Cartas para Nadie. Quincuagésimo Séptima Carta. Tirol, Austria. Hinterhorn Alm. Hall. El Cementerio de Wilten.

7 de noviembre 2023

¡Hola! Mientras te escribo pienso en Herwig y su sueño de venir a México, sueño que no pudo cumplir. Justo en noviembre, el 21, sería su cumpleaños y el 17 es su aniversario luctuoso. Murió días antes de cumplir 60 años.  Volví a Innsbruck para despedirme de él como me resultaba imposible hacerlo en México.

De Freising viajé a Munich en tren. Después caminé a la estación de Flixbus y ahí tomé el camión que me llevaría a Innsbruck, Austria.  Sí, Nadie, el tren es más rápido y más cómodo, pero también más caro. Me ahorré más de veinte euros así.  De todas formas, estuve mejor ahí que en el estrecho avión de México a París.  Podía moverme con libertad, estirar las piernas y, además, me tocó al lado de la ventana.

Me quedé dormida casi sin darme cuenta. Cuando abrí los ojos estábamos por llegar a Garmisch, todavía en Alemania. Más adelante de la parada, en ese mismo pueblito, había varios niños camino a la escuela (supongo). Nos saludaron y sonrieron. 

Me puse a escuchar música mientras disfrutaba la vista.  A mi alrededor todo era nostálgicamente verde.  En ese inmenso verde de los Alpes, al ritmo de Dreams de Cranberries,  mis ojos se volvieron ríos. Al pasar por Seefeld, el lugar donde vi a Herwig por última vez hace diecisiete años, esos ríos se desbordaron en mi rostro. Me acompañaba la voz de Axl Rose con November Rain. Nothing lasts forever in the cold November rain… No hacía frío pero sí llovía en mí.  No era noviembre pero nada dura para siempre. 

Llegué a Innsbruck cerca del mediodía, ya en la parada del camión me esperaba René (mejor amigo, como hermano de Herwig, él y su esposa Angelika, estuvieron con él hasta el final).  Me abrazó muy fuerte. Todavía lloviznaba en mis ojos, él comprendió.  Nos sonreímos. Ya en su coche, platicamos. Él y Angelika planeaban llevarme a una montaña a comer ahí si yo no estaba muy cansada.   Conmovida, acepté sin dudarlo.

Me llevaron a Hinterhorn Alm en Hall, fue como media hora de camino.  Al salir del coche, respiré el aliento de las montañas.  Yo estaba en el corazón de los Alpes, en el estado de Tirol.  Era un día bonito. Angelika me dijo que llevé el sol conmigo pues los días anteriores fueron grises y feos:  tuvieron muy mal clima.   Querido Nadie, no lo llevé yo, fue un regalo de Herwig. Él llenó de luz mis estancia allá.

El restaurante al que fuimos me gustó. Nos sentamos afuera, por supuesto. René me recomendó pedir una Radler, bebida típica tirolesa. Es una mezcla de cerveza clara con limonada.  No pensé que fuera a gustarme, pero sí, me sorprendió su sabor tan fresco y dulce pero no empalagoso.  Por cierto, la Radler también es muy popular en Barcelona y Madrid.

Estás fotos las tomó Angelika. 🙂

René y Angelika me explicaron con detalle el menú. Entre los tres pedimos diferentes cosas para compartir. Ellos querían que yo probara lo más que pudiera y yo encantada de hacerlo. En este viaje me faltó  anotar los nombres de los platillos, así que sólo puedo mostrarte la foto y asegurarte que todo estaba delicioso.

Después de comer, caminamos. ¡Estaba rodeada de montañas y árboles! ¡Adonde volteara, ahí estaban! Llegamos a la granja de Walderalm. Había muchas vacas y me sorprendió la armonía del sonido de sus cascabeles. Parecían las campanas de una iglesia.   A unos pasos había una capilla pequeña llamada Maria Schutz.  La construyeron en la cima del Alpe (esta montaña) en 1965-67 para conmemorar el regreso de los soldados de la Segunda Guerra Mundial.  Entramos y está muy linda, el lugar ideal para una boda íntima, con muy pocos invitados.

De regreso, nos detuvimos en Hall, un pueblito tranquilo e ideal para pasear y luego sentarnos a tomar un cafecito. Esa era la idea, pero la cafetería estaba cerrada. Entonces, nos tomamos un campari (bebida italiana) en el restaurante de al lado y platicamos. Debo admitir algo, querido Nadie, no me cuesta ningún trabajo enamorarme de las casitas de los pueblos europeos, las de  Tirol, Austria, sobre todo.  Eso me encantó de Hall, aunque fue sólo un pedacito lo que pude conocer.

Nadie, nos alcanzó el tiempo para ir al cementerio de Wilten a ver a Herwig. Me tomó casi seis años llegar, pero lo logré. Sabes, la costumbre ahí es llevar veladoras.  Sí hay flores, pero en planta. El lugar no es lúgubre, solemne o sombrío, los árboles y las flores lo llenan de vida (por más paradójico que eso suene).  Si no llevas una veladora, ahí las venden. Hay una máquina expendedora, como las de refrescos. Escoges tu veladora, pagas y listo. Compré la mía y caminamos a la tumba. La encendí, la puse lo más cerca posible de su tumba. Los tres callamos. Nuestros pensamientos hablaban, sólo Herwig los escuchó.  Le di las gracias, le dije las cosas que nunca pude decirle en vida.  No me quedé con nada. Estuvimos de pie, sin movernos, varios minutos. Contuve el océano que casi salía de mi pecho.  Cumplí la promesa de volver y me despedí como necesitaba hacerlo desde que falleció.

Junto al cementerio está la Basílica de Wilten. Ahí se llevó a cabo la misa para Herwig en su funeral.  Cuando entré me recordó a la Iglesia de San Juan Bautista en Coyoacán. No sólo se parecía mucho, el aroma era el mismo. De la impresión me dolió la cabeza. Había varias personas rezando un rosario. No estaba permitido tomar fotos del interior en ese momento.

Cenamos una rica ensalada griega en casa de mis amigos y me llevaron al departamento donde iba a quedarme (es de ellos y me lo prestaron).   Me sorprendió el tamaño: grande y con patio.  Fue muy raro tener un departamento sólo para mí. Ahí no se escuchaba nada: ni voces de los vecinos, ni automóviles pasar, nada. Eso me abrumó un poco, más que nunca extrañé a mi familia, a mis perritas.

Angelika estaba muy emocionada porque al día siguiente me llevaría a otra montaña con sus amigos de la universidad.  Yo me entusiasmé. Esta vez sí ibamos a caminar a la cima, nada de llegar en coche.  Me preocupó un poco mi espalda, pero tuve la certeza de que estaría bien.  Sobre esa aventura en Wolfklamm Gorge, te contaré en mi próxima carta.

Un abrazo,

Carla

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~ por Naraluna en noviembre 9, 2023.

Una respuesta to “Cartas para Nadie. Quincuagésimo Séptima Carta. Tirol, Austria. Hinterhorn Alm. Hall. El Cementerio de Wilten.”

  1. wow!! 46Cartas para Nadie. Quincuagésimo Novena Carta. Tirol, Austria. Innsbruck, Austria.

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