Cartas para Nadie. Quincuagésimo Sexta Carta. Regensburg y Landshut.

Miércoles 25 de Octubre de 2023

¡Hola! Ya estoy en casa. Llegué bien y agotada. Apenas ahora puedo escribirte.   Te tengo una buena noticia: ¡Recuperé las fotos de la primera parte de mi viaje! ¡Tengo las fotos de Landshut! ¡No perdí ni una! ¡Qué alivio! 

En el tren camino a Dresden, en ese largo viaje, también pude escribirte acerca de mi experiencia en Alemania de Baviera, sólo no pude enviarte la carta en ese momento.  Ahora, por fin, puedo compartirla contigo. Aquí te la dejo.

3 de octubre de 2023

El sábado, mi segundo día en Alemania, decidí visitar Regensburg (recomendación de mi prima) y Landshut (vi varias fotos en México y quería conocerlo).  Para ir la mejor opción fue comprar el Bayernticket. Este boleto cubre casi todo el transporte en la zona de Baviera (Bavaria) en Alemania. Es mejor comprarlo en línea o en la máquina (cuesta dos euros menos que comprarlo en la taquilla).  Dura un día y medio ( 9:00 am a 3:00 pm del día siguiente).   De no hacerlo así, el transporte saldría bastante más caro.

Sigo en el tren. Escucho música, mi amigo Dirk está leyendo. Tengo espacio para mover mis piernas y ya con eso estoy tranquila.

Encontré la app perfecta para saber qué tren tomar y en qué horario. Se llama Moovit.  Con ella pude ver las opciones de trenes para llegar a Regensburg.  Eso me dio confianza y seguridad.  Te confieso, Nadie, que viajar sola sin Internet, para una persona desorientada como yo, ha sido un poco estresante. La única forma de saber cómo llegar a un lugar es preguntando. Tuve la fortuna de encontrar siempre personas amables y atentas que me ayudaron. 

Tomé el tren para Regensburg. Esta vez viajé sin un hoyo en el estómago, con más confianza en mí misma. Llegué a mi destino en hora y media.  No esperaba la cantidad de personas que había en la estación. En ese momento me enteré que es un lugar muy popular y yo no era la única esperando visitarlo.

Para llegar al centro (Altstadt), saliendo de la estación hay que caminar por Maximilianstraße, una de las calles principales.  Me sorprendió la majestuosidad de esta ciudad.  Estar ahí parada me alegró bastante. ¡Qué afortunada era yo por estar ahí!

Lo primero que vi fue la Catedral de San Pedro. Llamó mi atención por su estilo gótico, el cual me encanta. He leído que es un buen ejemplo de las construcciones góticas en la parte sur de Alemania. Tomé algunas fotos, pero lo reconozco, no son muy buenas.

Estuve muy contenta recorriendo las calles del centro, tratando de orientarme,  llenándome de color en esta ciudad viva, de fiesta. Me pareció un buen lugar para celebrar la vida y la oportunidad de viajar. Es también una ciudad ruidosa: voces, risas y música.  No me sentí estresada pues aunque había mucha gente, siempre tuve mi espacio vital.

Por primera vez en mi vida decidí no visitar museos. Me dediqué a pasear, a absorber la hermosura del lugar, a tomar lo que Regensburg me ofrecía y disfrutarlo.  Aprendí a contemplar, a distinguir los aromas de la ciudad, a caminar en el aquí y ahora.  El único museo al que deseaba entrar estaba cerrado por mantenimiento. 

Me emocionó caminar por el puente, Steinerne Brücke.  Probablemente fue construido entre los años 1135 -46.  Se usó como modelo para construir otros puentes de piedra en Europa entre los siglos XII y XIII.   Me quedé ahí un rato. Soy feliz cerca del agua, el Río Danubio en este caso. Las casitas al lado del río resplandecían. Sonreí agradecida por ese momento.  

Hay mucho qué ver y hacer en Regensburg, pero yo no tenía tanto tiempo. Regresé a la calle de Maximiliano, llegué a la estación a las tres de la tarde. Tomé el tren a Landshut.  Me senté junto a la ventana y pude disfrutar del paisaje. 

La estación de tren en Landshut no está tan cerca del centro.  Sería como media hora caminando. Si conociera el camino, eso habría hecho.  Me tomó unos minutos sentirme fuerte y salir de la estación. No me encantó lo que vi afuera, no me pareció nada atractivo el lugar.  Sabía qué camión tomar (el número 2) pero no dónde.  Una joven muy amable me dijo cuál era la parada. Llegué al centro en menos de 20 minutos.   Una vez ahí, mi opinión cambió: me sucedió algo muy parecido a cuando conocí Real del Monte en Hidalgo: me sentí en casa. Fue como si Landshut me abrazara, me susurrara que todo iba a estar bien. 

A diferencia de Regensburg, el centro de la ciudad es muy pequeño y no hay tanta gente. Las casas medievales y de colores me fascinaron. Me recordaron a las galletas en forma de pueblitos (como de cuentos de hada) que estaban en las portadas de las revistas de repostería americanas que tenía mi abuelita en su casa. ¡Qué ganas de quedarme ahí varios días!

Me dediqué a pasear, a empaparme de la belleza y afabilidad de este lugar. No, querido Nadie, no visité el castillo. Quizá debí haberlo hecho. Ahora tengo una razón más para volver. Me entretuve admirando las casas y las flores, escuchando la voz del río Isar.  La vista era increíble.  El cielo se reflejaba en el agua. Me sentí feliz, libre, fuerte, incluso bella.  No necesité nada más. Estuve un rato sentada en una banca cerca del puente, del río, absorbiendo cada detalle. Una banda empezó a tocar blues. Los escuchaba en las nubes. ¡Qué lugar tan acogedor! ¡Quería quedarme ahí!

Sólo conocí el centro, sólo tuve una tarde, pero Landshut acarició mi corazón, me habló, me hizo sentir radiante.   Me hubiera encantado conocer la noche y la luna en Landshut.

Ya era un poco tarde cuando tomé el tren de regreso. No esperaba que estuviera lleno, de suerte no me tocó ir parada.  La mayoría de las personas estaban muy alegres gracias al alcohol. Me sorprendió ver a varias tomando cerveza bien a gusto.  No podía creerlo: en México está prohibido tomar alcohol  en el transporte y en la vía pública. No entendía que estaba pasando.  Al llegar a la estación, por lo general silenciosa y casi vacía,  había más personas también tomando cerveza y haciendo mucho ruido.  Había basura tirada en la estación y hasta una botella rota en la calle.  De pronto, lo recordé: hubo un evento del Oktoberfest.  Las personas regresaban a sus casas. 

Por cierto, más tarde, mi  prima me dijo que en Alemania  sí está permitido tomar cerveza en el transporte público, en la vía pública y hasta en el cine. Según entendí, no la consideran bebida alcohólica, es tan común que la toman hasta en el desayuno. ¿Cómo ves?

Tuve que esperar una hora para tomar el camión. Los fines de semana hay menos camiones y trenes. Los camiones sólo pasaban una vez cada hora. En las paradas están los horarios de los camiones de todos los días de la semana.  Hay que subirse a los camiones o tranvías en las paradas, no es como en México que se paran en cualquier lugar si te ven esperando.

Debo decirte que el sistema de transporte es organizado, bastante bueno y también muy caro. Además está basado en la confianza. Compras el boleto pero rara vez te lo piden. En mi estancia allá, sólo me lo pidieron una vez.  Eso sí, si pasan a pedir el boleto y no lo tienes, la multa es bastante grande.  

A pesar de la barrera del idioma, es posible saber en qué andén esperar al tren. Hay una pantalla dónde se ve la información de salida y llegada de todos los trenes (cómo las de los aeropuertos).  En el andén, en  la parte superior, hay una pantalla de rectángulo donde se ve el número y destino final del tren que está por llegar. En la mayoría de los trenes, en cada vagón, hay una pantalla que indica en qué estación estás y luego las estaciones que faltan para llegar a a la última. Esto también lo tienen varios camiones. Gracias a esto es difícil confundirse o pasarse.  Eso me ayudó mucho a calmar mi ansiedad, mi miedo a pasarme o perderme.

Mi último día en Alemania lo pasé caminando por Freising. No sé cuántas horas caminé pero valió la pena. Llegué al centro.  Lo recorrí hasta llegar a la catedral. Me costó un poco encontrarla, hay que subir mucho. No pude visitarla porque estaba cerrada por remodelación. Ni siquiera pude fotografiarla. Por lo menos ahí, tuve una bonita vista panorámica de Freising.

Después visité dos jardines botánicos (como si fuera uno enorme pues están unidos): Sichtunsgsgarten y Weihenstephanner Garten.  Es un paraíso para quienes amamos las plantas, la naturaleza. No sé si estuve dos o tres horas ahí.  Me detuve en cada flor. Había varias que no conocía.  Vi abejas, avispas, abejorros todo el tiempo.  También vi algunas mariposas. 

Hay suculentas de varios tipos. También hay estanques. ¡Vi lirios acuáticos! Me cercioré de haber recorrido el lugar completo antes de irme.  Estaba agotada.

La naturaleza me vuelve fuerte.  Me enamoré de esos jardines, de las flores que vi, de los insectos. El sol estaba acabando conmigo, pero valió la pena.  Terminé bañada en sudor.

En la tarde noche, en el centro, mientras mi familia iba a misa, entré al restaurante Freisinger Augustiner. Ahí tomé una exquisita cerveza oscura y una antipasta Teresa (platillo típico).  Un señor al ver mi camarita (una akaso), se emocionó. Me contó que tenía una parecida. Me quiso tomar un video con mi cerveza. Fue divertido. Se me olvidó cómo decir salud en Alemán (no hablo el idioma pero eso sí lo sabía). Me reí cuando me dijeron.   Nunca  había tomado una cerveza yo sola en un restaurante. No esperaba disfrutarlo tanto.

Te cuento algunos detalles que me llamaron la atención.

  1. Las personas que piden limosna, no te hablan, se te acercan y te muestran una moneda.
  2. Vi a mucha gente vestida con los trajes típicos de Baviera. No es un disfraz ni mucho menos. Me dijo mi prima que lo usan cuando van a eventos formales como bodas, graduaciones. Por eso es común ver en las calles, en el transporte público a personas portando tan elegante vestimenta.   Los trajes son muy caros.  Me encantó cómo se ven.  No les tomé fotos por respeto. Para mí eso hubiera sido como tomarles fotos en las calles de mi ciudad a las personas arregladas para ir a una boda o a un evento importante.
  3. Es necesario tener licencia para andar en bici en la calle. Desde pequeños los niños se preparan para eso. Creo que a finales de la primaria ya  pueden hacer el examen para obtenerla.

Además de pasear, pude convivir con mi tía, mi prima y mis sobrinos.  La última vez que vi a mis sobrinas estaban muy chicas y mi sobrino todavía no había nacido. Conocerlo y  reconocerlas me hizo mucho bien.  Uno de los principales motivos de mi viaje es convivir con las personas que amo y a quienes tenía mucho tiempo sin ver.

Empaqué antes de irme a dormir. Ya estaba lista para la segunda etapa de mi viaje: Austria.

¡Hace mucho calor en el tren!

Cuídate mucho,

Carla

P.D. La ventaja de no haberte enviado antes esta carta, es que ahora puedo incluir las fotos que había borrado. Te escribo pronto para seguirte contando mis aventuras.

~ por Naraluna en octubre 28, 2023.

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