Cartas para Nadie. Quincuagésimo Quinta Carta. Dachau
3 de octubre 2023
¡Hola! Estoy en el tren camino a Dresden. Es un día soleado. Estamos en un vagón muy cómodo y lo celebro pues el viaje dura siete horas para llegar a Berlín. Después de una escala de dos horas, nos tomará dos más llegar a Dresden. Hoy toca estar todo el día en el tren y yo aprovecho para escribirte pues me ha resultado imposible hacerlo antes.
No lo vas a creer, pero mi primer día en Alemania empezó a las 10:30, momento en el que abrí los ojos y me desconcertó ver la hora. ¡Nunca me despierto tan tarde y menos si estoy de viaje!
¡Mi tía me preparó el desayuno! Después mi prima me ayudó a comprar el boleto en la estación para ir a Dachau, el campo de concentración. Me explicó cómo llegar. La verdad, no era nada del otro mundo, pero en Laim, München me dio un ataque de pánico cuando me subí al tren que iba a Dachau. Me bajé lo más rápido que pude. Estaba temblando. No sé porqué me alteré tanto. No había razón alguna. Por supuesto perdí el tren, pero en 20 minutos llegó el siguiente y ya estaba más tranquila.
Me está costando trabajo encontrar a la Carla fuerte y segura. Una buena parte del tiempo me siento frágil, como si el viento fuera a doblarme.
Los alemanes en su mayoría son amigables y aunque no hablen inglés, buscan la manera de ayudar cuando les preguntas algo. Jamás me dejaron sola cuando necesité apoyo.
El tren que va hacia Petershausen es el que te lleva a Dachau. Al llegar, saliendo de la estación, está la parada del camión que te deja en la entrada del Campo de Concentración. Es el 726. Son pocos minutos de camino.
Me hubiera gustado mucho encontrar una visita guiada en el museo, pero llegué tarde y ya no había. Me tocó recorrerlo sola.
Antes de la segunda guerra, con Hitler ya en el poder, se crearon algunos campos de concentración para los presos políticos. Dachau fue uno de estos campos. Los primeros presos llegaron en marzo de 1933. Más adelante, ahí también llevarían a los polacos, gitanos, judíos, testigos de Jehová, homosexuales, prisioneros de guerra.
Me tomó por sorpresa la belleza natural del lugar: árboles altísimos e impresionantes, estábamos rodeados de verde. No esperaba encontrar nada agradable aquí. Aunque la naturaleza sigue su curso, la huella del sufrimiento está ahí y nunca va a borrarse.

El silencio pesó desde el primer minuto. No hubo sonrisas. Avanzamos sin palabras, como si nos envolviera un luto sempiterno. El lugar no estaba vacío pero el sentimiento de soledad se intensifica en cada paso.
En el suelo hay varios rectángulos grandes, están numerados. Ahí estaban las barracas donde vivían los presos. La mayoría eran inocentes estaban ahí por sus ideas, por el lugar donde nacieron, por sus principios, por razones que no ameritan el horror que vivieron. En realidad, Nadie, sinceramente ningún ser vivo se merece ese trato sin importar cuáles sean las circunstancias.

Yo no sabía que, años después de la guerra, dentro del campo se construyeron iglesias y capillas. Yo entré a éstas: la Capilla de la Agonía Mortal de Cristo, el Convento de Carmelitas de la Preciosísima Sangre, la Iglesia Evangélica de la Reconciliación, la Capilla Ruso-Ortodoxa.
Las personas en estos lugares encienden velas para las víctimas y les dejan flores, sobre todo, rosas rojas. Me llamó la atención pues en México acostumbramos a dejar flores blancas.

También hay un Monumento Conmemorativo para las víctimas. Es muy oscuro y no se vería nada si no fuera porque en una esquina hay una abertura por donde entra la luz, la luz que nos salva de las tinieblas.

Pues, Nadie, entrar ahí me llenó de escalofríos. Me dolió la cabeza, me sentí un poco mareada y me invadió un olor muy penetrante a cenizas. Fue inevitable pensar en la muerte, en un dolor interminable. Por lo mismo, no permanecí mucho tiempo adentro.
A las tres de la tarde -sólo a esa hora- suena la campana conmemorativa (donada por los sobrevivientes austriacos). Es un llanto seco que quiebra el silencio. Golpea el alma. No sé si decirte que fue aterrador y horrible o desgarradoramente hermoso. Es probable que ambas cosas. Si me hubiera levantado temprano, no lo habría escuchado. Afortunadamente lo hice.
Entré a las barracas que fueron reconstruidas y donde te muestran cómo era la vida de las personas ahí adentro. He leído mucho sobre el tema, pero verlo supera cualquier cosa que me haya imaginado.
También puedes ir al crematorio, pero no lo vi y así fue suficiente. Después vendría lo más duro en Auschwitz ( de eso ya te contaré en otra carta).
Además del campo, hay un museo bastante grande, con varias salas. Me esforcé en absorber la información, pero al final ya estaba sobrecargada: mi cerebro no podía asimilar ya nada.
Salí, cómo siempre me sucede cuando se trata de las atrocidades que somos capaces de hacer los seres humanos, llena de preguntas sin respuesta. ¿Por qué desperdiciar tanto ingenio, creatividad e inteligencia en encontrar maneras de torturar y destruir las vidas de otros seres humanos (de los seres vivos en general)? Nunca voy a entender el sentimiento de superioridad de nuestra especie cuando, a menudo, es todo lo contrario. No se puede considerar superior quien no respeta la vida de los otros ni el planeta que es su casa.
No es sólo Dachau o la Segunda Guerra, es el mundo entero en todos los tiempos de la humanidad: en el pasado, en el presente y seguramente también en el futuro…
No tengo nada más que decir al respecto. El mismo camión (726) que te lleva al campo, te regresa a la estación. Necesité un poco de ayuda para encontrar la plataforma del tren para regresar pero no fue difícil.
Llegué con mi prima a cenar. Platicamos. También pude convivir un poco con mis sobrinas y sobrino.
Logré llegar a Dachau a pesar de mi ansiedad. Me pregunto qué diría la Carla de hace diecisiete años, que cuando viajó sola a Europa se sentía fuerte, la dueña del mundo entero, de esta Carla tan tímida y ansiosa?
El sol pega duro. A pesar del otoño, en estos días ha hecho más calor que frío.
Todavía faltan tres horas de camino, quizá en un ratito pueda escribirte sobre mi tiempo en Alemania (Baviera).
Un abrazo, Carla
P.D. Te compartí pocas fotos pues accidentalmente borré las de mi cámara y sólo tengo las del celular. Espero poder recuperarlas.

Excelente narración , me encantó recorrer contigo este lugar a través de tu carta. Gracias por compartirla
Muy emotiva y sincera narración, gracias por compartirla.