Cartas para Nadie. Sexagésima Carta. Praga, en la República Checa

2 de marzo de 2025

Querido Nadie:

No fue mi intención abandonarte ni dejarte en suspenso con mis aventuras en Europa. Lamento que haya pasado más de un año. Los porqués no importan (pero quizá algún día te los cuente) y agradezco que sigas aquí, me tengas paciencia y siempre me leas.

Ahora, vamos con Praga, la fascinante Praga. Llegué a las seis de la mañana, todavía estaba muy oscuro. Yo sin WiFi en el teléfono y sin idea de cómo irme al hotel. Me sacudí el miedo, salí de la estación y preguntandó llegué a mi destino. Fue una larga caminata donde encontré personas muy amables dispuestas a ayudarme hablaran o no inglés. Llegué gracias a ellas. Esta vez sí me aprendí el camino. El Albatros es un barco hotel muy bonito y bien ubicado. A mí me encantó quedarme ahí, tan cerquita del agua. Mi habitación estaría lista a las tres. Dejé mis cosas en un cuarto que tenían ahí, un lugar seguro y desayuné en el restaurante del Albatros. Tenían un buffet bien surtido. El café estaba fuerte, delicioso. En casi todos los lugares de mi viaje donde tomé café, puedo decirte que estaba bueno, intenso. Nunca me tocó uno insipido o demasiado ligero.

Eran casi las ocho de la mañana cuando caminé al Puente de Carlos. Había leído que para poder visitarlo casi vacío es necesario ir muy temprano porque después se llena de gente sin importar la época del año. Eso es cierto, cuando llegué al puente, éramos muy pocos los visitantes pero ya más tarde había muchas personas.

El Puente de Carlos atraviesa el Río Moldava y te lleva a Malá Strana (Ciudad Pequeña). Mide más de 516 metros de largo y alrededor de 10 metros de ancho. A los lados hay estatuas de figuras religiosas y santos, réplicas de las que fueron colocadas ahí mismo a finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII. Además de majestuoso, es bonito. Caminé despacio deteniéndome a tomar fotos, a respirar, a disfrutar. Mi camarita no es la mejor pero yo me emocioné tratando de capturar cada detalle para conservarlo siempre conmigo. Agradezco esa mañana silenciosa en Praga, más tarde en lugar de silencio habría risas, gritos alegres, mucha música.

Puente de Carlos en Praga
Puente de Carlos, Praga
Puente de Carlos, Praga

Praga para mí es el lugar de hadas, de historias secretas, de encuentros y leyendas, el lugar en donde, alguna vez, en otra vida, soñé vivir. Nadie, me sentía feliz en esa ciudad tan dulce y misteriosa. Una parte de mi corazón se quedó ahí desde la primera vez que fui.

Llegas a Malá Strana después de atravesar el puente, siguiendo la calle Mostecká. Es un barrio histórico y conocido por sus casas antiguas, por su castillo. No tardé mucho en llegar, siempre caminando. Casi no me costó trabajo orientarme. A pesar de no tener WiFi ni mapas, pude conocer los lugares que había planeado. Me sentí cómoda y libre.

Malá Strana, Praga

Pasé por la Plaza Malostranská, donde está la Columna de la Peste, que se hizo para agradecer a la Santísima Trinidad el fin de esa epidemia. En esta plaza también está la impresionante iglesia de San Nicólas, una joya del barroco. No tomé fotos del interior, rara vez tomo fotos dentro de una iglesia, pero es una visita obligada si paseas por Malá Strana.

Plaza Malostranská, Praga
Iglesia de San Nicolás, Malá Strana, Praga

Fui al museo del célebre escritor Franz Kafka. Llegué justo cuando estaban por abrir. Tuve la oportunidad de tener el museo casi para mí. Si te gusta Franz Kafka, vale la pena venir aquí. No sólo conocerás más sobre su biografía sino también a Praga como la percibía él, su Praga. La exposición es muy grande, incluso hay fotografías de las mujeres que amó Kafka y algunos detalles sobre sus vidas.

Museo Franz Kafka, Praga

Mi siguiente parada fue el Senado de la República Checa (Waldestein Palace, Wallenstein Garden). Sus jardínes no son coloridos y llenos de flores como los que visité en Freising y en Innsbruck. Es más bien un jardín geométrico con figuras verdes trazadas con el césped, los árboles y los arbustos que contrastan con el gris del pavimento. Casi no hay flores. En una parte hay estatuas a los lados como si fueran las guardianas del palacio, que no es ostentoso pero sí elegante.

El Senado
Praga
(Waldestein Palace,
Wallenstein Garden)
El Senado, Praga (Waldestein Palace, Wallenstein Garden)

También aquí verás paredes de estaláctitas (The Grotto). Son impactantes. En ellas puedes encontrar rostros que te intimidan con la mirada. Tienes que buscarlos, Nadie, pero ahí están.

Muchas flores pálidas comparten su luz con estas oscuras paredes. Me gustó el contraste.

The Grotto y flores

En el jardín hay fuentes pequeñas y también un estanque con un jardín redondo y estatuas alrededor. Si te acercas puedes ver a los peces nadando y fotografiarlos.

El Senado (Waldestein Palace, Wallenstein Garden), Praga

También aquí vive un pavo real blanco. Está acostumbrado a las personas. Pasea libre y feliz pues se sabe dueño del lugar. Como podrás imaginar, yo me quedé un rato admirándolo.

Pavor Real blanco

Después decidí buscar el Zlatá ulička (Callejón del Oro/Golden Lane) donde está la casa de Franz Kafka. Me tardé un poco en hallarlo y ya estaba empapada de sudor. A pesar de que era octubre, estábamos a treinta grados. ¡Treinta! Fui en esas fechas para huir del calor y de las multitudes; en Praga hubo ambos. La fila para entrar al callejón y al castillo era muy larga y además ya no tenía tiempo: en cualquier momento llegaría mi querido amigo.

Me apuré para regresar al hotel. En total me aventé como seis/siete horas caminando sin descanso. Mi espalda resistió, estoica. Cuando llegué al hotel estaba exhausta y derretida pero llena de ilusión por volver a ver a Dirk. Ya estaba ahí. Nos vimos justo afuera del Albatros, sin palabras, con un abrazo largo, con la emoción acumulada, con las aventuras que nos esperaban diecisiete años después de la última vez que nos vimos en su natal Alemania, en Aachen. Ahora no fue México ni Alemania, sino Praga y teníamos diez días para viajar juntos y ponernos al corriente en nuestras vidas. Necesitábamos un descanso antes de comenzar nuestro recorrido. Él había tenido un viaje más largo de lo esperado. Gracias a la impuntualidad de los trenes alemanes su viaje duró cuatro horas más de lo planeado. Yo necesitaba recuperar el aliento para seguir avanzando.

En mi siguiente carta, Nadie, te escribiré sobre nuestras andanzas en Praga. Y lo haré muy pronto, te lo prometo. No pierdas la fe en mí, por favor. Esta vez sí cumpliré mi promesa. Tengo mucho que contarte.

Un fuerte abrazo,

Carla

~ por Naraluna en marzo 5, 2025.

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