Cartas para Nadie escritas en aislamiento. Distanciamiento social por el coronavirus. Octava carta.

¡Hola! Estoy escuchando música. Te confieso que he perdido más de media hora en «hacer nada» en lugar de escribirte. Me distraían los ladridos de mis perritas que ya están durmiendo, espero ya poder concentrarme.

En mi última carta fui muy intensa así que esta vez intentaré ser más ligera. No puedo deshacerme cada vez que te escriba ni tampoco creo que te encante la idea.

Está tremendo el calor aquí. No es lo mismo vivir en un tercer piso, donde pega fuerte el sol que en una casa lúgubre donde reinaba la oscuridad y el frío (allá no importaba la estación del año, siempre había que ponerse suéter). No sé si tengo sueño porque me estoy asando o porque estoy agotada.

Te cuento que me sangran las manos de tanto lavármelas. Ni siquiera sé cuántas veces me lavo las manos al día ( a veces más de treinta). Me preocupa tanto el asunto del coronavirus que una vez – del estrés- no podía acordarme si me las había lavado o no y tuve que volver a hacerlo. Para lidiar con esto, en la noche (y cuando no se me olvida, en la mañana, después de bañarme) me pongo crema con gotitas de glicerina o vaselina. Me está ayudando mucho pero no es suficiente. Creo que también es porque necesito hidratarme mejor (ya lo estoy haciendo).

Pasan cosas raras en estos días de confinamiento. Siempre afirmé que no sería nunca ama de casa; sin embargo, en estos días, los tres lo somos. Increíble, pero así las cosas. No es ninguna novedad que esto implica un esfuerzo físico que agota. Siempre hay algo que limpiar, lavar, ordenar. Me pregunto qué tan ordenadas estarán las casas de las otras personas y, sobre todo, qué tanto les estresa la limpieza con respecto al coronavirus. ¿Usan mucho cloro? ¿Poco? ¿Nunca es suficiente o ya fue demasiado? ¿Ponen alcohol en las suelas de los zapatos? ¿Sí? ¿No? ¿Y qué pasa con las medidas de higiene cuándo tienes perros (¡y nosotros tenemos cuatro!). ¿Cómo lavan las frutas, las verduras? Dios Mío, a veces me preocupo tanto que entro en pánico y me quedo con la mente en blanco sintiendo que lo estoy haciendo todo mal, que soy bien descuidada. ¿Cuántas veces al día se bañan o quieren bañarse? En fin, nunca se acaban los platos sucios y el polvo es nuestro peor enemigo (después del coronavirus, supongo). Ya de hacer la cama ni hablo, odio hacerlo, es una tortura terrible (sólo superada por planchar pero de eso sí me salvo).

En medio de todo esto, hay algo que estoy disfrutando mucho: cocinar. Después de hacer ejercicio me gusta hacer el desayuno. No creas que diario hago cosas muy elaboradas, a veces son sándwiches, huevos revueltos o cereal. Pero el viernes me inspiré y por fin (llevaba días con el antojo) preparé unos waffles de arándanos azules y canela. Me tomó poco más de una hora hacerlo pero valió la pena, además no había usado mi wafflera desde la mudanza. Cocinar es otra manera de ser creativa, de consentir a mis seres queridos, de expresarme, que me da bienestar y confianza en mí misma. Algunas veces ya he inventado mis propias recetas (como una salsa de zarzamora para una carne, platillo con el que nos consentimos hace un par de años mi hija Rebeca y yo).

Vas a decir que estoy loca pero en eso (sin ser tan apasionada de la cocina como ella) me identifico con Tita (protagonista de Como Agua Para Chocolate) que en los platillos que cocinaba plasmaba sus sentimientos y quien los comiera podía absorberlos. Yo nunca cocino si estoy muy enojada.

Esta mañana decidí preparar unos muffins de huevo. Era la primera vez que los hacía. Los hice con queso, tocino, jamón y un poco de cebolla, sin olvidar la sal y la pimienta. Me sentí en las nubes cuando los vi todos bonitos en el horno (luego lo que cocino sabe rico pero la apariencia no es muy atractiva que digamos). Sobra decirte que fue una delicia comerlos. Desayunamos contentos los tres.

Antes de mudarme estaba encantada con la idea de estrenar mi cocina nueva, bien iluminada, acogedora; sin embargo, tardé tiempo en hacerlo (cuando hice unos muffins de plátano poquito antes de la pandemia). Ahora disfruto el tiempo que estoy ahí en las mañanas. Nunca hubiera creído que eso me pondría de tan buen humor. Me pregunto qué pensaría de mí la Carla adolescente.

En esta época de incertidumbre agradezco la oportunidad de que mi familia y yo podamos desayunar juntos diario. Cuando volvamos a salir, voy a extrañar estos momentos.

No te he contado que yo heredé los hermosos recetarios de mi bisabuela y también varios libros/revistas de cocina de mi Granny. Los recetarios de mi bisabuela son elegantes como lo era ella y su caligrafía además de impecable, era casi perfecta (jamás podré escribir como ella, jamás). Tal vez ahora deba sacarlos del cajón y sorprender a mi familia con sus platillos. Toma en cuenta que la mayoría de las recetas de mi bisabuela son de principios del siglo pasado, sería un experimento interesante.

Me sorprendo hablándote de comida pero la verdad es que con la ansiedad generada por el encierro nos dan ganas de comer la mayor parte del tiempo. No tengo idea de cuántos kilos habremos subido cuando esto acabe. Veo los memes en redes sociales al respecto de esto y al menos no me siento tan anormal, somos varios los que pasamos por esto. En lo que más pienso es en postres. No tienes idea de cuánto se me antoja preparar algo que tenga mucho, mucho, mucho chocolate. Ya te contaré si lo hago (o por lo menos te comparto una foto).

En general hoy ha sido un buen día y estaría más alegre si no fuera porque tengo muy presentes a las personas que están sufriendo, aquellas que no tienen posibilidad de quedarse en casa, que no saben si van a poder comer o no mañana, que han perdido a sus seres queridos o a quienes están aislados – solos- en el hospital, a los doctores que lo dan todo por ayudar, incluso su propia vida.

Me siento incómoda escribiéndote desde mi lugar privilegiado cuando para tantas personas es un verdadero infierno. No soy indiferente, me duele y siento mucha impotencia. Me pesa no poder cambiar las cosas afuera.

Si estuviera en mis manos les enviaría salud, luz, amor a todos, sin importar quienes fueran, sin juicios.

Es todo, ya está anocheciendo. No sé qué te contaré mañana. En algún momento te seguiré hablando de las mujeres de mi familia, pero necesito estar lista para eso.

Creo que me iré a consentir a mis perritas. Te dejo las fotos de mis «hazañas» en la cocina. Espero que no se te antojen mucho.

Carla

~ por Naraluna en abril 14, 2020.

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