Cartas para Nadie. Quincuagésimo Octava Carta. Tirol, Austria. Wolfsklamm Gorge, Stan.
13 de noviembre 2023
¡Hola! Te escribo mientras disfruto de una mañana fresca. Por primera vez en no sé cuánto tiempo no me estoy derritiendo. No puedo creer que estemos en noviembre y siga pareciendo verano.
Antes de contarte sobre mi visita a Wolfsklamm Gorge en Stan, Austria, quiero hablarte un poco de cómo estuvo el clima por allá. A diferencia de Alemania de Baviera donde me tocaron días cálidos pero con un viento muy frío en la sombra, en Austria también hacía bastante calor durante el día pero sin viento y las noches eran gélidas. Un par de veces me despertó el frío.
Mi segundo día en Tirol consistió en hacer senderismo en el desfiladero de Wolfsklamm en Stan. Me llevó Angelika con sus amigos, quienes desde el primer momento fueron muy agradables conmigo. Wolfsklamm Gorge (el desfiladero de Wolfsklamm también conocido como la Garganta del Lobo) está en las montañas de Karwendel y, por supuesto, es parte de los Alpes.
Hace muchos ayeres en este lugar había animales salvajes como linces, osos y lobos. Este era su santuario, el lugar donde encontraban refugio y estaban a salvo de los cazadores. Como podrás imaginarte, hoy en día, estos animales ya no están ahí. Al último oso tirolés lo mataron cerca del desfiladero en 1898.
El paseo consiste en una caminata de más o menos tres horas. En la primera parte para llegar al desfiladero hay muchas escaleras de madera. Entiendo que son un total de 354 escalones, a mí me parecieron como mil. A lo largo del camino iba escuchando el sonido del agua. ¿Dolor? ¿Cansancio? ¡Ni siquiera pensé en eso! Mi cuerpo estaba vivo, fuerte, entusiasmado como no lo había estado desde que me lastimé la espalda en diciembre.


Sentí placer en cada paso. A pesar de los árboles, de la sensación boscosa, el viento estaba caliente, muy caliente. Alrededor de mí, el infinito verde Alpes me sonreía. Entre puentes y escalones de madera, llegamos a la cascada de agua esmeralda. Siempre me repito que la perfección no existe…pero en lugares como ése, me resulta imposible pensarlo. Los humanos somos imperfectos, pero la naturaleza, no. Estaba tan maravillada que no sentí cansancio.


Seguimos avanzando y llamó mi atención ver muchas esculturas de piedra. Unas eran grandes; otras, muy pequeñas. Justo cuando iba a preguntar sobre ellas, los amigos de Angelika me dijeron que las personas al llegar ahí, las arman poniendo una piedra sobre otra. Se supone que es la figura de un hombre. Al terminarla piden un deseo. Si haces esto, Nadie, regresarás a este lugar (es como aventar una moneda en la fuente de Trevi en Roma). Me animaron a crear mi escultura. No es tan sencillo como parece. Las piedras deben acomodarse bien o se caen, se resbalan. Logré una muy pequeña y me sentí orgullosa. Cuando regrese debo encontrar mi figura. ¡Imagínate! ¡Reconocerla entre tantas!

El recorrido no termina ahí. En la cima del desfiladero está el Monasterio de St. Georgensberg a donde llegan peregrinaciones el 13 de cada mes en los meses de verano, el último mes en que se llevan a cabo es octubre. Ya no hay escaleras, sólo hay que subir y subir. Es un recorrido que dura como media hora.

Una vez ahí, entramos a la iglesia donde venden velas para ofrecerlas a los seres queridos que ya no están en este mundo (no sé si también se enciendan para pedir por la salud de alguien). Esa costumbre no es sólo de Austria, también la vi en las iglesias de los otros países de Europa que visité. Fue algo nuevo para mí pues eso no lo hacemos en México. Prendemos veladoras para pedir por alguien o algo, pero lo hacemos en la casa. En las iglesias aquí es común llevar milagritos (dijes con motivo religioso) para agradecer la ayuda que se recibió, la salud del ser querido que estaba muy enfermo. Allá no vi milagritos en ningún lado. Compré una vela para Herwig, la encendí y en silencio le di las gracias.

Al lado, hay un restaurante con mesas al aire libre. Estuve fascinada viendo los árboles gigantes, buscando hadas o seres mágicos.

Pedí de comer una sopa con un dumpling adentro. El dumpling se veía como una albóndiga pero estaba hecho de pan con tocino. Platicamos. En cuanto estuvimos listos emprendimos el regreso siempre rodeados de verde. Pude ver vacas y la ciudad de Stan desde lejos. Terminé entera, satisfecha y con la certeza de estar sana, por fin. Fueron como cinco horas de ejercicio más el tiempo que estuvimos en el restaurante. Nadie, amo las montañas.


En la noche, Angelika, René y yo fuimos al centro de Innsbruck. Cenamos salchichas austriacas en un puestito. Estaba contenta con ellos. Me acompañaron al departamento. Nos despedimos René yo, pues al día siguiente, mi último en Austria, no lo iba a ver. Espero no sea un adiós muy largo.

Mi expectativa en Austria era volver a los lugares a los que visité con Herwig; sin embargo, Angelika y René tenían otros planes. Me consintieron y me alejaron de la melancolía. ¡Bienvenidas sean las experiencias nuevas! Seguro Herwig nos acompañó desde donde esté. Me quedé y sigo profundamente agradecida con ellos.
Tenia un día más y lo pasaría sola en el centro de Innsbruck. En mi siguiente carta te mostraré las fotos.
Te mando un abrazo grande,
Carla
