Mi héroe, Alex.

Hoy muy temprano en la mañana me despertó el teléfono con una noticia muy triste: «Alex ya no está con nosotros».  Sabía que este día llegaría, pero uno nunca está preparado para eso. A veces esperamos que un milagro suceda. No, no es fácil despedirse.

Colgué el teléfono con la tranquilidad de que este pequeño gran héroe ya no sufriría más y con los ojos llenos de lágrimas por su partida.  Está por demás decir que duele  y duele mucho esta despedida.  Sin embargo, mi intención no es escribir para llorar ni lamentar su muerte. No. Mi papá siempre me ha dicho que cuando alguien se muere hay que celebrar su vida. Tiene razón. Así que escribo esto para celebrar la vida de Alex, quien se ganó mi admiración desde el día en que lo conocí.

Los héroes en la vida real no tienen superpoderes como los de las caricaturas o películas. No,  no levantan coches con una sola mano, no trepan edificios, no salvan a la humanidad, no vuelan.  La mayoría de los héroes que conozco son personas como tú o como yo, no necesitan disfraces ni tienen identidades secretas. Lo que los hace diferentes es su enorme capacidad de amar  y de hacer cosas extraordinarias por los demás, su voluntad de luchar contra la adversidad y lograr lo que para muchos resulta imposible. Estos héroes no conocen límites y luchan por sus ideales, por sus principios, por los demás con todo lo que tienen, con todo. Para ellos, rendirse no es ni ha sido nunca una opción. Nunca.

Alex fue  y será siempre un héroe para mí.

Conocí a Alex hace un año, en diciembre del 2012.  Siempre, al terminar el año, se organiza un desayuno para los voluntarios de Aquí Nadie se Rinde, asociación que se dedica a ayudar a los niños con cáncer y a sus familias. En este desayuno nos ponemos al tanto de lo que ha sucedido en el año y se premia a algunos voluntarios por su esfuerzo y dedicación.  Fue en ese momento, en ese lugar,  donde nos presentaron a Alex como el voluntario más joven de Aquí Nadie se Rinde.  Alex no sólo era un guerrero en la lucha para combatir el cáncer, sino que además tenía el sueño de convertirse en médico cuando fuera grande para poder ayudar a niños que pasaran por lo mismo que él.  Por eso, a pesar de su corta edad, se unió al equipo de voluntarios para poder empezar a trabajar en alcanzar su meta.  Nos contó  cómo los voluntarios lo ayudaron a él  en los momentos complicados, de cómo les alegraban la vida a él y a  los demás pacientes en el hospital y nos compartió su deseo de hacer lo mismo por los demás pacientes.  Felizmente puedo afirmar que no fue sólo un deseo. El último año de su vida, Alex, tanto en el hospital como en los eventos de la asociación, lo pasó dando lo mejor de sí mismo a los demás.  Ayudó a Aquí Nadie se Rinde a cumplir los sueños de los pacientes, ayudó a que los pacientes y sus familias conocieran la asociación y pudieran encontrar en ella el apoyo que necesitaban para poder seguir adelante con el tratamiento. Siempre tuvo una sonrisa para todos, palabras de aliento y sobre todo mucho amor.

Poco tiempo después, Alex recibió la dura noticia que desearía que nadie tuviera que recibir: el cáncer había regresado. Había que volver a empezar con las quimios, los internamientos, la lucha por la vida.  No sé cómo le hizo, pero no se dio por vencido ni tampoco se dejó llevar por la tristeza. No, no tenía intenciones de rendirse. Así que mientras luchaba por su vida, luchaba también por el bienestar de los demás niños y de las personas cercanas a él.  Luchó con todo y todo el tiempo.

Me atrevo a decir que  nos cambió  la vida a quienes lo conocimos. Es para mí un gran ejemplo.

¿Cuántas veces nos sentimos mal y nos quedamos encerrados en nuestros problemas? ¿Cuántas veces nos come la tristeza y no vemos más allá? ¿Cuántas veces nos desmotivamos porque lo vemos todo negro?  ¿Cuántas veces nuestro malestar nos lleva a olvidarnos de todo y de todos?  El dolor nos envuelve y casi nos vence…

¿Y cómo reaccionó  un pequeño gran héroe de once años ante la terrible adversidad y sufrimiento físico? ¿Lo vio todo negro? ¿Perdió el entusiasmo? Por supuesto que no. Recomenzó su lucha para combatir el cáncer y le sonrió a la vida, a su familia, a sus amigos y a los niños que estaban sufriendo la misma enfermedad que él.  Se dedicó a ayudarlos. Internado en el hospital, jugaba con los demás pacientes. Fuera del hospital, inclusive en los días difíciles de quimios fuertes, participaba en todos los eventos posibles que le permitieran cumplir su meta de ayudar.  Abrió caminos de oportunidades para otros niños y nos dio un enorme ejemplo a los adultos que estuvimos cerca de él. Más grandes que su dolor, eran su amor y sus ganas de vivir.

Me enseñó a amar más y a quejarme menos.

Desde mi primer contacto cercano con el cáncer, mi visión de la vida cambió por completo.  Abrí los ojos al amor aún más que antes y aprendí lo mágico, lo increíble, lo maravilloso que es tener un día más de vida.  Los pequeños detalles son cada vez más importantes.

Alex no vivió lo suficiente para ser médico, pero no necesitó hacerlo para llegar a la meta, pues a sus once años nos cambió la vida a muchísimas personas.

Me enseñó el poder de la voluntad, del «yo, si quiero, PUEDO».  Siempre he dicho que no hay imposibles cuando uno lucha, cuando uno no se rinde a pesar de los obstáculos y los grandes retos que la vida nos presenta. Él me demostró que sí se puede. A pesar de su corta edad, triunfó. Triunfó.

Tuve el gran honor de que me considerara su amiga y las pocas veces que pude estar con él, lo recuerdo riéndose. Le gustaba que le contaran chistes. Le gustaba hacer travesuras.  Le gustaba que le hiciera cosquillas, que los persiguiera a él y a su hermano con mis «dedos mágicos» (porque los harían reír).  Su buen humor era contagioso.

Este año se ganó el premio al Voluntario del Año por su gran labor.  Ese día fue la última vez que lo vi.  Él no esperaba recibir tan merecido reconocimiento.  Recuerdo su sorpresa, su emoción, su alegría. Se sentía un poco mal y sin embargo, sonrió para todas las fotos, hizo caras a la cámara, se rió.

Mi amigo ha sido un ejemplo para mí, me inspira a seguir adelante y vivir la vida con una sonrisa.  Mi amigo es un ejemplo de amor. Mi amigo fue un voluntario que no se rindió nunca.
Alex

Alex. ❤

Hace algunos años alguien dijo que la única manera de vencer a la muerte era manteniendo vivas a las personas en nuestro corazón. Entonces,  querido Alex, vivirás siempre en todos los que tuvimos la fortuna de conocerte.  Tu sonrisa me la quedo.  Desde donde estés, tu amor nos seguirá llenando de luz.
Gracias por tus enseñanzas, pequeño gran Maestro, cuando sea grande quiero ser cómo tú.

~ por Naraluna en enero 31, 2014.

5 respuestas to “Mi héroe, Alex.”

  1. Qué hermoso homenaje a Alex!

  2. Una gran enseñanza, sin duda. Un texto muy conmovedor que no sólo habla bien de Alex sino a su vez de la autora. ¡Gracias por compartir!

  3. Carlita, que lindo texto y descripción de Yahyr 🙂

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