llena de palabras. La pluma fue mi salvavidas, mi confidente y también mi camino. Una vez superada mi complicada adolescencia volví al agua pero sin ser constante. Fue en mis treintas cuando mis escamas resurgieron y encontré en la alberca una  nueva manera de conocer mi cuerpo, de estar en armonía conmigo misma y con mi entorno. He reencontrado en ella mi refugio. Con disciplina, fuerza de voluntad, constancia he ido recuperando mi condición, fuerza y velocidad. Llevaba un muy buen ritmo cuando el agua de la alberca comenzó a dañar mi salud de manera constante e inevitable. Tuve que mantenerme lejos del agua por varios meses y fue entonces cuando me dediqué a correr en forma, a correr en serio como una manera de llenar ese vacío. Logré regresar a nadar a finales de abril y muy decidida a ganar la batalla: volveré nadar diario sin poner en riesgo mi salud.

Ahora entreno para correr un maratón y para mejorar mi nivel en natación: ambos deportes se han vuelto una parte esencial de mi vida. Justo en este momento me pongo a ver los Juegos Olímpicos y me estremece el sentimiento que por años permaneció dormido dentro de mí.  Mientras veo las competencias, vuelven a mí las imágenes de mis competencias, los nervios, el sonido del disparo, el contacto con el agua, los gritos, la innumerables brazadas para llegar al otro lado de la alberca y siento las medallas colgando de mi cuello.  Estoy conmovida, extasiada, tengo lágrimas en los ojos. Los nadadores saltan del trampolín y veo con fascinación sus manos entrar y salir del agua…

cgg551

Vi nadar a Katinka Hosszú. Me quedé fascinada con su estilo, con su  manera de moverse en el agua y me pesaron mis años en latencia, los años en que me perdí esos eventos.  Entonces recordé la promesa de mi entrenador de llevarme a la Olimpiada y mi decisión de no hacerlo. Por primera y única vez en mi vida me pregunté si había tomado la decisión correcta y pensé en el famoso «hubiera».  ¿Qué habría pasado si yo hubiera aceptado ese reto y compromiso?  En eso pensaba mientra veía a Phelps ganar el oro en los 200 metros mariposa. ¡Estaba logrando lo que se había propuesto!  Y sentí, aunque no fuera mía, la satisfacción que llega al lograr la meta después de un arduo trabajo. Tenía ganas de aventarme al agua en ese instante.

Viendo a Phelps nadar con mi mamá, ella me preguntó si no me arrepentía de mi decisión.  Nunca habíamos hablado de eso y me sorprendió que mencionara el tema justo cuando yo pensaba en eso.  No sé cómo habría sido mi vida de haber elegido la natación. ¿Qué tan lejos habría llegado? Es bonito soñar e imaginarme con una medalla, pero,  ¿la habría ganado? Nunca lo sabré. Habría sido extraordinario estar ahí, ante la alberca olímpica, lista para darlo todo y pelear por la medalla.  Habría sido increíble que dijeran mi nombre con admiración y respeto. Habría sido increíble llegar. Así, a la distancia, parece una locura haber dicho que no. Pero, ¿eso soñaba yo en ese entonces? La respuesta una vez mas es no. Me parece que la presión inherente a nadar a esos niveles me habría quebrado: fui una adolescente con una sensibilidad desbordada y el costo de llegar habría sido, para mí, muy alto. Además, nunca me he imaginado sin mis libros ni cuadernos.  No puedo tener la certeza de qué hubiera sucedido de haberme dedicado a la natación, pero, a pesar de toda la emoción que viví durante estos Juegos Olímpicos, sí tengo la certeza de que no lamento mis decisiones ni tampoco el camino recorrido.  Afortunadamente ahora tengo la oportunidad de alcanzar otras metas. Todos los días entreno duro y aprendo a comunicarme con mi cuerpo, a reconocerlo y llevarlo a límites que no me imaginaba posibles (siempre con conciencia y cuidando mi salud).

Recuperé una parte de mí  en estos Juegos Olímpicos y también confirmé que no hay límites para lograr un objetivo: los límites los ponemos nosotros. Michael Phelps rompió la barrera de la edad: fue el primer nadador de más de 30 años que ganó una medalla olímpica en una prueba invidual (y no fue sólo una).  Por si fuera poco, unos días después, Anthony Erwin, a los 35 años, ganó la medalla de oro en los 50 metros libres. Fue emocionante vivir estos momentos aunque fuera a través de la pantalla. Admiro a los atletas que participan en los Juegos Olímpicos, que van con todo por el oro (lo ganen o no). Es un mérito calificar, llegar a los Juegos Olímpicos, no cualquiera lo logra.

Se fueron muy rápido estas dos semanas. Siento una especie de vacío. Fueron días de mucho aprendizaje para mí. Me quedo en paz con mi pasado, con mis decisiones y también tengo muy claro a dónde quiero llegar ahora. Lo repito: no hay límites, con voluntad, disciplina, paciencia y constancia sí se puede. A pesar de los obstáculos, mi lucha sigue: volveré a nadar diario y también, pronto, correré un maratón.  Seguiré descubriendo a dónde me lleva mi cuerpo.

13235548_10153554862281615_4129424765676148729_o

2016

Nado y corro. Leo y escribo. Así es como me mantengo en equilibrio, como supero los momentos difíciles, como siempre encuentro mi camino.  La vida es hermosa y me siento muy agradecida.

 

 

 

~ por Naraluna en agosto 23, 2016.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

 
A %d blogueros les gusta esto: