Primavera, Garibaldi y Luna Llena

El invierno se despide y sentir los rayos del sol en mi cuerpo me hace bien. Me gusta este clima templado.  Me encanta caminar por las calles sin tener frío ni tampoco calor. Me emociona despertar con el canto de los pájaros. Ver mis plantas florecer me alegra el día.

A pesar de los duros días del invierno, de las cochinillas algodonosas y las hormigas, mis plantas sobrevivieron. Perdí una dalia y también un rosal, sin embargo, tengo dos retoños de lavanda, uno de albahaca y uno de dalia. Todavía sigo sorprendida por ese último retoño.

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Albahaca

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Dalia

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Lavanda

Me siento tranquila en esta noche de luna llena. Hay en mí mucha paz, comienzo a sentir la armonía que llega después de haber enfrentado varias luchas.

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Ayer mi marido y yo fuimos a pasear a la Plaza Garibaldi. Como era temprano, estaba prácticamente vacía. Pudimos caminar sin prisa y ni estruendo.

Me gustó mirar las esculturas de los músicos y compositores mexicanos importantes. Parada frente a algunos de ellos cantaba en silencio sus canciones. Pensé en que nunca he ido a un concierto de Juan Gabriel y en las ganas que tengo de ir a uno.

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Me vino a la mente el Amorcito Corazón de Pedro Infante.

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Pudimos tomarnos tiempo para apreciar las esculturas y para admirar la plaza.

Es muy hermosa y me gustó disfrutarla en una mañana solitaria.  Me imaginé cómo sería estar ahí en la noche. Quizá alguna vez me atreva a visitarla a esa hora, con todo su folclore, llena de música de mariachis y de personas celebrando.

 

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Garibaldi

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Garibaldi

En la plaza también está el Museo del Tequila. Nos hubiera gustado visitarlo pero abría a la una de la tarde. Me quedé con la curiosidad de conocerlo, ya regresaremos en otro momento.

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Museo del Tequila y el Mezcal, Plaza Garibaldi

Seguimos caminando por las calles del centro. Pasamos por las tiendas para novias y quinceañeras. No pensé que los vestidos de crinolina y colores extravagantes estuvieran tan de moda. Me impresionó la cantidad de tiendas llenas de vestidos de colores neón. Nunca me han llamado la atención esos vestidos. Cada vez que los veo me recuerdan a un pastel enorme y demasiado dulce.

Dimos la vuelta por la Lagunilla.  Tenía más de veinte años de no entrar a ese lugar. Cuando era niña, ahí nos llevaban mis papás (a mis hermanos y  a mí) a comprar nuestros disfraces para diferentes eventos de la escuela. Esta vez no encontramos tantos puestos de disfraces, lo que predominaban eran los vestidos de novia, de primera comunión y, sobre todo, de quinceañeras.  Caminaba por un mundo desconocido para mí.  No suele sucederme, pero me divertí viendo los vestidos con sus colores llamativos, sus brillos y me causaron gracia los ramos con luces del color de las flores.  Yo veía vestidos de Barbie para mujeres reales.

Por otro lado, recordé el vestido de Mi Primera Comunión y la emoción con la que esperaba que llegara el día para estrenarlo. Mi mamá y yo lo escogimos juntas, a las dos nos gustó el mismo modelo. Se trataba de un vestido sencillo, color crema y sin crinolina. No puedo evitar sonreír al recordarlo. Hice mi Primera Comunión a los ocho años y la noche anterior al gran día no dormí por lo ilusionada que estaba. ¡Qué extraño fue pensar en mi Primera Comunión en la Lagunilla, rodeada de vestidos extraños y de quinceañeras emocionadas!  Elegían sus vestidos con el mismo entusiasmo con el que yo había elegido el mío aquella vez.  Con respecto a mis quince años, no me llamó la atención celebrarlo de esa manera. En ese entonces no me gustaban ni las fiestas ni tampoco los vestidos de princesa.

No creí que un paseo tan sencillo me haría reír tanto ni mucho menos que me traería esos recuerdos.  Seguimos paseando por la Lagunilla, esta vez por la parte de antigüedades y muebles. Vi la silla que quiero para mi jardín en la azotea para sentarme junto a mis plantas, pero me desagradó el precio. Vi una mesita que me gustó para el pequeño jardín que tenemos y en el cual ya estoy trabajando para sacarlo de las sombras, para regresarle su encanto. Me imaginé la mesa en el jardín y empecé a pensar en nuestra casa, en cómo podría verse mejor.  Viendo antigüedades y muebles pensé en cómo quisiera decorar la casa, en esos sueños que tengo pendientes.  Me sentí satisfecha, contenta. Con tantos retos en los años pasados, no había pensado en eso. Me hizo bien considerarlo ahora.

En el camino de regreso al auto vimos una majestuosa Jacaranda. Todavía no llega marzo y la ciudad ya se está cubriendo de violeta. Aunque todavía faltan unas semanas para que llegue la primavera, ya siento su presencia. Avanzo hacia ella ligera y animada. Su energía me envuelve y dejo que me guíe su perfume. Mis dilemas existenciales se disuelven con el viento. Quiero sonreír. Quiero cantar con mis grillos y bailar con la luna llena. No quiero perderme los pequeños detalles que nos regalan felicidad.

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Jacaranda

Deseo seguir mirando la vida con la curiosidad e ilusión de los niños. Quiero sorprenderme con los amaneceres y atardeceres, salir a mojarme cuando llueva y reírme con las simplezas de la vida. Me niego a crecer cuando se trata de conservar la capacidad para sentir sorpresa por casi todo y maravillarme con las cosas aparentemente insignificantes que muchos adultos ya olvidaron.

 

 

 

~ por Naraluna en febrero 23, 2016.

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