Primer blog: Trabajar en casa
Desde hace mucho tiempo que quiero escribir en un blog, pero siempre se me atraviesa algo en el camino. A veces es la supuesta falta de tiempo, otras, el querer decir algo pero no saber qué y, confieso, la mayor parte del tiempo es el miedo que me produce “descubrirme”. Suelo ser una persona hermética y me he esforzado mucho en hacerme invisible. Obviamente, la idea de un blog, es exactamente lo contrario.
Me gusta escribir. Toda la vida me ha gustado. En mi infancia mis mejores amigos fueron los libros, los cuadernos y la pluma. He escrito en gran cantidad de cuadernos pero no he intentado publicar prácticamente nada. Así que, hasta ahora, he sido una escritora (si se me puede llamar así, no estoy tan segura) de clóset: casi todo el que me conoce sabe que escribo, pero realmente muy pocos han leído algo mío. Supongo que este blog es el primer paso para, por fin, salir del clóset y sacudirme el miedo a mostrarme. No importa sobre qué escriba una persona, no importa que tan “lejos” esté su historia de la realidad ni que tanto quiera “alejarse” de sí misma, siempre estará presente en sus textos, siempre quedará la huella de su persona impresa en cada palabra, en cada punto, en cada coma. Esto, para alguien que se esfuerza tanto en esconderse, en pasar inadvertido, resulta un gran reto cuando se trata de mostrar lo que escribo; sin embargo, no puedo pasar la vida escondiéndome y hoy he decidido “salir del clóset”.
Supongo que el tema más sencillo para comenzar es mi nuevo trabajo. Estudié traducción aunque por casi diez años, en realidad, me dediqué a la docencia. Comencé con adultos y luego me seguí con los niños. Lo maravilloso de trabajar con niños, además de lo mucho que nos enseñan y lo divertidos que son, es que nos dan la oportunidad de regresar a nuestra infancia, de recuperarla y disfrutarla desde nuestra edad adulta. Con los niños uno rejuvenece. De mi antiguo trabajo extraño a los niños, mis niños increíbles, mis “angelitos con cuernitos” como juguetonamente los llamaba, apodo, que, por cierto, los hacía reír. Sin embargo, hace unos meses, llegó el momento de cerrar ese ciclo. Le dije adiós a la escuela y comencé a traducir en casa. Todo cambio asusta y yo estaba muy asustada. Tenía un trabajo seguro con una quincena asegurada y, de pronto, nada, sólo me tenía a mí misma y a mis idiomas. ¿Había hecho lo correcto? Todos buscando empleo y yo me lanzaba al “vacío”. Claro, ya tenía abiertas algunas puertas, tampoco uno se lanza al vacío así nomás, esperando que las cosas salgan “mágicamente”. Para hacer realidad cualquier sueño, hay que luchar, moverse, arriesgarse, trabajar. Sentarse a esperar y rendirse no son opciones. Los primeros meses fueron especialmente difíciles. Se me ocurrió empezar mi nueva vida con el año nuevo, me tomé muy en serio eso de “Año nuevo, vida nueva”. Y como bien sabemos, enero suele ser un mes complicado porque la mayoría de las personas se están apenas recuperando de los gastos de las fiestas y no hay tanto campo de trabajo… Fueron dos meses difíciles, casi sin trabajo y con la economía en la cuerda floja. Dudé. Me preocupé. Hubo momentos en los que consideré dar marcha atrás y buscar trabajo de nuevo. Pero me mantuve firme. Como bien me dijo mi esposo, tenía que creer en mí . Tenía que darme la oportunidad. Y así. lo he hecho hasta ahora. Poco a poco las traducciones fueron llegando. Mis horarios de trabajo han cambiado. Cuando uno va a la escuela, a la oficina, al lugar donde trabaja, hay una hora de llegada, una hora de salida y, por lo menos, un día de descanso. Claro, todo se puede mover, pero por lo menos se tiene una idea de qué le espera a uno durante el día. Mi caso es diferente. Hay semanas que trabajo de lunes a domingo, en la mañana, en la tarde y en la noche. Hay otras semanas casi libres, donde tengo espacio para leer, escribir, visitar museos, tomar café con alguna amiga, con las niñas pasear a los perros en la tarde. Me despierto en la mañana abierta a lo que me traiga el día. ¿Qué texto llegará? ¿Qué haré? Y eso me divierte. Me gusta el silencio de mi casa en la mañana. Trabajo a mi ritmo y en silencio, casi no tengo que usar mi voz. Escucho música. Mientras sea disciplinada y cumpla con la fecha de entrega, puedo organizarme como yo decida. Puedo quedarme muda toda la mañana o puedo gritar sin que nadie me escuche. Juego con las teclas de la computadora. Tengo mi espacio en mi propia casa. Me he librado del tráfico, de los malos modos, de las palabras innecesarias y disfruto el lado ermitaño de mi carácter. Además, me encanta trabajar en casa porque no tengo que usar zapatos, puedo estar descalza o en pantuflas y mis pies son felices. Mis pies se sienten tan libres como yo. Mis pies se pueden olvidar por varios días de los zapatos que tanto los lastiman.
Sin zapatos, libre como el viento, me siento frente a la computadora y juego con la gramática, la puntuación, los idiomas. A veces me atrapa el texto, otras me enseña y, de repente, me desespera… pero siempre es un nuevo reto que enfrentar y del cual debo salir exitosa. Mi competencia es conmigo misma pues hoy debo de ser mejor de lo que fui ayer, lo cual no resulta tan sencillo. Sin embargo, he aprendido, que todo es posible siempre y cuando uno se lo proponga y luche por alcanzar la meta. No importa cuantas veces uno se caiga, hay que levantarse y seguir adelante. Sé que si me caigo, me dolerá bastante, pero tengo la capacidad de levantarme, recuperarme y perseverar. Sólo así llegaré a la meta. Trabajar en casa sigue siendo un gran reto, pero estoy dispuesta a tener éxito.
¡Qué tengan una excelente semana! Espero pronto escribir de nuevo, si “sobrevivo” a este primer blog… 😉
Naraluna, Gracias por las felicitaciones y por tomarte tu tiempo para leer y comentar en mi blog, por supuesto que en cuanto me lo soliciten sere voluntario para la ANSER.
Yo tambien te felicito por salir del closet esperando que alimentes este blog, para poder leerte.
SALUDOS
Oye, muchísimas gracias. 🙂 Y por supuesto seguimos en contacto, yo también seguiré al pendiente de tu blog. Me gustó leer tu descripción de la carrera. 🙂