No Soy Una Mujer Objeto.

Hoy escribir para mí es un asunto de valor. A veces uno escribe por dolor, para enfrentarse consigo mismo. En esos momentos escribir no es un refugio ni siquiera es un lugar placentero. Escribir se vuelve un espejo cruel que nos muestra la realidad sin adornos, un espejo que nos muestra nuestros miedos y nos impide darles la espalda. Hoy mis miedos me hablan.  Es como estar en medio de un mal sueño pero con los ojos abiertos.

Todos tenemos un talón de Aquiles. Algunos intentan ignorarlo, otros lo enfrentan y buscan ser mejores; pero nadie se escapa de este talón. Algunos tenemos más de un talón de Aquiles, como yo.

Desde muy chiquita fui la flaca fea en la escuela.  Las cosas no mejoraron en la adolescencia, no sólo era la flaca fea sino la flaca fea con acné severo. También fui el bicho raro que en lugar de tener amigos, tenía libros.  Mis recreos los pasaba en la biblioteca.

En muchos aspectos no tenía autoestima, pasaron muchos años antes de que supiera lo que realmente es eso.  Los espejos jamás fueron mis amigos. No me gustaba verme. No me gustaba verme. No me gustaba verme.  Sin embargo, tampoco quería cambiarme. Así, fea, era yo.  Me sentía como la ahora tan trillada canción de Maná: «fea por afuera pero bella por adentro». Bueno, no sé si bella sea la palabra. Quizá no bella, pero sí buena, con mucho que dar al mundo.

No soñaba con cambiar mi físico.  No. Soñaba con encontrar a alguien que me quisiera y aceptara tal cual soy. Dentro de todas mis inseguridades y temores, de eso siempre estuve segura. Prefería la soledad a fingir ser quien no soy para agradar a alguien.  Prefiero estar sola que mal acompañada.  Es dura la soledad, pero es más duro y doloroso estar con personas que no me aceptan como soy.

No me desviaré del tema, mi talón de Aquiles no fue mi físico. El fantasma que siempre me ha perseguido es el hecho de que se vea a la mujer como objeto sexual. Prefería ser invisible a que alguien me notara por mi cuerpo.  Por supuesto, buscaba esconderme de todas las maneras posibles. Usaba ropa holgada y me mantenía lejos de los hombres. No confiaba en ellos.  Había visto a muchos burlarse de mis amigas o compañeras. Había visto demasiadas lágrimas y  escuchado demasiados comentarios negativos con respecto a las mujeres.  Había visto demasiado sufrimiento.

Me costó trabajo abrir mi corazón y darme la oportunidad de ver un mundo diferente.  Está claro que no todos los hombres son iguales y que no todos los hombres piensan que la mujer es un objeto que está a su disposición. Hay hombres poco comunes que no compran las ideas del machismo,  para quienes la apariencia de las mujeres no es lo único que cuenta y quienes no tienen miedo a mostrar sus sentimientos. Hombres admirables. He tenido la gran fortuna de conocer a varios.

El físico no lo es todo y nunca he deseado ser perfecta. Me gusta mi enorme nariz. Me gustan mis cejas bien pobladas (no, no me las voy a depilar). Me he negado siempre a usar maquillaje porque no me gustan las máscaras. No tengo nada que ocultar ni que resaltar. No escondo ni mi edad ni mis arrugas por gesticular tanto. No soy Miss Universo pero nunca me ha interesado serlo. Quiero que me vean a mí y me quieran (o no) como soy, así, con todas mis cualidades pero también con todos mis defectos, con mis grandes errores y mis grandes aciertos.

Me aterra la idea de vivir pensando en mi cuerpo, en mi peso, en enchinarme mis pestañas de aguacero, en mis piernas, en mi edad. Me aterra la tonta idea (muy común hoy en día) de que el día de mañana no significaré nada porque dejaré de ser joven (como las veinte millones de modelos perfectas que están a la venta en todos los puestos de revistas y periódicos).  Me niego a ser mujer objeto. Me niego a caer en ese juego. Me niego a creer que el camino de las mujeres es volverse nada si no tienen la belleza ni la juventud estereotipadas.

Hoy en día es imposible caminar por las calles sin toparse con espectaculares, anuncios, portadas de revistas, fotos de cartón tamaño casi real de mujeres perfectas y generalmente con ropa provocativa o casi sin ropa que dejan a la mujer en calidad de objecto. Todo parece indicar que la mujer es un objeto, un objeto que vende bien.  Y  si no tiene  el peso perfecto, las medidas perfectas, la edad perfecta no sirve para nada. Claro que, generalmente, esa perfección implica unas cuantas cirugías y un buen uso del Photoshop, entre otras cosas.  Por consiguiente, gracias a esta horrible manera de ver a la mujer, a ella no se le respeta y vive rodeada de comentarios nada agradables en torno al sexo y al cuerpo.

Muchas mujeres, como consecuencia o por presión, viven obsesionadas con su apariencia, se olvidan de ser mujeres, quieren volverse maniquíes para agradarle al hombre de sus sueños (el tan aterrador príncipe azul).  Desafortunadamente todas somos «gordas» comparadas con los maniquíes y a todas nos faltan curvas, supongo.

Me duele tanto cuando veo a mi alrededor a tantas mujeres guapas  llenarse de dietas, pensar en operaciones, llorar porque seguro las van a dejar por otra más guapa.  Me aterra vivir en un mundo en el que se solamente cuenten las apariencias, en el que las mujeres (y quizá pronto los hombres también) seamos desechables. Me aterra vivir en un mundo material donde nos despojemos de todo sentimiento, en el que sólo las cosas superficiales cuenten.

Y entonces no puedo dejar de preguntarme, ¿por qué las mujeres permitimos que nos traten como objetos? ¿Por qué les damos la razón a quienes piensan que sólo cuenta nuestra apariencia? ¿Por qué nos preocupa tanto sentirnos aceptadas? ¿Por qué seguimos en la búsqueda de un  muy absurdo Príncipe Azul? ¿Por qué girar alrededor de alguien que no aprecia quienes somos?

En realidad, yo no pensaba casarme. Siempre he preferido estar sola que vivir una «soledad acompañada». Veía al matrimonio como una cárcel y no quería ser prisionera.  De niña siempre decía que cuando creciera iba a vivir sola. Mi primer novio lo tuve a los casi 23 años.  Jamás creí ni esperé que alguien quisiera compartir conmigo su vida.  No sigo la moda. Prefiero pasar mi tiempo leyendo, escribiendo, pintando, corriendo o nadando que maquillándome, enchinándome las pestañas, arreglándome el cabello o pensando en qué ropa me voy a poner. Soy muy celosa de mi espacio, de mis momentos conmigo misma. Cierto es que hay momentos en los que la soledad duele, pero también significa oportunidad. Preferí la soledad al príncipe azul. No me arrepiento.  Hoy soy feliz al lado de un gran hombre que impulsa mis sueños y mi libertad en lugar de cortarme las alas.

Me duele no poder evitar estar rodeada de la publicidad mujer-objeto. Entiendo que no puedo cambiar eso.  Tristemente no puedo evitar que esas cosas sucedan pero aprendí que sí puedo evitar ser yo una mujer objeto y luchar porque las mujeres cercanas a mí tampoco lo sean.  Todos los días lucho por eso. No es una lucha fácil. A veces lleva muchas lágrimas; sin embargo, no me daré por vencida jamás.

No, una mujer no necesita estar a la disposición de nadie para ser aceptada. No necesita matarse de hambre para ser «amada».  En realidad, solamente necesita aceptarse como es, ser ella misma y trabajar por alcanzar sus metas.  Hay muchos hombres extraordinarios esperando a  que esa mujer llegue esa mujer a sus vidas.

~ por Naraluna en mayo 10, 2013.

4 respuestas to “No Soy Una Mujer Objeto.”

  1. Creo que es una buena catrasis escribir esto,sé que escribir libera.Cada uno de nosostros,es decir,nosotros somos nuestro propio estererotipo,crecemos con uno y reinventamos otro.Esto no es sólo un problema de la mujer sino de la humanidad por completo.Cuando Luchas,debes saber contra que luchas,no estas luchando contra uno o miles de varones,luchas contra una cultura que ha sido fomentada por varones y mujeres…corta todas las cabezas de la Hidra y ganarás tu lucha.

  2. Encontré esto en Internet. Es un poco simplista, pero puede aportar algo al tema:
    http://www.eluniversal.com.mx/articulos/72386.html

  3. Gracias Einerd, gran reto cortar todas las cabezas de la Hidra, pero no imposible. 🙂

  4. Gracias Fabillo, interesante artículo, da para una larga plática. 🙂 Fuerte abrazo.

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