Cartas para Nadie. Praga, segunda parte.
24 de noviembre 2025
¡Hola Nadie!
¿Cómo estás? Yo voy mejorando, poco a poco. Hoy quiero hablarte de Praga, de aquella parte del viaje que quedó pendiente, cuando llegó mi amigo Dirk y por fin nos reunimos después de diecisiete años sin vernos.
Teníamos hambre y fuimos a Mincovna, un restaurante famoso por su comida tradicional checa. Se encuentra en la Plaza de la Ciudad Vieja y la comida está bien pero me pareció un poquito cara. De ahí fuimos al monumento que estaba cerca del Puente de Carlos, donde nos reunimos con el guía que nos daría un recorrido por las calles de Praga y nos contaría sus leyendas. Éramos un grupo de como diez personas. Nos gustó esta manera de pasear por las calles de Praga, de conocer un poco de su historia y sus leyendas. Lo que más llamó mi atención fue una de las sinagogas del Barrio Judío (Josefov). Antes de hablarte de ella, te cuento que este barrio fue creado en la Edad Media pero a finales del siglo XIX muchas casas fueron demolidas, quedaron las sinagogas (son seis), el cementerio, las calles y los edificios principales. Hoy en día estos edificios son tiendas elegantes. La sinagoga que llamó mi atención fue la Vieja-Nueva, donde, como dice la leyenda, en el ático duerme imperturbable el Gólem. En una de las paredes de esa sinagoga hay una escalera incompleta que está así para evitar que alguien pueda llegar al ático e interrumpir el sueño de la criatura. Gólem fue creado con barro para proteger a los judíos del enemigo. Una vez que los judíos estuvieron a salvo o porque la criatura se descontroló, el rabino que lo creó decidió que era hora de destruirlo y dejó sus restos en el ático. Después mandó acabar con las escaleras para que ninguna persona pudiera subir. Te parecerá una locura, Nadie, pero casi pude sentir su presencia. Me lo imagino durmiendo tranquilamente, esperando el momento en el que alguien pueda despertarlo. No pude tomar fotos ese día porque mi cámara no toma buenas fotos de noche, pero te comparto las que pude tomar al día siguiente cuando pasamos por ahí. ¿Qué te parece la escalera?
Después del recorrido, nos quedamos un rato admirando la Praga nocturna, la Praga iluminada de varios colores que pintaban el agua del Río Moldavia. ¡Cómo me hizo falta una buena cámara para capturar su belleza! Sólo tengo esta foto borrosa que no le hace justicia pero que quizá te invite a querer verla en persona.
Al día siguiente y nuestro último en Praga, cruzamos el Puente de Carlos. Esta vez, como no era tan temprano, mi experiencia fue diferente: había más gente y también artistas callejeros quienes compartían su arte o su música. Ahora era un lugar alegre y bullicioso.
Nos dirigimos al castillo de Praga pues yo tenía mucha ilusión de conocer el Callejón del Oro (Zlatá Ulička). La fila para comprar los boletos fue algo larga pero avanzaba rápido. Compramos el boleto general que incluía la entrada a la Catedral de San Vito, al antiguo Palacio Real, a la Basílica de San Jorge y al Callejón del Oro. Al entrar, Nadie, estábamos rodeados de lugares impresionantes como la Catedral de San Vito, que es muy grande y fue el primer lugar que visitamos. Es una catedral formidable y única, me parece que es el paraíso de los arquitectos y te contaré por qué. Empezaron a construirla en la Edad Media pero la terminaron en el siglo XIX. Entonces tiene elementos de arquitectura de las distintas épocas en las que fue construida; es decir, tiene partes góticas, renacentistas y también barrocas. Por supuesto en el interior hay muchas obras de arte, esculturas religiosas y unos vitrales enormes y llenos de color por donde se filtra la luz que ilumina el lugar mayormente oscuro.
Después visitamos la Basílica de San Jorge, la más antigua dentro del complejo del castillo y la segunda más antigua de la ciudad. Llama la atención el color rojo con beige de su fachada, es el eficio más colorido del lugar y es imposible no notarlo al entrar. Eso sí, no es tan grande ni tan fascinante como la Catedral de San Vito.
De ahí nos seguimos al Callejón del Oro. ¡Por fin! Ahí vivió Franz Kafka (por un breve periodo de tiempo). Existe desde la Edad Media y l as casas ahí se construyeron para los guardias del castillo. Un siglo después ahí vivieron los ofebres que le dieron su nombre. Se trata de una calle empedrada con casitas de colores vivos.
Por momentos tuve la sensación de estar caminando en otra época. La mayoría de las casitas están amuebladas y representan la vida cotidiana de aquellos tiempos. Puedes ver la casa de la costurera/modista, de los orfebres, el restaurante/cantina e incluso la de la psíquica. Algunas casas ahora son tiendas. La casa de Franz Kafka es el número 22 y es de color azul, mi color favorito. Hoy en día es una librería y ahí encontré un par de libros sobre el Gólem.
Desafortunadamente había muchísima gente y el calor estaba terrible. A pesar de ser otoño, estábamos a más de treinta grados. Además, sabes, no importa en qué estación del año visites Praga, sea temporada alta o baja, siempre estará llena de turistas. Me contaron que es casi imposible salvarse de las multitudes. Ya estábamos muy cansados y con hambre por lo que ya no visitamos el castillo.
Nos encontramos un restaurante pequeño en el centro de la Ciudad Vieja llamado Staromáček Traditional Czech Cuisine. Nos pareció acogedor y entramos. Nos atendieron muy bien y la comida estuvo deliciosa. Me comí unos knedlícky (dumplings) de carne y de papa.
En esa misma plaza está el Orloj, el reloj astronómico de Praga. Fue construido en la Edad Media y ha sufrido varios cambios a lo largo del tiempo. Cuenta la leyenda que lo construyó Jan Růže y su obra fue tan increíble que lo cegaron para evitar que pudiera hacer otro igual. Entonces él descompuso el mecanismo del reloj y tomó cien años lograr que funcionara otra vez. Había muchísima gente frente al reloj, parecía Coyoacán en Día de Muertos. Todos estaban esperando el momento en que las manecillas marcaran la hora en punto. Cuando eso sucede, se abren las ventanas en la parte superior del reloj y por ahí desfilan los doce apóstoles, San Pedro con las llaves del cielo, San Judas Tadeo… Este desfile dura menos de un minuto pero cada hora hay una gran cantidad de personas frente a él esperando ese efímero espectáculo.
Ya era hora de regresar al hotel, donde cenamos delicioso. Pedí unas crepas checas y han sido las crepas más exquisitas que he comido en mi vida.
A ambos nos gustó mucho este hotel, el hotel Albatros y si algún día regreso a Praga, me gustaría hospedarme ahí. No te había contado que mi habitación tenía una hermosa vista al río Moldavia, al despertar podía ver a las aves volar muy cerca.
Nuestra siguiente parada sería Cracovia y no lo vas a creer… ¡Llegamos tarde a la estación y perdimos nuestro tren! En fin, ya te contaré sobre eso más adelante.
¡Qué nostalgia siento ahora! ¡Qué ganas de viajar de nuevo!
Gracias, querido Nadie, por tu paciencia y por seguir leyéndome. Tengo mucho que contarte y no sólo de aquel gran viaje. Te escribo pronto.
Un abrazo,
Carla
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~ por Naraluna en noviembre 27, 2025.
Publicado en lugares Interesantes, Viajes
Etiquetas: Barrio Judío, Callejón del oro, carta a Nadie, Catedral de San Vito, Gólem, hotel Albatros, Mincovna, Orloj, otra carta para Nadie, Praga, Praga República Checa, Puente de Charles, Reloj astronómico de Praga, StarómačekTraditional Czech Cuisine, Visitando Praga











